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La puerta encantada – Geronimo Stilton

SOMBRÍO Joven y valiente elfo forestal que, a petición de la Reina de las Hadas, decide luchar contra el Poder Oscuro de la Reina Negra y devolver la paz al Reino de la Fantasía. ULMUS Sabia anciana del Reino de los Bosques, es la depositaria de la memoria de su pueblo. ROBINIA Orgullosa y testaruda elfa forestal, legítima heredera del trono del Reino de los Bosques. FOSFORO Simpático dragoncito plumado del Reino de los Bosques, compañero inseparable de Robinia. RÉGULUS Hermano de Spica y el mejor amigo de Sombrío. Se ofrece a acompañar al elfo forestal al Reino Perdido para luchar a su lado. SPICA Decidida elfa estrellada, hermana de Régulus, abandona a su familia para ayudar a Sombrío en su misión. Combate con un arco encantado. BRECIUS Fiero y valeroso elfo, cabecilla del ejército de los forestales. Combate sin tregua para liberar a su pueblo. EL CAZADOR Enigmático elfo que aparece como aliado de los caballeros sin corazón. Nadie conoce su origen ni cuál es su auténtica misión. STELLARIUS Poderoso mago del Reino de la Fantasía que lucha desde siempre contra el Poder Oscuro y la Reina Negra. ENEBRO Maestro de la corte del Reino de los Bosques. Murió tras la invasión de su país, dejando misteriosas profecías. ÁDAMAS Maestro espadero de Belpeñón, la ciudad de los gnomos, y el más joven de los cinco maestros que la gobiernan. CUPRUM Sanador de la ciudad de los gnomos, experto en hierbas y medicamentos. GALENA Maestra yelmera de Belpeñón, valiente y combativa, que enseguida ve con buenos ojos a Sombrío y sus amigos. FELDESPATO Maestro cincelador de la ciudad de los gnomos, de carácter práctico y decidido. HORNABLENDA Mujer de Feldespato, se ocupa de la taberna de Belpeñón, frecuentada por sus enemigos, los nefandos. SULPHUR Anciano maestro fundidor de la ciudad de los gnomos, al principio desconfía de Sombrío. BERILO Y TURMALINA Vivarachos gemelos, hijos de Feldespato y Hornablenda. RUTILUS Anciano y bonachón maestro coracero de Belpeñón, que aloja en su casa a los cuatro elfos. PAVESA Oca gris víctima de un hechizo de las brujas, ayudará a Sombrío y los demás elfos en su misión. IMPLACABLE Malvado jefe de los nefandos, los temibles duendes verdes aliados de las brujas, que controlan Belpeñón y el Reino de los Gnomos de Fragua.


«Ni uno solo de los reinos perdidos del vasto Reino de la Fantasía había sido olvidado. De todos ellos se guardaba memoria. De todos se había cantado el lamento de la muerte. Con todo, la oscuridad se propagaba desde el Reino de las Brujas, negra mancha que se extendía cada vez más. Pero siguiendo la estela del Reino de los Bosques, que había sido despertado de su largo sueño de oscuridad y dolor, también otros reinos se aprestaban a liberarse. Eso era lo que Floridiana, reina de las hadas, había previsto el día en que puso su confianza en las valerosas manos del joven elfo Audaz, que estaba dispuesto arriesgar su vida por un bien mayor. Ni a él ni a sus amigos, cuya osadía iluminaba el cielo como la estrella que anuncia la mañana, Brujaxa, la Reina Negra encerrada en su corte, les había prestado atención. Olvidaba que, por muy larga que pueda ser la noche, como toda noche, está destinada a terminar». Mago Fábulus, Crónicas del Reino de la Fantasía, preliminar al Libro Segundo. Introducción STA es una historia de los tiempos antiguos. Cuando el Reino de la Fantasía estaba ensombrecido por oscuras y terribles amenazas, y los otros reinos caían uno tras otro bajo el dominio de las brujas. En aquel tiempo, tuvo lugar la historia de un joven elfo al que todos llamaban Sombrío, y de sus amigos Spica, Régulus y Robinia. Sombrío había llegado al Reino de las Estrellas siendo niño, huyendo del Reino de los Bosques en el momento en que éste cayó en las garras de la Reina Negra. En su nuevo hogar, el joven elfo encontró refugio y cariño, amigos y comprensión. Y nunca, en los años que siguieron, pensó que un día debería abandonar la paz del Reino de las Estrellas para volver a su mundo y combatir contra el Ejército Oscuro. Al contrario, creció convencido de que todo vínculo con su tierra de origen se había cortado para siempre tras el cierre de la Puerta mágica que unía el Reino de las Estrellas con el de los Bosques, en el momento mismo en que él la había atravesado. Sin embargo, a veces soñaba con poder ver de nuevo el lugar del que provenía y conocer a su gente. Pero un día, por casualidad o por cosa del destino, descubrió el modo de reabrir la Puerta. Y no sólo eso, sino también que tenía una misión a la que no podía negarse, una misión que le confiaba Floridiana, la reina de las hadas. Tenía que liberar el Reino de los Bosques del yugo del Poder Oscuro y derrotar a Brujaxa, la Reina Negra. Fue como si lo hubiera sabido desde siempre y desde siempre lo hubiera deseado. Se aventuró, pues, al otro lado de la Puerta, seguido por su fiel amigo Régulus. Al llegar al Reino de los Bosques, luchó contra hombres lobo y contra los caballeros sin corazón, aliados de las brujas, para liberar al pueblo forestal de la esclavitud. Durante esa aventura, conoció a la joven y arrojada Robinia, única heredera al trono de los Bosques, y a su pequeño amigo, el dragoncito Fósforo. Y también fue allí donde se encontró con Spica, que, junto con el mago Stellarius, había seguido sus huellas.

