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Espiritus afines – Christie Golden

Esta empresa está condenada al fracaso —murmuró Asajj Ventress. Llevaba las manos firmemente atadas a su espalda, y su larga túnica oscura y su pesada capa la asfixiaban bajo el abrasador sol de Florrum. —Sólo si tú lo estropeas —le contestó Lassa Rhayme en un susurro. La pantorana de piel azul llevaba las ropas de Ventress: botas negras con espinilleras protectoras, pantalones ajustados y una blusa negra de cuello alto bajo una túnica. Había más placas protectoras en el hombro izquierdo y en las caderas, y muchos lugares donde sujetar gran variedad de equipo. La capitana pirata parecía haber nacido para llevar ese conjunto. Ventress no tenía intenciones de «estropearlo», pero desde luego estaba teniendo serias dudas acerca de ese plan. Aceptar esa recompensa había parecido buena idea en su momento. El trabajo había aparecido en el listado junto a un impresionante número de créditos, y Ventress recientemente había invertido una considerable cantidad en reparar la Banshee. Buscar media docena de pilotos de caza experimentados para servir como escolta de la nave de carga Paso Firme. Sin preguntas. La mitad del pago al cerrar el trato, la otra mitad tras la entrega a salvo del cargamento del Paso Firme. «Contrabandistas más cargamento es igual a piratas» era una ecuación que Ventress había aprendido mucho tiempo atrás, así que el ataque sobre el Paso Firme no fue algo inesperado. Lo que sí fue inesperado fue ser rescatados por un segundo grupo de piratas, la Orden del Hueso Sangriento, que también planeaba saquear el carguero. —Llevábamos semanas planeando esto —le había dicho Lassa Rhayme—. Puedes imaginar mi sorpresa cuando, al llegar la Oportunidad a las coordenadas adecuadas, las únicas naves que vimos fueron cazas flotando a la deriva en el espacio. Ventress había sido la única superviviente. Rhayme había llevado a la mujer herida a la enfermería de su nave y le había curado las heridas. También había remolcado la Banshee para repararla. —¿Por qué? —había preguntado Ventress, con curiosidad. —Al ver que tu nave estaba en tan mal estado y tú seguías viva, tuve una corazonada. Resultó correcta. Encontramos esto. —Rhayme se llevó las manos a la espalda, sacó el sable de luz de Ventress, y se lo lanzó—. Me vendrá bien tu ayuda para recuperar el Paso Firme.


Ventress recibió el familiar peso del arma en su mano. Había esperado echar de menos sus sables de luz rojos gemelos, pero ahora se alegraba de que se los hubieran robado. Los viejos le recordaban demasiado a Dooku, y descubrió que prefería la luz amarilla de éste. —Podría estar dispuesta a ayudarte… siempre y cuando pueda quedarme con cierta parte del cargamento. —¿Cuál sería? —Eso sería asunto mío —respondió Ventress. Rhayme entornó sus ojos dorados mientras miraba escrutadoramente a la mujer que había rescatado. —¿Un objeto? —Un objeto. Ella asintió. —Ayúdame a recuperar el carguero, y sea lo que sea, es tuyo. Rhayme había enviado un miembro de su tripulación infiltrado en el Paso Firme. Él había informado de que Hondo Ohnaka, el pirata responsable del robo, no se encontraba actualmente en la base de Florrum; únicamente quedaba una tripulación mínima liderada por un subalterno para descargar el Paso Firme. —Es un alivio para nosotros; Hondo es avispado, un hueso duro de roer, incluso para ser un weequay. Weequay. —Ahora tienes toda mi atención —dijo Ventress—. No… no me gustan demasiado los weequays. Era un eufemismo. Ventress despreciaba la especie, con sus pieles curtidas y arrugadas y su temperamento agrio. Piratas weequay habían asesinado tanto a su maestro esclavista como, más tarde, a Ky Narec, el Jedi que la había tomado como Padawan. Su mano se tensó sobre su sable de luz con la expectación. —No te sueltes demasiado con eso, —advirtió Rhayme, señalando el arma con la cabeza—. A mí no me gustan demasiado las largas listas de bajas. Matamos cuando es necesario, no por deporte. —Suenas como un Jedi —dijo Ventress con desprecio. —No me insultes. Jiro, el pirata al mando en ausencia de Hondo, había quedado intrigado por la proposición de Lassa cuando contactaron por holograma, y les permitió aterrizar en la depresión llana y rocosa frente al complejo de Hondo.

