debeleer.com >>> chapter1.us
La dirección de nuestro sitio web ha cambiado. A pesar de los problemas que estamos viviendo, estamos aquí para ti. Puedes ser un socio en nuestra lucha apoyándonos.
Donar Ahora | Paypal


Como Puedo Descargar Libros Gratis Pdf?


Operacion Baluarte – Mariano Mendez Rudilla

Le repito, por última vez, que está en territorio español. ¡Abandone nuestras aguas inmediatamente o me veré obligado a tomar las medidas oportunas! —Las palabras del teniente coronel Santana sonaron a ultimátum. Los hombres bajo su mando se mantenían alerta mientras miraban con expresión amenazadora a los tripulantes de la patrullera marroquí que seguía balanceándose, de forma placida, a escasos metros del muelle del puerto de Chafarinas y del pesquero amarrado en él. Los acontecimientos se habían desarrollado de forma vertiginosa. Dos pesqueros que estaban faenando en el litoral cercano a las islas Chafarinas, de soberanía española, habían sido sorprendidos por unas patrulleras. Uno de los buques había sido apresado y acusado de faenar sin autorización en aguas de Marruecos, el otro, había puesto proa en dirección hacia la isla de Isabel II, la única habitada por tropas españolas, donde logró refugiarse a tiempo. —El pesquero estaba faenando en aguas marroquíes. Estaba haciéndolo ilegalmente. ¡Tienen que entregárnoslo ahora mismo con toda la tripulación! El joven teniente Ahmed Tarik, al mando de la patrullera, se expresaba en un español con marcado acento y, bajo el implacable sol de la tarde, empezaba a notar la garganta reseca. Sin embargo, la orden que había recibido desde lo más alto en la cadena de mando de la Gendarmería Real, no podía ser cuestionada: «Tienen que capturar a los dos pesqueros y, junto con la tripulación, llevarlos lo antes posible al puerto de Alhucemas». Era una orden extraña y tajante, pero, él no era nadie para poner en duda las decisiones de un general. —¡Comandante, dé la alarma! El comandante del Río transmitió por radio la orden al centro de operaciones y, tras unos segundos, comenzaron a sonar las sirenas por toda la isla. De inmediato, los hombres que estaban en el pequeño puerto apuntaron con sus armas a los tripulantes de la patrullera marroquí. Mientras eso sucedía, fueron saliendo de los edificios de la base el resto de hombres del Grupo de Operaciones Especiales al mando del teniente coronel Santana, posicionándose en lugares preseleccionados con la clara intención de defender las islas Chafarinas. En breves segundos, los gendarmes se vieron rodeados por una treintena de soldados apuntándoles con fusiles de asalto HK G-36 K de 5,56 mm, ametralladoras HK MG-4 de 5,56 mm y lanzacohetes portátiles Instalaza C-90 de 90 milímetros. El teniente marroquí sabía que los miembros del MOE (Boinas Verdes o, como ellos mismos se autodenominaban, Guerrilleros) no dudarían ni un segundo en cumplir las ordenes de abrir fuego que les pudiera dar el teniente coronel, por lo que comprendió que era el momento de retirarse. La patrullera de la clase ARCOR 53 de diecisiete toneladas, dieciséis metros de eslora y cuatro de manga, solo disponía como arma principal de una ametralladora Browning M2 de 12,7 milímetros en la proa y del armamento individual, varias pistolas al cinto, que llevaban los marineros en esos momentos. Nada que hacer ante a lo que tenían enfrente. Él había hecho todo lo que estaba en su mano. Ya encontraría la forma de explicárselo a su superior. —¡Esta amenaza es un atropello! ¡Aténgase a las consecuencias! —gritó el gendarme indignado. Mientras la patrullera abandonaba el puerto el teniente coronel Santana llamó al comandante del Río a su lado. —Luis, que lleven a los pescadores al puesto de mando, quiero hablar con ellos. Y envía una escuadra a la isla del Congreso y otra a la isla del Rey. Que vayan bien preparados y con medios de vigilancia.


