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Supernova – Marissa Meyer

Todos tienen una pesadilla. Nova estaba bastante segura de que su peor pesadilla era regresar al Cuartel General de los Renegados en su uniforme, menos de veinticuatro horas después de que su alter ego se hubiera infiltrado en el edificio y robado el arma más peligrosa de todos los tiempos. Además de privar a tres Renegados de sus poderes con dosis robadas de la sustancia llamada Agente N, iniciar una pelea que destruyó la mayor parte del vestíbulo del edificio y presenciar cómo Max Everhart casi muere desangrado en medio del vidrio estallado de su área de cuarentena demolida. Para empezar, no solo era surreal volver al desastre, sino que lo estaba haciendo por voluntad propia. Nova creyó que nunca regresaría. Tras trabajar durante meses como espía entre los Renegados, había logrado robar con éxito el casco de Ace Anarquía. Tenía lo que necesitaba para devolverle a Ace su poder y juntos verían la organización desmoronarse. Pero las cosas nunca salían según el plan y Nova nunca supo que mientras luchaba por su vida en este mismo vestíbulo, un vigilante enmascarado conocido como el Centinela había descubierto y arrestado a Ace Anarquía: el líder de los Anarquistas y el tío que la había criado. Rayos, odiaba al Centinela. Siempre aparecía en los momentos más inoportunos, hacía esas poses ridículas de cómics y espetaba frases absurdas como “no soy tu enemigo” y “puedes confiar en mí”. Salvo que, según lo que sabía Nova, nadie confiaba completamente en el Centinela. Los vigilantes no encajaban en el código de los Renegados y, a pesar de sus intentos de capturar criminales y auxiliar a los Renegados, sus intervenciones hicieron que la organización luciera incompetente e inefectiva en varias ocasiones. Tal vez lo único que a Nova le gustaba del vigilante era su insólita habilidad para alterar al Consejo. Mientras tanto, su determinación para rastrear a Pesadilla y la captura de Ace Anarquía no le había generado muchos amigos entre los villanos tampoco. Las únicas personas que apreciaban los esfuerzos del Centinela eran Adrian, quien parecía tener una apreciación rebelde por el tipo, y el público, que lo veía como un héroe verdadero, uno que creía en la justicia y que no respondía a nadie más que a él mismo. Esa reputación se solidificó cuando capturó a Ace Anarquía. A pesar de que Nova sabía que nada era sencillo, el arresto de Ace casi fue suficiente para que lanzara las manos al aire y sucumbiera ante lo inevitable. Los Anarquistas y los prodigios como ellos seguirían siendo odiados, demonizados y oprimidos por toda la eternidad. Casi estaba lista para rendirse. Casi. Eso había sucedido horas atrás y ahora Nova había vuelto porque… ¿a dónde más podía ir? Por lo que sabía la gente aquí presente, ella seguía siendo Nova McLain, alias Insomnia, una Renegada de pies a cabeza. Sus secretos continuaban siendo su mejor ventaja y ahora que sus enemigos tenían a Ace, sabía que necesitaría toda la ventaja que pudiera conseguir. Nova no se había percatado de la extensión de los daños en el cuartel general hasta que se encontró avanzando temblorosamente entre los escombros. Estaba rodeada de Renegados, pero nadie le estaba prestando atención. Hasta los miembros del Consejo estaban examinando los restos de vidrio del área de cuarentena que había caído desde la segunda planta y se había hecho añicos contra los azulejos de mármol del vestíbulo principal.


