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La enfermedad del amor – Fernando Alberca

La enfermedad del amor es la segunda edición, revisada y puesta al día, del libro que apareciera con el título Las complicaciones del corazón, una obra que enseña por qué adolescentes y adultos —ciertamente cualquiera de nosotros— sienten como sienten. Una magnífica guía para desenvolverse en el laberinto que tejen las emociones y los sentimientos, gobernando nuestras vidas, la convivencia con los demás, y todo cuanto afecta a nuestro mundo interior o al de nuestros hijos. Desde la primera edición confirmamos lo que el Dr. Enrique Rojas anunció al poco de leerlo que Fernando es uno de los mejores conocedores de la afectividad humana del mundo. No era mera exageración. Esta obra está llena de comprensión hacia la vida interior de cada persona —lo que llaman el corazón humano— escrita con estudio, observación y sugerente acierto, hasta facilitarnos las pistas para que todos podamos, como él dice, «racionalizar las emociones y emocionar la razón». Esperamos que disfrutéis al leerlo tanto como nosotros al editarlo. Prólogo Desde el título tan original al índice de las 42 lecciones nos encontramos con un texto repleto de contenidos sentimentales. La educación de los deseos es una de las asignaturas pendientes de nuestra sociedad, donde es fácil perderse en un laberinto de sensaciones, motivaciones y tirones de la más distinta condición. El universo del mundo emocional, si no se tienen las ideas claras, es fácil que se centre en el conflicto, porque desde la adolescencia todo está a flor de piel y es fácil confundir el amor con la tendencia hacia otra persona, el enamoramiento con estar deslumbrado y el amor a otra persona con unas sensaciones epidérmicas y superficiales. La escenografía que nos presenta Fernando Alberca es un manual de autenticidad que cumple aquel viejo principio del mundo griego: no se puede amar lo que no se conoce. Ser feliz es poseer lo que uno desea. Amar a una persona de verdad, de forma auténtica, es darle lo mejor que uno tiene. Por eso el amor es alegría y compartir. Una de las claves del hombre moderno de este siglo XXI es acertar en la elección afectiva en donde tantos errores se ven y en donde muchos amores están hechos con materiales de derribo. El libro es un auténtico festín de emociones y sentimientos. El autor se adentra en la selva espesa y frondosa de la afectividad. El ángel exterminador de la falta de formación puede llevarse por delante en el amor las mejores intenciones. Cuando llega el amor puede ser ciego, pero cuando se va es muy lúcido. Encontramos en este libro un recorrido por los pasadizos de la ciudadela interior. El análisis erizado de las dificultades. Pero el autor sabe discernir los hechos y poner los puntos sobre las íes en cuestiones tan esenciales como la autenticidad, la intimidad, la pasión por la vida, las modas, aterrizando en un tema que es la vocación natural del ser humano, la felicidad: suma y compendio de la vida auténtica. Aprender a ser feliz no es otra cosa que aprender a ser auténticos. La felicidad no se da en el superhombre, sino en el hombre verdadero. Podemos aspirar a una alegría permanente que se mantiene a pesar de los mil y un avatares de la vida.


Ser feliz no es solo tener suerte, sino buscarla con los cuatro principales argumentos que asoman como icebergs en nuestro paisaje interior: amor, trabajo, cultura y haber alcanzado una personalidad madura. Finalmente y como dice su autor, buscar un ideal que nos haga ver nuestras grandes posibilidades, realizando el deber de cada día con una justeza de juicio que nos lleve a distinguir lo accesorio de lo fundamental, lo que pasa de lo que queda. Deberían encerrarnos en la felicidad y no encontrar la llave. Dr. Enrique Rojas EL AMOR ES SALUD O ENFERMEDAD: TODO O NADA «¿Por qué estamos hechos así y necesitamos tanto amar y sentirnos tan amados? A veces no me siento amada y estoy como loca, desubicada en este mundo injusto que me quiere expulsar a cada paso que doy. Pero cuando he creído serlo, entonces el mundo me parece absolutamente perfecto, sencillo y dulcemente habitable: hecho solo para ser feliz.» Lo dijo Mar, de 39 años. Casi el 70% de las consultas que se hacen en busca de consuelo en Estados Unidos y Europa a psiquiatras, psicólogos o asesores personales y familiares, están relacionados con un desengaño amoroso o un desengaño afectivo. El amor es la felicidad. La felicidad es la conjunción de dos sensaciones: sentirse más amado de lo que uno cree que merece y al tiempo amar más de lo que estima que puede amarse. El amor es la causa del equilibrio, de la paz, de la grandeza, de la vida real. Es la causa de todo lo bueno y lo más bello. El amor es la salud del alma. Es todo lo que nos hace bien. El amor lo invade todo. Pero su contrario, el desamor, también. Un proverbio portugués dice que «el amor, como la luna, cuando no crece, mengua». No puede amarse a medias. Quien cree que sí se puede amar a alguien y no amarlo completamente o no hacerlo siempre, lo más probable es que ya hace tiempo que fue dejando de amar, pero aún cree que lo hace. El amor y el desamor son como el anverso y reverso de una misma hoja. Cada persona tiene la posibilidad de estar sobre la mesa de la vida por una u otra cara, nunca de canto. El viento puede cambiarlas de postura, pero nunca permanecerá sobre el estrecho filo que los une. El desamor es lo contrario del amor; es decir, la causa del desequilibrio, de la guerra, de la miserable pequeñez de toda vida falseada por el engaño y de la soledad más dolorosa y desesperanzada. La causa de todo lo malo y lo horrible. El amor, así, por su ausencia —la falta de amor— es causa de la enfermedad del alma, y de la nada.

