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Pasiones prohibidas de mi pasado 3 – Mercedes Franco

Se sentía muy nerviosa, hacía un día muy soleado, así que antes de salir, se colocó protector solar. Cuando se dirigió al lugar, su pecho latía con fuerza a cada paso que daba; era como un fuerte pulso interno. Hacía tanto tiempo que no lo veía y, además, estaba la otra sensación de culpa, el haber venido a ese lugar supuestamente por trabajo, pero francamente, en el fondo lo que deseaba era encontrarse con él nuevamente. Dos semanas antes le había dicho a su novio que se iría de viaje a Barcelona y cuando éste se ofreció a acompañarla, ella lo evadió, aludiendo diferentes causas; así que era evidente que deseaba viajar sola. Lo sabía, se conocía, lo que había empezado a sentir desde la primera conversación con Abel era algo muy distinto a lo que vivía en su relación con Joaquín o cualquier otro hombre que conoció en su adultez. Tenía la buena excusa del trabajo con la revista, pero esa no era la causa principal, así que no deseaba pensar mucho como solía hacerlo porque no quería encontrarse con esa voz acusadora que le decía lo mal que se estaba portando. No había hecho nada malo después de todo; total, solamente lo quería ver y conversar, qué podía suceder si ya era una mujer adulta. Avanzó casi como un impulso, se sentía en un sueño, hacía tanto tiempo que no estaba en España y ahora se sentía libre, sola, en otro mundo. El lugar concertado fue el Parque Güell, no podía ser mejor; el verano español estaba más ardiente que nunca, ella se ubicó en un lugar desde donde podía observar todo el maravilloso paisaje. Estaba concentrada mirándolo y observando el refulgente sol, cuando alguien se le acercó y escuchó esa voz maravillosa: —Hola Isabella. Ella volteó intempestivamente porque ese sonido fue como un golpe que desgarraba el vacío, un arañazo que al fin lograba romper la membrana que la había mantenido en ese lugar desierto, en el espacio de la soledad emocional. Pero con esas dos palabras, por alguna extraña razón, de golpe todo había caído. —Hola —le dijo y cuando lo vio, supo que había sido un error llegar hasta ese lugar. —Te ves, no sé, me quedé sin palabras —le dijo riendo encantadoramente. —Eh… yo, no sé qué decir, es que… cielos jajajajaja. —Sí, hace tanto que no nos veíamos, esto es como surrealista. —Así es —le dijo y sentía su cuerpo vibrar por dentro. Abel Ricard se había convertido en un hombre completamente turbador, estaba más alto y atlético, su piel ligeramente bronceada le hacía lucir mucho mejor, su cabello era de un negro intenso y la sombra de la barba era del mismo color. Esta última le daba un aspecto más sexy y completamente masculino, vestía una sencilla franela y unos jeans gastados, ella se preguntaba cómo alguien podía lucir tan sensual con una ropa sencilla como esa. —Y bien, no sé qué decirte, yo…bien, este… —Jajajajajaja. Sí, te entiendo. —¿Te digo la verdad? —Sí, claro. —Estaba muy emocionado por volver a verte. —¡Qué bien! —¿Y… tú? —Mmm también, sí. Es… no sé, es raro, hace tanto tiempo que no nos vemos, es algo como… —¿Un sueño? —Sí, exacto, como un sueño.


