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Seduciendo Al Jefe – Mia Ford

Cliff Salí del ascensor y respiré profundamente. Era lunes, el peor día de la semana para la mayoría, pero el día en que me sentí vivo después de un largo fin de semana de aburrimiento. Me encantaba trabajar desde siempre. Me encantaba el desafío, el dominio, probarme a mí mismo que estaba ganando en el juego de la vida. La gente pensaba que no era un juego… bueno, se equivocaban o, simplemente, estaban demasiado asustados para jugar. Así es como siempre lo he visto yo y me ha ido bien. Sonreí mientras veía a mis empleados corriendo de un lado a otro para realizar sus tareas y mantener los trabajos a los que se aferraban desesperadamente. Tenía un gran personal y estaba muy agradecido, aunque también les pagaba muy bien. Probablemente, por eso trabajaban tan duro. Si hicieran el mismo trabajo para cualquier otra compañía ganarían la mitad del dinero. Era un hecho. Tenía muchas aspiraciones y siempre estaba haciendo cosas. Cuando tenía tiempo libre me aburría, a menos que hiciera deporte. Me encantaba estar en movimiento para no oxidarme. No entiendo que haya gente tan holgazana. Caminé por el pasillo ignorando a toda la gente que me sonreía. La mayoría de ellos eran solo «besa culos» que pensaban que si conseguían mi favor les ayudaría a escalar puestos, pero la única forma de subir la escalera era ganándosela. A diferencia de la mayoría de las empresas, no le daba los buenos trabajos a la gente que conocía. Eso era estúpido. Yo le daba los trabajos a la gente que los merecía. Por eso mi compañía había crecido tanto y solo tenía treinta y dos años. Estaba entrando en mi oficina cuando me di cuenta de que Margot, mi secretaria, estaba acompañada de una mujer alta, esbelta, con unas curvas increíbles, una cara preciosa, una sonrisa muy dulce y el cabello largo de color castaño. Y esos ojos… vaya, podría perderme en ellos. Era preciosa y, por un momento, hasta me puse nervioso en su presencia. No podía recordar la última vez que me había puesto nervioso por algo, pues desde hacía mucho tiempo había eliminado las emociones y las expectativas de mi vida.


—¿Qué sucede? —pregunté. —Hola, Cliff —dijo Margot, con esa dulce sonrisa que había llegado a apreciar. Era la persona más pomposa que había conocido —. Esta es Sadie Blane. —Hola, Sadie Blane —dije. Ella me saludó y yo empecé a alejarme. Estaba muy ocupado y no tenía tiempo para conocer a nadie a primera hora de la mañana. —Cliff. —Margot me detuvo—. Sadie se va a hacer cargo de mi puesto de trabajo. Es su primer día. Estaba confundido. —¿Cómo? ¿Qué quieres decir? Ella suspiró. —Te lo dije el otro día, pero no lo supe hasta ayer a última hora y tú ya no estabas. Tampoco pude localizarte por teléfono, pero recursos humanos le ha dado la aprobación. —¿De qué estás hablando, Margot? —Lo dejo —dijo—. Mi madre está empeorando. Necesito cuidarla durante un tiempo. —Siento oír eso —dije—. Lo entiendo, pero esto es demasiado repentino. Tendrías que habérmelo dicho con tiempo. —Lo sé y lo siento, pero Sadie es fantástica. Se acaba de graduar con honores en la estatal de Ohio. —Genial —dije—. Yo fui a Pitt, así que lo mismo terminamos odiándonos.

—Sonreí para hacerle saber que estaba bromeando—. Encantado de conocerte —dije—. Está bien, ponla al corriente de todo, y Margot, lamento que te vayas. Cuídate. —Lo haré. Gracias. Entré en mi oficina. Estaba molesto porque Margot se iba. Era una secretaria increíble. Llevaba tres años conmigo y conocía la empresa por dentro y por fuera. Demonios, más importante aún, me conocía por dentro y por fuera. Iba a hacer falta una persona especial para reemplazarla y no estaba tan seguro de que Sadie lo fuera. Pero era muy hermosa. Eso no lo podía ignorar. No dejaba de pensar en lo que podría haber sido conocerla en un club nocturno, invitarla a bailar y luego ver a dónde nos llevaba la noche… Sí, eso habría sido genial. Miré por la ventana de mi oficina a través de la rendija de las persianas venecianas. Maldición. Esas caderas… las piernas tan largas y delgadas, suaves pero tonificadas. Sentí mi polla agitándose en mis pantalones. Me estaba excitando mucho. Joder. Me iba a costar acostumbrarme a la nueva secretaria. Intentaba mantener la regla de no salir nunca con nadie con quien trabajara, pues era como abrir la puerta a un enorme desastre. Podían salir mal demasiadas cosas, especialmente, al ser un hombre con dinero. La gente intenta aprovecharse de eso.

