debeleer.com >>> chapter1.us
La dirección de nuestro sitio web ha cambiado. A pesar de los problemas que estamos viviendo, estamos aquí para ti. Puedes ser un socio en nuestra lucha apoyándonos.
Donar Ahora | Paypal


Como Puedo Descargar Libros Gratis Pdf?


Las veladas de San Juan – Torcuato Tarrago y Mateos

Son las verbenas restos descosidos del paganismo. Covarrubias en su Diccionario nos hace una descripción de estas costumbres populares que han venido trasmitiéndose hasta nosotros con su colorido pintoresco, su carácter especial y sus aventuras romancescas. A causa de festejos de alguna divinidad gentílica, el pueblo, siempre ávido de emociones y de placeres, tuvo ocasión de variar la índole religiosa de estas fiestas con excesos y locuras, en que no siempre solía salir bien librada la moral y la justicia. Buscando los orígenes de estas costumbres, nos es fácil entresacar el cuándo y el cómo se dio la forma y ser que hoy tienen, de la misma manera que es muy difícil saber lo que muy en antiguo se llamaban veladas y en Roma se llamaban saturnales. Ha habido, sí, muchos que han buscado y han pretendido encontrar la etimología de todo esto, pero fuerza es convenir de que la mayor parte no han estado muy acertados en las averiguaciones. La verbena es una planta a quien la medicina le ha concedido virtudes curativas, y a quien la imaginación poética de los pueblos ha dado atribuciones fantásticas. La verbena fue en sus tiempos una planta que usaban las brujas para volar por el aire. Cogíase, según dice Delancre, en el primer día del último cuarto de luna, a las doce en punto de la noche. Para llevar adelante esta operación era indispensable trazar un círculo alrededor de la planta, desnudarse el pie izquierdo para colocarlo dentro de dicho círculo, y en seguida quebrar los tallos sin tocar las hojas. Fue tan extensa la creencia de que la verbena tenía virtudes especiales, que ya esta planta dejó de ser del exclusivo dominio de hechiceros y brujas, y pasó a los pueblos y a los distritos rurales. Con un ramo de verbena en la mano muchos creían encontrar tesoros, y las jóvenes se figuraban que tropezarían con un novio a pedir de boca. Hízose casi general la costumbre de ir a buscar la verbena, particularmente en la víspera del día de San Juan, puesto que al decir de varios alquimistas y cabalistas, la verbena en ese día echa sus flores, y a coger la verbena fue todo el mundo en la noche que acabamos de expresar. ¿Es por consiguiente extraño que de esta costumbre que acabamos de describir haya venido con posterioridad el nombre genérico de las verbenas? Creemos que no. Unidas estas a los recuerdos fantásticos de la noche de San Juan, han dado larga materia a escritores y poetas; especialmente a los del siglo XVI a XVII para trasmitirnos una porción de cantares, letrillas, leyendas y comedias, donde, desde el rey hasta el verdugo, desde el prócer hasta el mendigo, desde la dueña hasta la casta doncella, jugaban en mil aventuras galantes durante aquellas nocturnas solemnidades. En tiempo de la monarquía austríaca tenían estas lugar en las orillas del Manzanares. Allí bajaba la aristocrática dama envuelta en el oscuro rebocillo, bien para seguir alguna aventura donde estaba interesado su corazón, bien para perseguir al infiel esposo entregado a locos devaneos; allí, cuando menos se pensaba, dos ciegos rivales se topaban de manos a boca, y apelando a la razón de los aceros se daban de cuchilladas y mandobles hasta que los cuadrilleros y ministriles venían a terciar en la contienda; saliendo muchas veces con la cabeza rota y los sombreros magullados. Allí el galán nocturno tenía ocasión de deslizar un billete amoroso en las manos de la tímida doncella, mientras la inadvertida dueña miraba a través de las grandes antiparras los puestos de buñuelos de viento y de los merenguillos de color; allí, mientras un ciego cantaba, bajo el punteado de su vihuela, los milagros de San Juan, de San Pedro y de toda la corte celestial, un pillete le tiraba huesos de cerezas a las narices para oír los reniegos que interpolaba con sus cánticos religiosos, y allí, últimamente, bajaba el rey, que no se desdeñaba de hombrearse con el pacífico menestral, y allí bajaba la reina, rebozada de su manto, y los poetas, los histriones y los saltimbanquis, y todo ese pueblo vividor y estudiantil, que como las grandes comparsas marchan delante como la espuma de los aluviones. Mas a pesar de este cuadro animado, del que todavía quedan los reflejos, otras cosas pasaban en la noche de San Juan, de las que no queremos privar a nuestros lectores. Sea que las verbenas trajeran costumbres y prácticas fantásticas, o sea que estas costumbres fueran el origen de las verbenas, es lo cierto que en la noche, víspera de San Juan, y aun el mismo día de este santo, ocurrían cosas maravillosas. Aún todavía subsiste parte de estas maravillas que vamos a someter al concienzudo criterio de nuestros lectores. Créese aún, que en muchos pueblos sale la Taragontia, personaje que, al decir de ciertas viejas de lugar, desciende ni más ni menos que del rey Baltasar. No sabemos si este será el de los magos; pero lo positivo es que la Taragontia es hija en línea recta del expresado monarca, si bien hay otras opiniones que afirman y ratifican que su padre fue el rey don Julián, cosa más difícil, por cuanto ningún rey de este nombre hemos llegado a conocer. También en la expresada noche se aparece en muchas partes la Reina Mora, dama que, a creer a los que la han visto, no gasta muchas bromas que digamos. Muchas doncellas, yendo a lavarse los pies a las cristalinas fuentes en la noche de San Juan, ven aparecerse a la Reina Mora, que con un peine de oro, se empeña en hacerles su tocado; en otras partes se presenta con una bandeja en la mano llevando frutas exquisitas, las cuales ofrece a todas las personas que encuentra, y causa tal efecto su presencia en esta noche, que las personas que la ven se mueren o se casan en el mismo año. Otra de las grandes apariciones que también se verifican el día de San Juan, es nada menos que la del ejército de Bernardo del Carpio, y de esto podemos dar entera fe, por cuanto nosotros lo hemos visto.


