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Para Excitarlas – J. Aphrodite

Olvídese de que las fantasías sólo existen en la imaginación y descubra cuán a la mano se encuentra la posibilidad de hacer de un disparate una realidad placentera; posibilidad doblemente atractiva si de placer se trata. Tan sólo déjese llevar por lo que la autora expone en estas páginas y tendrá acceso, en las situaciones aparentemente más difíciles, a las experiencias más inolvidables; el secreto es: no hay barrera para poner en práctica cualquier fantasía sino la que una misma pueda ponerse.


 

¿Por qué nació este libro? ¿Hay alguna mujer de hoy en día que esté dispuesta a negar, incluso a sí misma, que alguna vez ha tenido una fantasía sexual? La revolución sexual, precursora del movimiento feminista, se inició con la publicación de Sex Without Guilt del doctor Albert Ellis y de sus obras posteriores. En una carta a su hijo, el famoso guionista cineasta Dalton Trumbo describió así al doctor Ellis: « un hombre que se ganó su lugar en la Historia como el mayor humanista desde Mahatma Gandhi» . Siguieron muchos libros de Ellis: Sex and the Single Man, The Art and Science of Love y The Intelligent Woman’s Guide to Man-Hunting fueron algunos de los que pusieron las cartas sobre la mesa y nos liberaron de la hipocresía y los sentimientos de culpabilidad. Sin embargo, la simiente de la satisfacción sexual absoluta para las mujeres se sembró cuando una mujer se sentó ante la máquina de escribir. Cuando el editor Lyle Stuart se volvió hacia Terry Garrity en un taxi y le pidió que escribiera un libro sexual, le dijo: Deseo que haga que las mamadas no sean objeto de burla en Estados Unidos. Entonces nació The Sensuous Woman de « J» , y a las mujeres de todo el mundo se les dio confianza para que tomaran una parte más activa en su vida sexual. Todas las revoluciones tienen sus excesos: la revolución sexual ha tenido su oleada de libros tontos y carentes de gusto. Claro que el gusto es algo muy subjetivo. Por mi parte, soy aficionada a una revista sexual muy audaz llamada Screw. Creo que es muy entretenida, pero conozco a personas que se sienten ofendidas ante un ejemplar de Screw; sin embargo, Gore Vidal escribió: Si tuviera que escoger entre escribir para New York Times o para Screw, es seguro que, por motivos morales, lo haría para Screw. Terry Southern dice que Screw es « una de las pocas publicaciones importantes de la actualidad» . Ahora vamos a dar una razón más personal para la aparición de este libro… Durante muchos años, como la mayoría de las mujeres jóvenes de Estados Unidos, consideré que mi función era la de complacer a mi marido. Su satisfacción sexual era lo primero, y sus deseos y necesidades tenían la mayor prioridad. Con frecuencia no me sentía satisfecha, pero creía que las cosas tenían que ser así. La obra The Sensuous Woman me enseñó unas cuantos trucos nuevos sobre la masturbación, pero para masturbarme, según descubrí, necesitaba fantasías. Entonces aprendí a agudizar mi imaginación. Conocí a otros hombres y uno de ellos me enseñó a romper todas las barreras en mi mundo de fantasías: a soñar lo inconfesable y, a veces, a vivir lo que no puede vivirse. Empezaron a aparecer libros sobre mujeres y sus fantasías, pero todos estaban envueltos en una gruesa capa de pretensiones. Se suponía que se escribían después de « investigaciones» y « estudios» ; todos eran muy respetables, pero apenas rozaban el mundo real de las fantasías sexuales… y no lograban excitarme. Cuando mi editor sugirió que había llegado el momento de hacer un libro real sobre fantasías, me sentí vacilante, por no decirlo en otras palabras; sin embargo, a medida que progresaba, aprendí unos cuántos puntos básicos esenciales. 1. Una fantasía lo es sólo cuando reside en nuestra imaginación; no deseamos que la mayoría de nuestras fantasías se hagan realidad. 2.


