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Las brujas judias. La muerte Negra – Katy Molina

La posesión es la llegada de una entidad demoníaca que se adueña de las facultades físicas y mentales de una persona. El demonio habita entre nosotros desde tiempos inmemoriales y lo que las religiones nos han enseñado, aquello en lo que creemos, es cierto. El demonio nos observa y analiza nuestras fortalezas y debilidades, la Biblia dice que el Anticristo recorrerá la Tierra e imitará al verdadero Mesías. La humanidad será engañada y venerará al falso profeta y será el día más negro del mundo tal y como lo conocemos. Las fuerzas oscuras ascienden y eligen poseer a una persona, pero ¿por qué a unos sí y a otros no? Según algunos creyentes, incluso expertos, no hay explicación. Sin embargo, yo tengo mi propia teoría después de haber sido espectadora de numerosas atrocidades a manos de la humanidad: la maldad es una parte esencial de nosotros y algunas personas se alimentan de esta cualidad infernal a lo largo de toda su vida. Esta historia que os voy a contar ocurrió hace mucho tiempo, cuando el mundo estaba regido por la superstición, la fe y el miedo, y cuando un solo acto egoísta inducido por el dolor puede condicionar la historia de la humanidad. La amenaza es auténtica y la verdad de lo sucedido fue postergada. Esa es la magia de la tragedia; hace que las personas borren de su mente los pasajes más terroríficos y dolorosos. Aquel hecho cayó en el olvido y resurgió de las cenizas a modo de leyenda o mito con el paso de los años. Todo empezó en Venecia en el año de nuestro Señor de 1347, en la humilde casa de una familia judía. Allí el mal se presentó bajo la imagen inocente de una niña llamada Zira, quien, al presenciar la muerte y el odio al mismo tiempo, desencadenó esta historia de tinieblas, en la cual ella se convirtió en el eslabón más débil incapaz de mantener la firmeza, dejándose caer al abismo de oscuridad que se abrió ante su cándida alma. Mi nombre es Ardat, entre muchos otros por los que se me conoce. Mi historia se camufla entre leyendas y mitos que en este suceso no tienen relevancia. No obstante, esta crónica estuvo maldita desde el principio y la humanidad acabó aterrorizada. Sin embargo, el mundo no está preparado para conocer la verdad de nuestras raíces, por esa razón la historia está repleta de mentiras; esa es la única manera de superar un suceso horrible. Por ello, cuando todo acabó, la sociedad aprendió a olvidar para sanar las heridas. La ley del silencio corrió como el viento para seguir avanzando. En esta necrología fui mera espectadora, me limité a observar y a llorar. No pude entrometerme hasta que los hechos me descarnaron el alma y no pude mirar a otro lado. A pesar de que durante años he pasado desapercibida por la historia de la humanidad y con la mirada velada por la muerte, en esta ocasión, fui parte de este relato. Sin embargo, mi calvario, el eco de mi sufrimiento no tiene cabida en esta historia de sombras. Después de siglos, estoy de regreso en Poveglia, por eso permitidme que devuelva a la vida a alguien que duerme durante siglos y sin su ayuda todo podría ser muy diferente. «He venido a buscarte, a enmendar el pasado y a ayudarte a despertar. Es la hora, Dante De Angelis, pero antes tengo que hacerte recordar.