—Me hace recordar la Costa Azul. —¡Cielos! ¿Todavía recuerdas eso? —Por supuesto, siempre recuerdo eso. —No sé qué decirte. —Tienes novio ¿verdad? —¿Por qué me preguntas eso? —Por tu actitud, te ves un poco esquiva jajaja, no lo sé. Además, una mujer como tú, mírate, eres maravillosa, inteligente, ¿cómo alguien así no podría tener novio? —¿Y tú? ¿Tienes novia? —En realidad terminé una relación hace algún tiempo y digamos que me estoy dando un break. —Entiendo. —¿Y tú? —Bueno en realidad sí, tengo novio. —Oh bien, ¡qué afortunado ese hombre! —En realidad la afortunada soy yo, él es una gran persona, es ese tipo de personas con las que puedes hablar cualquier cosa, te sientes cómodo con alguien así, es genial. —Mmm ¡qué bien! —¿Qué? —Nada, nada. —Ok, y… ya sabes qué hago y tú ¿a qué te dedicas? —Trabajo en una revista. —¿Sí? Interesante, ¿qué haces? —Hago de todo en realidad jajajaja. Digamos que sufro del síndrome del trabajador múltiple. —Pero, ¿cuál es tu profesión?, es decir, ¿qué estudiaste?, ¿qué haces? —Soy periodista. —¡Oh bien, interesante! ¿Haces reportajes para esa revista? —Sí, jajaja algo así. —Bien, suenas muy misterioso jajajajaja. —No, nada que ver, sólo que deseo enfocarme en ti, es decir, en conocerte, saber qué ha sido de tu vida, qué haces, todo, aunque ya veo que has sido una mujer muy exitosa. Eso es fantástico, porque siempre pensé que sería así, ¿recuerdas en nuestras conversaciones cuando hablábamos?, no sé, se notaba que ibas a hacer algo grande, era apasionante escucharte. —¿En serio? —Sí, no tenías nada que ver con las chicas tontas del colegio, sencillamente tú no encajabas ahí, eso me parecía hechizante y genial. —Gracias por eso. —Es la verdad, cada vez que hablaba contigo, aprendía cosas maravillosas y, pues, creo que eso me inspiró. —¿En serio? ¿Hablas en serio Abel? —Sí, tener tu pasión por la fotografía, por cada cosa, tu nivel de excelencia, era algo impresionante, eso me hizo desear ir más allá, ser el mejor en lo que hacía, antes de vernos nuevamente, de encontrarnos en el colegio, me sentía un poco a la deriva. Perdía el tiempo en tonterías, pero cuando nos separamos, yo usé ese dolor, el no tenerte para llegar a mis objetivos y así logré todo en la vida. —¡Guaooo! Me dejas sin palabras, no sé qué decirte —dijo ella francamente turbada. —Podemos decir que el día está hermoso y que el verano es maravilloso, que Barcelona es espectacular, que no me canso de vivir en ella, que soy feliz aquí, etc., etc.

—Eh… —Pero en realidad lo que quiero decir es que estás más hermosa que nunca, tu cabello, no sé, esos ojos se ven maravillosos. —Abel. —Bien, bien, no diré más nada, el novio, sí jajajaja. —Sí, recuérdalo. —Mmm, ¿pero eso no me priva de mirarte?, es decir, ¿de admirarte? —Tú también luces muy guapo, así que me cuesta pensar que no tengas novia, desde que eras un chica las mujeres pululaban a tu alrededor. —Sí, pero al final de cuentas, quien decido soy yo ¿no crees? —Eso es cierto, muy cierto. —¿Y tú me imagino que también? —Sí, pero solamente uno pudo conquistar mi corazón, se dio cuenta que al decir esto sonó falso, su corazón no había sido conquistado por su novio, era sólo una mentira. —¡Qué bueno! Me alegra, eres muy afortunada y te lo mereces, mereces a un hombre que te amé así. Pero si ese tipo se porta mal contigo en alguna oportunidad, ya sabes que debe atenerse a las consecuencias conmigo ¿eh? —Jajajajaja eso no pasará, definitivamente no. —¿Entonces es un santo? —Algo así. —Cielos, nadie puede competir con eso. —Nadie tiene que competir con eso, diría yo. —Bien. —Mira esto, ¿no te parece fantástico?, es Gaudí, ¿no es lo máximo? —Por supuesto, es maravilloso, gracias por invitarme aquí, me siento, no sé, como libre. —Sí, tengo especialmente la hipótesis que aquí uno se siente libre, completamente libre, yo también capté ese mismo sentido. —Todo esto tiene un sentido tan orgánico, marino, es como estar en una cueva o algo así, pero… —La maravilla de la arquitectura, la complejidad del lenguaje humano, es seductor. —Sí, seductor, esa es precisamente la palabra que estaba buscando. —Cuando lo dices con acento español, incluso suena más excitante jajajaja. —Sí, sé a qué te refieres jajajaja. —Mmm, ven, quiero mostrarte algo —le dijo y su mano casi buscaba rozarla, pero ella sabía cómo esquivarlo sin que se notara. —¡Qué bello, este mar es espectacular! —Vamos a recorrer el lugar ¿te parece? —Sí, perfecto, tú serás mi guía. —Bien, vamos por aquí. —¡Oh cielos! Esta pared, me fascina esa textura. Espérate, voy a tomar una foto, aquí hay un muy efecto de luz. —Ok, ya se desató la artista jajajaja.

