debeleer.com >>> chapter1.us
La dirección de nuestro sitio web ha cambiado. A pesar de los problemas que estamos viviendo, estamos aquí para ti. Puedes ser un socio en nuestra lucha apoyándonos.
Donar Ahora | Paypal


Como Puedo Descargar Libros Gratis Pdf?


Nuestra casa encantada – Salva Valero

Cada noche, volvía a morir una y otra vez. Sabía que volvía a ser un sueño, pero no por ello era menos angustioso. Aunque se imaginaba a sí misma tumbada en la cama, protegida bajo las sábanas y hundiendo su somnolienta cabeza sobre la almohada, aquella pesadilla era demasiado real. Pese a que todo terminase al despertar, aún le quedaba una atormentada espera. Todas las noches, se repetía. Apenas había variaciones en aquella secuencia de imágenes desagradables. Creía haber memorizado cada elemento y, sin embargo, seguía viviéndolo con pavor. Ese largo pasillo, esas velas que se iban apagando a cada paso, creando una insinuante y desconfiada oscuridad a sus espaldas. La tercera puerta a la izquierda que se abría sola, el extraño rugido que se oía tras ella y, por mucho que se adelantase, todo ocurría siempre igual. Ella ladeaba su cabeza, intentaba ver qué había dentro y solo era desalentada por un insoportable hedor que emanaba de allí. Como cada vez, decidía al paso de ir caminando por ese pasillo mientras nuevas puertas se abrían. De una de ellas, provenía una llamarada que siempre le hacía agacharse, temerosa de ser quemada. Más adelante, la puerta que no se abría, pero de la que se escuchaban estruendos en su interior, como la más violenta de las tormentas. Y casi al final, cuando asumía que no era libre de sus movimientos y que avanzaba casi por inercia, él venía corriendo por detrás y ponía su frágiles dedos huesudos sobre su boca, impidiendo que gritara y apretándola fuertemente contra él, envolviéndola en aquella capa oscura, apagando su luz para siempre. Todo negro, todo oscuro, la muerte. Entonces, ella despertaba, empapada en su propio sudor y no era consuelo saber que estaba viva. No apaciguaba, pasarían las horas rápidamente y la nueva oscuridad volvería a aterrarle con aquellas tortuosas pesadillas. CAPITULO 1 “LA CAPA” Era lo único que podía permitirse, pensó para sus adentros casi como un mantra cuando aquel pizpireto agente inmobiliario le enseñaba esa ruinosa casa como si fuese el palacio de Jasmine. Nada en aquellas paredes le resultaba acogedor. Le ponía nerviosa el papel pintado de todas las habitaciones y lo costoso que iba a ser quitarlo. Tampoco le gustaban esas ventanas viejas de madera podrida que necesitaban un reemplazo urgente. Detestaba que solo hubiese un baño y estuviese en la parte de arriba, junto a las dos únicas habitaciones de reducido espacio. La cocina tampoco era gran cosa y el salón disponía de una enrevesada distribución en dos estancias. –Este tipo de casas han de verse con perspectiva, imagínate cómo puede quedar después de reformar y personalizarla a tu gusto –insistió el comercial, probablemente preocupado de no cerrar la venta ante la cara de estupor de su clienta. –No sé, las fotos previas me habían hecho tener una idea diferente.