Desde su lugar, Nova podía ver al Capitán Chromium sosteniendo la torre del reloj de cristal que, en algún momento, había coronado los tribunales de la réplica en miniatura de Gatlon City de Max. Ahora estaba destruida. Todo estaba destruido. Los rastros de la batalla estaban en todos lados. Había vigas de metal dobladas en ángulos extraños, cables colgando del techo en dónde solían estar los soportes de los candelabros de techo. El escritorio de información estaba arrumbado en un costado. Yeso, mesas, sillas, baldosas, vidrio; tanto vidrio del área de cuarentena destruida. Los fragmentos brillantes eran casi hipnotizantes, la manera en que capturaban la luz que ingresaba por la puerta principal. Y había sangre. La mayor parte se había secado en un charco en donde Max había caído. Donde Congelina lo había atravesado con la lanza. Nova arrancó sus ojos de ese punto y vio a Adrian abriéndose camino hacia ella. Sus hombros estaban hundidos y su gracia habitual estaba ausente en su postura. Su rostro ensombrecido era un recordatorio de que Max, lo más cercano a un hermano que Adrian tendría alguna vez, estaba en el hospital. Los médicos le indujeron un estado de coma para estabilizar sus signos vitales, pero no alimentaban la mente de nadie con falso optimismo. Su vida pendía de un hilo. Solo había una leve posibilidad: en los últimos instantes de la batalla, Max logró absorber todo el poder de Congelina, adquirió su control sobre el hielo y lo utilizó para contener la hemorragia, para congelar su propia herida. Puede que le haya salvado la vida. Pero también, puede que no. Nova tragó el nudo en su garganta a medida que Adrian se acercaba. Su expresión sombría no era solo por Max. Estaba lleno de un nuevo odio ardiente que Nova nunca había presenciado… por lo menos no en el tranquilo y alegre Adrian. Un odio ardiente hacia Pesadilla. Estaba convencido de que ella había atacado a Max. Nadie más que Congelina y sus compañeros habían visto lo que había sucedido y no planeaban corregir las creencias equívocas de todos los demás.

Pesadilla era un blanco demasiado sencillo para culpar. Y Nova, cuya identidad secreta permanecía oculta por milagro, no podía justamente limpiar el nombre de su alter ego, sin importar cuánto deseara defenderse cada vez que los ojos de Adrian brillaban con hostilidad contenida. –Cuando dijiste que Pesadilla se había infiltrado en el cuartel general –dijo Nova una vez que Adrian se acercó lo suficiente–, esto no es lo que me había imaginado. Mintió descaradamente, como siempre. Estos días, no paraba de mentir. Ya casi no se daba cuenta de que lo estaba haciendo. –Sí, es bastante malo –la atención de Adrian estaba distante mientras evaluaba la destrucción–. Encontraron la Lanza de Plata por allí. Creemos que Pesadilla la tomó de la bóveda y la utilizó para robar el casco. Y… –su voz se quebró y tosió para aclarar su garganta–. Estamos bastante seguros de que es el arma que utilizó contra Max. Estaba manchada con sangre, le harán algunas pruebas. Nova apretó los dientes. Adrian suspiró y bajó la mirada. Por primera vez, Nova notó algo en sus manos. Una esfera con una pequeña corona en un costado y una costura abierta en su circunferencia. Nova lo reconoció de inmediato: era uno de los misiles de niebla de Fatalia, o eso había sido antes de que ella lo robara del departamento de artefactos. Con la ayuda de Leroy, los habían transformado en dispositivos para liberar una forma gaseosa del Agente N, la sustancia destructora que había sido desarrollada utilizando la sangre de Max Everhart. Aunque era inofensiva para los civiles, era venenosa para los prodigios. Si la inhalaban, la bebían o recibían una inyección del Agente N, perdían instantáneamente sus poderes. Como Pesadilla, Nova había detonado dos de los dispositivos en este vestíbulo que, junto a un dardo de Agente N robado, causaron que Gárgola y Temblor perdieran sus poderes. También orquestó la neutralización de Congelina, aunque no necesitó el Agente N para eso. Simplemente arrastró a la chica cerca de Max y dejó que el Bandido hiciera lo que necesitaba hacer. Ahora, se encontró mirando la carcasa del dispositivo en tanto su cerebro pensaba una lista de mentiras que podría decir cuando alguien se molestara en buscar huellas digitales. Había tocado los misiles de niebla trabajando en la bóveda… eso debe haber sido antes de que Pesadilla los robara… Pero las mentiras eran frágiles.