Todas las mañanas de San Juan, en el momento en que el sol se levanta, saliendo en apariencia de las brumosas olas del mar, vese en los extensos llanos del marquesado del Zenete, en la línea divisoria que forman las sierras de Baza y de Piñana, el expresado ejército formado, como dice la Escritura, en haces ordenados. —Venga usted, venga usted —me decía un antiguo cortijero de aquellas cercanías en la expresada mañana—. Usted que duda, va usted a convencerse por sus propios ojos. Y llevándome a un altozano que dominaba toda la llanura, me señaló con el dedo el punto por donde debía aparecer el fantástico ejército. Y en efecto, del mismo modo que aparece en Barba Azul, vi surgir progresivamente, a medida que el sol se levantaba, escuadrones brillantes, banderas desplegadas al viento, bosques de lanzas despidiendo millones de reflejos, peones y jinetes, y todo cuanto pudo ver la imaginación de don Quijote, cuando la célebre batalla de los carneros. Mi cicerone, fuera de sí y loco de contento, me decía con la sonrisa del triunfo: —¿Y ahora qué dice usted, qué dice usted? Allí tiene usted la infantería. A la cabeza de los escuadrones tiene usted a Bernardo del Carpio, a Roldán, a Fierabrás y a los Doce Pares de Francia. Observe usted hacia la izquierda, allí viene la artillería… —Hombre, ¡artillería en tiempo de Bernardo! —exclamé yo mirando a mi interlocutor. —Justamente. Y así era, en efecto. En aquel ejército extraordinario aparecieron cañones de todas formas y tamaños, hasta que más levantado el sol, peones, jinetes, caballos, banderas, capitanes y todo aquel inmenso conjunto, fueron disipándose poco a poco. Mi interlocutor volvió a mirarme triunfalmente, a lo que no pude menos de soltar una carcajada. Entonces le expliqué que lo que habíamos visto era un efecto de espejismo, fenómeno muy natural que se reproduce por la reconcentración de los rayos solares. Pero mi campesino, a pesar de mis explicaciones, se rio en mis barbas, y él y todos los habitantes de aquel país creen en la aparición del ejército susodicho en la mañana de San Juan. Si fuéramos a reproducir todo cuanto de fantástico ocurre en las veladas de los días de San Juan y de San Pedro, sería el cuento de nunca acabar. Baste decir para completar nuestro relato, que en las noches y mañanas de San Juan el sol sale dando saltos, las gallinas suelen poner huevos negros, y las flores lanzan suspiros misteriosos. En esas noches y en esas mañanas, hay torres que andan, piedras que se mueven, fuentes que echan perlas en vez de agua, faros que se encienden por sí solos; pero sobre todo, hay muchas muchachas bonitas que se mueren de miedo y consultan los rayos de la luna (cuando la hay) para ver si descubren a su amante. ¡Oh noches poéticas y mañanas encantadoras de San Juan y de San Pedro! Nosotros os bendecimos, y ya que pasó la época en que veíamos fantasmas, al menos nos queda aquella en que aún todavía vemos mil niñas preciosas. Las mañanas de San Juan se han hecho para ellas, y por eso les consagramos este artículo.

.

Declaración Obligatoria: Como sabe, hacemos todo lo posible para compartir un archivo de decenas de miles de libros con usted de forma gratuita. Sin embargo, debido a los recientes aumentos de precios, tenemos dificultades para pagar a nuestros proveedores de servicios y editores. Creemos sinceramente que el mundo será más habitable gracias a quienes leen libros y queremos que este servicio gratuito continúe. Si piensas como nosotros, haz una pequeña donación a la familia "BOOKPDF.ORG". Gracias por adelantado.
Qries

Descargar PDF

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

bookpdf.org | Cuál es mi IP Pública | Free Books PDF | PDF Kitap İndir | Telecharger Livre Gratuit PDF | PDF Kostenlose eBooks | Baixar Livros Grátis em PDF |