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Rendicion – Magenta Perales

El set de música comenzó de repente. Se escuchó el murmullo general porque la expectativa despertó en un dos por tres. La emoción se sentía y también se mezclaba con las burbujas de champán y los trajes finos. Hubo una pausa y luego todo se iluminó. Una por una, las luces se encendieron dejando entrever las pinceladas manifestadas por los amplios lienzos. De colores cargados, gruesos, de texturas variadas, allí estaban. Esas obras de arte abstracto parecían expresar una enorme fuerza proveniente de la oscuridad. Las miradas se concentraron en las puntuales obras y el sentimiento de maravilla no se hizo esperar. La impresión se hizo latente, presente como si fuera un ente más. El set de electrónica siguió hasta que se apareció entre el público el autor de esos materiales. La galería se llenó de la presencia de un tío vestido negro, alto, delgado, de cabello negro y piel blanca, de ojos grandes de color cafés, enmarcados por unas gafas de montura de metal. La expresión de él era severa pero era normal para tratarse de un artista admirado como él. Los aplausos retumbaron las paredes y él sólo se limitó a sonreír ligeramente. Luego avanzó hasta el podio que estaba preparado para él. Siguieron los aplausos hasta que finalmente comenzaron a menguar con el paso de los segundos. -Esta noche me siento muy halagado que me hayan prestado sus espacios para mostrar algo que es producto del trabajo arduo. Meses, días y noches, largas horas de introspección, de análisis, de reflexión. Todo con el fin de poder sacar un poco de eso y compartirlo a ustedes. De verdad, gracias. Gracias por su atención y por su tiempo. Significa mucho para mí el que estén aquí. Hubo otra serie de aplausos hasta que el hombre se abrió paso de nuevo entre la gente, con las ganas de echarse para atrás y admirar lo que había hecho. Lo cierto era que Kramer todavía tenía fresca la sangre entre sus manos. Tuvo que despechar la sentencia de un traidor que estuvo a punto de develar los secretos más sórdidos de su negocio. La sola idea de poder perder todo lo que había logrado le causó una especie de explosión de ira que tomó el control de sus sentidos y de todo atisbo de racionalidad.


Supo de la persona y la buscó con toda la furia posible. No descansó e incluso no le importó demasiado que tenía que presentar su obra en pocas horas. Sus hombres le aconsejaron que no lo hiciera, que podrían buscarlo después, pero hizo oídos sordos. Faltando poco para el atardecer, Kramer, el animal, pudo encontrar a su víctima quien estaba ignorante de lo que iba a suceder. Apenas vio la actitud, supo que sus horas estaban contadas, que hiciera lo que hiciera nada iba a servir. El tío rogó, imploró, suplicó por piedad una infinidad de veces hasta que se le gastó la voz. Kramer podría ser flexible en ciertas cosas pero menos en la traición. Así que después de dejar que sus hombres lo golpearan con todo, él tomó una silla del comedor la colocó justo en el cuello del tipo, mientras este todavía estaba asfixiándose con la sangre y el sudor que le corrían salvajemente por la cara. -Hace mucho tiempo que mi amistad era verdadera, que a pesar de todas las dificultades, tú podrías encontrar en mí a una persona leal y fuerte para todo. Pero no, preferiste inmiscuirte en mis asuntos como un topo, moviéndote entre las sombras, preguntando, husmeando. ¿Crees que realmente que no me iba a enterar? Eres un maldito estúpido si pensaste así, la verdad. Imaginé que serías más inteligente. El tipo se retorcía en el suelo de linóleo con fuerza, no dejaba de agitarse, ni mover sus brazos y extremidades con fuerza. Iba de un lado para el otro con la ilusión de que podría salir ileso de allí. Pero la verdad es que tenía todo en contra. Estaba rodeado de hombres fuertemente armados, sólo una señal y estaría muerto en un chasquido. Así que pensó que su alternativa sería convencer de que estaba realmente arrepentido de su error, que estaría dispuesto a enmendar las cosas, que estaba listo para comenzar de nuevo. Pero claro, aquello resultó una idea tonta y poco realista. Dejó de moverse y miró con desafío a Kramer, quien no se sintió demasiado complacido con esa imagen. No entendió cómo ese hombre tenía el descaro de verlo así, con molestia, cuando él fue el perdedor de esa relación. Kramer estaba impacientándose, sobre todo porque tenía la cita en la galería y porque de verdad quería estar allí para olvidar todo lo demás. Pero no se largaría tranquilo no sin antes dejar esa cuenta bien en claro. Se levantó, retiró la silla y dio unos cuantos pasos. Colocó sus manos en la cintura y trató de tomar un poco de aire para calmarse un poco. La boca del estómago le estaba ardiendo, fue una clara señal de que estaba más molesto que nunca, que no podía más.