A veces, cuando alguna de ellas se lleva a la práctica en la vida real, puede proporcionar material para muchas fantasías agradables posteriores; no obstante, siempre queda poco o ningún deseo de repetirla en la vida real. 3. Todas las mujeres con las que hablé admitieron que tenían fantasías sexuales que les ay udaban a tener mayor placer con sus cónyuges frecuentemente (de hecho, Masters y Johnson afirman que las fantasías son muy útiles: A veces se hacen absolutamente esenciales para la finalidad del placer sexual…). 4. Asimismo, las mujeres con las que he hablado admiten que una vez que cuentan sus fantasías, éstas pierden parte de su poder de excitación. El hecho de que una fantasía sea secreta tiene un elemento de valor indudable. He compilado una antología de fantasías para que ustedes se exciten. La mayoría de ellas ha logrado excitarme a mí, y muchas de ellas excitaron a las mujeres que « se pusieron a prueba» . No pretendemos que todas ellas sean universales, ni que la colección aborde todas las bases. Sólo se trata de un surtido: el mío. Para cada mujer serán algo distinto. Si estas fantasías las encauzan en sus propias fantasías sexuales cuando estén con su hombre o mujer preferido, o en momentos en los que estén solas —si fomentan la aparición de su fuerza sexual o si las excitan—, habré logrado hacer lo que deseaba desde el principio; sólo eso, pero, a veces, ¿no es lo más importante? ¿Cómo leer este libro? Una colección de fantasías sexuales no es el tipo de libro que sirve para sentarse en un sillón y leer de la primera a la última página en una tarde; en lugar de ello, debe asimilarse sólo con esperanza y planeación. Además, las fantasías deben leerse con lentitud, no más de dos o tres en cada sesión. No se lleven este libro para leerlo mientras esperan su turno en el dentista, durante los descansos para tomar café en la oficina o colgadas de la barra del autobús en horas pico: eso sería un desperdicio. Estas fantasías son de lectura y comprensión fáciles. Sin embargo, dedicamos una cantidad increíble de investigaciones y cuidados para hacerlas así. Lo que desearía que hicieran es que apartaran media hora cuando tengan tiempo, abrieran el índice y escojieran un título que les llame la atención. Después, siéntense en una silla —o mejor todavía— recuéstense en un sofá o entre las sábanas de la cama, y lean con lentitud. Luego, cierren el libro y los ojos. Revivan la fantasía en su propia mente, y esta última le agregará variaciones personales. Dejen volar libremente su imaginación y les mostrará el camino hacia los placeres posteriores, sean los que sean. Recuerden: mi esperanza es que estas fantasías les den más horas de placer; solamente eso… 1. Primera experiencia Tenías catorce años de edad. Catorce años y cuatro meses para ser exactos. No recordabas cuando te diste cuenta por primera vez de los ruidos procedentes del dormitorio situado al otro lado del pasillo, pero debía haber pasado ya un año.

