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Solo tuya – Christian martins

Sospecho que ésta será la hoja de agradecimientos más larga que ha existido jamás. Ni si quiera sé cómo comenzarla, así que procuraré ser breve y no aburrir demasiado al lector. Si no me conoces, si te has saltado “Seré solo para ti” y has decidido empezar directamente por “Solo tuya”, te diré que espero que esta historia te enamore de tal manera que te lances a leer la anterior. Si no es así y sí la leíste, gracias por darme esta segunda oportunidad y confiar de nuevo en mí. Espero que Lorenzo y Victoria consigan volver a calar hondo en tu corazón. “Solo tuya” es un pequeño pedazo de todas mis lectoras; gracias a ellas, he sacado fuerzas y motivación para escribirla en tan solo unos meses. Gracias a todas por haber estado ahí cada día, cada momento. ¡Esta historia es más vuestra que mía! Gracias, también, a todas las que formáis el grupo de “Las chicas de Christian Martins” porque no solo sois una parte muy importante de mi día a día, si no que os habéis convertido en una familia para mí. Gracias #familiamartins, ¡sois las mejores! Hace un mes algunas de vosotras… ( Ana Isabel Guirao, Vanesa Beltrán, Paky Carrascosa, Mónica Archimedes, María Remedios Quiros, Ceci Cross, María Rivera, Alis Paris, Nilda Marina, María Ángeles Rubio, Mari Romero, Vanessa Alba Salvador, Patricia Sepúlveda, Ana Belén, Pilar Sanabria, Sandra Bermúdez, Susana Giménez, Noemí Casco, Yohana K Ortega, Yanira García Fernández, Sonia Navarro, Sensi Pulido, Vanesa Guisande, Paqui Ruiz Benete, Maria Cebollero, Mari Carmen Martínez Oto, Marta Álvarez, M Isabel Espalza, Beatriz Morales, Ainoam Islas, Rosa María Soriano, Esther Segura, Dayana Rosas, Concha Amores Amores, Frella Lucia, Yolanda Martin, Conxa Sanz, Patricia Gomez, Jeny Salinas, Susi Peláez, María Edelia, María Moreno, Yolanda Cardero, Silvina Araceli, Marlen Iveth,) … me dejasteis comentarios en el Facebook con sugerencias para esta segunda parte. Fueron tantos los mensajes que no podía quedarme con tan solo uno, así que he intentado haceros un guiño a cada una de vosotras. ¡Espero que el resultado os guste mucho! ¡GRACIAS! Capítulo 1 Victoria sabía lo que era el amor. Después de luchar, rendirse, llorar y reír en su busca, por fin podía decir y gritar a los cuatro vientos que lo había encontrado. Hacía pocos días que se había casado con el sexy y atractivo empresario de Innova Original Agency; su jefe. Y la vida, por primera vez desde hacia muchísimo tiempo, le sonreía. Se sentía afortunada de haber encontrado el cariño que todo el mundo ansía tener en la vida, el compañero de viaje con el que compartir cada uno de los sentimientos que sufría. Y su suerte tenía nombre y apellido: Lorenzo Moretti. Desde hacía varios meses vivía con el estómago repleto de mariposas, la piel erizada constantemente y sentía que no podía ser más feliz de lo que era en ese periodo de su vida. Mientras terminaba de organizar la maleta para el viaje de bodas, se preguntaba a sí misma qué sería aquello que había hecho para merecer semejante dicha. —¡He terminado! Escuchó el grito de Luka desde el salón. Victoria salió de la habitación, con la maleta aún abierta de par en par, mientras repasaba mentalmente cada objeto y prenda que debía llevar consigo misma. En el salón de su apartamento estaba su cuñado, Luka, al que había conocido en el mismísimo instante en que dio el “sí, quiero” a Lorenzo, con los ojos vidriosos y enrojecidos y el ordenador colocado sobre sus piernas. Estaba sentado en el sofá junto a su novia, Samara. Victoria no había tardado demasiado en cogerles cariño a ambos. Cuando llegaron a Madrid, Luka y Samara decidieron alojarse en un hotel cercano a ellos pero, después de las buenas migas que Vicky había hecho con sus cuñados, Lorenzo sugirió que se trasladasen a la habitación de invitados del apartamento y a ella le pareció una idea brillante. Lorenzo y su hermano habían pasado los últimos días juntos y Vicky había sido testigo de la buena relación que tenían, a pesar de que hacía muchísimo tiempo que no mantuvieran contacto entre ellos.


