debeleer.com >>> chapter1.us
La dirección de nuestro sitio web ha cambiado. A pesar de los problemas que estamos viviendo, estamos aquí para ti. Puedes ser un socio en nuestra lucha apoyándonos.
Donar Ahora | Paypal


Como Puedo Descargar Libros Gratis Pdf?


Puro – Jennifer L. Armentrout

Está la necesidad. Y luego está el Destino. Estar destinada a convertirse en un enchufe sobrenatural no es precisamente algo genial, especialmente cuando la «otra mitad» de Alexandria la sigue allá donde va. Y que, además, Seth aparezca en su sala de entrenamiento, al salir de las clases y también en la puerta —o ventana — de su dormitorio, definitivamente no es nada genial. Aunque su conexión tiene algunos beneficios, como alejar las pesadillas que envuelven lo ocurrido con su madre, no tiene efecto alguno sobre los sentimientos prohibidos que tiene Álex por el puro Aiden. Ni sobre qué va a hacer —y sacrificar— él por ella. Cuando los daimons se infiltran en los Covenants y atacan a los estudiantes, los dioses envían a las furias, diosas menores con la función de erradicar cualquier amenaza para los Covenants y el resto de los dioses, incluyendo al Apollyon y a Álex. Y si eso y las hordas de monstruos chupadores de éter no fueran suficiente, una amenaza misteriosa parece dispuesta a hacer cualquier cosa por neutralizar a Seth, incluso si eso supone forzar a Álex a la servidumbre o matarla.


 

Me quedé mirando el techo del gimnasio mientras veía bailotear pequeños puntitos negros ante mis ojos. Tío, no veas cómo me dolía el culo. Algo normal, después de aterrizar sobre él unas cincuenta veces. Lo único que no me ardía de dolor era la cara; aunque lo hacía por otra razón distinta. No me estaba yendo muy bien la clase de « lucha callejera» . El estilo de lucha mano a mano no era precisamente instintivo. Todos mis músculos gritaron de dolor cuando me levanté de la colchoneta y me puse frente a nuestro Instructor. Se pasó la mano por el pelo, que empezaba a clarear. Al Instructor Romvi se le veía indignado con toda la clase. —Si hubiese sido un daimon, ahora estaría muerta. ¿Lo entiende? Muerta, no viva, Señorita Andros. Como si hubiese alguna otra definición de muerta que no conociese. Rechiné los dientes y asentí con la cabeza. Romvi volvió a lanzarme una mirada mordaz. —Es difícil creer que haya algo de éter en usted, Señorita Andros. En usted, la esencia de los dioses es un desperdicio, y por cómo lucha podría ser incluso una mortal. ¿No había matado ya tres daimons sedientos de éter? ¿Acaso eso no valía para nada? —Póngase en guardia y mantenga los ojos atentos al movimiento de los músculos.


Ya conoce el ejercicio —ordenó. Me giré hacia Jackson Hands, un rompecorazones del Covenant y mi actual oponente. Tan moreno y con esos ojos oscuros y sexys, podía llegar a ser muy turbador. Jackson me guiñó un ojo. Entrecerré los míos. No podíamos hablar durante los combates. El Instructor Romvi pensaba que eso te alejaba del realismo de las peleas. En realidad, no era Jackson y su esplendor la razón por la que no dejaba de recibir sus patadas frontales y giratorias. La razón de mi fracaso total estaba apoy ada en la pared de la sala de entrenamientos. Unas ondas oscuras caían sobre su frente por encima de esos ojos gris oscuro. Podría decirse que Aiden St. Delphi necesitaba un corte de pelo, pero a mí me encantaba ese estilo salvaje que llevaba últimamente. Un instante después, nuestras miradas se encontraron. Aiden volvió a la posición a la que me tenía tan acostumbrada: esos brazos tan bien definidos cruzados sobre el pecho y las piernas abiertas. Observando, siempre observando. Ahora con su mirada me estaba diciendo que debería prestar atención a Jackson, no a él. Sentía cómo algo se arremolinaba dentro de mí, otra cosa a la que me había acabado acostumbrando. Me pasaba cada vez que posaba mis ojos en él. No era solamente por la curva casi perfecta de sus pómulos o por cómo su sonrisa hacía que se insinuasen un par de hoyuelos en su cara. O ese cuerpo suyo perfectamente trabajado. Salí de mi ensoñación justo a tiempo, bloqueando la rodilla de Jackson con un fuerte movimiento de brazo, y luego dirigí un golpe seco contra su garganta. Jackson lo neutralizó fácilmente. Íbamos dando vueltas en círculos, lanzándonos golpes y esquivándolos. Se echó atrás, dejando caer los bazos a los lados. Vi mi oportunidad y fui a por ella.