Sombrío descubrió que el Reino de los Bosques era el reino de su madre, pero no el de su padre. Y que su verdadero nombre, Audaz, elegido para él por su padre, Corazón Tenaz, dejaba entrever un origen ignoto y lejano. En sus viajes por densos bosques y salvajes montañas, conquistó una arma extraordinariamente poderosa, una espada capaz de destruir a los caballeros sin corazón. Debéis saber, no obstante, que la liberación de los elfos forestales no se debió al poder de ninguna arma, sino que el mérito fue de la tenacidad de Sombrío, de la fortaleza de su corazón y de su don para ver más allá de las cosas. La lucha fue dura y difícil y muchos cayeron en la batalla, pero muchos más sobrevivieron, dispuestos a hacer revivir el Reino de los Bosques y a reconstruir lo que habían destruido las brujas. No obstante, la aventura de Sombrío no había concluido. Desde el Reino de las Brujas, la oscuridad se propagaba hacia otros lugares de manera cada vez más irrefrenable. La misión del joven elfo y sus amigos sólo terminaría cuando la amenaza del Mal estuviera vencida, se hubieran reconquistado todos los reinos y se hubiera liberado a todos los pueblos. Y ésta es la historia de lo que les aconteció a nuestros jóvenes héroes después de la liberación de aquel primer reino. Leed, pues… 1. Una nueva partida IENTRAS los últimos rayos de un sol moribundo iluminaban el Reino de los Bosques, aquí y allá empezaban a brillar los fuegos de las primeras hogueras. Sombrío llegó hasta la vieja torre vigía y miró hacia abajo para admirar el espectáculo de las luces que resplandecían en el nuevo campamento donde se habían asentado los elfos forestales después de la liberación de su reino. Lo llamaban Campamento Gris, porque se alzaba cerca de Ciudad Gris. Desde allí, Brecius, el valiente elfo forestal que había liderado la revuelta al lado de Sombrío, dirigía el asedio de la ciudad para expulsar de ella a las últimas fuerzas del Ejército Oscuro. Había pasado casi un mes desde el comienzo del asalto al último bastión de los hombres lobo. Y el mismo tiempo había transcurrido desde que el mago Stellarius había partido en busca del Espejo de las Hordas, el paso embrujado que había servido a las tropas de la Reina Negra para invadir el Reino de los Bosques hacía poco más de diez años. En épocas muy lejanas, para unir entre sí todos los reinos del vasto Reino de la Fantasía, las hadas habían creado las Puertas, pasos encantados que funcionaban gracias a la magia de piedras catalizadoras capaces de abrirlos o sellarlos. Pero lo que las hadas habían hecho por el bien de los pueblos, las brujas lo habían aprovechado para sus fines perversos: manipulando la magia de aquellas piedras, habían abierto nuevos pasos malévolos a través de los cuales habían emprendido su silenciosa invasión. Éstos, llamados Espejos de las Hordas, estaban situados, en su mayoría, en pozas de agua estancada y tenían el poder de transportar en brevísimo tiempo al Ejército Oscuro a reinos pacíficos e ignorantes de la amenaza que los acechaba. De este modo había caído el Reino de los Bosques. Y de idéntico modo habían desaparecido muchos otros reinos antes que él, sin que nadie comprendiera cómo lograban las brujas comunicar su mundo oscuro y aislado con otros pacíficos y libres. Fue Stellarius quien descubrió los Espejos de las Hordas. Y ahora había emprendido la búsqueda del lugar por donde las brujas habían invadido el Reino de los Bosques: solamente siguiendo a la inversa el recorrido del Ejército Oscuro, Sombrío y los demás valientes elfos podrían liberar los reinos sojuzgados, llegar al de las brujas y derrotar a éstas para siempre. Sombrío le había prometido a Stellarius que esperaría a que regresara, pero empezaba a preguntarse si no sería mejor partir sin perder más tiempo. Sentía la necesidad de proseguir su misión.