—¿Has terminado? —preguntó Vicky, sorprendida. Samara sonreía tiernamente mientras observaba la pantalla del ordenador. —¡Guau! Este hombrecito mío es un verdadero artista… —dijo con acento brasileño —. Y un sensiblón, también. Victoria se sentó junto a ellos, ansiosa por observar el vídeo. —¿Lo puedo ver ya? —preguntó con nerviosismo. Luka asintió y pulsó el botón de “play”. Una impresionante novia vestida de blanco con un traje de palabra de honor inundó la pantalla del portátil. Al fondo, observándola, estaba su marido, Lorenzo. Las imágenes fueron sucediéndose una detrás de otra: la ceremonia con su padre acompañándola hasta el altar, los votos, el cóctel, los aperitivos en el jardín, sus padres abrazándola y felicitándoles, Samara presentándose a ambos por primera vez, su mejor amiga, Mónica, sentada junto a su novio mientras se deshacía en un mar de lágrimas, la tarta, el baile nupcial… Cuarenta y cinco minutos después, Victoria y su cuñado, Luka, se secaban las lágrimas mientras Samara se moría de risa observándoles. —Sois tal para cual —decía la brasileña entre risitas, mientras les pasaba un paquete de pañuelos—. No seáis así, que no es para tanto. —Sé que no es mucho —le dijo su cuñado— que no es el regalo que podríais esperar, pero no tenemos para más, así que espero que sea suficiente. Lorenzo es mi hermano y por mucho que pasemos en la familia, siempre le querré. Y ahora tú también eres mi hermana, y no puedo estar más orgulloso ni feliz de que haya encontrado a una mujer como tú para compartir su vida. Victoria se lanzó a sus brazos. —No digas tonterías —murmuró llorosa—, es el mejor regalo que nos podrías haber hecho. Observó a Samara y le agarró de la mano sin deshacerse de los brazos de Luka. —Muchas gracias a los dos, de verdad —ronroneó, mientras absorbía con la nariz y se secaba las lágrimas—, sois increíbles. La puerta de la calle, cerrándose de golpe, resonó en el pequeño apartamento que se encontraba hasta entonces sumido en el silencio. Los tres presentes se giraron para saludar al recién llegado. Lorenzo, vestido con un despampanante traje de Armani, cruzaba el umbral hacia el salón con el maletín del trabajo y una sonrisa de satisfacción en el semblante. —¡Ya está, se acabó la oficina! —exclamaba, feliz—. ¿Preparada para el viaje, preciosa? Victoria saltó a sus brazos. —¡Más que preparada! —respondió eufórica, mientras se fundían en un beso.

—Bueno, bueno, bueno… ¿No pensáis dejar nada para la luna de miel? —rió Samara. Aquella tarde Luka y Samara regresaban a Brasil y Lorenzo y Victoria comenzaban su luna de miel en México. A las cuatro de la tarde, después de despedirse de la ciudad comiendo un cocido en la mejor tasca de todo Madrid, se dirigieron al aeropuerto. —¿A dónde más iremos? —le preguntó Victoria en el taxi. Luka y Samara les seguían en otro. —Es una sorpresa. —No me gustan las sorpresas —ronroneó con voz seductora— dímelo, anda… Vicky besó el cuello de su marido con delicadeza y ternura. —No vas a sacármelo. Es una sorpresa y seguirá siéndolo hasta que llegue el momento. Sentenció Lorenzo, mientras separaba a Victoria de su cuello. —No vas a conseguir sacarme información. Victoria resopló y decidió resignarse. Sabía que Lorenzo había preparado algo más que el viaje a México porque le había obligado a llenar seis enormes maletas de ropa. Dos de ellas viajarían en el avión hacia las playas caribeñas con ellos y el resto se habían quedado en el salón del apartamento. Él le había explicado que ya había pensado en todo y que llegado el momento “alguien” las enviaría a su siguiente destino. —Está todo en orden, no tienes de qué preocuparte —le había dicho. Pero su preocupación no iba a desaparecer de buenas a primeras. Observó el espejo retrovisor central del taxi y comprobó que el conductor dirigía el vehículo con la concentración plena en el tráfico mientras tarareaba los últimos éxitos que resonaban en la radio. —¿No me lo vas a decir? —susurró en su oreja, mientras deslizaba su mano por la rodilla de él. Notó el cuerpo de su marido tensarse y una sonrisa tonta y traviesa afloró en su semblante. Victoria continuó subiendo la mano hasta acariciar su miembro mientras respiraba roncamente en la oreja de él. —No es el lugar correcto —respondió Lorenzo con seriedad. Ella le ignoró. —¿Quieres que me detenga? No hubo respuesta. Observó el gesto de placer que el rostro de Lorenzo reflejaba mientras ella, con suavidad, masajeaba su ya erecto miembro por encima del pantalón.

