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Reaper – Jorge Borges

El bar estaba bastante vacío para ser sábado por la noche. Algunos jugaban en la mesa de billar y sonaba un rock and roll de los años 80 que la verdad era bastante agradable y ambientaba perfectamente el lugar. La razón de la poca clientela es que se encontraban ahí los moteros con la peor conducta de la ciudad y sus alrededores, ellos siempre llegaban buscando pleitos y en general su actitud nunca era la mejor. Los problemas eran parte de su ADN, estaban en su sangre y no podían evitarlo de ninguna manera. Estaban hechos para ser guerreros, para ir en contra del sistema y sembrar toda la anarquía que puedan en el camino, ellos estaban dispuestos a hacer lo que sea por mantener el respeto y el miedo de todos. Algunas mujeres se quedaban en las mesas esperando a ver si alguno de ellos quería sexo y entonces le pagaban la noche. Normalmente desde el momento en que entraba al bar buscaban a las chicas fáciles para que les hicieran compañía, ellas por algunos tragos y unos billetes harían lo que fuese, sin importarles nada. THE BLACK SNAKE CLUB era el nombre de la banda, que solo de nombrarlos podía llenar de miedo a quien sea, eran unos bárbaros, sin sentimientos y con un sentido de la vida bastante errado, pero, a estas alturas ya nadie sería capaz de cambiarles su manera de ser. La destrucción que habían dejado con su paso era increíble, habían hecho añicos cualquier cantidad de locales y una vez prendieron en fuego una estación de servicio, trayendo eso una de las tragedias más grandes ocurrida en esa ciudad cercana, felizmente nadie resultó herido, pero, las pérdidas fueron millonarias. Nadie fue capaz de identificarlos, pero, solo por miedo. Lo irónico es que, a pesar de todo, terminaban siendo “buenos clientes” para ese bar que ya lo habían determinado como su lugar de encuentro. Eso era lo único que le importaba al dueño mientras no hubiese peleas, pero, al ahuyentar a casi todo el resto de los que asistían al local, disminuía la probabilidad de ver una reyerta, así que su presencia misma evitaba los pleitos. En una esquina de la barra con una cerveza de litro en la mano estaba el jefe de todos, quien tenía la fama de ser el peor de los hombres, un ser capaz de cualquier cosa y que no tenía ningún tipo de escrúpulos. Su pseudónimo estaba más que bien ganado: Reaper. Nadie era capaz de enfrentarlo directamente, a él no le temblaría el pulso al momento de hacer pagar a alguien, era un demonio caminante en la tierra y no temía a nada ni a nadie. Era buscado por las autoridades en varias ciudades, pero, la verdad es que sabía escabullirse bastante bien y operaba inteligentemente, era un genio para hacer sus negocios y además se mantenía de bajo perfil. A todas esas cualidades se le unía el hecho de que era un gran líder y había conseguido la manera de armar un grupo de hombres que estaban dispuestos, como él, a dar la vida por el club, eso era lo que más le importaba en la vida. Todos ellos eran fieles y jamás dudarían del otro. Una de las cosas que más impresionaba a las personas que lo conocían era su gran tamaño, la enorme musculatura llena de tatuajes y su rostro fruncido con una prominente barba y cabello largo. Su ropa estaba por la misma línea con camisas negras con estampados de bandas de rock, chamarras de cuero, y pantalones de mezclilla combinados siempre con botas de vaquero. Era todo un personaje y quienes lo conocían jamás lo olvidaban. Y eso, a pesar de que muchos no lo entendían, atraía a muchas mujeres, que lo veían como un hombre rudo y fuerte que muy probablemente les daría un muy buen e inolvidable sexo, aunque algunas lo buscaban para algo más, pero ninguna salía ganando de eso, para él era imposible amar o querer, siempre las cosas terminaban siendo de una noche y no más. Un par de mujeres habían intentado buscarlo en noches consecutivas, pero, para él era algo imposible, ellas eran desechables, no quería estar con ninguna por más de una noche. Así que era un hombre solitario con una gran lista de mujeres en su haber, pero ninguna que quisiera tener a su lado. Ellas terminaban deseándolo mucho más después de tenerlo, era como si fuese prohibido, se convertía en alguien inalcanzable que solamente podían tener una sola vez.