—Es porque puedo ver cosas que tú no jajajaja. —Bien, entonces aprenderé contigo. —Bien, ¿ves esta luz?, es lo que necesito, así se verán los volúmenes, esos contrastes de allí son geniales. —Jajajaja ¡guaoo!, me fascina cómo describes una foto, es fantástico, es decir, tu proceso. —Jajajajaja, bueno ya verás, jajaja. —Bueno, vamos a la Plaza de la Naturaleza, te va a fascinar. —Oh bien, jajajaja, vamos entonces. —Mira esto, mira se llama Los Jardines de Austria. —Sí, jajaja. —Quiero ser el mejor guía para ti. —Ya veo, eres muy eficiente jajajaja. —Por ti, sí. —Mmm, entonces la corriente eléctrica comenzó a fluir y ella trataba que no se notara la fuerte atracción que se estaba generando en ese momento. —Sabes, eh… ¿quieres que nos tomemos un café? —Sí, perfecto, debemos disfrutar. —Bien, ven por aquí. Se sentaron en un lugar divino donde se podía ver la costa, ella estaba extasiada, tal parecía que el mar siempre giraba alrededor de sus vidas. Se sentía en paz, con una libertad especial, casi como si pudiera volar. —Sabes, me siento feliz —dijo él y su sonrisa destellaba una gran luminosidad. Oh cielos, pensó, se veía espectacular. Cómo era posible que se hubiese olvidado de ese rostro, y no solamente eso, sino su sonrisa y esa maravillosa forma de ser, espontánea, natural y humilde. —Yo también me siento feliz —y al ver la reacción de él, se arrepintió de decirlo. —Te ves hermosa cuando dices eso. —Mmm gracias —y bajó la mirada. —Lo siento, sé que tienes novio, discúlpame si te hice sentir incómoda. —Por favor, dos cafés —le dijo al mesero.

—Enseguida señor. —Aquí el café es delicioso, te va a gustar. —Bien, excelente, me fascina un buen café. —Ahora, dime, ¿eres feliz? —¿Por qué me preguntas eso? —Bueno, supongo que es curiosidad, tanto tiempo sin vernos y no sé, me gustaría saber más acerca de ti. —Bien, sí, soy feliz, es decir, supongo que la felicidad como la concebimos es un estado transitorio, no creo que haya nada como “la felicidad”, sólo hay momentos felices, porque todos pasamos por situaciones malas y buenas o muy buenas, entonces son cosas transitorias. —Ves, por eso me fascina hablar contigo, es como si el tiempo no fuese pasado. —Jajajajaja, ¡oh cielos!, no sé qué decirte. —No digas nada, sólo esperemos el café, nada más. —Bien, miremos el mar, desde aquí está precioso. —Me declaro tu guía oficial, si quieres ver el mar, conozco un lugar muy especial. —¿Sí, dónde? —En la Barceloneta. —Oh sí me encantaría ir. —Bien, listo, hagamos el itinerario. —Perfecto. —Sus cafés —dijo el mesero sonriente. —Mmm huele delicioso este café. —Es uno de los mejores cafés de España señorita —le dijo el mesero. —Genial, huele delicioso, muchas gracias. —Mmm Dios mío, vivo por cosas como estas —dijo Abel—, me fascina, es como placer en el paladar, untuoso, esto sí es verdadero café. Ella lo miraba y no entendía cómo todo lo que él decía o hablaba podía ser tan sensual, era increíble que hasta hablando de un simple café pudiera verse de esa manera. La forma cómo movía las manos, la manera de gesticular con sus labios, el tono de la voz, y esa maravillosa sonrisa, destellante y hermosa. —Dices las cosas de una manera, no lo sé, inspiras, hasta con algo tan sencillo como un café, es como si tuvieras la capacidad de disfrutar cada pequeña cosa de la vida. —Jajajajaja, aprendí que en un momento se puede perder todo, a veces la vida te enseña esas lecciones de una manera muy fuerte, en mi caso con la muerte de mi madre y… —¿Qué? —Cuando te perdí. —Eh… cielos, yo… —Tranquila, no tienes que decir nada, sólo quiero contarte lo que he pasado. —Lo primero es que estaba decidido a buscarte y llevarte conmigo, decía que nadie nos separaría, luego te fuiste y me sentí de manos atadas, sentí incluso que me habías traicionado, porque nunca me buscaste y yo sentí que en realidad no me habías querido tanto como decías.