Te acercabas a la puerta del cuarto de tus padres sobre la punta de los pies y, al principio, te limitabas a escuchar. Tu padre y tu madre hacían los mismos ruidos que habías escuchado con tanta frecuencia. Tu padre respiraba con mucha fuerza y, de vez en cuando, gruñía, y tu madre exclamaba « ohhhhh» una y otra vez. Durante muchas semanas, eso se convirtió en una preocupación nocturna. Tu imaginación era vivaz y podías verlos en toda clase de posiciones sexuales. ¡No entendías que tu madre, que frecuentaba la Iglesia, hiciera todas las cosas sexuales que acudían a tu mente! Después de escuchar, regresabas sin hacer ruido a tu cama y, bajo las sábanas, te dabas masaje en la vagina y tirabas con suavidad de tus incipientes pezones. De pronto, una noche, se produjo una sorpresa. Esa noche, tus padres dejaron encendida la lámpara de la mesita de noche. Viste que salía luz bajo la puerta y, al principio, casi te daba miedo acercarte a ella, pero te sentiste atraída como una polilla a la llama. Miraste por el ojo de la cerradura y viste algo que nunca olvidarías: tu madre estaba de espaldas con las piernas totalmente levantadas en el aire y apoyadas en los hombros de tu padre. Este último estaba entre las piernas de la mujer moviéndose, acercándose y alejándose de ella. ¡Repentinamente —de modo incontrolable— estornudaste! —¿Qué fue eso? —oíste que decía tu madre. Te sentías demasiado congelada como para poder moverte, pero viste que tu padre se apartaba de tu madre y viste que su pene oscilaba en el aire con gotas blancas en la punta. Avanzó hacia la puerta y huiste aterrorizada a tu habitación. —No es nada —lo oíste decir, mientras abría la puerta y la volvía a cerrar, por encima de los fuertes latidos de tu corazón. Nunca volviste a animarte a ir hasta la puerta, pero permanecías despierta por las noches acariciándote y preguntándote qué sentirías si tuvieras a alguien que te hiciera esas cosas. Fue en tu primera cita cuando descubriste cómo sucedía. Rudy, un joven de dieciocho años que jugaba en el equipo de basquetbol, te pidió que bailaras con él. El baile tenía poca asistencia y te preguntó si querías ir con él al cine. Le dijiste que sí. Conversaste con él todo el tiempo para ocultar tu ansiedad. En la sala del cine, te sentaste en los lados, lejos de las demás personas. Durante mucho tiempo, sólo viste la película y, de pronto, te diste cuenta de que estabas tan consciente de que Rudy estaba a tu lado que ni siquiera te habías dado cuenta de que Paul Newman te sonreía desde la pantalla. Al cabo de un rato, de modo torpe, Rudy pasó el brazo sobre el asiento por detrás de ti; te sentiste helada. Después, imperceptiblemente, te echaste hacia atrás.

Sentiste que su mano se acercaba más a tu hombro y que, luego, reposaba sobre tu piel desnuda. Mientras tanto, observaba fijamente la pantalla, como si no se diera cuenta de lo que estaba haciendo su brazo izquierdo. Te impulsó más cerca de él y te desplazaste sin resistencia. Cuando se volvió a mirarte, sentiste escalofríos por todas partes. Luego, se inclinó y te besó, y deseaste que volviera a hacerlo. En ese momento comprendiste que lo amabas. Sin embargo, Rudy se echó hacia atrás y pareció embeberse nuevamente en la película. Muy pronto, con la cabeza apoyada sobre su hombro, sentiste que sus dedos se acercaban hacia el centro de tu blusa y que se abría paso lentamente bajo ella, hasta que levantó tu ligero brasier y colocó la mano sobre uno de tus senos. Estabas absolutamente inmóvil. Luego, su otra mano acarició tu pecho izquierdo; tiraba suavemente del pezón y dejaba que su dedo descendiera sobre él. Después, pasó la mano al otro seno y comenzó a hacer lo mismo. Escuchabas tu propia respiración. Pusiste tu mano sobre la suya y se la oprimiste con mayor fuerza sobre tu seno. Entonces, sentiste su otra mano sobre tu muslo: como si hubiera caído allí accidentalmente sin ninguna finalidad. Muy pronto sentiste que su mano se desplazaba bajo tu falda. Involuntariamente, separaste las piernas cuando sus dedos llegaron al reborde de tus pantaletas. Sus dedos juguetearon por afuera y te echaste más atrás en tu asiento, pasó por debajo de la tela y comenzó a acariciarte el vello púbico, que era tan suave y mullido. El resto de sus dedos se unió al primero y tuviste que controlarte cuando avanzó entre tus piernas estirando con fuerza las pantaletas, mientras sus dedos ascendían y descendían por tu montículo. Cerraste los ojos. Luego, hubo un flujo de jugos que no comprendiste muy bien, pero era muy agradable… y te parecía estar flotando… De pronto, te diste cuenta de que la película estaba terminando. Rudy retiró las manos y las luces se encendieron. Se inclinó una vez más para besarte y trataste de apoy ar tu seno izquierdo contra él. Después, como si no hubiera sucedido absolutamente nada, te preguntó: —¿Te gustó la película? —Ya lo creo —murmuraste. —Podemos volver pronto juntos. ¿Te parece? —Sí —respondiste con dulzura—.

Muy pronto.

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