También Veneno, la espada que llevaba colgada al costado, y que al empaparse de la sustancia mortal de un escorpión gigante se había convertido en la única arma capaz de derrotar a los caballeros sin corazón, parecía inquieta y deseosa de dejar aquellas tierras. Al mismo tiempo, el joven elfo sentía una tristeza semejante a la que experimentó cuando tuvo que abandonar la casa donde había crecido, en el Reino de las Estrellas. Pensaba a menudo en los lugares en los que había vivido feliz y despreocupado, y al sentir que la nostalgia le oprimía el corazón, se preguntaba si algún día volvería a verlos. Aunque, fuera como fuese, sabía que no podría regresar antes de haber cumplido su misión y cuando ya no quedaran más pueblos que salvar. De improviso, se oyó un rumor de hojas y una figura encapuchada se acercó a él y le apoyó la mano en el hombro con gesto afectuoso. —Ya verás como vuelve pronto —dijo Spica como si le hubiese leído el pensamiento. Sombrío siguió contemplando el paisaje en silencio. —Es un mago…, volverá pronto —repitió la chica. En una ocasión, ella misma había dudado de los poderes de Stellarius y se había jugado la vida aventurándose sola en medio del peligro. Ahora sabía que tenía que fiarse de él. Su amigo asintió. —Además, aunque quisiera partir, no sabría adónde ir… Sin Stellarius no tenemos siquiera una pista que nos guíe. Incluso la aguja de la brújula de la reina de las hadas, que siempre nos ha señalado la buena dirección, gira ahora sin indicar un punto preciso. Esta vez fue Spica quien permaneció callada, hasta que Sombrío añadió: —¿Sabes?, aquí empiezo a sentirme como en casa. —Es normal. Tu madre pertenecía a este reino, así que tú también perteneces a él, ¿no? —Sí, supongo que sí. Pero me pregunto de dónde venía mi padre. Nadie sabe decirme nada. Sólo que llegó de un lugar lejano… —¿Te preguntas si también ese mundo suyo habrá sido conquistado por el Poder Oscuro? —le preguntó Spica. El elfo asintió y su semblante pareció aún más serio. —No puedo evitar pensar que quizá vayamos a él… —Bien, entonces lo liberaremos también —le aseguró ella con su luminosa sonrisa—. Y tú podrás descubrir quién era tu padre. Sombrío sonrió. Pero no dijo lo que de verdad pensaba: que temía no conseguir su objetivo de reconquistar los reinos sometidos a las brujas, que le parecía un cometido demasiado arduo para él. Descartó a duras penas esos pensamientos y murmuró: —Sí.

—Y añadió, resignado—: No nos queda más que esperar el regreso de Stellarius. Enviemos la señal de que todo está tranquilo y volvamos al campamento, empieza a hacer frío aquí arriba. Spica sacó una lámpara de latón de debajo de su capa, la encendió y la colocó sobre el ruinoso armazón de madera de la vieja torre. Un brillante halo amarillo atravesó las tinieblas y se difundió por la vegetación. Con un escalofrío, los dos amigos desaparecieron en las densas sombras de la noche.

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