debeleer.com >>> chapter1.us
La dirección de nuestro sitio web ha cambiado. A pesar de los problemas que estamos viviendo, estamos aquí para ti. Puedes ser un socio en nuestra lucha apoyándonos.
Donar Ahora | Paypal


Como Puedo Descargar Libros Gratis Pdf?


Horizonte azul – Wilbur Smith

Desde la orilla, los tres jóvenes miraban el sendero de iridiscencia plateada trazado por el resplandor de la luna sobre las aguas oscuras. —En dos días habrá luna llena —dijo confiadamente Jim Courtney—. Los tiburones han de estar hambrientos como leones. —Una ola que se deslizaba hacia la playa arrojó espuma sobre sus tobillos. —En lugar de quedarnos aquí parloteando, echemos el bote al agua —propuso su primo Mansur Courtney. El cabello del joven brillaba a la luz de la luna, como cobre recién fraguado, y su sonrisa centelleaba con el mismo esplendor. Mansur codeó levemente al joven negro que, vestido apenas con un taparrabos blanco, estaba de pie junto a él—. Vamos, Zama. Al unísono, se inclinaron con todo su peso sobre la pequeña embarcación, pero ésta avanzó apenas unos centímetros. Cuando volvieron a intentarlo, el bote quedó atascado en la arena mojada. —Esperen a la próxima ola grande —ordenó Jim, y los otros dos intentaron recobrar sus fuerzas —. ¡Allí viene! —La marejada se retiró a toda velocidad y luego volvió hacia ellos, ganando en altura. La ola rompió con un estallido blanco, levantando la proa del esquife y haciendo tambalear a los muchachos con su fuerza, éstos debieron aferrarse a la borda mientras el agua se movía en remolinos por encima de sus cinturas. —¡Vamos, ahora! —gritó Jim, y los tres empujaron el bote al mismo tiempo—. ¡Corran, vamos! —La barca se desprendió y comenzó a avanzar, y los jóvenes aprovecharon la contracorriente para impulsarla mar adentro, hasta que el agua les llegó a los hombros—. ¡Vamos! ¡A los remos! — farfulló Jim antes de que la siguiente ola rompiera sobre su cabeza. Los muchachos levantaron los brazos, se aferraron al borde del bote y subieron a él, con el agua salada cayendo por sus cuerpos. Riendo excitados, tomaron los largos remos y los colocaron sobre el pasador del escálamo. —¡A moverse! —Los remos se hundieron, se balancearon y volvieron a emerger, goteando partículas plateadas por la luz de la luna y dejando pequeños remolinos luminosos en la superficie. El bote comenzó a alejarse con elegancia de la rompiente. Los jóvenes, habituados a la tarea, remaban rítmicamente. —¿Adónde vamos? —preguntó Mansur. Tanto él como Zama miraron a Jim, el líder natural del grupo. —¡Hacia el Cauldron! —dijo Jim, decidido. —Eso pensé —dijo Mansur riendo—.


Sigues enojado con Big Julie. Zama escupió hacia un costado, sin perder el ritmo. —Debes tener cuidado, Somoya. Big Julie te tiene inquina. —Zama hablaba en lozi, su lengua materna. «Somoya» significaba «viento salvaje» Así habían llamado a Jim desde niño, por su fuerte temperamento. Jim frunció el entrecejo ante el recuerdo. Ninguno de ellos había visto nunca el gran pez al que habían bautizado Big julie, pero sabían que era hembra porque sólo las hembras alcanzaban ese tamaño. Jim había sentido su poder transferido desde las profundidades a través del sedal. El agua salía a chorros de la ola y echaba un vaho al saltar por sobre la borda, dejando una honda estela en la madera, como sangre goteando de unas manos desgarradas. —En 1715, mi padre iba a bordo del viejo Maid of Ornan, que encalló en Danger Point —dijo Mansur en árabe, su lengua materna—. Su compañero intentó llegar a tierra para llevar un hilo de pesca a través del oleaje, y un gran pez rojo emergió por debajo cuando el hombre iba por la mitad del camino. El agua estaba tan clara que lo vieron venir cuando estaba a seis brazas de la superficie. El pez mordió la pierna del compañero de mi padre hasta la rodilla y la engulló de un trago, como haría un perro con un ala de pollo. El pobre hombre comenzó a gritar y a golpear el agua, haciendo espuma con su propia sangre, intentando asustar al pez, pero éste giró por debajo de él y le mordió la otra pierna, llevándoselo consigo. Mi padre nunca más lo volvió a ver. —Cuentas esa historia cada vez que quiero ir al Cauldron —gruñó Jim. —Y cada vez vuelves a cagarte en las patas —dijo Zama en inglés. Los tres muchachos habían pasado tanto tiempo juntos que hablaban con fluidez los idiomas de los otros: inglés, árabe y lozi. Continuamente saltaban uno a otro sin hacer demasiado esfuerzo. Jim se rió, más para mitigar sus sentimientos que para expresar su contento. —¿Y dónde diablos aprendiste tú esa expresión? Zama sonrió. —La noble boca de tu querido padre —replicó, dejando por una vez sin respuesta a Jim. Este miró en dirección al horizonte, que comenzaba a iluminarse. —Amanecerá en dos horas.