Él abrió los ojos y le agarró la mano para detenerla. —¿Quiere jugar, señora Moretti? —sonrió. Ella asintió pícaramente. Le encantaban aquellos jueguecitos que se traían entre manos. Él, tomando de ejemplo los actos de ella, introdujo la mano entre sus desnudas piernas, bajo el vestido. No se anduvo con tonterías ni preliminares y la dirigió derecha a su ropa interior. Pellizcó su clítoris por encima de las braguitas de encaje y, con un dedo, retiró la ropa interior de su sexo haciéndola a un lado. Se sorprendió cuando la notó húmeda en tan poco tiempo y, después de dedicarle un leve y superficial masaje, introdujo un dedo dentro de ella. Vicky se sobresaltó y tensó sus piernas. —No te muerdas el labio, preciosa, o tendré que pedirle que pare el taxi —le susurró en el oído. Lorenzo comenzó a meter y sacar su dedo mientras masajeaba suavemente el clítoris de Victoria. En aquel tiempo que llevaban juntos, había aprendido qué era lo que le gustaba y cómo hacer que alcanzase el orgasmo si él lo deseaba. —¿Te gusta así? —le preguntó. Victoria asintió con la cabeza mientras notaba cómo el sensual masaje que su marido le estaba entregando aumentaba de ritmo por momentos. Le miró a los ojos y encontró el deseo ardiente en sus retinas mientras él continuaba con sus movimientos. Sacó los dedos y comenzó un masaje circular y lento por encima de su palpitante sexo. Percibió cómo el calor había inundado su cuerpo por completo de una manera casi dolorosa y sintió la necesidad de colocarse a horcajadas sobre él y tenerle por completo. Recordándose a sí misma dónde se encontraban, contuvo las ansias y suspiró hondo para dominar todo el remolino de sensaciones que se habían adueñado de su sistema nervioso. —Estamos casi —anunció el conductor. Victoria y Lorenzo se observaron con complicidad mientras él retiraba con suavidad la mano y colocaba correctamente su ropa interior. —Tengo otra sorpresita para no aburrirnos en el avión… Ella le miró con curiosidad. —¿Te he dicho que odio las sorpresas? —Ésta te encantará, te lo prometo. Capítulo 2 Coloca Habían llegado al aeropuerto con unas cuantas horas de antelación para poder acompañar a Luka y Samara. Lorenzo parecía algo taciturno con la marcha de su hermano pequeño aunque, después de todo, era totalmente comprensible que le extrañase. —Prometo aparecer más pronto que tarde —dijo Luka con un guiño de ojo y una palmadita en la espalda de su hermano.

Él analizó su frase unos instantes y respondió: —Mi casa siempre tendrá las puertas abiertas para vosotros dos, de verdad. Victoria sabía por qué lo decía. Los padres de Lorenzo, que venían de familias poderosas y adineradas, no aprobaban la relación que Luka mantenía con Samara ni aceptaban el estilo de vida que ambos compartían. —Lo sé —respondió emocionado—, nuestra casa también está abierta para vosotros. Y Brasil es precioso, de verdad. Samara corroboró la afirmación de su novio con una amplia sonrisa que se extendía de oreja a oreja. —Muchas gracias por todo y enhorabuena de nuevo por el compromiso —se despidió ella. Después de los habituales abrazos, les desearon un buen viaje y Samara y Luka embarcaron rumbo a su país con la promesa de regresar pronto a Madrid en los labios. —¿Crees que debería de haberle ofrecido dinero? —le preguntó Lorenzo a Victoria uno vez se quedaron a solas. —¿Por qué crees que deberías haberlo hecho? —No lo sé. Sé que no tienen gran cosa. Lorenzo suspiró, sumido en sus pensamientos. —Yo les he visto bastante felices. Si tu hermano necesitase dinero, ¿no crees que te lo hubiese pedido? —No, no lo creo. Creo que mis padres le han machacado tanto que por simple orgullo no pediría un céntimo jamás. Victoria apretó con cariño la mano de su marido. —Tu hermano está bien y es mayorcito para tomar sus propias decisiones. Si necesitase algo, creo que te lo hubiese dicho. El asintió, aparentemente complacido con la respuesta de ella. —¿Me piensas dar mi sorpresa antes de embarcar? —continuó, procurando dejar atrás el tema y pensar en algo más feliz. Lorenzo sonrió con picardía y sacó del bolsillo de la chaqueta un paquete de tamaño mediano envuelto con un brillante papel de regalo negro. Atado con un pequeño lacito había una tarjeta. Victoria sonrió y leyó la nota: “ve al baño. Abre el paquete.” Elevó las cejas y entrecerró los ojos con gesto misterioso.