Dándome la vuelta, apunté con la rodilla hacia su zona abdominal. Jackson se lanzó hacia un lado, pero no lo suficientemente rápido. Le di bien fuerte en el estómago. Sorprendentemente, el Instructor Romvi aplaudió. —Bien. —Oh, mierda —Caleb Nicolo, mi mejor amigo y compañero de andanzas, gimió entre el resto del grupo de estudiantes que estaban apoyados en la pared. Por norma, en las patadas defensivas, una vez hemos hecho contacto con nuestros oponentes, tenemos que ir a por el golpe final, o apartarnos, y yo no hice ni lo uno ni lo otro. Jackson se lanzó sobre mi rodilla, cay endo los dos al suelo. Golpeamos la colchoneta y, de algún modo —y no por accidente— Jackson acabó sobre mí. Su peso echó mi cabeza hacia atrás, sacando todo el aire de mis pulmones. El Instructor Romvi gritó, pasando a otro idioma, rumano o algo así; daba igual, fuese lo que fuese, lo que dijo sonó como si estuviese maldiciendo. Jackson levantó la cabeza y su pelo, que le llegaba hasta los hombros, ocultó su media sonrisa al resto de la clase. —Siempre te toca abajo, ¿eh? —Sí, aunque eso mejor díselo a tu novia. Apártate —le di un empujón. Riendo, Jackson rodó y se puso de pie. Después de todo aquel incidente « mi madre asesinó a los padres de su novia» , Jackson y yo no habíamos tenido mucha relación. De hecho, gracias a mi madre daimon ya muerta, tampoco tenía mucha relación con la mayoría de los demás estudiantes. Qué raro. Roja de vergüenza, me puse de pie como pude y le eché una mirada rápida a Aiden. Su expresión podía parecer vacía, pero sabía que ya había hecho una lista mental con todos los errores que había cometido, sin embargo, él no era mi may or problema ahora mismo. El Instructor Romvi se acercó furioso, parándose delante nuestro. —¡Ha sido absolutamente inaceptable! O te apartas o te deshaces del oponente. Para que quedase claro, estiró el brazo, dándome de lleno en el pecho. Me tambaleé un poco y apreté los dientes. Cada célula de mi cuerpo pedía que le hiciese lo mismo a él.