Cuantas más mentiras acumulaba, más precarias se tornaban. A veces sentía que, si se atreviera a exhalar con libertad, todo se desmoronaría. –Luce como uno de los misiles de niebla de Fatalia –dijo en un tono de voz parejo. –Eso es lo que dijo Callum –respondió Adrian. –¿Callum? ¿Está aquí? –la cabeza de Nova volvió a la noche anterior cuando había dejado a Callum inconsciente en la bóveda. –Volvió a subir para chequear si estaban los misiles –Adrian asintió. –Tal vez Pesadilla los tomó cuando robó la lanza. –No lo creo –las cejas de Adrian se arrugaron sobre el marco oscuro de sus gafas–. Mack Baxter dijo que Pesadilla tenía una especie de bomba con el Agente N. Así fue como pudo neutralizar a Trevor. Creo que esta es una de esas bombas. Nova maldijo internamente a Temblor y a Gárgola, incluso si no podía culparlos por decir la verdad. –Bueno, quizás se inspiró en el diseño de los misiles. Se supone que es una especie de genio inventora, ¿no? Debe haberlos creado ella misma. Adrian dudó y Nova podía ver que estaba luchando con sus propios pensamientos. Finalmente accedió. –Puede ser. Veremos qué encuentra Callum. No estaba convencido. Nova tampoco lo estaría. Sin importar cuánto intentara desviar la atención lejos de ella, sus argumentos no eran muy convincentes estos días. –El asunto es –dijo Adrian lanzando el dispositivo vacío al aire y volviéndolo a atrapar con su palma– que si Pesadilla hubiera activado bombas con el Agente N… también la hubiera afectado a ella. ¿Por qué no tenía miedo de perder sus poderes? –¿No usa una máscara? –Sí, pero estoy bastante seguro de que no es una máscara de gas. –No sabemos eso –Nova encogió los hombros. –Está bien, pero también estaba justo al lado de Max cuando… –Adrian se interrumpió y sus ojos se dispararon hacia la sangre en el suelo–.

Cuando absorbió los poderes de Genissa. También debería haber drenado los de Pesadilla, pero salió corriendo de aquí como si todo estuviera bien. Nadie es inmune a Max. –Tu papá es inmune. –Nadie además del Capitán Chromium –frunció el ceño. –Solo digo que puede haber maneras de evitar las habilidades de Max y al Agente N. Tal vez Pesadilla encontró algo… como cuando tú te tropezaste con el Talismán de la Vitalidad –el artefacto que Adrian había descubierto y podía proteger a una persona de enfermedades, venenos y de casi todo lo que pudiera debilitarlos, incluyendo sustancias como el Agente N. De hecho, en ese momento, ese artefacto se encontraba escondido entre el colchón viejo y los tablones de madera del suelo de la casa de Nova en Wallowridge. »Podría haber docenas de artefactos que protejan las habilidades de alguien y simplemente no los conocemos. –¿Y crees que Pesadilla y yo encontramos uno de esos artefactos al mismo tiempo? –Seguro. Tal vez. –O… –la voz de Adrian se transformó en un susurro, a pesar de que todos los Renegados a su alrededor estaban demasiado ocupados barriendo vidrios y recogiendo los escombros del desastre como para preocuparse por su conversación–. Quizás Pesadilla tiene el Talismán de la Vitalidad. Nova había esperado esta refutación. Después de todo, tenía mucho más sentido que su propio argumento, pero mantuvo su expresión neutral. –¿No lo tienes tú? –No –Adrian hizo una mueca–. Papá lo tuvo por última vez. Se lo di para que pudiera visitar a Max. Ya sabes, fuera del área de cuarentena para variar. Pero ahora, no sabemos en dónde está. –Entonces… ¿crees que también lo robó de la bóveda? –No estaba en la bóveda. Simon jura que lo llevó a casa. Ese es el último lugar en dónde lo hemos visto. –¿Entonces crees que Pesadilla entró a tu casa a la fuerza? –Nova inclinó la cabeza hacia un costado. –Sí.