Escucha con atención y busca el coraje en mis palabras y recuerda que el mal se manifestó una vez más como fuego consumiendo la piel y larvas alimentándose de la podredumbre del egoísmo humano». Esta historia empieza con la llegada de un cuervo, un ave con demasiadas leyendas ocultas en sus alas. Una vez alguien se preguntó: «¿Cuál de ellas sería cierta y cuál inventada?». Las respuestas fueron varias; sin embargo, solo dos se acercaron a la realidad del mito: las que decían que era el mensajero del demonio y las que aseguraban que se trataba del sendero que guiaba a las almas a realizar el viaje al más allá. De todas maneras, ambas están conectadas, y según el sentimiento albergado por las personas en su interior, se manifestará de una forma u otra. En aquella noche de lamentos, el corazón de Zira se detuvo al igual que la vida de un ser humano se paraliza al inhalar su último aliento. La vela del candelabro se apagó cubriendo la habitación con el manto de la oscuridad y el destino de la pequeña se fue hilando en un telar de sangre y podredumbre. El demonio la acechaba sagaz, ambicioso e interesado. Hambriento de esconderse en el cuerpo de su inocente huésped; mintiendo, engañando y usando la verdad para aterrorizarla. Su propósito siempre fue y es cubrir la mirada de la humanidad con el velo de la muerte. PRIMERA PARTE LAS BRUJAS JUDÍAS. LA MUERTE NEGRA Capítulo 1 La Fuente del odio Venecia, 1347 Durante el siglo XIV, en el inicio de la Baja Edad Media, y coincidiendo con la Guerra de los Cien Años, nacen las primeras ciudades o burgos, una nueva clase social emerge: la burguesía. Y se inicia el capitalismo. Es la época del esplendor de las catedrales góticas y de la ruta de la seda. Una edad con un futuro prometedor que fue truncado por el odio de la humanidad, por un hecho, a priori, insignificante según quién lo mirase. De todas formas, el castigo que sufrió la población en esa época fue desmedido en comparación con la muerte de un único hombre. La familia Fingerhut residía en Venecia desde hacía años; sus antepasados habían llegado a esa tierra huyendo de la masacre, la guerra y la hambruna que durante siglos persiguió a los judíos. Los señores Fingerhut no pertenecían a la burguesía, pero tampoco vivían en un nicho de ratas; en la pobreza. El señor Efraim era sastre y regentaba una tienda con telas de buena calidad, pues estas eran traídas desde China. Las compraba regateando su precio a los comerciantes que atracaban en el puerto después de peregrinar durante meses por aquellos caminos tan tortuosos y, a veces, peligrosos. Era un hombre respetado por la burguesía, y las damas de la alta sociedad codiciaban sus telas para confeccionarse los mejores vestidos para mostrarlos después en las fiestas de palacio o en las visitas de cortesía que solían realizar. Sin embargo, era envidiado por los otros comerciantes de la plaza de San Marcos, la única de toda Venecia y, sobre todo, por su vecino, el carnicero que cayó en desgracia unos meses atrás, viéndose obligado a cerrar su negocio por culpa de una pieza de cerdo en mal estado que casi mata a un aristócrata por indigestión. Este suceso lo llevó a la ruina. Los pocos ahorros de toda una vida se acabaron, y su mujer se vio obligada a ejercer la prostitución para dar de comer a sus tres hijos pequeños. El carnicero entró en una profunda depresión que desembocó en la locura.

La envidia hizo acto de presencia pudriéndole el alma cada día, mientras que, sentado en un taburete en la puerta de su casa, veía cómo su vecino, el señor Fingerhut, se iba enriqueciendo poco a poco, mientras que él lo había perdido todo de la noche a la mañana. Esa envidia dio paso al odio, motivo por el cual urdió un plan egoísta para sentirse mejor consigo mismo deseando ver su desgracia reflejada en la casa del vecino; ese sentimiento de repulsión le nubló la razón. Sin embargo, aquel acto inhumano desencadenaría la desgracia en la Tierra. Muchos os preguntaréis: «¿Acaso degolló al vecino? No hizo falta mancharse las manos de sangre, lo único que hizo fue señalar con el dedo, en un acto de cobardía con el que alcanzaría su deseo más atroz: ver al señor Fingerhut bajo el yugo del odio, pues él sabía que los judíos no eran bien vistos por la sociedad, aunque el pueblo los toleraba, eran la chispa que se necesitaba para avivar el fuego de la maldad de las personas. El día amaneció con el graznido de las gaviotas resonando en el puerto y despertando a los venecianos. En menos de dos horas, las calles de Venecia y sus canales se llenaron del bullicio de la muchedumbre y en el mercado de abastos, que ocupaba la plaza principal de la ciudad, el comercio abría sus puertas y con ello otorgaba la vida a esos días esplendorosos. La señora Fingerhut servía el desayuno a su esposo y a sus dos hijas: Suri, de diecinueve años y a Zira, de diez. Ninguno podía imaginar que la tormenta se estaba formando en sus corazones y pronto se desataría el infierno sobre la Tierra. —Suri besó en la boca al doctor Dante ayer al despedirse en la puerta de casa —comentó cantarina la pequeña Zira mientras se terminaba las gachas.

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