—¡No se espera! Y usted —Romvi se giró hacia Jackson—, ¿piensa quedarse tumbado sobre los daimons por gusto? Hágame saber si le funciona. Jackson se puso rojo pero no respondió. No volveríamos a hablar en las clases de Romvi. —¡Y ahora, fuera de las colchonetas! Usted no, Señorita Andros. Me quedé parada mirando a Caleb y Olivia, sabiendo que estaba perdida. Me devolvieron la mirada, con una expresión similar a la mía, resignada, sabiendo qué iba a pasar, porque en las clases con Romvi siempre pasaba lo mismo, me giré hacia el Instructor y esperé un palizón épico. —Muchos de ustedes no están listos para graduarse —Romvi iba caminando por el borde de la colchoneta—. Muchos de ustedes morirán la primera semana de trabajo… Usted, señorita Andros, usted es una vergüenza para el Covenant. Romvi era una vergüenza para la raza masculina, pero no me oyó maldecir. Lentamente daba vueltas a mi alrededor. —Me sorprende que se haya enfrentado a los daimons y siga aún frente a mí. Hay quien piensa que tiene potencial, señorita Andros. Yo aún tengo que verlo. Por el rabillo del ojo vi a Aiden. Estaba tenso, con la mirada puesta en nosotros. Él también sabía lo que tocaba, y no podía hacer nada, aunque quisiese. —Demuéstreme que este es su sitio —dijo Romvi—. Demuéstreme que se ha ganado volver al Covenant por sus méritos y no por lazos familiares. El Instructor Romvi era aún más capullo que el resto de Instructores. Era uno de esos pura-sangre que habían decidido meterse a centinelas en vez de ir por la vida viviendo de antiguas rentas. Como Aiden, los puros que elegían este tipo de vida eran una especie extraña, pero ahí terminaban los parecidos entre los dos. Romvi me odiaba desde el primer día de clase, y me gustaba pensar que con Aiden era justo lo contrario. Romvi me atacó. Para ser alguien tan mayor, Romvi se movía muy rápido. Me aparté colocándome al otro lado de las colchonetas e intentando recordar todo lo que Aiden me había enseñado durante el verano.

Romvi se giró, dirigiendo su bota hacia mi abdomen. Le aparté la pierna y di un puñetazo con muchas, muchas ganas. Lo bloqueó. Y así seguimos, intercambiando y recibiendo golpes. Él iba a más, llevándome hacia los bordes de la colchoneta. Con cada vuelta y cada patada, los golpes de Romvi se volvían cada vez más bestias. Era como luchar contra un daimon, porque pensé en serio que Romvi quería hacerme daño de verdad. Estaba aguantando bien, hasta que mi deportiva resbaló en el borde de la colchoneta. Cometí un error táctico. Me permití una distracción. Romvi la aprovechó. Me alcanzó, y agarrándome de la coleta me tiró hacia delante. —Debería estar menos preocupada por su vanidad —dijo, retorciéndome hasta quedar de espalda a las puertas—. Y cortarse el pelo. Le ataqué, dándole en el estómago, pero ni se inmutó. Usando mi propio impulso —y mi pelo— me estampó contra la colchoneta. Me incorpore a medias, agradecida de que hubiese acabado. Ni siquiera me importaba que me diera una paliza frente a toda la clase, siempre y cuando… Romvi me agarró el brazo y lo levantó por encima de mí, poniéndome de rodillas. —Escúchenme, mestizos. Morir en la batalla ya no es su peor pesadilla. Abrí los ojos de par en par. Oh, no. No, no, no. No se atreverá… Tiró hacia atrás de la manga de mi camiseta, hasta mostrar todo mi brazo. —Esto es lo que pasa.