Me senté detrás de mi escritorio y puse los pies en alto. Agarré mi bola de estrés y empecé a apretar lentamente la mano alrededor de ella. Me vendría bien aliviar la tensión que ya estaba sintiendo. Eran las ocho de la mañana, pero llevaba levantado desde las tres. Siempre me despertaba a esa hora. Era la mejor manera de empezar el día. Me despertaba, hacía pesas y luego salía a correr. Por último, tomaba un buen desayuno sobre las seis de la mañana. Luego pasaba una hora en el tanque de aislamiento sensorial, donde tenía las meditaciones más increíbles que uno podía imaginar. Era maravilloso. Sin embargo, incluso con todas esas prácticas que ponían mi cuerpo y mi mente en un lugar armonioso, seguía siendo un manojo de nervios cuando llegué al trabajo. La verdad es que me sentía un poco sin rumbo desde que rompí con mi exnovia Alice dos semanas antes. No esperaba que me afectara de la manera en que lo había hecho, pues tenía problemas para dejarla ir. No estaba listo para un compromiso a largo plazo en este momento de mi vida, pero cuanto más envejecía más difícil me resultaba recuperarme de las relaciones. ¿Qué me estaba pasando? ¿Estaba empezando a sensibilizarme? ¿Se estaba acercando la etapa de ser padre? Me estaba volviendo un solitario. Lo sabía. Al principio, cuando acababa el día y volvía a mi casa vacía, enorme y solitaria me invadía una sensación de felicidad. Era libre para hacer lo que quisiera. No tenía responsabilidades. Pero ahora empezaba a parecerme triste. Estaba solo todo el tiempo. Bueno, tenía amigos y me divertía bastante, pero la mayoría de ellos estaban empezando a sentar la cabeza y yo había empezado a salir solo. A veces traía a alguien a casa, aunque estaba cansado de las relaciones sin sentido. Por otro lado, me costaba entregarme a una mujer. Tenía miedo de hacerlo, aunque no estaba seguro de la razón.

Quizás era miedo al compromiso y a perder el control. Siempre había pensado que algún día tendría esposa e hijos, pero no quería que eso sucediera pronto. Quizás, al evitar las relaciones me estaba alejando de la verdadera felicidad. Me serví una gran taza de café negro. Bebí el fuerte elixir de la cafeína y pensé en los fallos que había en mi vida personal. ¿Por qué pensaba tanto en esto últimamente? La puerta se abrió en ese momento y apareció Sadie. Estaba sola, así que me figuré que Margot se había ido y que nunca la volvería a ver después de tres años trabajando para mí. La rabia estaba hirviendo a fuego lento dentro de mí, ya que era obvio que la nueva secretaria no tenía ni idea de lo que estaba haciendo. Tenía que ponerla en su lugar rápidamente y establecer el orden jerárquico. No era su maldito amigo para que irrumpiera así en mi despacho, era su jefe. —Ronald Gilding ha llamado —dijo Sadie—. Confirmó la reunión para las diez en punto, pero solo dispone de una hora y no de dos. —¿Sabes que tienes que llamar a la puerta antes de entrar? — Ella me miró como si le hubieran dado una patada en la boca del estómago—. Te he hecho una pregunta —repetí. Se lamió los labios nerviosamente y comenzó a tartamudear. —Lo siento… yo… yo solo pensé… —No se entra en mi despacho sin llamar a la puerta. ¿Me he explicado bien? Será mejor que aprendas cómo funcionan las cosas por aquí muy rápido si quieres durar, ¿me entiendes? —Eh, sí —dijo—. Lo siento mucho. Salió de la oficina y entonces me di cuenta de algo interesante. —Detente —dije. Ella se quedó congelada—. Ven aquí. —Hice un gesto con el dedo. Caminó lentamente hasta mi mesa. Estaba rígida y nerviosa, pero también guapísima.