Por eso ninguna cosa, ilusión o tarea debería importarnos tanto como aprender a amar y no dejar de hacerlo. Por eso compensa poner nuestros mejores recursos en juego para aprender cuáles son las claves de lo que pasa por nuestro corazón, por qué y cómo sucede. Para hacer lo que está en nuestra mano por amar más y amar mejor, ser más amado y disfrutar más de serlo. 2. LA SENSACIÓN DE SER AMADO Amar es hospedar a alguien en el centro de nuestro corazón, abandonando nosotros mismos ese centro; ser amado es ocupar el centro del suyo. «Amar no es un ramo de rosas en la tarde» escribió el poeta Vicente Núñez. No es un solo detalle («un ramo de rosas»), por hermoso y abundante que sea, ni («en la tarde»), cuando el día se acaba. Las rosas son conmovedoras, caras, hermosísimas… pero se marchitan muy pronto, no de inmediato —es cierto—, pero demasiado pronto. Amar no es siquiera un ramo de rosas cada semana durante un año o durante dos. Amar no tiene tiempo, o lo tiene todo. Pero los amantes son defectuosos. Están sometidos a vaivenes personales, a fuerzas egoístas que van y vienen, a mareas continuas, naturales o provocadas por la acción del otro o las circunstancias. Mareas que ocasionan tormentas. A veces tan perfectas, que en ellas sucumbe el navío mejor diseñado. Entonces ocurre algo incoherente, extraño, dañino y con tendencia al desastre, pero muy frecuente: que se ama y se es amado por alguien que pese a ello te detesta, te trata con desdén, con odio o con indiferencia. Y uno siente que es insufrible tanto desprecio. Entonces se arrepiente de amar y siente la seguridad de no ser en verdad amado, quizá de no haberlo sido nunca. Duda si lo fue y ya solo queda en su memoria o si ni siquiera llegó a serlo y siempre fue un espejismo de su imaginación y deseo de serlo. Un engaño. Y la felicidad (la conjunción de dos sensaciones: creer que se es amado más de lo que se merece y amar más de lo que creía que podría) se convierte infelicidad (la conjunción de creer que se es más despreciado de lo que se merece y de odiar más de lo que creía que podría). La verdad es que esta sensación ocurre muchas veces en la vida de los amantes que se aman de verdad. Es solo una enfermedad más o menos pasajera que sufre el amor. Si pasa pronto y llega la sensación contraria, aquella fue un resfriado o una gripe a lo más. Si se instala y cada vez esta sensación de no ser querido o no amar se perpetúa en un continuo con excepcionales momentos de amor, cada vez más distantes, entonces la enfermedad amorosa ya no se parece a una gripe, sino a una esquizofrenia, una depresión, un tumor o un cáncer llamado a ser terminal. Los humanos amamos imperfectamente y sometidos a rachas biológicas, hormonales, químicas, perceptivas (visuales, de olores, tacto, por ejemplo) excitación, euforia, incomprensiones, malas interpretaciones, abatimiento, a veces que nada tienen que ver con la persona amada, que tienen su fuente fuera del ámbito de los dos amantes, pero que afecta primero a uno de ellos y después por extensión, a los dos.