Pero con el tiempo, aprendió que debía al menos guardar un poco para no enloquecer. Uno de sus guardias le acercó un arma y él la tomó con la decisión de ejecutarlo. Lo hizo y caminó hasta quedar frente a su amigo. -Una bala es mucho más rápido, ¿no crees? Una sola en tu frente y todo esto se acabó, pero también arruinaría la diversión. Me parece que sería un poco prematuro todo. No sé. Kramer volvió a respirar y dejó el arma a cierta distancia. Estaba jugando, estaba siendo cruel, despiadado. Al final, tanteó la idea que estaba pensando desde hacía rato, hasta que por fin lo hizo. Extrajo de un lugar desconocido una pequeña hojilla que deslizó hábilmente por el cuello de ese hombre, fue tan rápido y tan sutil que el movimiento tomó por sorpresa a todo el mundo que estaba allí, incluso el tío condenado. Así pues, la sangre comenzó a salir a borbotones, mojando el suelo y también el rostro de pánico de la víctima. No pudo hablar, ni maldecir porque la vida se le iba drenando poco a poco. Los ojos se les vaciaron en cada segundo hasta que por fin, después de una resistencia absurda, murió en el suelo blanco y frío, rodeado de sus verdugos. Kramer hizo un resoplido porque notó que tenía unas cuantas manchas rojas en su traje, lo que significaba que tendría que cambiarse para el evento. Nada más molesto que eso. Entonces acomodó su traje y salió custodiado por esos hombres con rostros amenazantes y duros. Salió como lo llevara el diablo. Kramer era un nombre bastante familiar en la ciudad. Sólo el pronunciarlo, era capaz de suscitar el miedo y la preocupación de cualquier persona. Era una fama que se construyó a fuego y sangre, así que su reputación era de hombre peligroso. Para empezar, a diferencia de muchos mafiosos como él, Kramer nació y se crió en una familia pudiente y con todas las comodidades que cualquier persona hubiera podido desear. Entre todas las cosas, el dinero no era un problema para su familia, lo que representaba un alivio importante. Al principio, Kramer era un niño responsable, dedicado y estudioso. Un verdadero ejemplo en su escuela, así que no era de extrañar que sus padres estuvieran tan orgullosos de él. Pero hubo algo que cambió en él de repente, un hecho que le hizo sentir que las cosas tenían que cambiar.