¿No tienes más casas similares que podamos visitar? –le pidió Lauren, casi a modo de súplica. –No con tu presupuesto –le recordó aquel joven chico, sonando casi como una bofetada que la regresaba a su nueva realidad. Lauren dio unos pasos atrás, volviendo a la puerta de entrada y contempló lo único convincente de aquella propiedad, el vecindario. Poseía un parque a su derecha donde podía ver a niños correteando, también unos frondosos arboles que silbaban la llegada del otoño y un supermercado cerca para esos atracones frecuentes durante la media tarde que no podía evitar tras su inesperada separación. –Está bien, me lo quedo –aceptó sin apartar la mirada del exterior, alentada porque aquel nuevo lugar fuese apacible y poder comenzar de nuevo. Nada se parecía esa casa a su anterior vivienda, la que había compartido con su marido antes de separarse. Iba a echar de menos aquel apartamento de grandes ventanales en la zona más céntrica de Los Ángeles. Estaba totalmente equipado con muebles de diseño exclusivo personalizado, domótica y esa enorme cama de matrimonio que cada vez se hizo más inmensa cuando Peter se excusaba con trabajo para perderse en las esqueléticas piernas de una veinteañera anoréxica. Cuando Lauren descubrió la infidelidad, después de que Peter admitiera sin escrúpulos que había dejado de sentirse atraído por ella, no lamentó el fin de su matrimonio. Peter había dinamitado sus sentimientos hacia él y ya solo le preocupaba el pánico que le hacía sentir el tener que comenzar de nuevo, desde cero. Le costaba la idea de volver a vivir sola durante una temporada y quizás tener de nuevo citas después de quince años al lado de ese prometedor arquitecto algo gañan y zalamero. “Todo pasa por algo”, musitó su mejor amiga entre dientes mientras apilonaba latas de cerveza vacías sobre aquella cara mesa de cristal en el salón. Para Greta, era lo mejor que le podía suceder y estaba segura que excitantes aventuras le esperaban de nuevo sola. –Oh, sí, seguro, no sé si apuntarme al casting de un reality o empezar una carrera nueva. Por dios, Greta, ya no creas que la vida me va a dar un giro así. Muchas puertas se cierran cuando llevas consigo cuarenta candados –bromeó Lauren sobre su reciente cambio de década. –Mírame a mí, borracha de cerveza como si tuviese quince años en tu última noche en esta casa – dijo su amiga, mostrando sus evidentes síntomas de embriaguez. Greta ya era experta en intentar combatir el paso del tiempo. Le gustaba vestir ropa ceñida, tinte muy claro para su pelo y continuas dietas detox que la hacían emborracharse enseguida, al primer sorbo. Lauren giró la mirada a uno de esos grandes ventanales y sintió miedo al ver el tráfico nocturno de un viernes. Ella no quería salir ahí, era feliz preparando sushi para Peter, leyendo libros en su ebook o sus compras compulsivas por Amazon mientras terminaba la tarrina de un helado con nueces de Macadamia. No había elegido cambiar, no era decisión suya, no aprobaba aquel giro de acontecimientos. –Hoy he dado la señal para una casa vieja, cerca de la estación de metro, junto a ese horno al que fuimos una vez a encargar la tarta de cumpleaños de Jonah, ¿recuerdas? –le explicó Lauren mientras se horrorizó al recordar las costosas obras que iba a tener que hacer para darle un mejor aspecto a su nueva residencia. –Creo que el nuevo novio de Jonah es carpintero, igual te puede ayudar con la reforma –le explicó Greta mientras hacía torpes intentos de ponerse en pie e ir hacia la cocina a por otro bote de cerveza. –¿De veras?, si quedé el jueves pasado con él y me dijo que estaba chateando con un médico.

Creo que voy a tener que hacerme esquemas para recordar la azarosa vida amorosa de nuestro mejor amigo –bromeó. –Es el único que sabe cómo divertirse –asintió Greta mientras regresaba al salón y se dejaba caer en la cómoda chaise lounge purpura que tanto le encantaba, tan mullida y acogedora–. Míranos a nosotras, tú separándote y yo incapaz de volver a conocer a un chico después de lo que pasó con Andrew. Lauren guardó solemnidad cuando su amiga citó aquel nombre. Solo quiso esperar unos instantes y buscar rápidamente otro tema de conversación. No era saludable que Greta pensase en Andrew después de haber bebido. Tanto ella como Jonah habían luchado mucho para que recuperase la sonrisa después de aquel trágico azote de perder al amor de su vida en un aparatoso accidente de tren. –Mañana, puedo llamar al chico de la inmobiliaria y pedirle si puedo volver a ver la casa. Podemos llamar a Jonah y os venís a darme el visto bueno. Aunque ya lo he señalizado, pero me hace ilusión que vengáis, ¿te parece?–propuso animada. –Por supuesto, y ¿sabes, Lauren?, que le jodan a Peter, su apartamento y la zorrita que se está tirando –dijo Greta elevando el tono de voz y evidenciando que había ingerido demasiado alcohol para tan escueta cena verde y sin aliño. –Será mejor que te quedes hoy a dormir aquí, no quiero que te vayas en este estado. Peter me ha dejado la casa durante el fin de semana, se ha ido a contarles a sus padres sobre el divorcio. Estaremos solas, ¿te preparo sábanas nuevas? Greta aceptó con un ligero movimiento de cabeza de arriba abajo mientras insistía en seguir dando unos sorbos a esa ya caliente cerveza que sostenía en sus manos. Lauren fue a la habitación de invitados para prepararle la cama, deteniéndose ante un gran espejo que tenían en el pasillo, enorme, de cuerpo entero. Frenó su caminar y se contempló con dureza. Estaba dolida por cómo Peter la había reemplazado por una chica con casi la mitad de edad que ella. Siempre había llamado la atención de los chicos, era una chica esbelta, con una melena castaña enorme que había mantenido hasta la cintura desde los dieciocho años y unos ojos risueños que cerraba mucho al sonreír. Ella se sentía bien con su imagen, pero lamentaba que él hubiese dejado de encontrarla atractiva. Desde que se lo dijo, había evitado volver a mirarse en un espejo hasta esa noche que, tal vez por la penumbra o las cervezas de más, no se vio tan mal y tuvo un instante de complicidad con ella misma, con cierta intuición de que las cosas no le iban a ir tan mal. Lauren tuvo remordimientos de conciencia cuando solicitó al comercial que le dejase hacer una visita breve a la casa durante la mañana del sábado, excusándose en que su amigo Jonah entendía de reformas e iba a hacerle un presupuesto. No era cierto, su amigo jamás había usado un destornillador en su vida. Le daba tanta repulsa el bricolaje como a Drácula una ristra de ajos. –¿Qué te parece? –le preguntó Lauren al chico cuando volvía a estar allí, esta vez acompañada de sus amigos. El chico de la inmobiliaria los dejó a solas, se quedó en la puerta mientras devolvía llamadas telefónicas.