Miren bien y detenidamente qué pasa cuando fallan. Les convertirán en un monstruo. Noté cómo me ardían las mejillas y cómo mi cerebro parecía vaciarse. Había intentado de todas las maneras mantener las cicatrices fuera de la vista de mis compañeros. Me concentré en cualquier otra cosa que no fuesen las caras de los demás estudiantes mientras él seguía mostrando mis marcas a todo el mundo. Mi mirada recay ó sobre su áspera y envejecida mano, y luego fue subiendo por su brazo lleno de cicatrices de lucha. La manga de su camisa se le había subido, mostrando un tatuaje de una antorcha del revés. El Instructor Romvi no me había parecido nunca un tipo al que le gustasen los tatuajes. Romvi dejó caer mi brazo, permitiéndome volver a bajar la manga. Deseé que se lo comiesen unos daimons hambrientos. Quizá pudiese parecer un monstruo lleno de cicatrices, pero no había fallado en nada. Había matado al daimon responsable de dejarme así, mi madre. —Ninguno de ustedes está listo para convertirse en Centinela, para enfrentarse a un daimon mestizo entrenado como ustedes —la voz de Romvi se oía por toda la sala—. No espero que ninguno muestre mejoría mañana. Se acabó la clase. Luché contra la necesidad de saltar como un mono sobre la espalda de Romvi y partirle el cuello. No me haría ganar ningún fan, pero mi retorcido sentido de la satisfacción seguro que ay udaría a compensarlo. De camino a la salida, Jackson se topó conmigo. —Tu brazo parece un tablero de ajedrez. Qué sexy. —Sí, eso es lo que dijo tu novia sobre tu po… El Instructor Romvi se metió en medio, agarrándome de la barbilla. —Su boca, señorita Andros, también podría mejorar. —Pero Jackson… —No me importa —dejó caer la mano, mirándome fijamente—. No voy a tolerar este tipo de lenguaje en mi clase. Esta es la última advertencia.

La próxima vez irá directa a la oficina del Decano. In-flipantemente-creíble. Vi a Romvi salir de la sala. Caleb se me acercó dándole a Olivia su bolsa de deporte. Sus ojos, color azul cielo, brillaban llenos de compasión. —Es un capullo, Álex. Moví la mano con desprecio, sin estar segura de si hablaba de Romvi o Jackson. Para mí lo eran los dos. —Un día de estos, vas a saltar y lo vas a matar —dijo Luke mientras se pasaba los dedos por sus rizos color bronce. —¿A cuál de los dos? —pregunté. —A ambos —Luke sonrió dándome un golpecito en el brazo—. Solo espero estar aquí para verlo. —Estoy contigo —Olivia cogió a Caleb del brazo. Aparentaban tener algo informal, pero y o lo veía de otra manera. Cada vez que Olivia tocaba a Caleb, que era muy a menudo, él se olvidaba completamente de lo que estuviera pasando, y se le ponía esa sonrisa boba en la cara. Pero bueno, a muchos mestizos se les ponía esa cara cuando estaban cerca de ella. Olivia era impresionante. Su piel color caramelo era envidiada por la may oría de las mestizas. Y su fondo de armario también. Mataría por poner mis manos en su ropero. Una sombra cay ó sobre nuestro pequeño grupo, haciendo que se dispersase rápidamente. No necesitaba levantar la cabeza para saber que era Aiden. Solo él tenía poder para intimidar así a todo el mundo. Por respeto y miedo. —Luego nos vemos —gritó Caleb.

Asentí vagamente, mirando las deportivas de Aiden. La vergüenza que sentía por lo que acababa de hacer Romvi hacía que me resultase difícil mirarle. Había trabajado mucho para ganarme el respeto de Aiden, para demostrarle que tenía el potencial que él y Leon creían que tenía el día que Marcus intentó echarme del Covenant. Es gracioso cómo una sola persona podía acabar con todo eso en cuestión de segundos. —Álex, mírame. Obedecí, en contra de mi voluntad. Cuando hablaba así, no podía evitarlo. Estaba frente a mí, su cuerpo largo y fibroso. Hacíamos como si no hubiese estado a punto de entregarle mi virginidad la noche que descubrí que iba a ser la segunda venida del Apolly on. Aiden parecía llevarlo bien, sin embargo y o, no podía dejar de obsesionarme por ello. —No has fracasado. Me encogí de hombros. —Pero no lo parece. ¿Verdad? —Los Instructores son más duros contigo por el tiempo que has perdido y porque tu tío es el Decano. La gente observa lo que haces. Prestan atención. —Y mi padrastro es un Patriarca del Consejo. Lo pillo, Aiden. Mira, mejor acabemos con esto —mi voz sonó un poco más dura de lo que pretendía, pero Aiden ya había visto lo horrible que se había vuelto la clase. No necesitaba hablarlo con él. Aiden me agarró el brazo y levantó la manga. Tuvo un efecto completamente distinto en mí. Algo se arremolinó en mi pecho, extendiendo un estallido de calor por todo mi cuerpo. Los pura sangre estaban en una zona prohibida para los mestizos como y o, eso significa que lo que ocurrió entre nosotros era equivalente a tocar al Papa de Roma u ofrecer a Gandhi un bocadillo de jamón. —No deberías avergonzarte de estas cicatrices, Álex.

