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Lo que nunca te cante, Cara B – Lena Valenti

R Capítulo 1 Tres días después del beso en la cápsula del tiempo elativizar: «Conceder a algo un valor o una importancia menor». Sé que sería capaz de hacerlo si no me reventaran las noticias que estoy viendo y que ya han pasado a papel en las revistas rosas. Y me pone muy nerviosa. Porque no lo entiendo ni pertenezco a ese mundo. Pero ya son muchos los que me han llamado. Mi padre, mi madre, Ágata, Bert, incluso mi primo Ricky que ya ha vuelto de su último viaje, se han hecho eco de los chismes, y ellos que me conocen bien, sí me identifican en esas instantáneas. Andreu no deja de escribirme y de preguntarme al respecto. Y yo la verdad es que le ignoro de maravilla. Pero a los demás, sí les he tenido que aclarar varios puntos: el primero, que fue un intento de atraco y que tenían una navaja no una libretita. El segundo, que Queen no iba borracha. Y el tercero, que fue ella quien me besó. No nos estábamos besando, ahí al menos no. Al menos no saben dónde vivo y no hay paparazzis en mi puerta. Sigo medianamente a salvo. Tengo la cabeza hecha un lío. No sé dónde me estoy metiendo. Ni siquiera sé cómo me siento respecto a ella. Yo creí que estaba jugando como ella, que no corría ningún peligro. Pero no sé… cuando una juega, lo disfruta y es momentáneo. No se está pensando continuamente en esa persona como me pasa a mí con la Reina Abeja. Y ya que ha sido ella la que me está volando la cabeza, quiero que me aclare las cosas un poco. Y ahí viene el punto que más me indigna. Lo que peor me sabe es que he intentado hablar con Queen todos estos días, y no ha dado señales de vida, pero ni siquiera en el grupo de «Eurobeesivas». Loli está en Madrid con ella. Sé lo que están haciendo.


Incluso la he escuchado en algunas entrevistas en radio y la he visto en televisión. Y cuando la veo me pongo enferma en el buen sentido y en el malo. Me pongo contenta por verla y me coge un nudo en el estómago. Mira a través de la pantalla y parece que la tenga ahí en frente y que me mire a mí. Pero al mismo tiempo, siento las brasas de la ira quemándome y me arde la punta de la lengua por todo lo que quiero decirle y no le digo. Porque ella no me lo permite. Está pasando de mi cara como yo de los horóscopos. Y es muy frustrante. Oteo con melancolía el ejemplar que me regaló. Hoy es miércoles y ya he salido de la escuela, y estoy en el sofá de mi casa, tocando las tapas con los dedos y recordando muchas cosas. Como una loser total. El modo en que recitó de memoria la poesía que más me gusta del mundo mundial, las risas que nos echamos, la abeja de Pandora que pende de mi pulsera… El maldito beso que no puedo borrar de mi memoria. En realidad, nos medio enrollamos. O eso quiero valorar, claro. Besos con lengua, toqueteos y presiones entre las piernas con cualquier parte del cuerpo creo que es considerado rollo. Resoplo y miro al techo porque estoy muy extraviada. Me gustan los hombres. Me encantan. Me ponen. Nunca me he enrollado con una mujer. Ni siquiera he sentido deseos de ello por miles de bellezones que haya por la calle. O por mucho que me hayan tirado la caña, que sé que me ha pasado y me he hecho la loca porque nunca he estado interesada. Pero esta chica que se ha cruzado en mi camino, con todo ese aura que desprende y con el modo en que me mira, que parece que yo sea un enchufe y ella un interruptor… Está haciendo que camine por una cuerda como un trapecista sin red. Necesito hablar con mi primo Ricky, con urgencia. De hecho, tiene que estar al llegar ya.

Miro el reloj. Son las seis y media de la tarde. En realidad, necesito charlar con cualquiera que pueda darme algún consejo y me ayude a aclararme. Porque lo cierto es que estoy muerta de miedo ahora mismo, por estar en una dimensión muy conocida por todo lo que me rodea y porque sé que está a la orden del día, pero muy desconocida para mí, que creía tener muy claro mis preferencias sexuales y que nunca había dudado sobre ello. Ágata también se viene a cenar a casa. No hemos hablado mucho del fin de semana, porque no la he visto de buen humor, y sé que a ella también le pasa algo. Tal vez hoy se anima a contarme lo que sé y ella no me ha dicho. Creo que se ha enamorado de Bert como una loca y que ha sido ipso facto. Enamorarse de verdad, como nunca se ha enamorado de nadie. Y sé lo mal que lo pasa Ágata cuando no tiene el control y no es ella la que parte el bacalao. Así que supongo que tiene que estar tan o más perdida que yo. Porque yo no sé qué mierda siento. Solo sé que siento cosas y que las quiero identificar. Os voy a hablar de mi primo Ricky. Ya os he dicho que es Instagramer y que le pagan por hacer viajes. Tiene un sueldazo gracias a todos sus seguidores y a la publicidad que le patrocina. Ricky tiene veintiocho años, es altísimo, tiene músculos que yo no sé ni que existen, su pelo es castaño oscuro y ondulado y sus ojos azules son infinitos. Y es gay. Es el hombre más masculino del mundo, tiene voz de barítono y menos pluma que grasa en su cuerpo. Y si lo viérais no os creeríais que le van los tíos. Pero sí. Es homosexual y jamás en su vida se ha fijado en una mujer. Él siempre dice que desde que tiene consciencia le han gustado los hombres. Pero que fue Madonna quien le abrió los ojos de verdad. Vete a saber por qué.