Sin embargo, esa noche había un poco de tensión, pues esperaban que otra banda de moteros llegara para cerrar un gran y sustancioso trato que si salía de la manera correcta iba a catapultarlos hasta lo más alto, y si así lo querían, cada uno podía irse a gastar su parte del dinero en lo mejor que le pareciera. El problema era precisamente ese, que todo saliera bien. Las mujeres reían con los hombres que habían escogido, pero, todas miraban a Reaper, era el más interesante, pero, su actitud las mantenía alejadas, además de los consejos de sus amigos que les decían que no lo molestaran. Cuando él estaba concentrado para hacer su trabajo era mejor dejarlo tranquilo y sin ningún tipo de distracción. En una ocasión le clavó un cuchillo en la mano a un hombre tan solo porque lo tropezó y le hizo derramar la bebida. Lo hizo frente a todos los que estaban en el lugar esa noche y los aterrorizó, los gritos de dolor del hombre eran intensos y todo acabó cuando llegó la policía, pero, ellos ya estaban muy lejos. Así que era mejor alejarse de él lo más que se pudiera. Si él quería a alguna de las mujeres, la llamaría. La banda que esperaban era una de las más peligrosas del norte del país y eso lo tenía un poco pensativo. Normalmente cuando se encuentran dos grupos que tienden a la violencia, las cosas terminan muy mal, pero, era cuestión de esperar y ver qué es lo que realmente puede pasar. Estaba mentalmente preparado para cualquiera de los escenarios que se pudieran presentar y sus hombres también, a pesar de parecer desordenados. Entonces afuera se escucharon unos cuantos coches y unas motocicletas que se estacionaban, Reaper volteó y vio a uno de sus hombres haciéndole una seña con la cabeza para que saliera a ver si eran a quienes esperaban. Stan, quien era el hombre de más confianza de Reaper, se quitó a la mujer que tenía sobre sus piernas y entonces se asomó por una de las ventanas mientras pasaba su mano por detrás de su cintura para sacar el arma que tenía ahí. El hombre hora estaba atento a lo que sucedía afuera, unos segundos después volteó y asintió en dirección a su jefe. Los clientes habían llegado. Todos se levantaron de sus asientos dejando a las mujeres a un lado y preparados para lo que venía. El camarero y dueño del bar, sabía que algo estaba mal, pero, trató de mantener la calma. Todos se miraron y la música bajó de volumen. Un guardaespaldas con traje negro, gafas oscuras, un auricular inalámbrico en el oído izquierdo y un arma en la mano, entró y se posó frente a la puerta sin dirigir a nadie ni una sola palabra. Solo se paró ahí advirtiendo la entrada de su jefe. Todos lo miraron y en ese momento, justo cuando Reaper se levantaba de la barra entró Philip quien tenía una personalidad más fresca y portaba una gran sonrisa en su rostro. Abrió las puertas del bar y quedó con los brazos extendidos como si se tratara de un mago haciendo un truco frente a su público, su cabello se corrió un poco hacia su frente con el brusco movimiento. Lucía un traje muy costoso y de seguro hecho a la medida, detrás de él aparecieron dos guardaespaldas más con el mismo atuendo del primero. —Buenas noches señores. ¡Es un placer conocerlos! El hombre habló para todos los presentes sin saber exactamente con quien haría el trato.