Nunca —Aiden, dejó caer mi brazo y me llevó al centro de la sala—. Vamos a dejarlo y así descansas. Le seguí. —¿Y qué pasa con tu descanso? ¿No tienes que patrullar esta noche? —Aiden estaba trabajando el doble, entrenándome y cumpliendo con sus deberes como Centinela. Aiden era especial. Eligió ser Centinela y también decidió trabajar conmigo para que no estuviese tan retrasada respecto a los demás estudiantes. No tenía por qué hacer ninguna de las dos cosas, pero su sentido de la justicia le impulsó a convertirse en Centinela. Ese deseo lo compartíamos. ¿Qué le hizo querer ay udarme? Me gustaba pensar que estaba irremediablemente atraído por mí, como lo estaba yo por él. Me rodeó, parándose para ponerme los brazos a media altura. —Pones mal los brazos. Por eso acertaba Jackson todo el tiempo. —¿Qué pasa con tu descanso? —insistí. —No te preocupes por mí —se puso en guardia, empujándome con una mano—, preocúpate más por ti misma, Álex. Va a ser un año duro para ti, estás entrenando el triple. —Tendría más tiempo libre si no tuviese que practicar con Seth. Aiden se movió tan rápido que apenas pude bloquear el golpe. —Álex, y a hemos pasado por esto. —Ya lo sé —paré su puño. Alternaba mis días entre Aiden y Seth, como todos los fines de semana. Era como si tuviesen mi custodia compartida, sin embargo aún no había visto a mi otra mitad en todo el día. Algo raro, normalmente siempre andaba merodeando. —Álex —Aiden dejó su actitud ofensiva, estudiándome atentamente. —¿Qué? —Dejé caer los brazos. Abrió la boca, como si estuviese pensando sus palabras dos veces.

—Últimamente se te ve un poco cansada. ¿Descansas lo suficiente? Sentí el color subiendo a mis mejillas. —Dioses, ¿tan mal me veo? Respiró profundamente y fue soltando el aire poco a poco. Sus facciones se fueron suavizando. —Álex, no es que te vea mal, no es eso. Solamente es que… has pasado por mucho y pareces cansada. —Estoy bien. Aiden puso una mano en mi hombro. —¿Álex? Mi corazón se agitó en respuesta a su roce. —Estoy bien. —Siempre dices lo mismo —su mirada recorrió mi cara—. Siempre dices eso. —¡Lo digo porque no me pasa nada! —Le di en la mano, pero puso la otra en mi hombro, dejándome atrapada enfrente suyo—. No me pasa nada —dije de nuevo, pero más bajo—. Estoy bien. Al cien por cien y sin ningún problema. Aiden abrió la boca, seguramente para decir algunas palabras de apoy o, pero no dijo nada. Solo se me quedó mirando y aflojó la presión sobre mis hombros. Él sabía que estaba mintiendo. No estaba todo bien. Las pesadillas sobre aquellas horribles horas en Gatlinburg me impedían dormir por la noche. Casi todo el mundo en la escuela me odiaba porque creían que y o era la razón por la que atacaron el Lago Lure en verano. El constante seguimiento de Seth no hacía más que aumentar sus sospechas. De todos los mestizos, solamente Caleb sabía que yo estaba destinada a ser el segundo Apollyon, y destinada a completar a Seth como su supercargador sobrenatural o algo así. Sus continuas atenciones no me hacían ganar seguidores entre las mestizas.