Maldición. Mi polla se ponía más dura a cada segundo que pasaba con ella. Pensé en inclinarla sobre el escritorio y destrozar su coño apretado y húmedo. Quería soltar mi carga dentro de ella. —¿Qué es eso que llevas puesto? —le pregunté. Señalé el collar alrededor de su cuello. Era una larga cadena de oro con un corazón colgando de ella. El corazón tenía una daga atravesándolo. La pieza era interesante. —Un amigo me lo regaló. —¿Qué clase de amigo? —Un amigo de la familia. Por mi graduación universitaria. —Ese amigo… ¿tiene más o menos la misma edad que tu padre? —pregunté. Ella tuvo que inclinarse para que yo pudiera observarlo de cerca, aunque también le eché una mirada a su precioso escote. —Sí —dijo—. Él es… —¿Crees que ese amigo quiere follarte? —le pregunté. Ella se puso muy nerviosa mientras la pregunta flotaba en el aire. No se movió. —¿Qué? Eso es… —¿Suena raro? Bueno, este collar es un regalo romántico. ¿Qué clase de hombre le da esto a la hija de su amigo que tiene la mitad de años que él? Empezó a parpadear rápidamente mientras trataba de pensar. —Ya habías pensado en eso antes, ¿verdad? —Yo… realmente, no lo sé… —tartamudeó. —Oh, sí que lo sabes… ¿Te atrae ese amigo? —No —dijo, demasiado rápido. —¿Por qué? ¿Porque es mayor? Aun así, ¿es atractivo? ¿O te atrae su edad y experiencia? ¿Tal vez su estatus? ¿O te atraen otras habilidades? Estaba disfrutando de la conversación. Me estaba divirtiendo mucho escarbando en su cerebro y viendo sus reacciones. Ella no se enfadó, solo se asustó, se puso nerviosa y se ruborizó.

Si la conociera diría que incluso se estaba excitando. Pues ya éramos dos. En cinco segundos podría estar muy dentro de ella. —No lo sé… yo… —No sabía qué decir. —Bueno, a pesar de que no sabes qué responder, has elegido llevar el collar. ¿Tu familia sabe que él te lo regaló? ¿O te lo dio en privado? —En privado —dijo. —¿Y no se lo has dicho a tu familia? —No, no lo saben. —¿Por qué no? —Porque… —Porque podrían pensar que hay algo más entre vosotros dos. No hago suposiciones de la nada. ¿Alguna vez has fantaseado con ese tipo? ¿Alguna vez has fantaseado con alguien a quien no puedes tener? —Tengo que volver al trabajo. —Se irguió de repente. —Bien —dije—. Pero no te olvides de llamar a la puerta la próxima vez. Y no pierdas ese collar. Te queda muy bien. No dijo nada, pero se detuvo un momento como si quisiera decir algo. Luego salió del despacho. Suspiré con una sonrisa mientras me relajaba en mi silla. Capítulo 2 Sadie Me serví una taza de café y me senté de nuevo frente a mi mesa. Estaba casi temblando después del encuentro que acababa de tener con Cliff. Había sido tan condenadamente intenso… No podía dejar de repetirlo en mi cabeza. Debí haberme puesto furiosa. Debería haberme sentido casi violada. El tipo me había preguntado a quemarropa sobre sexo, alguien que acababa de conocer. Mi jefe… Debí haberme sentido terriblemente ofendida y enojada, pero no lo estaba.

No, no lo estaba. Había cometido un fallo al no llamar a la puerta. ¿En qué estaba pensando para irrumpir así en su oficina? Mierda. Qué estúpida. Y jamás me habría imaginado que tendríamos esa conversación. Él me había regañado y me sentí como una niña, como si fuera inferior a él, ya que con un chasquido de dedos podía echarme a la calle cuando quisiera. Margot me había advertido de que era un hombre muy intenso. Ella había tenido que dejar su trabajo de repente y a mí me habían llamado de la agencia de inmediato. Conseguir un trabajo no había sido nada fácil porque me había graduado en filosofía. No me planteé trabajar en el mundo de los negocios hasta que asistí a un seminario el otoño pasado y me di cuenta de que debería haber estudiado algo relativo a los negocios. Podría haberme dedicado a ejercer como profesora universitaria, ya que era de los pocos trabajos para los que estaba realmente cualificada en base a mi educación, pero no me apetecía dedicarme a eso. Me había mudado de Columbus a Nueva York hacía cuatro semanas y había esperado a que sonara el teléfono. Ayer, finalmente, sonó. Y ahora estaba aquí. Tenía que conseguir que esto funcionara. En el momento en que vi a Cliff mi corazón se derritió. Sentí que me iba a desmayar. Él era perfecto. Poderoso, fuerte y sexy. Sus ojos eran penetrantes y su cuerpo era duro como una roca. Podía ver sus músculos debajo de su traje ajustado. Era un tipo decidido y esperaba que todos actuaran de la misma manera. Me di cuenta de que no tenía tiempo para nadie que no estuviera de acuerdo con él. Y eso me atrajo. En el momento en que lo conocí sentí algo especial.