No parecía estar de muy buen humor, incluso había lanzado una mala mirada al amigo de Lauren. –Yo vigilaría que este chico no nos encierre aquí con candado durante todo el fin de semana – bromeó Jonah–. ¿Has visto cómo me ha mirado?, me suena pero no sé de qué, quizás me escribió por una aplicación de ligue y pasé de él. Jonah no escondía cierta arrogancia y seguridad en sí mismo. Se sentía orgulloso de su cuerpo y, sobre todo, con su rostro casi perfecto de mandíbula prominente y ojos verdes. Sus citas casi semanales le afianzaban tener un físico deseable. Por suerte, para Lauren y Greta había una lectura más profunda sobre el chico, que ocultaba bajo su afán de piropos la carencia de nunca haberse enamorado de verdad. Su treintena finalizaba y los años habían pasado entre amores fugaces, citas express y gran cantidad de revolcones donde no buscar nada más. –Quieres centrarte en la casa, por favor –suplicó Lauren con un tono casi imperativo–. Decidme si hay posibilidades cuando esa manta de polvo sea exterminada, igual que ese papel de pintar terrible y el techo agrietado. En serio, ¿qué os parece? –Bueno, es vintage –se atrevió a opinar Greta, con cierta sutileza, espantada por lo que veía–. Al menos, es una vivienda independiente, te olvidas de molestos vecinos que hagan ruido a altas horas de la madrugada. –Puede salir algo aceptable de aquí, Lauren –añadió Jonah, sumándole una sonrisa y su total apoyo a su amiga–. Haremos todo lo posible para que esta casa luzca tan bella como su propietaria. Lauren aceptó el halago y caminó ella sola unos pasos. Estaba nerviosa con tomar una decisión rápida y lamentarse, aunque no tenía mucho tiempo para encontrar un nuevo lugar. El precio de los alquileres se había disparado y pensó en rentabilizar la mitad que Peter le había dado por el apartamento que compraron una década antes. Ella ya no quería vivir allí, estaba cerca del trabajo del chico y no quería cruzárselo en el supermercado del barrio, agarrado a su nueva pareja. Le gustaba vivir a las afueras, aunque fuese en una casa vieja y desgastada. Alzó la mirada y se preguntó si hacía lo correcto. Nuevamente, pensó en que ella no había escogido ese cambio y estaba asustada con estar dando tumbos sin escoger decisiones correctas. Greta pareció olfatear su miedo, así que fue hasta ella y puso la mano sobre su hombro, mostrándole que no estaba sola. Ella sabía bien lo que era cuando la vida te pone a prueba, arrancándote la falsa calma y rutina con un acontecimiento inesperado. Lauren fue su tabla de salvamento cuando Andrew murió y no la iba a dejar sola en aquella nueva etapa. –Es una casa grande, con mucho que hacer, si quieres puedo venirme durante los primeros días para que no te sientas sola –le propuso con un tono de voz maternal, de protección.

Lauren sonrió y se asustó al saber que no lo había hecho desde que descubrió la infidelidad de su marido. Tal vez fuera un presagio, quizás esa vieja casa iba a darle momentos felices.

.

Declaración Obligatoria: Como sabe, hacemos todo lo posible para compartir un archivo de decenas de miles de libros con usted de forma gratuita. Sin embargo, debido a los recientes aumentos de precios, tenemos dificultades para pagar a nuestros proveedores de servicios y editores. Creemos sinceramente que el mundo será más habitable gracias a quienes leen libros y queremos que este servicio gratuito continúe. Si piensas como nosotros, haz una pequeña donación a la familia "BOOKPDF.ORG". Gracias por adelantado.
Qries

Descargar PDF

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

bookpdf.org | Cuál es mi IP Pública | Free Books PDF | PDF Kitap İndir | Telecharger Livre Gratuit PDF | PDF Kostenlose eBooks | Baixar Livros Grátis em PDF |