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Reclamada por sus parejas (Programa de novias interestelares 3) – Grace Goodwin

TRATÉ de luchar contra las sensaciones. Realmente lo hice, pero la polla que me llenaba se sentía demasiado bien. Incluso traté de luchar contra él, pero lo único que logré fue tener un conjunto de esposas de cuero alrededor de mis muñecas. Estaba sobre mis manos y rodillas, con mi cuerpo presionado contra una extraña mesa acolchada. Mis esposas estaban unidas a los anillos, por lo que no podía moverme. Tiré de ellas una vez, dos veces, pero no cedían. Mi culo estaba alto en el aire, con la polla de mi pareja profundamente dentro de mí. Creo que estaba atada sobre un extraño caballo de madera mientras alguien me montaba. Estaba completamente a su merced y no podía hacer otra cosa que sucumbir al poder de su cuerpo mientras tomaba el mío. Su polla podía ser parte de él, de carne y hueso, aunque muy dura y muy grande, pero la empuñaba como un arma diseñada para someterme. Una vez que me llenara con su semilla, una vez que su esencia cubriera mis paredes internas, que llenara mi vientre, no habría vuelta atrás. Añoraría su contacto y su sabor. Lo necesitaría para que me llenara, para que me tomara, para que reclamara mi cuerpo para siempre. Ahora, con él abriéndome con pericia, con mi trasero desnudo ardiendo por el escozor provocado por su mano y mi coño encendido por el contacto con su lengua experta, no quería resistirme más. Antes, tenía miedo. Ahora, simplemente tenía hambre. Ansias. Él no era cruel; todo lo contrario, de hecho. Con la polla de mi pareja moviéndose dentro de mí, llenándome por completo por detrás antes de retirarse, una y otra vez, mi miedo desapareció. Yo era suya ahora. Él me poseería en cuerpo y alma, era fuerte, un guerrero. Él me protegería. Y me follaría. Él me mantendría en línea con su mano firme, pero también me daría placer, seguridad y un hogar. Todos estos pensamientos inundaban mi mente mientras este poderoso macho me hacía suya para siempre y su pene invadía mi cuerpo una y otra vez al abrirme para él.


Sus grandes manos rozaron mi espalda antes de inclinarse y, cubriéndome con el calor de la fuerza de un guerrero, descansó sus dedos junto a los míos, donde estaba esposada a la mesa. Cuanto más tiempo me tomaba, más apretaba las abrazaderas y más se blanqueaban los nudillos. Su pecho sudado descansaba sobre mi espalda, inmovilizándome contra el banco, aumentando la sensación de estar atrapada. Ni siquiera podía escapar de su respiración apresurada, de los sonidos de placer que escapaban de sus labios, ya que estaban justo junto a mi oído. —¿Sientes eso? —gruñó, moviendo sus caderas y golpeando mi vientre con la dura cabeza de su polla. Él era experto en acariciar lugares secretos y sensibles en lo profundo de mi interior que hacían temblar mi cuerpo y ponían mi mente en blanco, completando mi sumisión. No había nadie más que pudiera hacerme sentir de esta manera. Nadie más había llevado mi cuerpo al límite del más delicioso placer. Al estar posicionada sobre el banco, mis senos colgaban y ansiaban ser tocados. Mi clítoris estaba hinchado y si él lo rozaba con tan solo la punta de su dedo, yo me correría. Pero me lo negaría por ahora. Me lo negaría hasta que no pudiera aguantarlo, hasta que rogara. No pude evitar el jadeante «sí» que escapó de mis labios. Podía escuchar los sonidos húmedos de la follada, el signo más claro de mi excitación, llenar la habitación. —Le temías a mi polla, pero ella solo da placer. Te dije que cabría, que seríamos perfectos —decía mientras me follaba. ¿Cómo podía conocer mi cuerpo tan bien cuando era nuestra primera vez? Una polla jamás me había hecho correrme, solo lo lograba frotando mi clítoris en la cama, sola. Pero ahora esa tarea personal me sería negada. Mi pareja insistió en que nunca volvería a correrme sin permiso. De romper esta regla, me daría unas buenas nalgadas. Ahora que le pertenecía a él, me correría por su voluntad, por su lengua, su mano, su gran polla… o simplemente no lo haría. —Tu placer es mío. —Sí —respondí. —Siento cómo me aprietas. —Sí —grité, tensándome sobre él una vez más.