—No te busqué porque no pude, mi padre me dijo expresamente que no te podía buscar o te metería en serios problemas, sabes que mi padre nunca mentía cuando decía algo como eso, él era un militar experimentado, qué te puedo decir, me asusté, era sólo una niña. Camille, mi ayudante, me aconsejó que viajara, estudiara, trabajara y cuando fuese independiente, yo podría buscarte y hacer nuestras vidas como quisiéramos. —Y ¿lo intentaste? —Sí, pero cuando al fin logré mi independencia, ya lo nuestro, seamos francos, no tenía sentido, me convencí que eran cosas de niños, entiendes como es. —A medias. —Pero tú tampoco me buscaste. —Lo intenté, pero pensé con el tiempo que no te importaba, porque nunca me buscaste, pensé que ya no me querías, y por lo que veo, estaba en lo cierto. —Pero había pasado mucho tiempo, éramos solamente unos niños. —Lo sé, pero mis sentimientos fueron los mismos por mucho tiempo. —Disculpa yo… creí que ya no significaría nada para ti. —No fue así. —¡Cielos! Eso que me dices me sorprende yo… —Bueno, sé que no hay excusas, debí hacer más. Ir a Estados Unidos, buscarte, no lo sé, hacer lo que fuese necesario para honrar nuestro amor, creo que no hice lo suficiente por nuestra relación. —No te culpes, eras un niño, no podíamos decidir por nosotros mismos, teníamos padres que nos decían qué hacer. —En algún momento llegué a pensar que me odiabas. —No por Dios jajajajaja, nunca lo asumí de esa manera. —Me alegra saberlo. De pronto, se hizo un silencio, Isabella se sintió incómoda, pensó que aquello era solamente una tonta travesura, una manera de jugar, que solamente se verían y reirían de todo aquello, que al estar cerca de él le daría risa recordar todo lo que vivieron. Diría algo como “cómo pude fijarme en este chico”, pero nada de eso sucedió, al contrario, ella se dio cuenta que había caído en su propia trampa y que el destino la había acorralado sin darle la oportunidad de escapar. Se miraron profundamente, sus ojos eran tan intensos como antes, de un azul profundo, flaqueados por matices grisáceos, perfectos, puros y llenos de ternura, sus grandes ojos, esos que le habían hecho perder la cabeza. Error, se dio cuenta muy tarde del terrible paso que había dado. —Parece que nos quedamos en silencio. —Sí, jajajaja. —Bien, ¿quieres que vayamos a la Barceloneta? —Sí, perfecto. —Bien, vamos. Era el lugar menos propicio para dejar las cosa claras con una antigua pareja, el amor aportaba un toque romántico que recordaba a su playa, aquella en la que se conocieron.