Pero eso dice él. Ha vuelto de un viaje a Ámsterdam y está cansado pero deseoso de verme y de que hablemos. Ya le he colocado en la habitacioncita de abajo. Ha dejado sus maletas Louis Vuitton bien colocadas en una esquina y ahora lo único que hace es darme un abrazo de oso que me deja sin aire. Me huele el pelo y sonríe contra mi coronilla. —Enana, cuánto te he echado de menos. A ti y a tu champú de fresa. —Ay, Ricky… —¿Qué te pasa? Cuéntaselo todo al primo. Nos quedamos en la cocina y nos sentamos alrededor de la barra que hay que es tipo encimera y que da al salón, porque es abierta como las cocinas americanas. Le sirvo un agua con gas y yo me hago un cortado. De fondo se oye la tele que está encendida. Nos miramos fijamente y solo con sonreírnos nos entendemos. —A ver… hemos quedado en que tú eres la de la revista, ¿verdad? Tú eres la mala influencia para Queen —se burla. Yo dejo caer mi cabeza y apoyo la frente en la superficie. —En serio… estoy superada. —Os besasteis. —No. Ahí no —le dejo claro mirándolo con la mejilla apoyada en la mesa —. Ahí me besó ella. Pero el sábado fuimos a una fiesta con Ágata. Y nos metimos en una cápsula del tiempo… —¿Ibais colocadas? —pregunta incrédulo. —No, no. Era una cápsula real. Y ahí sí que nos besamos de verdad. A Ricky le chispea la mirada, está muerto de interés.

Pero antes de que prosiga, mi interfono suena. —Esa es la chocolate —me dice Ricky. —Síp. Me levanto, arrastro los pies hasta la entrada y sin contestarle le doy a abrir. Medio minuto después está Ágata en la puerta. Tiene los ojos rojos, y ha estado llorando. Mi mulata de ojos verdes lo está pasando mal. Así que nada más vernos, ella da un paso hacia mí y nos fundimos en un abrazo. —Esto es una mierda —me dice entre hipidos—. Y tú… tú tienes algo con Queen, so cerda —espeta lacrimogéna—. Y no me lo pensabas contar nunca… Yo me echo a reír y le acaricio el pelazo. —Ni siquiera yo sé lo que tengo que contarte, Ágata… —confieso cada vez más afectada por todo—. Solo sé que también estoy disgustada. —Uy, menudo drama… —murmura Ricky con su voz grave, aunque su pose es de cotilla—. A ver: sentaos aquí las dos, que esto me lo tenéis que contar bien —retira un taburete para que Ágata se siente, y señala el que yo tenía para que haga lo propio. Ágata le da un abrazo, sorbiendo por la nariz y le musita. —Riquití… —así lo llama ella—. ¿Por qué no eres hetero y nos casamos? —Porque te haría muy infeliz, cariño —le contesta dándole una cachetada en el culo—. Venga, aquí las dos con el tito. Hablad de una vez. —Yo no pienso hablar con un agua con gas —señala Ágata secándose las lágrimas con la manga de su chaqueta tejana—. Dame chocolate y guarradas. Encima me tiene que bajar la regla… —Sí, como si necesitáramos la excusa de la regla para comer mierdas — susurro abriendo la despensa y poniendo encima de la mesa todo lo hipercalórico, grasiento y demoníaco que tengo en casa. —Primero tú —Ágata abre los paquetes de patatas fritas y los de chocolate con almendras, y va mezclando—. Dime que estoy equivocada y que no vi cosas raras el sábado entre tú y ese ángel de la seducción y la fantasía… De ángel nada, pienso.

