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La traviesa alumna del Maestro (Blackish Masters 1) – Nisha Scail

Ya puedo ver los titulares: Fanática de las películas en blanco y negro, encontrada en un set de rodaje colgada de cadenas como un jamón —musitó con los ojos abiertos como platos—. Probable causa de la muerte: Se murió nada más traspasar la puerta. Si le quedaba alguna duda al respecto de por qué no debería estar allí, la enorme sala que se extendía ante ella se la había quitado. ¿Quién en su sano juicio vendría voluntariamente a un lugar como este? —La loca de mi hermana. Esa manía de hablar en voz alta, pensó llevándose las manos a la boca. Y su cordura tampoco es que estuviese probada dada su presencia allí. No señor. Nadie cuerdo vendría voluntariamente a un seminario impartido en un club de BDSM. —Segundo posible titular: Cómo morirse dentro de una peli de Gánsteres… solo que sin los chicos del traje a rayas y sí con muchos elementos de tortura y otras cosas raritas. El decorado le iba que ni anillo al dedo al nombre del local; Blackish. Aquí todo era en blanco y negro, la estética monocromática llevada al extremo. Solo las plantas situadas junto a cada columna que iba del suelo al techo y que dividía la estancia sobre ella en dos pisos, así como el peculiar y acojonante mobiliario sacado de una mazmorra del siglo XIII, rompían esa dualidad de color. Se obligó a respirar profundamente, tanto que terminó tosiendo al atragantarse con el aire atrayendo la indeseada atención de algunas de las parejas que habían entrado delante de ella y que se dividían entre charlas animadas y miradas tan acojonadas como la suya propia. —Atención indeseada, mira qué bien —masculló entre dientes. Sonrió y sostuvo la mirada de los individuos hasta que estos la apartaron o la deslizaron sobre ella. Sí, sabía que su aspecto contrastaba bastante con la modernidad de la de ellos. Había salido directamente del trabajo y llevaba puesto su uniforme de batalla. Comparada con cualquiera de las mujeres presentes parecía recién salida de un antiguo internado para señoritas inglés; emulando al profesorado, no al tórrido alumnado—. Maldita sea, Luna, ¿por qué sigues aquí parada? Una mujer cuerda e inteligente habría no estaría perdiendo el tiempo hablando consigo misma, habría hecho un giro completo y salido de allí sin respirar siquiera. —Desgraciadamente mi cordura e inteligencia se perdieron en ese maldito cuarto de baño la semana pasada —reflexionó, una vez más, en voz alta. Y la culpa la había tenido la reunión de antiguos alumnos a la que habían decidido asistir. ¿Por qué diablos había tenido que escuchar a Cass para empezar? No había un solo nombre en toda la orla que pudiese recordar con mínimo de cariño, aprecio o sin ganas de hacerle tragar tabasco extra picante. No, ni uno. De hecho, a algunos los incluiría con sumo placer en la lista de pasajeros del Titanic. Su etapa universitaria había sido un asco, lo único bueno que había sacado de esos años fue terminar la carrera, conseguir ese master y conocer a su hermana de fraternidad… ¿lo peor? ¿Por dónde empezar? La lista era tan larga… Aunque el mayor de ellos era el que la encabezaba; liarse con un auténtico capullo.


Él había sido el motivo de que acabase encerrada en el baño de mujeres del restaurante, sentada sobre la impoluta tapa del W.C. y contando mentalmente hasta cien para recobrar la serenidad. Ni siquiera debería haberle afectado su presencia, debería incluso sentirse aliviada, pero las miradas que empezaron a volar por la sala a lo largo de la velada, los cuchicheos a sus espaldas y la radiante sonrisa de ese mentecato le dijo sin necesidad de palabras que habían esparcido algún rumor indeseado y totalmente falso en el que ella era protagonista. —Luna, podemos coger los abrigos e irnos. No tienes que encerrarte aquí por culpa de ese imbécil, ¿has visto el pedazo lagarto que lleva colgado del brazo? No sabría distinguir cuál es el bolso y cuál el putón. La cantarina vocecilla al otro lado de la puerta la hizo sonreír. Cassandra era su hermana de fraternidad, su mejor amiga, su compañera de piso y, en raras ocasiones, también su voz de la conciencia. Físicamente no podían ser más distintas, mientras ella era morena con ojos pardos, su amiga era rubísima, con unos bonitos ojos color miel que resaltaban en una cara de duende. Si bien ninguna era precisamente material de pasarela, ambas tenían sus atractivos, unos a los que solían sacar partido de la mejor manera posible. Otra cosa era que hubiese hombres lo suficiente inteligentes como para apreciarlos. —No me he encerrado por culpa de él —replicó—. Ni siquiera estoy encerrada. —Sí, ya, y yo soy Vilma Picapiedra —resopló la chica y tamborileó con los dedos en la puerta cerrada—. Ábreme, estoy segura que ahí dentro hay sitio para las dos. Resopló, retiró el pestillo y dejó que la menuda chica se colase cerrando de nuevo tras ella. —Es un hijo de puta y los demás son seres unineuronales con síndrome de rebaño. Ni siquiera merece que se te corra el rímel por sus balidos — declaró extendiendo los brazos hacia ella, entrelazó sus dedos y posó la frente sobre la suya como solían hacer en la hermandad—. ¿Has visto lo gordo que se ha puesto? ¿Y el horroroso tinte que lleva Judith Súper Star? Parpadeó y la miró a los ojos. —Ambas sabemos que el hijo de puta está en perfecta forma física — resopló, entonces chasqueó la lengua—. Pero te daré la razón con respecto al tinte, se le notan las raíces. —La vaca tiene entradas. Puso los ojos en blanco. —¿Desde cuándo necesitas gafas? —Y ha echado papada como los cerdos —insistió su amiga sin dar tregua—. Vamos, como lo que es.