Aunque la fuente de origen de estas fuerzas esté fuera, las consecuencias afectan a toda la persona y con manifestaciones en las acciones externas e internas de la persona completa, porque alma y cuerpo es uno. Por eso el amor, que es una cosa llamada a ser completo, total, atemporal y que esté por encima de todo condicionamiento circunstancial, es decir, «no es un ramo de rosas en la tarde» solamente, sino la puesta en juego de todo lo que somos, un concepto imperfecto pero en realidad humano con imperfecciones humanas. Porque hay amores perfectos de amantes imperfectos. Hemos de aceptar ser humanos. La victoria del amor reside en que las fuerzas externas al amor, hagan una presión menor sobre nuestras acciones, porque tengamos la vida llena de acciones, incluso algunas mecánicas, en las que el amor crezca protegido. Amar no es solo cuestión de sentimiento, vulnerable a la presión del momento, sino de memoria, de inteligencia y de voluntad, más propio de la libertad, la pasión duradera y la felicidad creciente que de «un ramo de rosas en la tarde». 3. ¿CÓMO AMAMOS Y CUÁNDO? ¿ENFERMOS O SANOS? Saberse amado es saber que somos —ilógica y libremente, por encima de uno mismo— el centro de interés y cuidado, desvelo emocionado y racional, sin medida y completo, material e inmaterial, sin tiempo, de alguien inabarcable que nos ama innecesariamente. Amar es hacer lo mismo nosotros. Para descubrir los primeros síntomas de la enfermedad del amor, para diagnosticar si estamos amando sanamente, para saber qué hacer, a dónde acudir, cómo tratarnos si estamos cayendo en la enfermedad amorosa, hemos de conocer mejor cómo funcionan en nuestro interior todos los pequeños y grandes circuitos del amor: sus procesos, cómo se inicia, cómo y por qué se mantiene, cómo puede reactivarse, cómo puede alguien re-enamorarse y cómo se puede ser más feliz sintiendo cada día más amor y amando cada día mejor. No basta con conocer la esencia del amor, las sensaciones que conlleva, sino que es preciso entender e interpretar las propias sensaciones, para gobernarlas en la medida de lo posible y dirigirlas hacia lo que amamos. Muchos amantes enferman porque creen que el amor está aislado, colgado en el aire solo por dos hilos sutiles: la emoción y la suerte. Aislado de todo lo demás, de los sentimientos, de otras emociones, de las demás sensaciones, de los defectos, de las circunstancias, de los hechos más ordinarios, de la realidad de los que aman; entonces aman el hecho de amar, más que a alguien real o para siempre, y aman falsamente: con la enfermedad del amor. En este libro no me centro de forma directa en la esencia del amor, como ya hice en ¿Quieres casarte conmigo? o en Todo lo que sucede importa; sino en el camino que nos lleva hasta el amor o a su contrario, lo que le antecede, posibilita o imposibilita. Conocer de verdad el amor es conocer también su periferia, que es donde ataca el virus que hace enfermar al amor y afecta mortalmente al amante. Una periferia por ejemplo donde residen las emociones primeras del enloquecimiento amoroso que son las mismas que luego expanden la enfermedad del hastío o la susceptibilidad. Una periferia que nos permita comprender cómo se labran los sentimientos, qué efecto y consecuencias tiene la autenticidad, el engaño, la confianza, la autoaceptación de cada uno, la autoadaptación, la madurez, el idealismo, las dificultades del corazón y de la cabeza, el afecto y la intimidad, nuestro deseo de aprobación, nuestra tendencia al conformismo, la nostalgia y la melancolía, la pasión y nuestra identificación con la música o el cine, las amistades, los problemas, la libertad al amar, la realidad y la felicidad que dura de forma creciente y contagiosa cuando es de verdad. De todo eso hemos de aprender para conocernos mejor, para evaluar cómo amamos cada uno y amar mejor, complementariamente, para conocer mejor el amor y cómo somos amados de verdad, con independencia de las fuerzas externas, sabiendo disfrutar más en los periodos de calma y aprender a navegar felices, sin depender de las tormentas. 4. EMPECEMOS POR NUESTRAS EMOCIONES Debido a la importancia de la periferia del amor —objeto de este libro— en el resultado de nuestro amor, hemos de conocer mejor esa periferia: nuestras sensaciones y emociones, para aprender a interpretar mejor y alimentar y prevenir el sentimiento del amor y su contrario (el desamor y el odio). Nuestro corazón, con todas sus complicaciones, con todos los laberintos, caminos, senderos y atajos de nuestra afectividad, es un conjunto de emociones, sentimientos y pasiones que mueven el alma, con su voluntad e inteligencia, y que nuestra libertad puede decidir hacia dónde y cómo guiar. La inteligencia sin su corazón es baldía e inhumana; el corazón sin su inteligencia, estéril y vulnerable. Somos un «uno» completo, hecho de muchas partes. ¿QUÉ SON LAS EMOCIONES? Nuestra educación no se ha preocupado tanto de nuestros afectos como en verdad hubiera sido necesario. Es frecuente encontrar quienes no saben expresar sus sentimientos con palabras o con hechos, quienes ni siquiera distinguen bien conceptos como sensaciones, emociones, sentimientos y amor; quienes suelen decir genéricamente que están «mal» sin precisar si se encuentran decepcionados, traicionados, preocupados, humillados, ignorados, insultados, calumniados, desalentados o simplemente cansados, pese a la enorme diferencia de estos estados de ánimo y la diferencia de sus remedios.

Pero tal y como avanza el siglo XXI, para lograr comunicarnos, conocernos y relacionarnos mejor, precisamos conocer también mucho mejor qué sentimos, distinguiendo las sensaciones, cuyo conjunto conforma una emoción involuntaria y las emociones involuntarias y como el conjunto de estas crean voluntarios sentimientos que —como los hilos de un tapiz (aparentemente desordenado si lo miramos por detrás, pero que sigue un diseño único y hermoso si lo miramos por delante)—forman el amor o el desamor.

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