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Sexo, Daniela y un poco de Rock – Myriam Ojeda Moran

Estaba nerviosa. Y no entendía exactamente por qué, pero lo estaba. Como aquel día que fui al ginecólogo con veinte años pensando que me habían pegado una guarrería y luego resultó ser un pequeño problema con mis maravillosas hormonas, pues así estaba aquel día. Aunque había hablado con Daniela, no la había visto en los casi diez meses que llevaba internada. Tuve oportunidad, cierto es, pero ella no quiso. No dejó que nadie salvo su padre le hiciera visitas, aunque me daba la murga semanalmente con sus cartas, las cuales tenía que contestar obligatoriamente… ¿En serio?, ¿en qué año estábamos, en los 90? Revisé su última carta y sonreí, en ella me decía que se sentía como el turrón El Almendro, que vuelve a casa por Navidad, y no le podía quitar razón. La había echado mucho de menos y, aunque Amanda y yo nos unimos mucho debido a su ausencia, no era lo mismo. Nada era lo mismo, y puede que eso fuera bueno, al fin y al cabo. Levanté la cabeza y resoplé al ver la cantidad de cajas que aún quedaban por abrir, no sabía de dónde iba a sacar tiempo para ordenar la que ahora sería mi casa, pero al menos el saber que mi peque estaba de viaje me tranquilizaba. Había conseguido hacer de la casa de Daniela mi propio hogar, y es que nuestros gustos eran tan diferentes que solo por el papel que había puesto en las paredes ya parecía otra casa. En la carta que recibí de ella en agosto me decía que me ofrecía su piso por un alquiler ridículo, y que si no aceptaba la pondría a la venta. Poco después, me enteré de que le dieron un permiso de unas cuantas horas para poner en orden sus cosas y sacarlas de allí, me lo dejó todo menos parte de la ropa que se quiso llevar, la otra la donó. Estuve sacando cosas que no quiso durante días. Amanda y yo nos repartimos unas cuantas, y lo demás lo fuimos dando, aquello fue una Navidad adelantada. Toni respiró cuando le ofrecí quedarse con el piso, se había acabado el ir turnándonos y vivir a medias en ningún sitio. Junto con la custodia de mi hija, también compartíamos la de los perros, y sorprendentemente en aquel momento fue cuando nos empezamos a llevar mejor. Los primeros días dudé sobre cómo se tomaría mi hija el cambio, pero contra todo pronóstico la idea de tener dos casas, dos habitaciones y, con ello, la cantidad de juguetes que tenía en ambos sitios la tenía como loca. En lo que más me había centrado era en tener la habitación de la nena perfecta; ahora, y con los arreglos terminados, solo quedaba volver a sacar toda mi vida de las cajas. Amanda Dejé la carta de Daniela sobre la mesa y me eché a reír. No había hablado con ella en todo ese tiempo salvo por aquellos folios escritos hasta el último hueco, yo estaba entusiasmada con la idea de recibir y mandar cartas todas las semanas. A Patricia, sin embargo, le desquiciaba. Fui a la cocina, donde después de comerme varios bombones contesté unos mensajes que tenía en el móvil, aún no sabía cómo iba a sentarme delante de Daniela para ponerla al día de todas las cosas que habían pasado. Ni siquiera podía visualizarme haciéndolo, así que improvisaría sobre la marcha. Fui a mi habitación, donde después de rebuscar pude al fin hacerme una pequeña maleta para una nueva aventura. Estaba deseando estar con Daniela pese a que no sabía si iba a poder mantener a raya las cosas que de momento debían seguir en su desconocimiento por su propio bien.