Y quiero estar sobre el Cauldron antes de que amanezca. Creo que es la mejor hora para intentar arremeter contra Julie otra vez. Se dirigían al corazón de la bahía, avanzando sobre las marejadas del Cabo, que venían marchando en desorden a través del Atlántico Sur. El viento de proa no les permitía izar la única vela de la pequeña embarcación. A sus espaldas, iluminado por la luz de la luna, se elevaba el majestuoso macizo de Table Mountain, con su cima plana. Fondeados debajo de la montaña, los grandes barcos con sus vergas bajas formaban una mancha oscura. Esa zona de anclaje era el caravasar de los mares del Sur. Los barcos mercantes y los buques de guerra, pertenecientes a la Dutch East India Company —la VOC— y a otra media docena de naciones, utilizaban el Cabo de Buena Esperanza para avituallarse y ser reparados luego de sus largos viajes oceánicos. A esa hora temprana no había muchas luces en la costa; sólo los faroles mortecinos en las paredes del castillo y en las ventanas de las tabernas frente a la playa, donde las tripulaciones de los barcos seguían divirtiéndose. Los ojos de Jim se dirigieron naturalmente hacia una luz separada de las otras por una milla. La luz provenía del depósito de la Compañía de Comercio Courtney Hermanos. Más precisamente, de la ventana de la oficina de su padre, en la planta baja del extenso almacén. —Papá está contando las monedas otra vez —dijo Jim, riendo. Tom Courtney, el padre de Jim, era uno de los comerciantes más exitosos del Cabo. —Allí está la isla —dijo Mansur sin dejar de remar, y la atención de Jim volvió a enfocarse en lo que tenía por delante. El joven ajustó la soga del timón, que había enrollado al dedo gordo de su pie. Alteraron levemente su curso hacia babor, dirigiéndose hacia el punto más al norte de la isla de Robben. «Robben» era la palabra holandesa que designaba a las focas que abundaban en el peñón rocoso. Los jóvenes sentían ya el olor de los animales en el aire nocturno; el hedor de sus excrementos basados en pescado era asfixiante. Ya cerca, Jim se puso de pie sobre el bote para orientarse a partir de los mojones de la costa, de modo de dirigir su esquife con precisión en dirección a ese agujero profundo al que habían bautizado «Cauldron». De pronto, lanzó un grito y se echó hacia atrás sobre el bote. —¡Miren a ese grandote imbécil! ¡Pasará por encima de nosotros! ¡Remen, vamos, remen! —Con sus numerosas velas izadas, un gran barco había girado rápidamente y en silencio por la sección norte de la isla. La nave iba en dirección noroeste y se dirigía hacia ellos a una velocidad aterradora. —¡Maldito holandés comedor de queso! —gritó Jim, mientras remaba con esfuerzo—. ¡Maldito marinero de agua dulce, hijo de una prostituta tabernera! ¡Ni siquiera lleva un farol encendido! —¿Y dónde diablos aprendiste tú a decir esas cosas? —dijo Mansur, jadeante, mientras golpeaba el agua con sus remos.