Era todo lo que podía decir, ya no podía controlarme. Estaba completamente a su merced y todo lo que quería hacer era exactamente lo que él exigía. —No te correrás hasta que te dé el permiso. —Quitó las manos de la mesa para acariciar mis senos, suavemente al principio, para luego darles un tirón y pellizcarlos tan fuerte que me hizo gemir mientras me penetraba con fuerza, rápida y profundamente. Me provocaba tanto dolor como placer y eso me encantaba—. Eres mía. Tu coño es mío. —Sí —repetí una y otra vez. No dejó de montarme, de follarme, de llenarme, de tomarme. De reclamarme. Mi placer aumentaba cada vez más al punto de hacerme sacudir mi cabeza hacia adelante y hacia atrás y tomar las abrazaderas con una desesperación tan grande que temía que mi corazón explotara en mi pecho. No podía respirar. No podía pensar. No podía resistirlo. Estaba allí, justo… allí. La mano de mi pareja rozó mi cadera, recorriendo la piel suavemente redondeada de mi cuerpo hasta que llegó a mi clítoris. Trazó los bordes con su dedo y el sonido que salió de mi garganta fue el suave grito de una criatura en agonía, frenética y perdida. Nada existía para mí, sino su cuerpo, su voz, su aliento, su contacto. —Córrete ahora —ordenó; su polla era como un pistón y sus dedos en mi clítoris eran fuertes e implacables. Mi orgasmo estalló profundamente dentro de mí, ya que no tenía otra opción. No podía resistirlo. No tenía control. Ya no era yo, era suya. Grité mi liberación, con mi cuerpo apretando y soltando su polla, metiéndola más profundamente, para tenerlo completamente dentro de mí. Era como si mi cuerpo ansiara su esencia de vida, como si estuviera desesperado por ella.

Mi liberación provocó la suya. Lo sentí hincharse y crecer aún más antes de gruñir en mi oído y que los calientes pulsos de su semilla me llenaran. Mi cuerpo ordeñó con avidez la esencia de vida de su polla, llevándola hasta lo más profundo. Tal como lo había prometido, algo en su semilla provocó una reacción física en mí, obligándome a correrme una segunda vez. —Sí, amor. Sí, absorbe cada gota. Tu cuerpo está cambiando. Me conoce. Debe tenerme. Rogarás por mi polla; anhelarás mi semilla. La necesitarás, la amarás, así como yo te necesito y te amo. —¡Sí! —gemí de nuevo, sabiendo que sus palabras eran ciertas. Fue un baño caliente de placer que se filtró por mi cuerpo, directamente desde mi coño hacia afuera. Él estaba en lo correcto; ahora que había sentido su poder, lo que él podía darme, era esclava de eso. Yo era esclava de su polla. —¿Señorita Adams? —Sí —dije una vez más, mi sueño fusionándose con el presente. —Señorita Adams, sus pruebas han terminado. Negué con la cabeza. No. Estaba atada a un banco para follar, me estaban follando y llenando con su semilla. Yo quería quedarme allí. Yo quería… más. —¡Señorita Adams! La voz ahora era severa y fuerte. Abrí los ojos rápidamente. —Dios mío —suspiré, tratando de recuperar el aliento mientras mi coño se apretaba y pulsaba en consecuencia de mis orgasmos.

No estaba atada a un banco para follar. Ningún cuerpo masculino fuerte presionaba mi espalda. Estaba en el centro de procesamiento del Programa de Novias Interestelares usando una bata médica. Mis muñecas estaban atrapadas dentro de unas ataduras médicas aseguradas a los bordes de una incómoda silla reclinable, similar a la de un dentista, para la última etapa de preparativos antes de irme del planeta. No me había dado cuenta, cuando conectaron los cables y los sensores, que terminaría en un sueño sexual. Aún sentía los efectos restantes de ello. Mi coño estaba mojado, la parte posterior de mi rasposa bata médica estaba húmeda, mis pezones estaban duros y mis manos se habían vuelto puños. Me sentí exprimida y usada. Me sentí completa. —Como dije, sus pruebas han terminado. —La alcaidesa Egara estaba de pie frente a mí. Era una joven seria con cabello castaño oscuro y una vista de águila para cada detalle del proceso de emparejamiento. Ojeaba su tableta mientras pasaba su dedo por esta—. Su emparejamiento se ha hecho. Me lamí los labios secos mientras trataba de calmar mi corazón frenético. La piel de gallina recorrió mi piel sudada. —El sueño… ¿fue real? —No fue un sueño —respondió ella, de forma pura y dura—. Utilizamos la información sensorial grabada de novias anteriores como ayuda en el proceso de emparejamiento. —¿Qué? —¿Información grabada? —Se insertará una unidad de neuroprocesamiento, o UNP, en su cráneo antes de dejar la Tierra. Le ayudará con el idioma y a adaptarse a su nuevo mundo. —Entonces sonrió y la imagen era tan aterradora como perversa—. La UNP está programada para grabar su apareamiento y enviar la información al sistema. —¿Van a grabarme con mi nueva pareja? —Sí. Se requiere para el protocolo de emparejamiento. Todas las ceremonias de reclamo son revisadas para asegurar que nuestras novias estén en un lugar seguro y adecuado.