Por cosas de la vida, iba de regreso a casa por su cuenta. Ninguno de sus padres lo pudo recoger y para mala suerte también perdió el autobús. Estaba caminando de lo más normal hasta que se dio cuenta que lo estaban siguiendo. Fue la primera vez en su vida que sintió un miedo genuino, un pánico que no se podía sacudir por más que quisiera. Entonces apretó el paso con la intensión de marcar más la distancia, no obstante, ellos ya estaban ahí, sobre su cuello. Hizo un último impulso para escapar pero fue inútil. Sintió un golpe seco en la nuca y calló hacia adelante. Trató de arrastrarse por el suelo, de salir ileso pero una mano grande y pesada lo volvió a tomar, obligándolo a darse la vuelta. Cuando lo hizo, se percató que tenía encima al menos tres tíos de gran tamaño que estaban listos para darle todos los golpes posibles. Entonces no dudaron en registrarlo en búsqueda de dinero, revisaron los bolsillos y el bolso hasta que encontraron una pequeña paquita que siempre le daban al inicio del día y también con el móvil que le regaló su padre el día de su cumpleaños. Hizo lo posible por tomarlo entre sus manos pero recibió una ola de golpes provenientes de todas partes. Fue tan fuerte y seguido que pensó que moriría, así que, antes de desplomarse, alzó la mirada de esos tíos que lo miraron con placer y desprecio. -Niñita. Le dijeron a modo de insulto y antes de irse, le tiraron un poco de tierra como para humillarlo más de lo que ya estaba. Entonces se quedó así, con los brazos y piernas extendidas, con el dolor subiéndole por todas partes e incapaz de siquiera gritar. Cerró los ojos vencido por el cansancio y también por los golpes. Al final, sólo escuchó el ruido lejano de lo que le pareció un grito, pero Kramer se desprendió de la realidad por un largo rato, quizás horas. De hecho, cuando despertó, su madre lo recibió en brazos feliz porque su hijo estaba bien… O al menos eso pensó. Ese día algo dentro de él se quebró en mil pedazos y nada fue lo mismo. Su humor y comportamiento cambiaron drásticamente. Se volvió frío, distante. Durante la rehabilitación ni siquiera chilló una vez por el dolor. Estaba absorto en algo que nadie supo cómo sacarlo. Sus padres estaban preocupados pero en la mente de Kramer había algo más, quería vengarse, quería tener el control de la situación. Más que nunca.

Ese suceso de la niñez lo siguió hasta los siguientes años de la adolescencia. Siguió siendo estudioso y aplicado pero sin mucho interés en socializar, sobre todo porque estaba enfocado en encontrar a esos tipos que se le fueron sobre él cuando tan solo era un niño. Necesitaba quitarse esa molestia de encima de alguna manera. Con el tiempo, dejó de tener el rostro infantil y dulce para dar paso a unos rasgos más severos: el mentón cuadrado, la espalda ancha debido al deporte y la altura. El estirón fue tan brusco y notable que incluso pasó a su papá. Por supuesto, gracias a la actividad física, adquirió un aspecto un tanto intimidante, pronunciado por su expresión siempre neutra. El saberse de esa manera le hizo sentirse bien pero debía cumplir con un paso importante, debía aprender a pelear correctamente, así que optó por inscribirse en clases de boxeo. Mientras que su madre estaba escandalizada por la violencia del deporte, su padre estaba flipando porque su hijo estaba demostrando que era todo un hombre. Pero para Kramer sus opiniones eran una tontería, su único interés era volverse hábil, más fuerte. Nadie lo humillaría como ese fatídico día, nadie nunca más. Los primeros días de entrenamiento le costaron horriblemente. Pensó que era débil y que no podría con las exigencias de esos entrenamientos. Por suerte, siempre contó con un entrenador y con compañeros que siempre estuvieron con él, alentándolo, apoyándolo. Siguió hasta el final, incluso pensó que había nacido para lanzar golpes. Cada vez que le daba puñetazos al saco enorme que había en el gimnasio, sentía una enorme satisfacción de poder y control, le conectó con un sentimiento que le pareció desconocido y nuevo, algo que tenía que ver con la dominación que iba más allá de su comprensión. Continuó hasta que tuvo el presentimiento de que se encontrarían con los tíos de una manera sorprendente… Y así fue. En un día cualquiera, los tres, los mismos tres que loa agredieron, entraron al gimnasio de lo más normal. Kramer se sintió impresionado y también con el fuego de la venganza quemándole el cuerpo. Quería ir hasta ellos y volverlos mierda. Quería partirles la cara en venganza de ese chico pequeño e inocente. Para su sorpresa, se dio cuenta que no eran tan grandes después de todo, él, incluso, lucía más alto y más fuerte, pero las apariencias a veces engañaban. Quizás tendrían la misma fuerza de antes, quizás no. El hecho es que sintió la ganas de atrincherarse para que no lo vieran, así aprovecharía también el momento para verlos y estudiarlos un poco. Descubrió que estaban igual que en su memoria, riéndose, burlándose, salvo que sus voces estaban más gruesas como señal de que ya habían crecido. … Pero resultó que él también había crecido, que ya no era la misma persona de siempre y que ahora podría pasar desapercibido para esos tíos.