—Cass… Se separó, se llevó las manos a las caderas y resopló. —¿Qué? ¿Ahora vas a decirme que no es un gilipollas de tomo y lomo? —Por supuesto que no, lo es y de los grandes —aseguró—. Además de mentiroso, traidor y con un dudosísimo gusto por la moda… —se estremeció —. Dios, sigo sin poder quitarme esa imagen de la cabeza. —Nena, alguien que se pone tus mallas, no juega en el bando correcto —aseguró llena de razón—. Él fue quien perdió la partida, no tú. La patada que le diste debió de ser incluso más grande, sobre todo después de la cerdada que te hizo. Ese había sido precisamente el motivo por el que lo había mandado a paseo e incluso denunciado a la universidad. Pero al final, como siempre, el que tenía el dinero ganaba y ella solo tuvo la satisfacción de dejarle las pelotas azules. —Lo único que me molesta de todo esto es que no lo hubiesen expedientado y largado de la universidad, pero no, «fue todo parte de una broma de fraternidad». ¡Broma para su puta madre! Apretó los dientes al recordar cómo había caído en su trampa, cómo le había hecho una encerrona a sus espaldas y como parte de la maldita fraternidad masculina había colaborado. La habían asustado, la habían amenazado con armas de fuego y cuchillos que luego resultaron falsos, crearon todo un plan para fingir un secuestro y una violación… fue al llegar a ese punto que las cosas empezaron a írseles de las manos y solo gracias a su temple, a que Cass andaba con la mosca detrás de la oreja y a que algunos miembros de la hermandad decidieron que la broma estaba yendo demasiado lejos, que pudo librarse con nada más que unos rasguños y un brutal ataque de pánico. Su denuncia en la universidad no llegó a ningún sitio, el rector era un hijo de puta machista, así que al final había tenido que coger las cosas en sus manos y vengarse. Sí, se le daba bien llevar la revancha, especialmente cuando se trataba de ponerle las pelotas azules a alguien y, además, contaba con Cass, quién era una actriz de primera. Así fue como el risueño y popular capitán del equipo de fútbol universitario terminó drogado, atado y vestido de mujer en los vestuarios femeninos, con los huevos y la polla atada con cinta aislante y un enorme pene hinchable atado en su lugar. Todavía sonreía cuando le decían que había gritado como un cerdo mientras le quitaban la cinta aislante en el hospital. Por supuesto, él había sabido que era ella, se lo había dejado muy claro, pero su acusación jamás llegó a ningún lado, puesto que toda la fraternidad de su casa kappa psi omega habían asegurado que ella había estado con sus hermanas todo el día. Sí, era bueno tener una fraternidad a las espaldas y una hermana como Cass. Su ruptura había dado mucho de lo que hablar, habían especulado, unas partes culpaban a las otras, pero nadie sabía la verdad. Nadie sabía que todo había comenzado con unas mallas rosas de mujer. —Hiciste lo que tenías que hacer —insistió su amiga—. Ese cerdo fue el que se pasó de la raya. Tú no eres de las que comparte, Luna. Nunca habrías sido feliz con alguien como él. Tienes demasiado carácter, no bajarías jamás la cabeza ante nadie que no fuese incluso más fuerte o cabezota que tú.