—Dejó la tableta a un lado y pude notar el cuello rígido y la falda almidonada de su uniforme. No se veía ni una arruga, no había ni un solo cabello fuera de lugar en su apretado moño. Ella se veía casi como un robot. Pero el fuego en sus ojos mostraba su fervor y dedicación a su trabajo. Su devoción al programa fue claramente evidente en sus siguientes palabras—. Hacemos todo lo posible para asegurarnos de que nuestros guerreros reciban novias dignas. Nos sirven a todos, protegiendo a la Tierra y a todos los planetas miembros de la destrucción total. El sistema usa las reacciones de su cuerpo para sondear su conciencia interna, sus fantasías más oscuras, sus necesidades más íntimas. Lo que no le interesaba fue rápidamente descartado por el programa de emparejamiento. La información sensorial fue filtrada hasta que encontramos un guerrero de un planeta con una coincidencia perfecta. ¿Esa había sido mi pareja? No podía serlo. —No me pueden emparejar con un hombre que me ata. Eso no es lo que quería cuando me ofrecí como voluntaria. Una oscura ceja se alzó ante el comentario. —Aparentemente, señorita Adams, eso es exactamente lo que usted desea. Las pruebas revelan la verdad, incluso si su mente lo niega. Pensé en sus palabras mientras se movía alrededor de la mesa y se sentaba frente a mí. Su impecable uniforme para el Programa de Novias Interestelares coincidía con su fría actitud. —Usted es un caso inusual, señorita Adams. Si bien recibimos algunas voluntarias, nunca antes habíamos recibido una con sus razones. Le eché un vistazo a la puerta cerrada por un momento, preocupada de que tal vez ella había llamado a mi prometido y lo habían ido a buscar. Un pánico puro me hizo tirar de las ataduras. —No se preocupe —dijo, levantando una mano para detenerme—. Usted está a salvo aquí. Si bien ha declarado que los hematomas en su cuerpo provienen de una caída, sentí la necesidad de garantizar que no se le permitiera a nadie verla antes de sacarla del planeta.

Obviamente, la alcaidesa Egara no había creído mi ridícula historia, y me tranquilizó su vehemencia al protegerme. Nunca había esquiado en mi vida. Ni siquiera vivía cerca de una montaña, pero se necesitaba una excusa razonable para los moretones en mi cuerpo y eso fue lo primero que me vino a la mente. Aunque había asumido que descubrirían los moretones, no tenía idea de que me desnudarían completamente para realizarme exámenes médicos, que luego me pondría una bata de hospital y me examinarían con imágenes y videos completamente inapropiados. Debí haberme quedado dormida, porque no podría haber imaginado todo eso por mi cuenta. —Gracias —respondí. No estaba acostumbrada a que las personas fueran amables. Ella se mantuvo callada, como esperando que yo le dijera la verdad. ¿Quería compartir lo que sabía ahora sobre mi prometido? Él había sido tan amable, me había enamorado completamente, hasta que descubrí la verdad. Le escuché decirle a uno de sus hombres que matara a alguien que había hecho fracasar uno de sus acuerdos inmobiliarios. Yo pensaba que los hombres que mantenía a su alrededor eran empleados, guardaespaldas, pero eran sicarios, hombres que utilizaba para intimidar y matar. Una vez que acepté casarme con él, asignó a dos de sus hombres como mis guardaespaldas personales. Incluso entonces creía que la razón era simplemente que él era rico y que yo necesitaba protección adicional. Pensé que era considerado y afectuoso al cuidarme de esa manera. ¡Ja! Había sido tan estúpida. Aún más estúpida cuando le dije que estaba teniendo dudas sobre nuestra boda. Se había vuelto loco, me agarró y me dijo que nunca me dejaría ir. Nunca. Cuando amenacé con irme, él silenciosa y fervientemente me explicó que él era mi dueño. Yo fui su propiedad tan pronto como coloqué su anillo de compromiso en mi dedo. Él mataría a cualquiera que besara, torturaría a cualquier hombre que me tocara y luego me castigaría por ello. Entonces supe que tenía que escapar, pero tendría que encontrar una forma de hacerlo. Había ido al centro comercial en mi auto, como cualquier otro día. Los hombres que me vigilaban siempre estacionaban su auto al lado del mío, me seguían por el centro comercial, pero me permitían deambular sola dentro de las tiendas. Por si acaso, me dirigí directamente al departamento de lencería, donde sabía que siempre me daban mi espacio, para luego recorrer varias tiendas más, dejando mi teléfono celular entre dos estantes de ropa.

