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Noviembre 19 (Junio 18 2) – Alison Oropeza

Una a una, soltaba las bocanadas de humo. El cigarrillo le sentaba bien para calmar los nervios, mientras esperaba a su invitada. Había esperado esa reunión en particular durante semanas. Pasaba las noches en vela, preguntándose una y otra vez si había elegido bien el lugar. A pesar de que Matías se empeñaba en decirle que no debía preocuparse, Erika no terminaba de convencerse de que el Sanborns de la Av. Paseo de las Palmas fuera el lugar propicio. Mucho menos el área de fumadores. Estaba a punto de dar el primer paso para conseguir el mejor contrato de su carrera. Al menos, hasta ese momento. Y la adrenalina que sentía por abrir sus alas y emprender el vuelo, no le permitía alejarse del cigarrillo. Se mantenía atenta a su hermoso reloj MVMT de cuarzo, a pesar de que Matías pensaba que ya se veía demasiado out. Erika no quería desprenderse de él. Zuri era la única que parecía entender cómo las personas suelen aferrarse a las cosas que compran con el primer sueldo. La paciencia de Matías se agotó al percatarse de que Erika temblaba. Los nervios eran tantos, que daba caladas en intervalos cada vez más cortos. Erika lo miró con fastidio e indignación cuando él le quitó el cigarrillo para apagarlo en el cenicero de la mesa. Dejó los cigarrillos de Erika en el portafolios y le acomodó los collares que combinaban a la perfección con ese vestido entallado que remarcaba sus curvas. Le acomodó también el cabello, para que las ondas se vieran tan espectaculares como siempre. Erika sólo pudo entrar en razón cuando Matías le obligó a tomar el gel antibacterial. Y tras rociarle a ella un poco de perfume, pudieron estar seguros de que nada escapaba de sus manos. Erika retocó el tono caoba de sus labios, antes de soltar un suspiro y aceptar la menta que Matías le ofreció al final. Matías se agachó para devolver el gel al maletín. Cuando volvió a mirar, las piernas de Erika ya estaban temblando. —¿Nerviosa? —dijo él. Ella respondió con una sonrisa.


Matías la tomó de las manos para evitar que el cigarrillo fuera reemplazado por sus uñas. —Esto es lo más grande que hemos hecho hasta ahora… —dijo ella—. Tiene que ser perfecto. Trajiste todo, ¿verdad? ¿No se quedó nada en el almacén? —Ya te dije un millón de veces que sí. Todo va a salir bien, mi vida. Preocúpate si no la conociéramos, porque entonces sí te estaría destripando por ponerte a fumar ahorita. —Ella también fuma. Y se supone que tenemos que hacer que nuestros socios se sientan cómodos, ¿no? —Se supone… No sé. ¿Qué hace tu madre cuando tiene este tipo de reuniones? —Llevarse a los suyos a lugares que ni poniéndote a vender las nalgas podríamos pagar… Erika comenzó a tamborilear con sus dedos en la mesa. Matías esbozó su mueca de fastidio, a pesar de que había pasado ya suficiente tiempo como para acostumbrarse al pesimismo de Erika. Diez años, para ser exactos. La espera se volvió eterna, hasta que el reloj marcó las once en punto y Matías la obligó a quedarse quieta en el momento preciso. Erika hubiera deseado ver el hermoso McLaren negro a través de las ventanas para tener el tiempo de llenarse de valor. No podía explicar por qué era que le ponía tan nerviosa la idea de ver llegar a esa hermosa mujer, sabiendo que se veían casi todos los días y que esa reunión podía considerarse como sólo una formalidad. El mayor atractivo de Zoé Alarcón era que el cabello corto y platinado le quitaba diez años de encima. Era experta en resaltar sus rasgos con el maquillaje minimalista. Una mujer dispuesta a comerse el mundo que tenía en sus manos. Se vestía como toda una reina del estilo, quitándose las gafas oscuras como si hubiera estado en una pasarela. No cabía duda de que sólo ella podía ser la hija de Romina Bianchini. El estilo frío y sofisticado de Zoé contrastaba con la imagen juvenil y cálida de Erika. Representaban la colisión armónica de dos mundos, capaz de reparar cualquier rencilla del pasado. Hubo un intercambio de besos en las mejillas. Tomaron sus asientos y pidieron el desayuno. Erika aprovechó el momento para leer sus mensajes. Zuri le había enviado fotos de dos vajillas diferentes, y quería saber cuál combinaría mejor con la batería de cocina que acababan de comprar por catálogo.

