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La verdadera felicidad – Lorena Lazo

Cuando el médico se marchó de la casa, no nos dio alguna esperanza sobre su salud y me sentí angustiada, fue muy triste tener que verla acostada en su lecho de muerte. No pude esperar más tiempo afuera, necesitaba estar a su lado y aprovechar sus últimos momentos para compartir. Mi abuela me había dejado un gran aprendizaje y era mi ejemplo en todas las acciones que emprendía, peri ya su luz se estaba apagando. Podía sentir su piel helada, ella trataba de sujetar mi brazo, pero le faltaba aliento para seguir siendo fuerte y para no hacerla sentir mal, intenté abrazarla. Me quedé mirándola, pero ella volteó su cabeza tratando que no viera las lágrimas que corrían por sus mejillas tal vez para que no pudieran sentir su dolor mientras su espíritu se alejaba de mí. —¿Cristina, hija viniste a verme? —supo de inmediato que era yo cuando sintió el abrazo. —Vine a verte, abuela, como siempre estoy aquí—enseguida le respondí acercándome a su con mi voz un poco alta y de inmediato volteó a mirarme. —Tal vez esta sea una despedida, Cristina, pero estoy feliz de saber que estas aquí. Es importante que no olvides que la felicidad en la vida te la va a dar un esposo que sea tan o más millonario que nuestra familia y ya sabes que me refiero a Carlos Astudillo ¡Solo él podrá hacerte tan o más feliz de lo que yo fue en mi matrimonio! —trataba de expresarme su anhelado deseo para que no olvidara la manera como ella había alcanzado la felicidad aunque muy poco se le escuchaba su voz. —Debes dormir un poco, no es bueno que te fatigues tratando de conversar —intenté que me escuchara y evitando que mi rostro expresara la tristeza que sentía en mi alma al mismo tiempo que le tomaba su mano. —¡Mi vida se está terminando, nieta querida!—exclamó luego de contener su respiración —Yo no acepté mi matrimonio por amor y lo sabes porque te conté mi historia, a ti te va a suceder igual con Carlos y no quiero que te preocupes porque el amor aparecerá en el momento preciso. No dudes en casarte con él, esa será la única manera de resguardar el dinero que ha obtenido con esfuerzo nuestra familia —me decía haciendo una mueca en sus labios a manera de agrado, en cuestión de segundos, ella dejó caer su brazo en la cama y volteó su mirada hacia la puerta y tras un suspiro, su luz se apagó frente a mí. —¡Despierta por favor, tú no puedes estar muerta! Abuela tú eres la única que me sabe escuchar y dar consejos —le decía a mi abuela y al escucharme con desespero no dudaron ni por un momento en constatar lo que me ocurría. Clara al ver lo que había ocurrido, no dudo en acercarse a mí, aunque su tristeza se hizo evidente al apoyar su cabeza sobre mi hombro dejando que el llanto la invadiera por la pérdida tan irreparable, por más que intentaba sacar todo el dolor que había en mí no encontraba palabras para expresarlo ¡Mi abuela era como otra madre para mí! Y siempre recibí todo el amor de su parte sobre todo cuando temía que llegara a cometer errores en mi vida, ella deseaba que en mí reinara su reflejo y que no me privara de las bondades que se tenían al cosechar mucho dinero. Me negaba a creer lo que había ocurrido y me lancé en la cama a abrazar a mi abuela, todos llorábamos sin el valor de decir alguna palabra en aquellas cuatro paredes que parecían estar heladas; nuestras miradas hablaban por sí solas como si ellas manifestaran el dolor que nos estaba causando la muerte de mi abuela. Todos debíamos estar preparados para su partida porque los médicos avisaron hace mucho su padecimiento y aun así era inaceptable saber que ya no iba a estar entre nosotros. —Hermana, vamos a salir de aquí ¡Es necesario que respires un poco y te calmes! —Clara me sostuvo por los hombros y me ayudó a ponerme de pie para salir fuera de la habitación. —¡Voy a esperar hasta el último momento con ella, de seguro ya vienen a buscarla! —respondí llorando al mismo tiempo que tomaba la mano de mi abuela —No insistas hermana, me voy a quedar aquí —le dije y de alguna manera comprendió la tristeza que sentía y se alejó a llorar. Mi hermana volvió a acercarse y me abrazó muy fuerte, lloraba desconsoladamente al mismo tiempo que se arrodillaba junto al lecho de mi abuela, no dejaba de mirarla y tocar su cabello, me sentí muy sensible al ver su gesto y mi llanto se hizo eterno, pero ni por un instante me separé de mi abuela. —Están los de la funeraria afuera, tenemos que salir de la habitación porque van a trasladar a su abuela, vamos afuera hijas, no podemos permanecer aquí es necesario que ellos estén solos con mi madre —papá se acercó a nosotras conteniendo el llanto, pero era evidente su profundo dolor porque apenas pudo hablar, trataba de seguir siendo el hombre con esa firmeza que nos tenía acostumbrados a todos aunque recientemente había sufrido también por la muerte de su padre. —Esto es muy difícil para mí, es muy difícil para todos —abrí mis brazos para acercarme a mi padre porque necesitaba que sintiera mi solidaridad ante su dolor —Mi abuelo al partir de este mundo nos dejó mucha tristeza y aun no has superado esa tragedia por eso te pido que expreses toda esa tristeza ¡Puede ser peor para ti, padre! —traté de apelar a su consciencia y de aflorar en él sus nobles sentimientos, fue evidente que necesitaba oír eso de mí porque no pudo evitar el llanto desgarrador de un hijo por su madre. Papá, Clara y yo nos unimos en un mismo sentimiento, mamá de inmediato se acercó a nosotros y nos manifestó su amor. Mientras, nos quedamos mirando desde el corredor que en un coche oscuro se llevaban su cuerpo al mismo tiempo que tío José iba detrás de ellos haciendo cargo de todo lo del funeral de mi abuela por ser su primer hijo. No podía olvidar cada conversación con esa mujer tan sabia. Hasta hace unos meses me convertí en ingeniera aunque no fue mi elección, todo por hacer sentir bien a mi familia porque de haber sido por mí, me hubiera dedicado por completo a gozar de todo el dinero de mis padres por eso sentí que con la ausencia de mi abuela era necesario que pusiera mi empeño en cumplir el tan anhelado deseo de ella de verme casada y feliz con Carlos.


Me quedé un rato más en casa de mi abuela y al ver que la serenidad había vuelto a mi padre, supe que no había otra opción que aceptar los designios de Dios y por ende todo tenia que seguir su curso. Llevé a mis padres a su hogar e hice lo mismo con mi hermana y mi cuñado Santiago, yo me fui directamente hasta mi apartamento. Un sinfín de pensamientos llegaron a mi mientras estaba en mi habitación, solo tenía una meta fijada, la idea de ser feliz junto a un esposo también adinerado, de buen ver y sobretodo que llegara a amarme con locura y ya después de la boda pudiéramos recorrer los lugares más espectaculares de la tierra ¿Alguien podría estar intranquila con una vida así? Buscaba la manera de evitar las preocupaciones para poder vivir tranquila, lo menos que quería era que los años se me notaran antes de tiempo ¡Sería injusto para mí aparentar más edad de la que tengo! Me puse a imaginar tantas cosas que desperté al día siguiente con el recuerdo de mi viejita

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