Me apresuré a la parada del autobús y tomé el autobús hacia el otro lado de la ciudad. Desde allí, tomé un taxi para ir al centro de procesamiento del Programa de Novias Interestelares. No tenía familia ni amigos. Cuando comenzamos a salir, él había eliminado sistemáticamente a todas las personas de mi vida que me importaban antes de conocerlo. Uno por uno, les había explicado por qué ya no eran contactos apropiados, ya no eran aceptables. Ahora estaba total y completamente sola en el mundo, a su merced. Incluso me había convencido de renunciar a mi trabajo, por lo que no tenía dinero propio. Necesitaría a Dios y su ayuda, pero incluso un alienígena era mejor que un hombre psicótico y posesivo cuya idea de castigo implicaba la práctica del boxeo, donde yo era el saco de boxeo. Lo sufrí una vez. Nunca más. Pude haber sido tonta, ingenua e, incluso, estado un poco enamorada, pero no más. Miré por encima de mi hombro durante todo el viaje al centro de procesamiento, temiendo que me rastrearan y me detuvieran antes de que pudiera entrar al edificio. Una vez dentro de las paredes me sentí más segura, pero no me sentiría completamente fuera de su alcance hasta estar fuera del planeta. Solo entonces podría respirar tranquila, segura de que mi prometido nunca podría encontrarme. Había escuchado sobre el Programa de Novias Interestelares por más de un año, sabiendo que la mayoría de las mujeres que participaban eran prisioneras que buscaban una alternativa a una grave condena en prisión. Algunas, según me enteré, eran voluntarias, pero ninguna podía regresar. Una vez emparejadas con un guerrero alienígena y enviadas fuera del planeta a su pareja, ya no eran ciudadanas de la Tierra y no podían regresar. Al principio, eso había sonado aterrador y ridículo. ¿Quién se ofrecería como voluntaria para irse de la Tierra? ¿Qué tan mala podrían ser sus vidas para hacer tal cosa? Ahora lo sabía. La vida de una mujer podía volverse muy, muy mala. Necesitaba estar lo más lejos posible de mi prometido y me preocupaba que no hubiera un lugar en la Tierra que estuviera lo suficientemente lejos. Él me encontraría, luego… Yo pensé que él sería mi familia. Familia. Él me había elegido para ser su esposa porque yo no tenía familia alguna. No tenía lazos, nadie que me protegiera, nadie que evitara que me casara con el imbécil.