—El tráfico está espantoso —se quejó Zoé—. Me caga venir hasta acá. Para la otra, te toca ir a Toluca. —Espero que sí —sonrió Erika, dejando el móvil a un lado—. Eso significaría que todo salió bien. Zoé devolvió la sonrisa. Tal y como Erika esperaba, Zoé quiso acompañar el café con un cigarrillo. Matías ya había aprendido a controlar el asco que le producía el olor de la nicotina. Apenas tuvieron la oportunidad de beber un par de tragos de café, antes de que Zoé demostrara con creces por qué era que ella solía tomar las riendas de todo lo que se le ponía enfrente. —So? Enséñame lo que tienes. Convénceme. Erika lo tomó como un reto personal. Matías echó mano del portafolios. Zoé apartó el cigarrillo, mientras una a una iban apareciendo las hojas que Matías dejaba en la mesa. Seis diseños de outfits distintos, junto con un bloc de dibujo que Erika tomó como a su más preciado tesoro. —Es una colección de otoño-invierno —dijo Matías—. Tenemos estilo algo de estilo grunge y algo de indie. Tratamos de darle la vuelta a los colores de la temporada, para meter pasteles. —Es bastante genérico… —se quejó Zoé—. Es ropa de mujer. No suena mal, pero… Si quieren que entremos pisando fuerte al mercado internacional, entonces necesito algo más. —A lo mejor tienes razón —intervino Erika—, pero ese es el punto. Tú piensas que es ropa de mujer, pero es una colección unisex. —Sabemos que la moda inspirada en el body-positive ya está out —asintió Matías—. Ya se hizo consciencia sobre aceptarse a uno mismo, y la gente entiende los riesgos del sobrepeso y la obesidad.

Y también tenemos pensado que nuestros diseños estén en tallas regulares y tallas extra. —Aunque nunca falta la típica radfem que quiere adoctrinar en amor propio y body-possitive —continuó Erika—, pero que se la pasa tratando de cancelar a la industria de la moda porque no entiende que no todos los jeans tienen el mismo corte, ni están hechos con la misma tela… Pero hay algo que todavía necesita visibilidad. México sigue siendo México. ¿De qué otra forma puede darse el debut de esta colección, si no es ofreciendo algo con perspectiva LGBTTTIQA+? Zoé analizó cada palabra, tomando uno de los bocetos para analizarlo detalle a detalle. Le concedió a Erika una victoria bien merecida por haberse tomado el tiempo de detallar cada costura. Bebió un sorbo de café y le dio una calada al cigarrillo. —La perspectiva de género quedó out hace como diez años… —dijo con cautela—. Pero creo que podemos colgarnos del feminismo para que esto se venda. —Pero no está enfocada hacia las mujeres exclusivamente —dijo Matías—, y ya sabes que nos han querido cancelar un chingo de veces porque nuestros diseños pasados no eran lo suficientemente feministas… Lo que sea que eso signifique. —Esta colección está pensada para cualquier persona que se la quiera poner —secundó Erika —. Hombres, mujeres, no binarios, genderfluid… Sin importar la forma en la que se identifiquen, nuestros diseños son para ellos. —Esto me suena mucho a las ideas que tenía Sol, en la uni —dijo Zoé. —Sí, pero Sol quería proponer camisetas y jeans de colores neutros para los niños, porque todo lo demás le parecía sexista —respondió Erika—. Nosotros vamos más allá. Nuestros diseños no ignoran que, biológicamente, los cuerpos son distintos. Y nosotros tomamos esa diferencia para convertirla en algo útil.

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