Era como volver 13 años atrás, cuando se dieron ese tierno beso y hablaron toda la tarde hasta que el viento se confundió con el murmullo de sus almas diciéndoles que estaban enamorados. —Este lugar es fantástico, de verdad es maravilloso. Nunca había venido, me recuerda… —¿A la Costa Azul? —Le dijo él. —Sí, en realidad estaba pensando en eso, precisamente en la Costa Azul. —Ese fue un hermoso día. —Sí, lo fue. —Fue la primera vez que me enamoré, ese día fue mi primer beso también. —¿Nunca me habías dicho que fue tu primer beso? —Así es. —Me sorprendes, no puedo creerlo, desde ese momento teníamos tanto en común, aunque no lo supiese. —Tú has sido todas mis primeras veces, incluyendo este lugar, es la primera vez que traigo a una mujer aquí. —Jajajajaja, pero esto no es una cita Abel. —Lo sé, pero es igual, es la primera vez. Como te dije, tú eres mis primeras veces. —Abel, por favor —dijo ella bajando la vista. La brisa marina movía su cabello, cerró los ojos y sintió esa maravillosa energía en el aire, el sonido de las olas y la relajante sensación. —Isabella Valencia. —Dime Abel. —Me gusta cómo suena ese nombre. —Mmm ¿Isabella Valencia?, ya no sé quién soy en realidad, no soy la misma de antes, ahora soy otra persona. —¿Por qué? —No lo sé, la verdad no sé ni cómo llegué hasta aquí, en un momento era una niña feliz en París y luego estoy en Barcelona con un hombre con el cual tuve una relación en mi pasado. —Bien Isabella, yo también era un chico normal hasta que me enamoré de ti y nunca más volví a ser el mismo. —Entonces estamos iguales, sabemos lo que siente alguien que pierde al amor de su vida y cree que para esta persona no significó nada o por lo menos no lo que uno creía. —Pero me dijiste que no te importaba, lo acabas de decir. Ella lo miró y le entornó los ojos, como diciéndole ¿es en serio? Después de todo, cómo podrías descubrir tus verdaderos sentimientos con alguien que era un total desconocido, por mucho que lo conocieras en el pasado. Era muy difícil sincerarse con una persona así, entonces, lo mejor sería fingir indiferencia y una aceptable madurez, una actitud de comprensión, que simplemente decir lo que en realidad estaba pensando: ¿por qué no hiciste más? ¿Por qué no me buscaste? ¿Acaso no era tan importante para ti? —¿Te sientes bien? —Sí, me siento bien, es sólo que este lugar, me pone un poco nostálgica, es como si me hubiese cegado, construido una vida alrededor de una muralla, una tan grande que yo misma olvidé que estaba, me sentía incómoda, pero no sabía por qué.

Entonces contacté contigo y me di cuenta que estaba en la conformidad, no sé cómo explicarlo. —¡Qué raro! —¿Qué? —Este lugar siempre me pone nostálgico. —¿Y eso te gusta? —Pues sí, creo que la nostalgia es parte de la vida —le dijo con una encantadora sonrisa, mientras se pasaba la mano por el cabello revuelto en un gesto encantador. Al verlo, ella sintió un leve retorcijón en el estómago, se veía encantador, el sol incidía sobre su cabello generando unos suaves matices color caoba que lo hacían ver aún más atractivo. Su aire descomplicado era realmente seductor, ella sintió una corriente eléctrica por todo su cuerpo que bajando hacia esa zona íntima, una sensación emocionante, apasionada que nunca había sentido. —Creo que lo mejor es que me vaya. —¿Por qué? Si solamente llevamos un par de horas juntos. —Creo que es más que suficiente. —No digas eso, yo pensaba mostrarte todo el muelle. —La verdad no creo que sea buena idea Abel, no lo sé, creo que todo esto fue una idea terrible, dime la verdad ¿tienes novia, pareja, lo que sea? —En este momento no. Como te dije, terminé una relación, pero ahora estoy solo. —Yo, tengo novio y siento que esto no está bien. —Pero no estamos haciendo nada malo.

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