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Love is in the air – Mariah Evans

No le iba a volver a hacer caso. Era la segunda cita que le montaba su amiga Dana y, esta vez, sí que estaba segura. Ni una más. Por más que insistiese, que se lo vendiese como que aquel era el hombre indicado para ella, no iba a volver a caer en la trampa. No más citas a ciegas. ¡Aquella era la última! Abby colocó un mechón de cabello rubio tras su oreja y asintió mientras daba un sorbo a su copa de vino. —Como ves, todo se reduce a saber negociar. —Sonrió él de forma atractiva—. Lo esencial es conocer perfectamente la capacidad económica y financiera de la empresa que diriges. Segundo —indicó con su dedo—, conocer el mercado en el que te mueves. Tercero, y casi el más importante — enfatizó—, conocer a tus competidores. Abby soltó la copa de vino con cuidado sobre la mesa. —Me has dicho que te dedicabas a… —dejó la frase sin acabar. —Soy gerente financiero de una compañía de seguros —contestó Jack con una gran sonrisa. Colocó los codos sobre la mesa y entrelazó los dedos de sus manos a la altura de sus labios, observándola pensativo—. Desde seguros de vida a seguros médicos, de hogar… —Ya —rió Abby tontamente mientras cogía la copa de vino de nuevo. “Tierra trágame”, pensó mientras daba otro sorbo y miraba en dirección al camarero al que habían pedido la cuenta hacía diez minutos. ¿Por qué tardaba tanto? En un principio, cuando había visto por primera vez a Jack Harris frente a la puerta del restaurante le había causado muy buena impresión, incluso por su mente había rondado la idea de que su amiga Dana quizá hubiese tenido razón. Un chico atractivo. Rubio, ojos marrones, más alto que ella, lo cual no era ningún logro dada su estatura de metro sesenta y cinco… En definitiva, un chico con buena presencia. Aquella había sido su segunda cita organizada por Dana, según ella, el hijo de unos amigos de sus padres. Todo había ido bien hasta que había sido consciente de que Jack no dejaba de hablar. No sabía si era porque la pasión por su trabajo lo tenía absorbido o porque no sabía hablar de otra cosa, pero le estaba explicando con pelos y señales, durante toda la cena, en qué consistía su trabajo, sus logros, cómo había logrado asumir partes del mercado que anteriormente no tenían… En fin, una velada muy, muy aburrida que ni las copas de vino que había bebido habían logrado animar. —Supongo que con tu profesión debes tener seguros de todo tipo, ¿verdad? Abby casi se atragantó con el vino mientras volvía a depositar la copa sobre la mesa. Sonrió con una sonrisa forzada.


—Jack, no pensarás venderme un seguro, ¿no? —bromeó, aunque aquella pregunta llevaba implícito un ligero toque de atención. —No, por supuesto que no —explicó divertido—. Pero supongo que una azafata de vuelo… —Auxiliar de cabina —corrigió ella rápidamente. —Sí, eso. Una azafata de vuelo tendrá todos los seguros necesarios — continuó sin darle importancia a la rectificación que ella le había hecho. Desvió la mirada a un lado cuando el camarero dejó la cuenta en la mesa. Iba a cogerla cuando Jack se adelantó. —No hace falta —indicó Abby mientras abría el bolso al ver sus intenciones. —No te preocupes, insisto —dijo Jack extrayendo la cartera de piel de su americana—. Lo he pasado muy bien —continuó con una gran sonrisa. Ella volvió a desviar la mirada hacia un lado para no mantener el contacto visual. —Sí, yo también. —Podríamos repetir —continuó risueño mientras dejaba unos cuantos dólares en la pequeña bandeja plateada. Ella seguía sin mirarle, evitando así que él pudiese clavar su mirada en sus ojos. Era incapaz de mentir sin que se le notase. Nunca se le había dado bien. —Claro. —La semana que viene tengo el viernes libre. El sábado tengo una cena con una importante empresa: calzados Benson —indicó mientras se ponía en pie—. Espero poder conseguir que la empresa contrate nuestros seguros. — Abby se puso en pie con una sonrisa—. Así que, si quieres, el viernes podríamos… —La semana que viene tengo vuelos —indicó ella mientras se ponía el abrigo. —¿Toda la semana? —preguntó sorprendido. —Creo que sí —respondió acelerada—. Me pasaron el roster la semana pasada y no lo recuerdo.

—¿El roster? —preguntó mientras le indicaba con un movimiento de cabeza que pasase delante de él para dirigirse a la puerta de salida del restaurante. —El horario —aclaró ella—. Creo recordar que la semana que viene trabajo casi toda la semana. Jack se adelantó a ella rodeándola por un lado y abrió la puerta para permitirle el paso. —Qué caballero —bromeó ella mientras salía por la puerta que Jack mantenía abierta. Aquel gesto la cogió de improviso, así que se limitó a sonreír y salió a la calle, donde el frio viento de finales de noviembre hizo que sus cabellos volasen hacia atrás. Abrió su bolso y buscó los guantes. —Bueno, pues… tienes mi número —continuó Jack en tono resuelto—. Si quieres podemos hablar esta semana y concretamos una segunda cita. Abby gimió, lo miró y sonrió levemente. —Claro —susurró con fingida emoción mientras cerraba los ojos unos segundos, pues el viento movía sus cabellos rubios hacia delante. Ni loca pensaba quedar de nuevo con él, pero no quería ser descortés o herir sus sentimientos. Ambos se miraron unos segundos hasta que ella fue quien tomó la iniciativa y tendió la mano para estrechar la de él. —Encantada de conocerte, Jack. Jack estrechó su mano con una gran sonrisa. —Igualmente, Abby. Abby se soltó de su mano y dio unos pasos por la acera en dirección a la carretera para buscar un taxi. —¿Quieres que te acerque a tu casa? —preguntó Jack desde atrás. En ese momento un taxi apareció al final de la calle y, por suerte para ella, una luz indicaba que estaba vacío. Elevó la mano con efusividad para llamar

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