La zona estaba cubierta de escombros. No mucho tiempo atrás, alguien había descubierto ese escondite, y decididamente no mostraba su mejor aspecto. Ventress había localizado el Paso Firme —destacable por estar completamente intacto en medio de las ruinas—, que estaba siendo descargado mientras las «escoltaban» a punta de bláster al interior de lo que quedaba de un gran complejo de varios niveles. —Estoy empezando a pensar que esto no ha sido tan buena idea —continuó Ventress mientras cruzaban una puerta triangular y pasaban de la luz del sol a la penumbra. —¡Eh, nada de hablar! —Uno de los piratas clavó un bláster en el costado de Ventress. Ella apretó los dientes para evitar lanzar un empujón de Fuerza contra la desagradable criatura, enviándola al otro extremo del pobremente llamado «gran salón». Algunos de los piratas se dedicaban a actividades como beber, flirtear con los miembros femeninos de la tripulación, pelearse por flirtear, apostar en las pelas, y el bello arte de deslizarse de una silla completamente borracho. Pero había otros, cuyas frías miradas se posaron en los recién llegados, que arponeaban comida con navajas como si simplemente estuvieran practicando para tallar carne. Jiro aguardaba a Ventress y Rhayme en el extremo opuesto. Sentado a una larga mesa en un estrado elevado, se recostaba cómodamente en una silla ornamentada que le proporcionaba la mejor vista. Era uno de los weequays más feos que Ventress hubiera visto jamás, con una fila de mechones de cabello surgiendo como púas de su cabeza desproporcionadamente grande, y dos trenzas más largas cayendo sobre su espalda. El pirata que había conducido a las dos mujeres le tendió el sable de luz de Ventress. Jiro lo miró detenidamente, luego a Ventress, y finalmente a Rhayme. —Debes de ser alguien especial, para atrapar a una Jedi. ¿Cómo lo lograste? —La magnífica capitana Rhayme —y Lassa escupió en el suelo— envía a su tripulación para buscar noticias de naves que asaltar. Así es como me crucé con ella. —Miró con desprecio a Ventress—. La encontré herida de bastante gravedad, no sé por qué o por quién, pero todavía viva. La llevé a mi nave, la curé (lo bastante para que pudiera caminar, al menos), y contacté con vosotros. Ventress ofreció a Lassa una mirada en la que esperaba se viera tanto desafío como cansancio. Jiro se recostó en su silla, reposando sus sucias botas sobre la mesa. En la mesa contigua, alguien eructó. —He oído hablar de Lassa Rhayme. Parece que no es tu mejor amiga. —No mucho —dijo Rhayme, mostrando exactamente la cantidad adecuada de odio, torciendo el labio ligeramente.

Es buena, pensó Ventress—. Esa bruja es brutal. Una vez abordamos una nave separatista, y robó su droide de tortura. Rhayme siempre había sido dura con su tripulación, pero ahora… —La «cazarrecompensas» meneó su cabeza color lavanda—. Haría cualquier cosa por escapar de sus garras. —Como traicionar a tu capitana y unirte a la Banda de Hondo, ¿eh? ¿Cómo podríamos confiar en una chaquetera? Rhayme sonrió dulcemente. —Hondo te dio a ti una segunda oportunidad cuando le traicionaste, ¿no es cierto? Ventress reprimió una sonrisa cuando el rostro de Jiro se oscureció por el recuerdo. Ella y Lassa habían hecho sus deberes. Rhayme cruzó los brazos. —Mira; si miento no tengo nada que ganar, y todo que perder. Os estoy entregando a una Jedi. El rescate que pagará la Orden por su regreso sana y salva será asombroso. Y además… —Colocó las manos sobre la mesa y acercó su rostro al de él—. Te diré todo lo que necesitas saber sobre los planes de Lassa Rhayme. Hondo regresará para descubrir que, en su ausencia, tú has vencido a una peligrosa capitana pirata y capturado su nave, obteniendo una nueva tripulante leal y una prisionera Jedi en el trato. Puede que hasta te nombre su segundo al mando. Jiro pensó en ello, retirando las botas de la mesa e inclinándose hacia delante. —Sin embargo, ¿por qué no quedarte la Jedi para ti misma y reclamar la recompensa? La paciencia de Ventress se había agotado. Cuanto más les presionaba el weequay, más probable era que se limitase a ordenar que les disparasen a ambas y reclamase toda la gloria para sí. Es hora de menear un poco las cosas. El sable de luz voló de las manos de Jiro a las de Ventress justo cuando ella se giraba para recogerlo. No podía usarlo para cortar sus ataduras con las manos a su espalda, pero podía luchar. Con un grito, saltó sobre Rhayme, girando en el aire e inclinando su sable de luz con tal precisión que sólo rozó la trenza color lavanda de Rhayme. —¿Qué…? —exclamó Jiro, y luego se lanzó debajo de la mesa buscando protección. Rhayme jadeó y miró fijamente a Ventress.