No era solo el hecho de que fuera mi jefe. Era algo diferente… una fuerte conexión. Y eso era peligroso. Tenía demasiado trabajo por delante para dejar que un hombre me desestabilizara. No tenía tiempo para un romance. Por supuesto, no es que pensara que él quisiera tener un romance conmigo. Probablemente, tenía una mujer diferente en su cama cada noche. ¿Por qué perdería el tiempo con alguien como yo? De todos modos, no debía pensar en esos términos. Quería convertirme en alguien importante en el mundo de los negocios y necesitaba aprender sobre este mundillo desde cero. Ahora que trabajaba en Jones Global, por fin tenía la oportunidad de aprender y tener un buen currículum. Esperaba durar al menos un año en esta empresa y no arruinarlo. Mierda. Tenía que centrarme, pero es que él me había afectado. La forma en que hablaba, el dominio cuidadoso y tranquilo, los ojos sin emociones, la mirada fría, el susurro profundo de su voz, la forma en que había tocado mi collar… Todo era tan caliente. Podía sentir su mirada moviéndose sobre mí, rodando sobre mi cuerpo, y estaba segura de que había mirado mi escote. Debí haberme puesto algo menos sexy, aunque me alegré de que me mirara y le gustara lo que había visto. Hice las tareas diarias que me asignaron y traté de concentrarme. Pensé que debería haber pedido ayuda a alguien, pero no quería parecer una inepta. Me gustaba el trabajo, y me había encantado oír a Cliff empleando ese tono de mando conmigo, ese ángulo seductor y la forma en que me había mirado directamente mientras me preguntaba si mi amigo de la familia (que era el mejor amigo de mi padre) quería follarme. Estaba segura de que sí. Se llamaba Daniel Pace y era el mejor amigo de mi padre desde hacía muchos años. Siempre había sabido que sentía algo por mí. A veces me había dado cuenta de que sus ojos acariciaban mi cuerpo. El día que me gradué me dio ese regalo. Me llevó a un lado durante la fiesta en mi casa y me dijo que quería que tuviera el colgante.

«Un hermoso regalo para una hermosa dama», me había dicho. Y luego agregó que debía mantener en secreto que me lo había dado. «Tu familia podría pensar que es demasiado llamativo, demasiado caro», había argumentado. Eso lo resumía todo. No tenía ni idea de las expectativas de Daniel, sobre todo, porque me fui de casa al día siguiente para venir a Nueva York. El collar era precioso y cada vez que lo tocaba pensaba en él. Tal vez eso era lo que él quería, ya que nunca había pensado en Daniel de esa manera hasta que me dio el collar. A partir de ese momento empecé a pensar en él de otra manera. Era un hombre guapo, pero era veinte años mayor que yo. ¿Cómo había podido Cliff saber todo eso solo por el collar? ¿Quizás por la forma en que respondí? Ese tipo conocía a la gente casi instantáneamente. Era como un depredador midiendo a su presa. Todo eso era tan seductor… Era como si rezumara sensualidad por sus poros. No podía evitar sentirme lujuriosa. A la hora de mi almuerzo entré en la sala de descanso y decidí tomar un sándwich de la máquina expendedora. No tenía mucho tiempo para almorzar, ya que tenía mucho que hacer y aprender. Coloqué un dólar en la ranura y esperé a que saliera el sándwich, pero hacia la mitad del proceso la máquina se bloqueó. Mierda. Apreté el botón unas cuantas veces y luego golpeé la máquina con frustración.

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2 comentarios

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  1. Trabajo muy duro, de 7am a 8/pm , y me encanta leer, en los pocos momentos disponibles que tengo el fin de semana. Gracias por los primeros capítulos, pero es poco considerado como lectora luego que salgan con esta mamarrachada, de querer cobrar como si el dinero naciera en masetas. También tengo gastos como para comprar mi momento de relajación.

    1. Puede utilizar el enlace de descarga gratuita.

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