El teniente coronel Santana era un militar con larga experiencia en operaciones en el exterior y con una hoja de servicios envidiable, que muchos hubieran querido conocer y otros, olvidar. Metió la pistola HK USP de 9 milímetros parabellum en la funda de la cadera al tiempo que seguía contemplando la patrullera de la Gendarmería Real alejándose de la isla. —¿Cree qué esto irá a más? —preguntó el comandante del Río después de dar las ordenes recibidas del teniente coronel a dos de los capitanes que estaban bajo su mando. El comandante Luis del Río siempre «Les había tenido muchas ganas a los marroquíes». ¡Y no solo por razones de índole personal! Por su cabeza pasó la ocupación de Perejil y la recuperación del islote por parte del Mando de Operaciones Especiales en el año 2002. Él no había tomado parte en la operación de reconquista al estar destinado, en aquel momento, en Bosnia y Herzegovina. Se había quedado con las ganas y no le importaría que los marroquíes lo volvieran a intentar. —No lo sé. Pero ya sabes que no me gusta correr riesgos. Mientras el teniente coronel Santana subía por el camino que le llevaría al puesto principal de la isla para informar de todo lo ocurrido al general de brigada que dirigía el Mando de Operaciones Especiales de Rabasa, Alicante, y a la Comandancia General de Melilla, de la que dependía administrativamente el archipiélago, desvió la mirada hacia la reconstruida Iglesia de Nuestra Señora de la Purísima Concepción y pensó en lo ocurrido. Era obvio que los dos pesqueros estaban faenando en aguas españolas, muy cerca de la isla del Rey, y las patrulleras no dudaron en atraparlos. Habían aparecido de improviso y fueron a por ellos desde que pasaron por el cabo del Agua, en la cercana costa marroquí. Además, le sorprendió la actitud de claro desafío del teniente al mando de la patrullera. No era solo valor sino que tenía la sensación de que al gendarme le hubieran dado órdenes expresas de capturar a los pesqueros españoles. —Espero que esto no vaya a más —murmuró para sí mismo el teniente coronel Santana. Se equivocaba. Solo era el comienzo de la Operación Baluarte. 2 25 de mayo Ministerio de Defensa, Madrid 20:23 horas En una de las pantallas que había en la sala de situación se mostraba un plano del satélite, iluminado, donde se podían divisar los relieves de las islas Chafarinas y la cercana costa marroquí. —¿Dónde creen que llevarán a los pescadores apresados? La secretaria de estado de la defensa, Julia López Egido, de cabellera larga y morena, esbelta figura y vistiendo un traje pantalón negro satén, miraba con gran interés hacia otra de las pantallas en la que se exponía un plano del sur de España y el norte de Marruecos. Aunque de pequeña estatura y modos corteses, todos los presentes tenían un gran respeto por ella. Sabían que era la auténtica mano derecha del ministro de defensa y a quién escuchaba en primer y último lugar a la hora de tomar decisiones. —Creemos que, por la dirección que ha tomado la patrullera con el pesquero capturado, es muy probable que se dirijan a la ciudad de Alhucemas. Es el único puerto militar que tiene Marruecos en el mar Mediterráneo. Las palabras del general Santiago Berria, Jefe del Estado Mayor de la Defensa, no tranquilizaron a la secretaria de estado. —¿Un puerto militar? Esta claro que, para los marroquíes, este asunto es algo más que una cuestión de pesca ilegal por parte de unos pescadores despistados —dijo Julia López con ironía mientras situaba en el mapa la ciudad de Alhucemas.

La amplia sala del Ministerio de Defensa dedicada a las situaciones de crisis estaba solo en parte iluminada. La luz era enfocada hacia la mesa ocupada por los asistentes allí reunidos y dejaba a oscuras el resto de la estancia, excepto uno de los laterales en donde se situaban diversas pantallas que, en aquellos momentos, mostraban diversos planos, fotografías y datos. —Según el teniente coronel Santana y los pescadores que están en Chafarinas, no faenaban en aguas de Marruecos sino en las nuestras. ¡Y yo les creo! Acompañando sus palabras con vehemencia, el Jefe del Estado Mayor del Ejército de Tierra, general Carlos Caracena, apoyó con firmeza una de las manos en el informe que tenía encima de la mesa.—Podrían estar errados. ¿Por qué está tan seguro de que ese teniente coronel no se equivoca? Esteban de Ibarra, director del Centro Nacional de Inteligencia, tenía reclinada la cabeza en el respaldo del sillón y las manos cruzadas sobre el estomago, mientras miraba de reojo al general Caracena. No le gustaban los militares. No era algo personal, simplemente, creía que se debían dedicar solo a «sus cosas». En los tres años que llevaba en el cargo había batallado por conseguir que todos los servicios de inteligencia del estado fueran unificados bajo su mando, incluidos los militares, sin conseguirlo. Por eso, siempre que se reunía la Trilateral, le gustaba provocar a aquellos «soldaditos con medallas» como a él le divertía llamarlos. La Trilateral, como era conocida con ironía por sus miembros, estaba compuesta por los Jefes de Estado Mayor de los ejércitos de Tierra, Aire y el Almirante Jefe del Estado Mayor de la Armada, encabezados por el Jefe del Estado Mayor de la Defensa; la secretaria de estado de la defensa y, el director del Centro Nacional de Inteligencia. Tenía la función de hacer llegar al ministro de defensa el análisis de la situación y los pasos encaminados a solucionar cualquier eventual circunstancia que implicase al departamento. Aunque el CNI estaba adscrito al Ministerio de la Presidencia, siempre que se producía una crisis que afectaba al Ministerio de Defensa, era incorporado al desarrollo y resolución de la misma, debido al amplio conocimiento de los temas que se trataban.

.

Declaración Obligatoria: Como sabe, hacemos todo lo posible para compartir un archivo de decenas de miles de libros con usted de forma gratuita. Sin embargo, debido a los recientes aumentos de precios, tenemos dificultades para pagar a nuestros proveedores de servicios y editores. Creemos sinceramente que el mundo será más habitable gracias a quienes leen libros y queremos que este servicio gratuito continúe. Si piensas como nosotros, haz una pequeña donación a la familia "BOOKPDF.ORG". Gracias por adelantado.
Qries

Descargar PDF

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

bookpdf.org | Cuál es mi IP Pública | Free Books PDF | PDF Kitap İndir | Telecharger Livre Gratuit PDF | PDF Kostenlose eBooks | Baixar Livros Grátis em PDF |