Al volver al salón había alguien merodeando por la zona. —¿Otra vez? —dije después de llevarme las manos a la cadera—. Ya te he dicho que no puedo ayudarte. Le di el mensaje a tu hija, pero no quiere escucharlo… —Insiste —dijo aquella voz masculina. —Ya lo he hecho, va a terminar por ponerme una orden de alejamiento. —Me moví nerviosa por la casa—. Por si no lo recuerdas, en este plano existen leyes que impiden que pueda ir acosando a la gente. —Necesito que sepa dónde está el dinero… —Y yo necesito un descanso, Antonio. —Me llevé la mano a la frente—. Te he ayudado, pero ella no quiere saber nada de ti. No quería saberlo cuando estabas vivo, así que imagínate ahora… —Miré aquella sombra y sentí pena—. No te preocupes, ve a donde tengas que ir… ya sabes. —Me encogí de hombros—. Volveré a intentarlo, te lo prometo. Solo dame unos días. En apenas unos segundos volví a quedarme sola, y es que muy a mi pesar había cosas que seguían como siempre, pero al menos ahora las percibía algo más débiles y podía hacer una vida un poco más normal. Justo en aquel momento me llamó Patricia, dejé todo como estaba y salí de casa. ¡Qué sea lo que dios quiera! Capítulo 1 Vacaciones de la vida Clínica de descanso mental Buenavista Patricia —Menuda manera más pija de ocultar una realidad —dije mirando a Amanda, quien sonreía —. ¿Has leído el cartel de la entrada? —resoplé—. Clínica de descanso mental, ¡mis cojones! Esto es un psiquiátrico, lo pinten como lo pinten. —Bueno, a ver… es normal que cuiden ciertos detalles. Al fin y al cabo, es un edificio privado donde viene gente adinerada, supongo que prefieren cuidar la estética del exterior. Aquí viene gente famosa. —Pero es un psiquiátrico. —Me miró sonriendo—.

Para ricos, sí. Pero un loquero, vaya. Terminamos de subir la cuesta de la entrada y nos vimos frente a un casoplón blanco enorme que tenía pinta de todo menos de lo que era. Dejé el coche y a lo lejos vi que el padre de Daniela venía hacia nosotras. Cuando se puso a nuestra altura se echó a reír. —Qué, alucinadas, ¿verdad? —Esto es increíble, Rodrigo —susurró Amanda inspeccionando el lugar. Empezamos a hablar Rodrigo y yo mientras Amanda miraba hacia todos lados como si estuviera lleno de gente, tanto nos llamó la atención su comportamiento que nos quedamos callados. —¿Estás viendo algo? Pareces un poco ida —dijo levantando una ceja. —Sí, pero es algo raro. —Sonrió—. No es como los que veo siempre. —Bueno, se viene el momento de niña del Sexto sentido. —Rodrigo me miró y se echó a reír —. Así todos los días, no hay quien esté tranquila con esta mujer. —¡Tendrás cara! Si eres la primera que pregunta siempre. —Porque pones cara de loca, ¿qué se supone que quieres que haga cuando te veo así? En aquel momento, todos nos quedamos callados porque empezamos a escuchar a gente acercarse. —Parece que ya sale —dijo Rodrigo nervioso—. Allí, al final, tenéis la auto caravana, tened mucho cuidado. —Tranquilo. —Sonreí mientras cogía las llaves que me estaba tendiendo—. Serán solo unos días. Daniela quiere ir a la playa. —¿A la playa en noviembre? —Sí. —Amanda sonrió como una tonta cuando Rodrigo la miró—. Daniela se ha empeñado y, bueno, qué menos.

Lleva mucho tiempo aquí. Al fin y al cabo, para eso estamos las amigas. Justo en aquel momento la puerta se abrió y vimos gente arremolinándose a la salida del edificio, pudimos ver a alguien que daba abrazos y besos, pero no parecía ser Daniela… hasta que salió completamente al exterior y nos quedamos alucinadas. Estaba bastante más delgada y su pelo ya no lucía rubio, sino castaño oscuro. Parpadeé varias veces porque seguía sin estar segura del todo. Entonces, justo cuando iba a venir hacia nosotras, una música que se escuchó desde el interior del edificio la detuvo. You shook me all night long de AC/DC sonó por todos lados. Daniela se echó a reír y miró hacia unas ventanas desde donde parecía provenir la música. En aquel momento, un chico que me resultaba muy familiar se asomó. Ambos se miraron y se hicieron algunos gestos, varias enfermeras salieron al exterior y, riéndose, empezaron a cantar, Daniela las miraba sin poder evitar que varias lágrimas brotaran de sus ojos y sin poder dejar de reír. Después de cantar unos segundos, las miró y les hizo una reverencia, cogió su maleta y, después de despedirse de nuevo, vino hacia nosotras. Poco a poco, el volumen de la música se fue aflojando hasta que finalmente se apagó.

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