Queen es una demonia. —No sé qué deciros —explico encogiéndome de hombros—. Es fácil sentir las cosas que siento pero es difícil encontrar palabras que las describan. Yo… no sé… —Empieza por el principio para que lo entendamos —dice Ricky. Y yo, ni corta ni perezosa decido hacerles un megaresumen de todo lo que me ha pasado con Queen hasta la fecha. Dos tabletas de chocolate y dos bolsas de patatas enteras después, acabo mi relato y ellos mantienen silencio durante unos tensos segundos. Ricky se cruza de brazos y se sonríe, como si estuviera orgulloso de mí. Y Ágata ni siquiera parpadea, hasta que suelta un: —¡Que os habéis enrollado en la cápsula del tiempo! ¡Y yo no me he enterado! Ricky se ríe pero me sujeta la mano con fuerza. —¿Qué soy? —les pregunto—. ¿Soy hetero, heteroflexible, soy bisexual, soy lesbiana, pansexual…? He leído mogollón de definiciones y no encajo en ninguna. ¿Qué mierda soy? ¿Un Teletubbie? ¿Me podéis ayudar a entenderlo? Ricky niega con la cabeza y me contesta comprensivo: —Es mucho más sencillo que eso, primita. Mucho más. Tú. Eres. Kira — me da un toquecito en la nariz con su dedo índice—. Nada más y nada menos. Solo eres tú abriéndote a la vida y al amor sin prejuicios ni etiquetas. No eres ni una cosa ni la otra. Te estás permitiendo sentir en la máxima expresión de la palabra, sin tabúes. Sin barreras. Solo tú y la forma en la que venga el amor. —Mira, a mí me encantan las mujeres en la cama —me contesta Ágata cogiéndome la otra mano—, y el sexo es una auténtica maravilla entre nosotras, que también las hay muy torpes —me asegura bizqueando—… pero yo sé que no me puedo enamorar de ninguna mujer, porque si yo no me soporto como hembra, ¿cómo voy a soportar a otra durmiendo conmigo? Además, adoro el rol de un hombre en mi vida. Me gusta ese tipo de relación amorosa. Me gusta tener un tío grande, tosco y torpe a mi lado. Pero entiendo perfectamente que puedas sentir cosas hacia esa mujer, Kira.

Porque ella no es normal, joder. No es de este mundo. ¿Le habéis visto el culo? Esa tipa es demasiado. —Yo soy gay. Muy gay —me dice Ricky provocándome una carcajada—. Me gustan los hombres. Solo los hombres. —Queen es bisexual. Le gustan las mujeres y los hombres —digo yo. —Pero ninguno somos una cosa u otra —insiste Ricky—. Tienes que grabártelo en la cabeza. Las etiquetas se crean para pertenecer a colectivos y no sentirte tan solo. Pero lo cierto es que no somos una marca ni un grupo ni un logo, Kira. Somos personas enamorándonos y amando libremente a otras sin mirar géneros, colores o formas. Solo seguimos nuestra atracción y nuestro corazón. Y tú no tienes que pensar en si eres lesbiana o no, que ya te digo yo que no lo eres —me aclara. —Tampoco eres bisexual —musita Ágata abriendo otra tableta de chocolate—. Yo soy cien mil veces más bisexual que tú, por llamarme algo. —Tú eres golfa, Antonia —le suelta Ricky. —Vale. Lo acepto —a Ágata eso no le ofende así que lo encaja con orgullo. —A lo que me vengo a referir es a que todo está bien, Kira. Eres una persona sintiendo cosas por otra. Punto y final. —Ya… pero no dejo de pensar en que es extraño para mí sentirme atraída hacia ella.

Vamos a ver, que me vuelve loca Brad Pitt en Troya, que se me van los ojos con los chicos guapos y que tuve sueños muy eróticos con los Gavilanes. ¿Cómo les explico a mis padres esto? —¿A tus padres? —pregunta Ricky horrorizado—. Tú no tienes que rendirles cuentas a ellos. Esto es algo tuyo, de tu manera de sentir. No estás obligada a decirles nada ni a dar explicaciones. ¿O acaso ellos dan explicaciones de por qué están juntos? Si te quieren y te conocen, lo verán venir, lo aceptarán como cuando traías a Andreu a tu casa, y no será necesario que tengas que reunirte con ellos y admitir lo que te pasa como si estuvieras cometiendo un delito. Eso ya pasó. Eso ya se acabó. Ahora elegimos vivir como elegimos amar. El problema lo tienen los que tienen un problema con eso. —Lo sé… Pero tengo veintitrés años y siempre me han visto con chicos. Y sé, porque lo siento aquí —me toco el pecho—, que solo me pasa esto con ella. Porque ella… me gusta de un modo que no sé definir. Que no comprendo. Nunca me ha pasado —concluyo cubriéndome la cara con las manos—. Y nunca más me va a pasar, porque mi interés real va focalizado a los hombres. Es que a mí no me ponen las mujeres. Solo me pone ella. Me sucede esto solo con Queen y… —miro al techo y entrelazo los dedos de mis manos detrás de mi nuca—. El beso que me dio me dejó noqueada, como un gancho en la mandíbula, ¿entiendes? Sentí que… que me iba a salir el corazón por la boca. —Porque te gusta lo que ella es —sentencia—. Porque es una mujer, y a pesar de serlo te gusta lo que transmite y te apasiona lo que tiene en la cabeza. Sientes cosas… y es maravilloso. ¿Y qué vas a hacer? ¿Te ves haciendo algo? —espera mi respuesta con paciencia. —¡Pero si ni siquiera sé si…! ¡Solo ha estado jugando conmigo porque es una provocadora por naturaleza! —¿Y si no fuera así? —Ricky… —le enseño el móvil—.