Todas las chicas querían a Seth mientras que y o solo quería deshacerme de él. Pero cuando Aiden me miraba como ahora, me olvidaba del mundo. No podía sacar mucho de la expresión de Aiden, pero sus ojos… bueno, sus ojos me decían que no estaba llevando tan bien todo eso de hacer-como-si-no-noshubiésemos-casi-enrollado. Aiden seguía pensando en ello; demonios, estaba pensándolo ahora. Quizá pensase en lo que habría pasado si Leon no hubiese interrumpido, igual o más que y o. Quizá se quedaba despierto en la cama recordando nuestros cuerpos juntos. Yo al menos sí. La tensión hizo subir la temperatura y mi cuerpo se templó de una forma deliciosa. Estos eran los momentos por los que la vida merecía la pena. Me preguntaba qué haría él si diese un paso adelante y acortase la distancia entre los dos. No me costaría nada hacerlo. ¿Pensaría que solamente iba buscando consuelo? Porque entonces vendría a consolarme, él era así. Y entonces, si echase la cabeza hacia atrás, ¿me besaría? Porque la verdad es que parecía querer hacer las dos cosas. Sujetarme, besarme y todo tipo de cosas maravillosas y prohibidas. Di un paso adelante. Sus manos se tensaron sobre mis hombros, y en su rostro se veía indecisión. Por un segundo —solamente uno— pensé que se lo había planteado en serio. Pero entonces extendió las manos, como una barrera con la que mantenerme alejada. Las puertas se abrieron a nuestra espalda, y Aiden dejó caer las manos. Me di la vuelta, deseando dar un puñetazo en la cara a quien lo hizo. Estaba tan cerca de conseguir lo que quería… El gran cuerpo de Leon llenaba toda la puerta, vestido con el típico atuendo de Centinela, completamente negro. —Siento interrumpir, pero esto no puede esperar. Leon siempre tenía algo importante que decirle a Aiden. La última vez que nos interrumpió fue justo dos segundos después de haberle dado luz verde a Aiden para llegar hasta el final. Leon siempre llegaba en el peor momento.

Eso sí, la última vez que nos interrumpió, la cosa era bastante grave. Habían encontrado vivo a Kain, un Centinela mestizo que había ay udado a Aiden a entrenarme. Un viaje de fin de semana al cercano Lago Lure, había acabado siendo fatal para todos los que estaban allí. Él sobrevivió al ataque daimon, pero volvió al Covenant como algo que pensábamos que era imposible: un daimon mestizo. Ahora Kain estaba muerto, y y o vi cómo ocurrió. Me gustaba, y lo echaba de menos incluso después de haber matado a unos cuantos puros y haberme golpeado casi hasta matarme. Ese no era el Kain que yo conocía, al igual que mamá, se había convertido en una horrible versión de quien era en realidad. Leon movió su enorme cuerpo hacia delante, pareciendo el ejemplo perfecto de alguien que toma esteroides. —Ha habido un ataque daimon —Aiden se tensó. —¿Dónde? —Aquí, en el Covenant.

.

Declaración Obligatoria: Como sabe, hacemos todo lo posible para compartir un archivo de decenas de miles de libros con usted de forma gratuita. Sin embargo, debido a los recientes aumentos de precios, tenemos dificultades para pagar a nuestros proveedores de servicios y editores. Creemos sinceramente que el mundo será más habitable gracias a quienes leen libros y queremos que este servicio gratuito continúe. Si piensas como nosotros, haz una pequeña donación a la familia "BOOKPDF.ORG". Gracias por adelantado.
Qries

Descargar PDF

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

bookpdf.org | Cuál es mi IP Pública | Free Books PDF | PDF Kitap İndir | Telecharger Livre Gratuit PDF | PDF Kostenlose eBooks | Baixar Livros Grátis em PDF |