Estrechó sus brillantes ojos durados y se lanzó hacia el bláster más cercano, que resultó estar en posesión del pirata que las había conducido al interior. Por tanto, Ventress no quedó descontenta cuando Lassa lo usó como escudo mientras disparaba a la «Jedi». Los disparos casi impactan en Ventress. Rhayme parecía furiosa. Su color era más pronunciado y enseñaba los dientes en una mueca de puro odio. Oh, no. Cree que la he traicionado. Era una suposición perfectamente razonable. Había habido una época, no muy lejana, en la que habría sido la correcta. Pero no hoy. Ventress tendría que esperar que Lassa Rhayme entendiera lo que estaba haciendo… y que Jiro no lo entendiera. Dando la espalda a Rhayme, Ventress usó la Fuerza para sentir los disparos y devolverlos con su sable. Escuchó un grito de dolor a su espalda, pero decididamente no era femenino. Bien. Saltó sobre la mesa, dando vueltas en círculo por toda su longitud y alcanzando cualquier brazo o torso lo bastante desafortunado para estar en el brillante camino amarillo de su sable de luz. —¡Ríndete, Jedi! —dijo la fuerte y clara voz de Lassa. ¿Lo había entendido ya? De un modo u otro, tanto si continuaba con el plan como si acababa con él, Rhayme tendría que detener a Ventress. Dos weequays se abalanzaron sobre la mesa, alzando sus blásteres. Ventress fue a su encuentro de un salto, lanzando patadas con ambos pies. La punta de cada bota golpeó a un sorprendido pirata bajo la barbilla. Sus cabezas se inclinaron hacia atrás y se derrumbaron, ya fuera inconscientes o muertos. Al aterrizar, una potente patada en la parte baja de su espalda la envió dando tumbos. Le arrebataron el sable láser de las manos y un instante después el dolor estalló en sus muñecas. Lassa Rhayme, capitana pirata, le plantó la bota en la espalda; Ventress inclinó la cabeza a un lado y alzó la mirada, aún insegura de si Rhayme era amiga o enemiga. Rhayme colocó la zumbante punta del sable de luz tan cerca del rostro de Ventress que se vio obligada a entrecerrar los ojos por el brillo.

Tomó aliento a duras penas. —Me… me rindo —jadeó finalmente. * * * —No creía que fueras realmente capaz de capturarla —dijo Jiro, ligeramente a regañadientes, mientras se llevaban a la «Jedi vencida»—. Estoy… impresionado. A Rhayme le dolía el hombro, y pronto tendría varios moratones, pero los había tenido peores. —Sin duda, los Jedi son duros de pelar. Tengo suerte de que no esté en su mejor momento. Sujetó el sable de luz en su cinturón con aire casual, como si no hubiera duda de que le pertenecía a ella. Jiro advirtió el gesto, pero lo dejó pasar, razonando sin duda que la cantidad que la banda recibiría del Consejo Jedi le compensaría de sobra por un sable de luz perdido. —¿Entonces supongo que estamos de acuerdo? —continuó Rhayme—. Obtenéis la recompensa por la Jedi y me aceptáis como miembro de la tripulación, y yo os digo dónde encontrar la flota de Lassa Rhayme. —Bueno —dijo Jiro a modo de evasiva—, es Hondo quien debe tomar la decisión final. Ella tomó asiento sin haber sido invitada y, de nuevo, Jiro no protestó. —No me sorprende. Es su banda, después de todo. Esperaré. ¿Cuándo se espera que vuelva? Eso tomó a Jiro por sorpresa. —No lo dijo. Pero yo podría hablarle bien en tu nombre si me dijeras a mí dónde encontrar esa flota. Para que pueda, eh, preparar las naves y dejarlas todas dispuestas, vaya. Para que puedas enviar ahora a tus hombres y llevarte todo el mérito, vaya, pensó Rhayme, divertida. Y probablemente, de paso, tratando de matarme. Rhayme fingió no haber llegado a esa conclusión obvia. —¡Es una gran idea! —dijo. Jiro se relajó visiblemente—.

Ahora… deja que empiece diciéndote cuántas naves tiene Rhayme bajo su mando, de qué tipo, y sus nombres. —Sonrió—. Creo que un trago me ayudaría a soltar la lengua… si quisieras acompañarme. Jiro le lanzó una mirada lasciva, tomó una taza que sin duda no estaría nada limpia, y vertió un brillante líquido verde en ella. * * * Las quemaduras en las muñecas de Ventress eran exquisitamente dolorosas, pero no le importaba. Al reducir a Ventress, Lassa había dañado lo suficiente los grilletes aturdidores para que Ventress pudiera liberarse… y eso significaba que Lassa la creía. Podía soportar un poco de dolor.

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