No. No lo sé. En teoría, podría haberlo robado cuando todos estábamos en la gala, pero no hay nada en nuestras cámaras de seguridad. Y tampoco explica cómo supo del talismán en primer lugar. No le he contado sobre él a nadie más que a Max y a ti y sé qué mis papás tampoco se lo dijeron a nadie –se frotó la nuca y Nova pudo notar que él se sentía un poco culpable por siquiera preguntar–. Tú no se lo mencionaste a nadie, ¿no? –Por supuesto que no –dijo–. Pero Tina y Callum también sabían del talismán y Callum no puede mantener la boca cerrada. Tal vez se les escapó algo sin que se dieran cuenta de cuán importante era. –Sí, puede ser. De hecho, esperaba que el equipo se reuniera más tarde para discutir lo que sabemos de Pesadilla. Tal vez pasamos algo por alto. Es solo… parecen haber algunas coincidencias bastante extrañas. –Es una Anarquista –dijo Nova, atreviéndose a apoyar una mano sobre el antebrazo de Adrian. Sintió sus músculos tensarse brevemente debajo de la tela de su uniforme–. Es retorcida y astuta y probablemente tenga muchas conexiones en el mundo de los… villanos que desconocemos. Si pudo hacer todo esto, si pudo incluso robar el casco de Ace Anarquía, ¿quién sabe qué más puede hacer? Encontrar el talismán o descubrir otra manera de evadir al Agente N. Nada parece descabellado. Adrian miró la mano de Nova por un momento, antes de que se asomara una leve sonrisa en sus labios y apoyó sus dedos sobre los de ella. Su otra mano, que seguía aferrándose al misil de niebla, cayó a su lado. –Me alegra que estés aquí –dijo. Pero apenas el corazón de Nova comenzó a revolotear, Adrian agregó–. Me alegra que estés de mi lado. –¿De qué otro lado estaría? –se permitió una pequeña sonrisa como respuesta. –¡Adrian! ¡Nova! Se voltearon y vieron a Ruby y a Oscar atravesando la multitud. Ruby se pegó al otro codo de Adrian.

–¿Cómo está Max? –Sigue en estado crítico –su mandíbula se tensó. –Lo lamento tanto –Ruby sacudió la cabeza–. Ella es un monstruo, Adrian. ¡Cómo alguien podía hacerle eso a Max…! Nova hizo una mueca. –Odio decirlo, pero no me sorprende –respondió Adrian como si el ataque hubiera sido inevitable–. Por supuesto que Pesadilla intentaría matar a Max. Cualquiera de los Anarquistas lo haría. Por él los derrotaron en primer lugar. Probablemente, han estado planeando matarlo durante los últimos diez años. Las mejillas de Nova se encendieron. Cuánto más escuchaba sobre el intento de Pesadilla de matar a Max, más quería gritar la verdad. Fue Genissa quien apuñaló al niño, no Pesadilla. Ella nunca lo lastimaría. Diablos, ¡había intentado salvarlo! Pero se mordió la lengua. No tenía sentido intentar defender la inocencia de Pesadilla. No le creerían y solo levantaría sospechas. –La encontraremos –dijo Ruby–. Le pondremos punto final a esto. Y Max… estará bien. Es un niño fuerte. –Lo sé –replicó Adrian. Sonaba agradecido y como si quisiera creerle. Como si se hubiera estado repitiendo lo mismo toda la noche. Pero había un eco de duda debajo de sus palabras. Nova exhaló lentamente.

Adrian había pasado por su casa esa mañana, después de que las cosas se calmaran un poco, para contarle que Max estaba en el hospital y que Pesadilla había robado el casco. Parecía tan derrotado y, sin embargo, al mismo tiempo, impulsado por un nuevo deseo de venganza. Se estremeció al recordar las palabras que pronunció mientras ella lo abrazaba en su mejor intento de confortarlo. Encontraré a Pesadilla y la destruiré.

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