Él nunca sería mi familia. Nadie en la Tierra me amaba. Como voluntaria del programa de novias, me alegraba saber que no podía regresar. No quería estar en la Tierra por más tiempo. No quería seguir con el miedo de que me persiguiera por el resto de mi vida. Por lo tanto, me iría del planeta al único lugar donde nunca podría encontrarme, nunca me alcanzaría de nuevo. Y allí me encontraba, con una bata rasposa, bajo el escrutinio de la alcaidesa Egara. —¿Tiene alguna pregunta? Me lamí los labios otra vez. —Esta pareja… ¿cómo sé que será… amable? —Si bien me habían sometido a tantas pruebas para el emparejamiento, mi único requisito era que él fuera amable. No quería estar emparejada con un hombre que me golpeara. Si quisiera eso, simplemente podía quedarme aquí en la Tierra y casarme con el imbécil. —¿Amable? Señorita Adams, creo que entiendo la profundidad de su preocupación, pero su pareja ha sido sometida a las mismas pruebas. De hecho, los guerreros deben someterse a pruebas más rigurosas que las de nuestras novias. No necesita temerle a su pareja, ya que sus mentes subconscientes son las que determinan el emparejamiento. Sus necesidades y deseos se complementan entre sí. Sin embargo, debe recordar que un planeta diferente tiene costumbres diferentes. Una cultura diferente. Tendrá que adaptarse a esto, tendrá que olvidar sus juicios terrenales y sus nociones anticuadas. Tendrá que dejar de lado su miedo a los hombres. Déjelos aquí en la Tierra. Sus palabras eran sabias, pero era mucho más fácil decirlo que hacerlo. Estaba segura de que permanecería cautelosa por mucho tiempo. —¿A dónde voy? —A Viken. Fruncí el ceño. —Nunca he oído hablar del planeta.

—Mmm —respondió, mirando hacia su mesa. —Es la primera terrestre en ser emparejada allí. Los sueños que vio eran de una hembra de otro planeta y su pareja de Viken. Como pudo ver, era un amante atento, pero a la vez detallista. Me sonrojé ante el recuerdo. —Basándonos en esta prueba, creo que estará muy satisfecha con su pareja. —¿Y si no lo estoy? —¿Y si ella estaba equivocada y él era malo? Él podría ser capaz de blandir su polla como una estrella porno, pero ¿y si él quería que yo no fuera más que una esclava? ¿Y si él me golpeaba como lo había hecho mi prometido? —Tiene treinta días para cambiar de opinión —respondió—. Recuerde que ha sido emparejada no solo con un hombre, sino con el planeta. Si piensa que su pareja no es aceptable después de treinta días, puede solicitar otro guerrero, pero permanecerá en Viken. Eso parecía razonable. Suspiré, relajándome ante la idea de que podía hacer mi propia elección al final y que no me regresarían a la Tierra. —¿Está satisfecha? —preguntó—. ¿Tiene más preguntas? ¿Hay alguna razón para retrasar su transporte? Ella me miró como ofreciéndome una última oportunidad. Una oportunidad que no tomaría. —No. No hay razón para retrasarlo. Ella asintió con la cabeza. —Muy bien. Para que quede registrado, señorita Adams, ¿está casada? —No. —De no haber escapado, lo estaría. En dos semanas. —¿Tiene hijos? —No. —Bien. —Deslizó un dedo por su pantalla nuevamente—. Usted ha sido emparejada formalmente con el planeta Viken.

¿Acepta el emparejamiento? —Sí —respondí. Siempre que el hombre no fuera malo, iría a cualquier lado para escapar. —Debido a su respuesta afirmativa, ha sido emparejada oficialmente y se encuentra ahora despojada de su ciudadanía de la Tierra. Ahora es, y siempre será, una novia de Viken. —Llevó la mirada a su pantalla y luego deslizó su dedo sobre esta—. Según la costumbre de Viken, se requieren algunas modificaciones a su cuerpo antes de su transporte. La alcaidesa Egara se puso de pie y se colocó a mi lado. —¿Modificaciones? —¿Qué significaba eso? ¿Qué iba a hacer? Presionó un botón en la pared sobre mi cabeza, lo que hizo que esta se abriera. Mirando por encima de mi hombro, no pude ver más que una tenue iluminación azul. Lo que sí noté fue el brazo grande que se extendía de la pared con una aguja en la punta. —¿Qué es eso? —No tiene por qué temer. Simplemente estamos implantando su UNP, un requerimiento para todas las novias. Manténgase quieta. Solo toma unos segundos. El brazo robótico se acercó a mí y clavó la aguja en mi cuello. Hice una mueca por la sorpresa, pero realmente no dolió. De hecho, nada dolía. Mientras la silla se movía hacia atrás para entrar en la habitación con la luz azul, me sentía relajada y tranquila, somnolienta. —No tiene por qué temer más, señorita Adams. —Al bajar la silla hacia una bañera tibia, agregó—: Su procesamiento comenzará en tres… dos… uno.

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  1. Wuauuuu me encanta. Todas las colecciones de Grace Googwin excelente escritora de eróticos capaz de transportarte a las escenas. Felicidades

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