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Sexo Duro y Salvaje – Sara Toledano

-Tienes que salir con él. -Pero, ¿por qué? -Sólo tienes que hacerlo, Carol. Es una cuestión de negocios. No lo entenderías. No supe qué decir cuando mi padre me dijo esas palabras. Recuerdo que estaba en la cocina de la casa, sentada en la mesa que estaba allí. Me llamó para que habláramos sobre mi futuro y pensé estúpidamente que se trataba de una charla sobre la universidad o algo así. No. Resultó todo lo opuesto. Me levanté y fue a mi habitación. Aún podía escuchar el trinar de los pájaros afuera. Cerré la ventana porque no pude tolerar otro sonido. El que había dentro de mi cabeza era demasiado fuerte. Como si tuviera mil cornetas haciendo ruido al mismo tiempo. Estaba destrozada. Seré sincera, no es que mi padre sea el perfecto ejemplo para mí. De hecho, es una figura casi inexistente en mi vida. Sólo tengo flashes de él cuando era pequeña. Supe que era alguien “importante” porque llevaba los negocios de gente en la política y de otros ambientes. Gracias a eso, vivimos muy bien por largos años: viajes a Europa, ropa de marca, comidas en los restaurantes más exclusivos de la ciudad. Cualquier cosa que quisiéramos o imagináramos la podíamos lograr. Pero las cosas eventualmente fueron en picada. Comencé a verlo con un rostro de preocupación que no se le quitaba ni con el Xanax ni el whiskey. Desde hacía varios días me miraba como si estaba tomando las fuerzas para decirme algo. No ignoré porque francamente estaba en lo mío.


Pero luego me citó para que charláramos y bueno… El resto es historia. Me senté en la cama para pensar en todo lo que estaba pasando. Fijé la mirada en los pósters de Anthrax, Megadeht y Black Sabbath, en el clóset medio abierto y con algún bota de pantalón que salía de allí, los zapatos sobre el suelo de parqué. Me resultó irónico que el día estuviera particularmente cálido y bonito mientras estaba allí, sintiéndome como un trozo de carne. Cualquiera hubiera pedido la intervención de su madre o de cualquiera. Mi caso es diferente. Mi mamá murió hace un par de años atrás gracias a su afición al alcohol; por otro lado, mi hermano mayor hizo todo lo que pudo para alejarse de la familia. No sé en dónde está ni qué hace, pero presiento que esté mucho mejor que yo. Finalmente me acosté y pensé en la maleta pequeña que tenía debajo de la cama. La usaba cuando quería escaparme por unos días pero no era tan mala idea de tomar unas cuantas cosas e irme por la noche. Dejaría a mi padre solucionar su problemita y yo estaría a unos cuantos kilómetros de allí… Hasta que me encontrasen, hasta que me volvieran a arrastrar a este pantano. Así que deseché la idea. No tiene sentido huir cuando sabes que el pasado te alcanzará de alguna manera u otra. Pero no me malinterpreten, no es que tenga miedo a esas cosas relacionadas con el sexo. Más bien es algo que disfruto inmensamente. He tenido toda clase de experiencias desde que recuerdo. He estado abierta a probar cosas nuevas. Mi primera vez, por ejemplo, fue con un hombre casado que conocí cuando tenía 15 años. Aunque nos confesamos las ganas, no hicimos nada hasta que nos reencontramos un par de años después. Como formaba parte del mismo círculo de amigos que mi padre, lo vi en una fiesta con su mujer. Ella estaba durmiéndose en la silla y él no paraba de verme desde el otro lado del salón. Por supuesto que estaba nerviosa, pero lo disimulé un poco al tomarme un trago de lo que tuve cerca. Tosí y sentí un impulso que me llevó hasta donde se encontraba. Le rocé el hombro y fuimos hacia una de las habitaciones que había. Cuando cerró la puerta tras él, mi corazón latía demasiado rápido.

Tanto que pensé que sufriría de un infarto. Se acercó a mí y me tomó por la cintura y me besó. Lo hizo con fuerza, con determinación. No paré de gemir gracias a que sus caricias se pasearon por todas partes. Mis caderas, mi espalda, mis pechos. Su lengua se adentró en mi boca para buscar la mía. Mordió mis labios y hasta me los rompió un poco. Allí presentí que el dolor era un buen compañero del placer. Bajó el cierre de mi vestido y me llevó suavemente a la cama. Su mirada mezclaba ansiedad y también emoción. Supongo que yo también sentí lo mismo aunque más bien estaba curiosa. Veía todo como una aventura. Me dejó desnuda y me acosté. No mentiré, hubo una parte de mí que quiso salir de la habitación. El miedo pareció abrumarme hasta que sentí la boca de ese tío en mi coño. Tuve que taparme la boca con ambas manos para reprimir los gritos que aquello me produjo. No hay sensación comparable con eso. Cerré los ojos y sentí su lengua dentro de mí, moviéndose, al mismo tiempo que le escuchaba chupar intensamente. De vez en cuando lo miraba y él sólo me respondía con una sonrisa malévola. Siguió comiendo de mí hasta que se levantó y se desvistió. Cuando estuvo desnudo, pude ver su pene. Se veía grande y grueso y temía el dolor que iba sentir. Eso era algo que mis amigas y yo del colegio hablábamos, así que estaba un poco aprehensiva. Por supuesto que no conté con el hecho de que él era un hombre mucho más experimentado que yo, así que pensé que era el paso obvio, resultó otra sorpresa. Tomó su mano y comenzó a masturbarme.

Primero introdujo y dedo y luego dos, poco a poco a pesar que lo veía contenido entre sus ganas. Cuando los introducía y los sacaba, se los lamía para volver a meterlos. Es una imagen que aún hoy me produce la piel de gallina. Volví a perderme en la excitación hasta que sentí que él se preparaba para penetrarme. Le tomé de los brazos y él se inclinó hacia mí. Me besó y finalmente lo sentí. Su pene entró en mí. Paralelamente sentí una mezcla de dolor agudo y un placer infinito. En la misma cantidad o un poco de una y mucho de la otra. Era algo que todavía no me queda claro. Él se quedó allí un rato hasta que comenzó a moverse. Al principio lo hizo con cuidado hasta que poco a poco fue un poco más rápido e intenso. Mis piernas no paraban de temblar, su boca estaba anclada en mi cuello y sus dientes mordían la piel que estaba allí. Me despedazaba por dentro y por fuera. Siguió follándome hasta que rodeé su espalda con mis piernas, quería que estuviera más dentro de mí. El calor de nuestros cuerpos se volvió intenso y delicioso. En un punto, experimenté algo que hasta después supe se trató del orgasmo. Puse los ojos en blancos y me agité con fuerza. Él siguió penetrándome con fuerza hasta que sentí que me deshice entre sus brazos. Las cosas se tornaron oscuras, un negro cerrado para quedar desconectada de la realidad.

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