Ni siquiera se ha interesado por saber cómo estoy después de que me dejara tirada en el Cubano. Y sabe todo lo que están diciendo en las revistas… No se ha preocupado por mí —añado triste—. Me siento tan estúpida. Es que además —digo enfadada—, ¡me da rabia que yo esté un poco tonta con una mujer así! ¡Me la tengo que quitar de la cabeza! Es una prepotente y una ególatra. —¿Mi consejo? —añade Ricky—. No te la pierdas, Kira. No lo dejes pasar solo porque estés asustada. —¿Dejarlo pasar? —digo horrorizada—. ¡Pero si estoy obsesionada con ella desde que… casi desde que la vi cantar mi canción en Neón Music! — admito. Vaya… pues es verdad. Pienso en Queen más de lo que me gustaría admitir. Y lo llevo haciendo desde que se cruzó en mi camino—. Estoy así precisamente porque no lo dejo pasar. —Pues ahí lo tienes —Ricky ataca la bolsa de patatas, pero pone cara de fastidio al ver que está vacía. —Puede ser solo atracción, Kira —me dice Ágata—. Si es atracción podrías probar hasta el final y ver si al día siguiente de haberos acostado quieres más o solo querías rascarte el picor. Pero no te quedes a medio camino. La vida no se vive a medias, ¿recuerdas? O pruebas la anchoa o no la pruebas. Frunzo el ceño. A veces Ágata es demasiado franca. —No sé qué haré —les explico—. No sé que quiero. Bueno, sí lo sé. Ella solo ha querido jugar y le ha funcionado, porque mira el percal. Solo sé que estoy enfadada y que me siento como un perro al que han dejado de lado.

Me ha ignorado por completo desde el sábado. —Eso no está bien —murmura Ágata—. Ese no es modo de tratarte. Las chicas no hacemos esas cosas. —Las chicas sois malísimas —Ricky le dirige una mirada de incredulidad —. No hay nada más malo que vosotras. Sabéis cómo hacer daño, sois más inteligentes emocionalmente. Podéis ser brujas si os lo proponéis. —De hecho lo fuimos —les aclaro—, pero nos quemaron por ello. —Ya, brujas aparte. Las relaciones entre chicas son muy fuertes, ¿entiendes? —dice Ágata—. Por eso no las quiero. Demasiada intensidad, demasiada emocionalidad… Y Ricky tiene razón. Podemos ser muy dañinas. ¿Crees que Queen puede ser muy hija de puta? Porque tú no. Tú no tienes el gen de la hijoputez. Eres buena. Y no me gustaría que te lastimaran. Por muy buena que ella esté, te aseguro que me la cargaría. —Pero que yo no quiero ninguna relación, ¿no lo entendéis? —replico a la defensiva—. Solo quiero que me ayudéis a quitarme esta tontería que tengo encima. No voy a ningún lado con una mujer y menos con ella. Ni quiero — estoy anclando esa idea en mi cabeza, a ver si así dejo de sentirme como un puto trapo. Ricky y Ágata se miran de soslayo. Parece que no los estoy convenciendo, pero si supieran de verdad cómo me siento entenderían por qué no quiero saber nada más al respecto y sabrían de dónde viene esta sensación miserable.

—¿Vas a ir a algún evento más Eurovisivo? —pregunta Ágata—. Porque mientras no asistas a ninguno, tú y ella no os tenéis por qué ver, ¿no? —No quiero ir a ningún lado. Excepto a Eurovisión —contesto—. Quiero ir a Ámsterdam y disfrutar de ese día. —Bien. Y aquí en Barcelona, ¿va a volver a hacer más promociones antes de la celebración del concurso? —se interesa Ágata. —No. En Barcelona no. Todo es en Madrid. No nos tendríamos que volver a ver hasta Ámsterdam. —Entonces… ahora ella está en Madrid. Oigo el nombre de Queen. Y si no lo han pronunciado ni Ricky ni Ágata, la única opción que me queda es la televisión. Blanco y en botella. Cazatormentos, el programa de cotilleos de la tarde, está hablando. Y lo que dice y lo que veo me sientan como un jarro de agua fría.

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Qries

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