—¡Tú eres un payaso tan cómico como ese maldito holandés! —le dijo Jim, inconmovible. La sombra oscura del navío se cernía amenazadora por encima de ellos, levantando con su proa una ola brillante y plateada. —¡Grítales! —dijo Mansur, con un tono de voz en que podía detectarse el temor ante el peligro. —¡No gastes saliva! —replicó Zama—. ¡Están totalmente dormidos! No te oirán. ¡Vamos, remen, vamos! —Los tres jóvenes ponían todo su esfuerzo, y la pequeña embarcación parecía ir volando a ras del agua. Pero el enorme barco iba más rápido aún. —¿Tendremos que saltar? —preguntó Mansur, tenso. —¡Bien! —gruñó Jim—. Estamos junto al Cauldron. Es hora de probar la historia de tu padre. ¿Cuál de tus piernas arrancará primero Big Julie? Los muchachos remaban con un frenesí silencioso. A la luz de la noche fría, la traspiración brillaba en sus frentes convulsas. Se dirigían hacia las rocas, allí donde el gran barco no podría tocarlos, pero todavía estaban a doscientos metros de ellas, y ahora las enormes velas se elevaban por encima, tapando las estrellas. Podían oír el viento que golpeaba contra la tela, el crujido del maderamen y el murmullo musical que hacía la proa al balancearse. Ninguno de los muchachos hablaba. Concentrados en los remos, levantaban la vista hacia la nave con terror. —¡Sálvanos de ésta, Señor! —musitó Jim. —¡En el nombre de Alá! —dijo suavemente Mansur. —¡Por todos los padres de mi tribu! Cada uno le rogaba a su dios o dioses. Zama nunca perdía el ritmo, pero sus ojos, blancos ante la proximidad de la muerte, resaltaban contra su rostro oscuro. La ola que levantaba la proa del barco los hizo elevarse, y de pronto los impulsó hacia adelante y luego bruscamente hacia atrás, haciendo que el bote marchara en dirección a popa. El yugo se hundió y el agua helada inundó el bote. En el momento en que el enorme casco golpeaba el esquife, los muchachos cayeron hacia un costado. Mientras se hundía, Jim comprendió que había sido un golpe lateral.

El bote había sido arrojado a un lado, pero no había habido crujidos de maderas partiéndose. Jim fue impulsado hacia lo profundo, pero se dejó llevar más hondo aún. Sabía que un contacto con el fondo del buque podía ser fatal. Éste estaría cubierto de crustáceos por su pasaje a través del océano, y sus caparazones filosos le rasgarían toda la carne. Cada uno de sus músculos se puso tenso anticipando la agonía, pero ésta no llegó. Los pulmones le quemaban y su pecho estaba muy agitado, urgido por la necesidad de oxígeno. Jim resistió hasta que estuvo seguro de que el barco había pasado, y luego se dirigió hacia la superficie, impulsado por sus brazos y sus piernas. A través del agua limpia, oscilante e insustancial, veía el contorno dorado de la luna. Jim nadó hacia allí con todas sus fuerzas y con toda su voluntad. De pronto, sintió el golpe del aire y llenó sus pulmones con él. Se puso de espaldas, jadeó, se sofocó y aspiró esa dulzura llena de vida.

.

Declaración Obligatoria: Como sabe, hacemos todo lo posible para compartir un archivo de decenas de miles de libros con usted de forma gratuita. Sin embargo, debido a los recientes aumentos de precios, tenemos dificultades para pagar a nuestros proveedores de servicios y editores. Creemos sinceramente que el mundo será más habitable gracias a quienes leen libros y queremos que este servicio gratuito continúe. Si piensas como nosotros, haz una pequeña donación a la familia "BOOKPDF.ORG". Gracias por adelantado.
Qries

Descargar PDF

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

bookpdf.org | Cuál es mi IP Pública | Free Books PDF | PDF Kitap İndir | Telecharger Livre Gratuit PDF | PDF Kostenlose eBooks | Baixar Livros Grátis em PDF |