Lo que necesitas es un buen Dom, alguien que sepa usar la polla para algo más que meneársela. Um… si no me gustasen tanto los tíos, te pervertiría y te arrastraría al lado oscuro de la fuerza. Puso los ojos en blanco y la miró de soslayo. Su amiga era sumisa, se lo había confesado en la universidad después de haber pasado una racha realmente mala. Al principio pensó que se trataría de algo pasajero, pero con el tiempo vio que esa nueva visión la estaba ayudando a ganar confianza, la había hecho crecer en muchos aspectos y solo pudo alegrarse de que por fin hubiese encontrado lo que buscaba. Habían hablado mucho sobre el tema una vez le dijo que lo era, le había sugerido incluso que la acompañase alguna noche a su club de confianza, pero… ¿Estar bajo las órdenes y darle el control a otra persona? ¿Aceptar someterte a los caprichos de alguien más? No, eso no era para ella. Sacudió la cabeza, miró la puerta del baño y resopló. —Necesito una pistola de pintura y un blanco en movimiento. La chica se rio y señaló con el pulgar por encima del hombro. —El capullo sería el blanco perfecto para eso. Tenía la respuesta en la punta de la lengua y estaba a punto de dejarla salir cuando se abrió la puerta del cuarto de baño y escuchó las últimas palabras de una frase. —Eso no fue lo que yo oí —escuchó una voz femenina con un deje sureño que identificó como una de las asistentes a la reunión de antiguos alumnos—. Alonso me comentó en confidencia que fue Josh quien la dejó… que toda la movida que se montó sobre el fingido secuestro y demás fue orquestado por ella. —Siempre tuvo aspecto de putilla —comentó alguien más—. ¿Cómo sino iba a llevarse al tío más deseado de la universidad? —Además, ya sabéis que a Josh le va la marcha… le gusta zurrar y esas cosas… es un Amo. —¿Un Amo? ¿Cómo en ese rol de Amo y Esclava? —Eso me dijo Alonso —corroboró la primera—. Y al parecer a ella… esto que no salga de aquí, chicas… le gustaba… ya sabes… más de uno a la vez. —¿Qué me estás contando? —No jodas… —Por aquella época se decía que Cassandra estaba metida en esos temas y que fue Josh quién la metió… —continuó la mujer—. Parece que no solo se tiraba a Luna, sino a la otra también. Tuvo que coger a su amiga del brazo e indicarle que guardase silencio cuando la vio dispuesta a descubrirlas y lanzárseles encima. —Tía, pareces estar súper enterada del tema. —Alonso quiere probar, pero yo me niego —replicó la que había hecho la aclaración—. Nadie va ponerle una mano encima a este perfecto culo. —Pues eso no es lo que se contaba en la fraternidad. Luna reconoció al instante esa voz y, a juzgar por la reacción de Cassandra, no fue la única.

Ninguna de las dos guardaba buenos recuerdos de Judith Ivory. Se escuchó el correr del agua y las conversaciones quedaron un poco ahogadas. —Lo que yo oí es que fue ella quien rompió con él —comentó la chica —. En la casa había rumores sobre tonteos entre Luna y Cassandra… algunas llegamos a pensar que ellas eran pareja hasta que Luna empezó a salir con Josh. Según he oído, Josh le propuso a su chica hacer un trío con la otra y esta aceptó… parece que las dos se pusieron… ya sabéis, muy calientes y lo excluyeron. —Qué morbo… Un coro de risitas secundó el tono jocoso de la narradora. —Bueno, pues debe de haber algo cierto en esto último, porque ambas han venido juntas y sin pareja —comentó alguien más—. ¿Y habéis visto el pelo de luna? ¿Quién se pone mechas azules hoy en día? —Será que le pone a su amante. Nuevas risitas se unieron a las primeras. —De todas formas, haya o no algo entre ellas, está claro que a Josh todavía le llama la atención la mosquita muerta —continuó Judith—. Alonso y yo estábamos cerca de él e incluso aunque esa nueva novia suya no se despegaba de su brazo, había cierta tensión sexual no resuelta en el ambiente. —Sería la tuya, que siempre andas más salida que el pico de una puerta. Las risas volvieron a opacar las palabras. —Apuesto a que, si Josh le susurra al oído, es capaz de abandonar a Cass y llevársela al baño para follársela —declaró alguien más—. ¿La habéis visto bien? Tiene el aspecto de una bibliotecaria y esas son siempre las peores. —Leslie, trabaja en la Biblioteca Pública, eso lo dice todo —corroboró Judith—. ¿Qué podría esperarse de una putilla como ella? No sé ni cómo ha tenido el valor de dejarse caer por aquí teniendo en cuenta todo lo que se dice de ella… —Es el nuevo tema de conversación de esta noche —comentó la primera en tono confidente—. Después del frío saludo que corrió entre Josh y ella y la forma en que Cass la ronda, han vuelto a surgir los chismes. Con todo, hay quién dice que ella sigue bebiendo los vientos por él, que se la ve babear cuando no mira… Las voces se fueron apagando al tiempo que se oía de nuevo la puerta del baño y las mujeres abandonaban el tocador. —¿Puedo arrancarle los pelos ahora o me vas a tener esperando mucho rato más? La voz de Cassandra hizo que arrastrase la mirada de la puerta en la que la había clavado de nuevo hasta su amiga. —¿Ves? Por cosas como estas es que odio las reuniones de antiguos alumnos y no tenía ningunas ganas de venir —replicó con voz calmada. Su amiga entrecerró los ojos, estaba que echaba humo, quería salir ahí y patear culos. —¿Y bien? ¿Esperamos hasta que se me suba el azúcar? Le dedicó una irónica sonrisa, quitó el pestillo de la puerta y la invito a salir. —¿Esperar? ¿Estás loca? Vamos a patear algunos culos y arrancar algunas cabelleras. Si había un enorme defecto del que Luna era consciente era su incapacidad para quedarse callada, uno que se había agudizado tras su paso por la universidad.

Se había cansado de que la prejuzgaran. Su aspecto y profesión a menudo llevaba a la gente a tomarla por una mujer demasiado tímida, sobria incluso, pero la realidad era muy distinta. No era de las que se quedaba callada, no cuando tenía algo que decir y esa noche tenía mucho que rebatir.

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