Pudo provocarlos pero no quiso, durante los años que pasaron, aprendió que tenía que ser paciente y más si quería atestar un buen golpe. Así que se quedó pensado en lo mejor que podría hacer. Prefirió esconderse y escabullirse entre las sombras. Salió del recinto y comenzó a caminar hacia su casa con la ira revolviéndole la sangre y con ganas de tomar venganza. Tenía que pensar bien las cosas a pesar del impulso que tenía dentro de sí. Así pasó unos cuantos días. De hecho, aprovechó la ausencia para estudiar los movimientos de sus rivales, tal como imaginó que hicieron con él. Mientras veía sus movimientos, sintió una enorme necesidad de ir hacia ellos, sería normal para una adolescente como él, pero a esa corta edad aprendió que era mejor estar cerca, sigiloso, en silencio, para que nadie sospechara de su presencia. Así podría dar un golpe certero y mortal. Un día, después de regresar a casa, sintió que estaba listo para hacerlo. Se sentó en su cama y pensó que era el momento, que no podía retrasar más la necesidad de quedarse en paz. Planificó el día y la hora, era necesario saldar las cuentas. Los tres salieron del gimnasio y sus risotadas sonaban por entre las calles silenciosas del lugar. De verdad que eran sujetos desagradables y chocantes. No cambiaron en nada, en absoluto. Kramer no estaba demasiado lejos, de hecho, resguardó un poco de cercanía para asegurarse que podría aprovechar el momento de hacer un buen golpe. Esperó en silencio, ansioso hasta que uno de los tres se quedó más atrás. -Un momento tío que se me cayeron las llaves. –Dijo mientras se dispuso a buscar en la oscuridad. Los otros dos se apartaron de él y Kramer salió entre las sombras para ponerse detrás de él, este, al sentir su presencia, se giró y antes de exclamara una palabra, recibió una ola de golpes y puños que hicieron que se desplomara sobre el suelo. El golpe seco pareció advertir al resto. Los dos se giraron pero sólo encontraron esa inusual oscuridad de la noche. Raro en un lugar como ese, no le prestaron atención y siguieron su conversación animada. Kramer se adelantó lo suficiente como para interceptarlos al final de un callejón sin salida. Algo bastante conveniente para sus propósitos.

Cuando lo hizo, descubrió su rostro y esperó unos segundos en silencio para que alguno de los dos pudiera reconocerlo. Hubo una clara tensión allí. Ninguno de ellos pudo reconocer a ese chico alto y de contextura fuerte y maciza. Sin embargo, uno de ellos finalmente sí lo hizo. -Vaya, vaya. Pero sí es el renacuajo con que jugamos la otra vez. Anda, tío, que has crecido bastante, eh. Nos consta. El otro se quedó callado. A pesar que lo superaban en ventaja, el chico se veía notablemente más fuerte. -Ve, destrózalo. El mudo se puso a dudar un poco, sobre todo porque esa orden le provocó una especie de raro escozor y molestia. Sin embargo, trató de reunir todas las fuerzas de su cuerpo para finalmente ir hacia el chico. Kramer, mientras, se mostró imperturbable, quieto, tranquilo. No se movió ni un milímetro. Cuando vio asomarse el primer puño lo esquivó y respondió con un potente derechazo que hizo que el otro casi se tambaleara en el suelo. Otro golpe más y otro más. La sangre volvió a salpicarle en la ropa y en la piel. El rostro seguía igual, salvo por los ojos. Había una especie de fuego, de intensidad que parecía crecer cada vez más en su interior. Y de alguna manera así lo fue. Finalmente, ese cuerpo cayó en el suelo y seguía el otro contrincante. Este también le respondió con soberbia, con altanería. Así que se preparó para pelear tanto como pudiera. Por otro lado, Kramer procuró guardar toda su fuerza para el final.