Así que miró a todos con detalle. Reaper seguía al final del recinto y la oscuridad del lugar le tapaba más de la mitad del cuerpo, eso le daba un aspecto más tenebroso y quizá más intrigante. Philip lo miró fijamente mientras las sombras seguían cubriendo al hombre, entonces dio tres pasos hacia adelante directo a quien había identificado como el jefe. Esperaba que este hablara. La tensión subió completamente y todos estaban atentos a lo que pudiera pasar, no se podía escapar ni el más mínimo detalle. En ese momento pareció detenerse el tiempo. De pronto Philip metió su mano en el saco del traje y todos sacaron sus armas de inmediato, se escuchó el sonido metálico cuando la bala entra en la recámara del arma para estar lista. Solo permaneció inmutable Reaper, allá tras las sombras. El hombre del traje levantó la mano que había dejado por fuera y entonces hizo un gesto amigable. Sacó un peine del bolsillo interno y entonces se acomodó el mechón de cabellos que se le había venido hacia adelante. —¿Nos sentamos? Philip guardó el peine de nuevo en el interior del saco y entonces esperó. Reaper se hizo a un lado dándole paso al hombre y señalándole una mesa que estaba al final, justo al lado del baño de caballeros. Philip era un hombre de negocios e inteligente, sabía que podía confiar ciegamente en aquel grandullón, ambos necesitaban del otro por los momentos, así que se volteó y les pidió a sus guardaespaldas que se quedaran detrás. Ellos obedecieron de inmediato, pero, no le quitaban la mirada de encima a Reaper. No se escuchaba nada, solo los pasos en el suelo. Ambos se sentaron y entonces Reaper recibió la mano de Philip en señal de caballerosidad. —Es un placer. —¿Trajo el dinero? En ese momento Philip se dio cuenta con quien estaba tratando, el grandullón se inclinó sobre la mesa para hablarle más de cerca. —Por supuesto, amigo. Está todo completo. Levantó su mano derecha y entonces un de sus hombres le acercó el maletín y él lo colocó sobre la mesa, quitó el seguro, lo abrió y lo volteó directamente hacía Reaper. —Esta es la mitad. ¿Y las drogas? Sus miradas estaban fijas en la del otro. Reaper echó su silla hacía atrás y entonces metió su brazo por debajo de la mesa y arrancó cuatro bolsas llenas de cristales. Metanfetamina pura.

La mejor del mercado. La mercancía cayó sobre la mesa justo al lado del maletín. Philip sacó una navaja de su bolsillo y abrió con cuidado una de las bolsas, partió uno de los cristales y entonces hizo polvo un pequeño pedazo con dorso de la navaja, lo puso en la hoja y lo aspiró. Philip echó la cabeza hacía atrás y la movió de un lado a otro mientras hacía una mueca que no estaba muy bien definida y golpeó la mesa con toda su fuerza. —¡Wooooooo! ¡Genial! ¡Genial, carajo! Dos golpes a la mesa más, mientras sentía como la droga golpeaba su garganta y comenzaba a correr por sus venas. —¡Esto si es droga de la buena, carajo! El hombre lanzó un suspiro y trató de volver en sí. Extendió su mano y cambió las bolsas por otro maletín lleno de dinero y se lo entregó a su vendedor. —¡Te has ganado cada puto centavo que tienes ahí! Philip, que ya estaba un poco afectado por los efectos del producto, se levantó de la silla y caminó eufórico mientras aún movía la cabeza de lado a lado. Se detuvo justo en la puerta del local. —¡Nos volveremos a ver, amigo mío! ¡Vaya! El hombre salió y detrás de él sus guardaespaldas. Los gritos del Philip seguían escuchándose. Stan que se había quedado afuera, entró e informó que ya se habían ido. Era el mejor trato que habían hecho en toda su vida, solo ellos sabían lo que les había costado conseguir esa droga de tanta calidad, y valió la pena todo el esfuerzo y la dedicación que le pusieron a eso. Reaper estaba complacido de que las cosas salieran de la mejor manera. Pero, las cosas seguían muy calladas ahí dentro, esperaban que su jefe les dijera algo. —¡Una roda del mejor whisky del bar para todos! Todos explotaron en un júbilo impresionante, sabía que en adelante las cosas serían así, no había que preocuparse más por el dinero. La noche apenas empezaba y el alcohol no paró de correr por todas las mesas, cerraron el bar y fue una fiesta privada para ellos, tal cual les gustaban con muchas mujeres y todo el rock and roll que pudieran tener, era su lugar favorito y lo tenían para ellos solos. La mesa de billar se convirtió en una plataforma para el sexo, los vasos se cambiaron por una botella para cada uno y la música no paraba de sonar durante toda la noche.

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