—¿Ve al baño y abre el paquete? —leyó en voz alta, seductoramente. Él asintió. —Exacto. Ve al baño y abre el paquete. Se levantó silenciosamente y, sin borrar la sonrisa del rostro, se dirigió a los servicios. Lorenzo observó cómo su mujer se alejaba de él y una punzada de felicidad le oprimió el pecho. Era perfecta y era suya. Como era habitual, los servicios públicos de los aeropuertos siempre estaban hasta arriba. Aunque el baño de los hombres se encontraba semivacío, el de las mujeres contaba con bastante cola de espera. Vicky tenía a tres chicas por delante de ella, así que decidió abrir el paquete mientras esperaba su turno. Lo desenvolvió con cuidado y se encontró con otra pequeña nota pegada con un pedacito de celo sobre una caja negra. “El mando lo tengo yo”, decía. Abrió la caja y se encontró con un pequeño aparato un poco más grande que su dedo gordo. Lo observó con curiosidad y se preguntó qué esperaba Lorenzo que hiciera con aquel “instrumento”. —Es muy morboso —dijo la chica que tenía tras ella. Vicky se giró para observarla con los mofletes enrojecidos por la vergüenza. La chica, que aparentaba unos veinticinco años de edad, le guiñó un ojo y añadió: —Supongo que tu novio se habrá quedado con el mando, ¿no? A mí me lo regaló mi ex —continuó—, y no veas qué gustazo te da… Notas como cosquillitas ahí abajo y es super excitante. Victoria asintió, sin poder ocultar la vergüenza que sentía al respecto. Suspiró aliviada cuando dos de los baños públicos quedaban libres y llegaba su turno. —¡Disfrútalo! —le dijo la chica. Vicky susurró un leve “gracias” y corrió a refugiarse al interior del servicio. Sacó el pequeño aparato de la cajita y lo inspeccionó bien: no era demasiado grande y contaba con una pequeña cuerdita en uno de los extremos. El otro extremo tenía una punta redondeada dotándolo de forma de “bala” de metal. Victoria supuso que la cuerdita sería para facilitar su retirada llegado el momento. Sonó su móvil y comprobó que se trataba de Lorenzo: “¿ya te lo has puesto? Estoy deseando jugar con la señora Moretti.

” Respondió con rapidez: “Todavía no. Estoy inspeccionando mi nuevo regalo”. Pulsó el botón de enviar mientras notaba cómo el aparatito comenzaba a vibrar en su mano izquierda. Lorenzo ya había comenzado a jugar sin esperar su respuesta. Se quitó las braguitas y, sentada sobre la tapa del retrete introdujo el aparato vibrando intermitentemente en su interior. No tardó en sentir el placentero cosquilleo del que le había hablado la chica de la cola recorriendo sus extremidades. Experimentó la excitación adueñándose de ella en el mismo instante en el que su nuevo juguete detenía la vibración. Con las piernas temblorosas por aquella extraña sensación, salió del servicio y regresó a la mesa de la cafetería en la que le aguardaba su marido. —¿Divertido? —preguntó él. —Muy divertido —respondió ella con picardía. —Tenemos demasiadas horas de avión por delante… Él le guiñó un ojo. Victoria amaba y odiaba por partes iguales que su marido fuese tan experimentado… en el ámbito sexual. Se preguntaba, en ocasiones, si existía una sola postura del kamasutra que Lorenzo no hubiese probado y se sorprendía a sí misma respondiéndose que seguramente no; no existía. Resultaba muy doloroso imaginarse que todas aquellas “técnicas” las había estudiado con otra mujer que no era ella, pero Victoria solía evitar auto−torturarse y procuraba alejar todos aquellos pensamientos cada vez que le invadían la mente. El episodio de Laila en sus vidas la había marcado por completo y, aún sabiendo que se pertenecían el uno al otro, le costaba confiar totalmente en su marido. Laila, una ex novia rabiosa de Lorenzo, había intentado destruirles en repetidas ocasiones, sin éxito

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