Apenas usó un poco porque deseaba usar toda la que fuera posible con él. El rostro de su contrincante era burlón, cínico y desagradable. La diferencia ahora era básicamente que estaba un poco más viejo y despreciable, su esencia se volvió más agria y despreciable. Eso bastó para que Kramer reavivara la ira que llevaba por dentro. El silencio se volvió evidente, salvo por los gemidos de dolor del que había caído abatido. Kramer volvió a estar imperturbable hasta que notó que el otro hizo un movimiento en contra de él a modo de mofa. Se rió, volvió a reírse de él, volvió a verlo como si fuera un chiste y eso le pareció el colmo de la humillación. No estaba dispuesto a tolerarlo. Sin embargo, algo en su interior le dijo que lo mejor que podía hacer era no caer en esa provocación, porque eso sí tuvo claro. Fue una clara provocación con el objetivo de conocer cuáles serían sus movimientos. Y esa suposición le proporcionó un poco de seguridad al respecto. El otro tipo se impacientó y no lo pensó dos veces, así que se le fue encima del chico con la intención de repetir lo que hizo con él años atrás. Ahí fue la oportunidad perfecta para Kramer de descargar toda la ira acumulada, de demostrar que ya no era un simple niño. El intercambio de golpes no se hizo esperar. Kramer recibió unos cuantos y bien certeros, incluso pensó que no era tan bueno como había pensado, pero la sola idea de ser vencido una vez más por ese patán, fue algo que bastó para que se levantara y tomara el impulso necesario para acabar con él. En el último tramo, Kramer pudo visualizar el brillo del filo de una cuchilla. Tuvo tiempo de echarse para atrás para que esta no atravesara su piel. Pero pensó, tuvo la decisión de usar esa arma en contra de su enemigo y cuando finalmente lo abatió, tuvo la oportunidad de hacer su piel unos cuantos jirones. La tentación de abrirle el cuello, o de clavársela en el pecho casi lo hizo dudar. Nunca en su vida experimentó una sensación como esa, una especie de necesidad de hacerle el máximo daño posible. Echó para atrás la idea pero eso no quiso decir que se iría tan campante, no. Al contrario, quería dejarle un recuerdo a ese gilipollas de por vida, quería darle algo que cada vez que lo viera supiera exactamente lo que había pasado y con quien no debía de meterse más nunca. Así que se acercó al rostro de ese tipo y le dibujó una línea recta que atravesó el párpado del ojo derecho, la mejilla, hasta llegar al mentón. Lo hizo con la suficiente presión para que se formara una cicatriz. Lo sorprendente, fue el darse cuenta que en ningún momento perdió el pulso.

Se mantuvo en todo momento y hasta sintió cierto orgullo al respecto. Al final, se puso de pie y soltó la navaja muy lejos del tipo. Lo miró con ese mismo desprecio que recibió siendo tan chico. Las endorfinas recorrieron por todo su cuerpo a toda velocidad, hasta que sonrió. Sonrió porque se encontró realmente satisfecho por la situación. En ese momento, supo que nunca más sería el mismo, que por fin perdió su inocencia para siempre. Kramer caminó hasta su casa, aunque tenía la opción de tomar un autobús o taxi. Pero no, se dijo a sí mismo que no lo haría porque necesitaba despejar la mente y quería tomarse el tiempo necesario para no encontrarse con su madre o con su padre. Sus pasos hacían eco en medio de la noche, su rostro un poco golpeado estaba iluminado por la luna llena y por los faros en la calle. Sintió el ardor de la piel abierta de sus nudillos pero a pesar de estar cansado y con ganas de dormir, las endorfinas seguían allí, como probándole que lo mejor que pudo haber hecho fue eso, enfrentarse a ese enorme monstruo que lo asedió por tanto tiempo. Se sintió victorioso y poderoso, entendió que tanto tiempo de entrenamiento por fin tuvo un resultado provechoso. Estaba volviéndose cada vez más adicto a esa sensación. Al llegar a casa, sintió alivio al encontrar que todo estaba en silencio y con las luces apagadas, no tendría que dar excusas sobre su situación, así que mejor para él. Abrió la puerta que daba hacia al patio en silencio, luego caminó hacia las escaleras para luego entrar a su habitación y dejarse caer por fin sobre la cama. La respiración se le volvió agitada apenas recordó otra vez lo que le había pasado. Sin duda, quería más de eso.

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