debeleer.com >>> chapter1.us
La dirección de nuestro sitio web ha cambiado. A pesar de los problemas que estamos viviendo, estamos aquí para ti. Puedes ser un socio en nuestra lucha apoyándonos.
Donar Ahora | Paypal


Como Puedo Descargar Libros Gratis Pdf?


Entre mis brazos – Mabel Diaz

En cuanto dieran las tres de la tarde, a Noa se le caería el bolígrafo de la mano y saldría corriendo de su trabajo en Seguros Sanz, la mayor compañía aseguradora de España. Cruzaría a la acera de enfrente para reunirse con su hermana Andrea en la sucursal bancaria donde ésta trabajaba y volver a casa juntas en el Ford Focus de Andrea. Era viernes y el fin de semana se presentaba de lo más interesante, ya que Andrea había conseguido unas invitaciones para el 5º Aniversario de la exclusiva discoteca “Bondage”, donde el famosísimo DJ Pitbull actuaría el sábado por la noche. Las dos hermanas estaban emocionadas por asistir al evento, ya que si bien era difícil para dos chicas del extrarradio de Madrid como ellas poder entrar en un lugar reservado a la juventud de clase social alta, conseguir unas invitaciones para esta discoteca era como ganar el gordo de la Lotería de Navidad. La pelirroja Noa miró el reloj en la pantalla de su ordenador. Faltaban dos minutos para las tres de la tarde. Su jefe, Don Manuel Sanz, estaba en su despacho metiendo unos papeles en el maletín de cuero negro que siempre llevaba. Era un hombre atractivo para la edad que tenía. Alto, delgado, moreno y con ojos azules. Rondaba los sesenta años y aún conservaba el porte y la sofisticación de alguien que se ha criado entre algodones y ha heredado su puesto de sus antepasados sin hacer el menor sacrificio. Pero no por ello era un snob. El señor Sanz era un jefe atento con las necesidades de cada uno, siempre dispuesto a dialogar con la plantilla que tenía a su cargo, sin levantar la voz ni enfadarse ante los imprevistos. Noa se dirigió a su despacho y, aunque la puerta siempre estaba abierta, señal de que el señor Sanz quería mostrarse en todo momento cercano a sus empleados, ella tocó suavemente con los nudillos en la puerta antes de entrar y le dijo con su alegre voz: —Señor Sanz, si no necesita nada más, me marcho. —Muy bien, señorita Peña. Que pase un fin de semana agradable. —Igualmente, Don Manuel. Noa volvió a su mesa, apagó el ordenador, cogió su bolso y la chaqueta del respaldo de la silla y se dirigió hacia los ascensores. Según iba pasando por las distintas secciones en que estaba dividida la diáfana oficina, con sus mesas de madera clara y sus grandes ventanales, iba despidiéndose de sus compañeros hasta el lunes. Mientras bajaba en el ascensor, le mandó un mensaje a su hermana Andrea, indicándole que ya salía. Cuando se reunió con ella en la calle, ambas sonrieron y nada más montar en el coche, Noa le dijo a Andrea: —Hay que ir de tiendas. Quiero comprarme algo para la fiesta del “Bondage”. —¿Algo como qué? ¿Sexy y provocativo? O más normalito, tipo niña pija.—le contestó Andrea. —Vamos a estar rodeados de niños de papá, así que habrá que darles un poco de vidilla a esos sosos.—se rió Noa al contestar a su hermana—He pensado comprarme el vestido verde que vimos en la tienda de Marga el otro día.


Me lo pondré con las botas negras. —¿El del súper escote hasta el ombligo? Guauuuu, tú quieres arrasar.—replicó Andrea. —No exageres, que no es tan provocativo. Y sí, quiero ligar. Alberto no me llama desde hace un mes y necesito un poco de diversión. —¿Alberto el fisioterapeuta?¿ Ese bombonazo de ojos negros y cuerpo escultural? —El mismo—respondió Noa—La última vez que nos acostamos, me dijo que quería algo más conmigo, algo serio, ya sabes, y yo le dije que no. Se enfadó bastante y no me ha vuelto a llamar desde entonces. —Alberto es un buen chico y está cañón. ¿Por qué no quieres intentarlo con él?—preguntó Andrea. —Paso de tener una relación ahora mismo. No me apetece. Además, todavía son joven para comprometerme con alguien. —¿Joven? Noa, acabas de cumplir veintiocho años. Dentro de poco se te empezará a pasar el arroz, como dice el abuelo.—dijo Andrea riéndose—Creo que deberías pensar en la propuesta de Alberto e intentarlo con él. —La que se tiene que dar prisa eres tú, querida hermanita, que dentro de poco vas a cumplir los treinta y sigues soltera y entera. —De entera nada, bonita. Puede que no me haya acostado con tantos tíos como tú, pero he hecho mis pinitos en el sexo.—le dijo Andrea a Noa un poco enfadada. —¡Eh! No te enfades que sólo es una forma de hablar. Y yo no he estado con tantos. Además en el último año sólo he tenido relaciones sexuales con Alberto. —Bueno y entonces, ¿porqué no quieres tener una relación seria con él? El sexo con Alberto es bueno, según me has dicho en alguna ocasión. —No sé, Andrea.

Cuando estoy con él siento que falta….algo. —¿No será que eres demasiado exigente?—le preguntó Andrea. —Anda, déjame en paz ya con este tema y dime qué te vas a poner tú para la fiesta del “Bondage”. Las dos hermanas siguieron con su charla, mientras en otra parte de la ciudad, Oliver ultimaba los detalles de la fiesta que se celebraría ese sábado en su discoteca, sentado tras la mesa de madera negra, cuando se reunió con él Martín, su socio y amigo de la infancia. —¿Está todo a gusto del señor?— preguntó Martín con socarronería. —Va a ser una noche estupenda. Las invitaciones están todas repartidas y las que enviamos a la radio para el sorteo, agotadas. —le contestó Oliver. Cambiando de tema, Martín le informó: —He hablado con el asistente de Ricardo Blázquez, el diseñador de lencería femenina que hará en nuestra discoteca su próximo desfile, y me ha pedido que haga lo posible por contratar al grupo estadounidense Maroon 5 para que actúe mientras las modelos lucen sus diseños. Al parecer, le encanta la música de estos chicos. —No hay problema—respondió Oliver—Sabes que conozco a Adam Levine, el cantante, desde hace años y siempre nos hemos llevado bien. Le llamaré para planteárselo y te diré algo. Los dos amigos salieron de la oficina que tenían en la planta superior de la discoteca y tras saludar a varios de los camareros que se afanaban con la reposición de las botellas que usarían esa noche, salieron al exterior de la misma. Caminaron por la calle hasta llegar al párking donde Oliver tenía su Mercedes negro mientras hacían planes para la semana siguiente. —¿Qué te parece si el lunes cuando salgamos del gimnasio quedamos con las dos chicas que conocimos la semana pasada? ¿Cómo se llamaban? —Marta y María.—le respondió Oliver. —Ah, sí… Lo pasé muy bien con Marta en el reservado, era bastante fogosa.— comentó Martín recordando con una sonrisa en los labios los momentos de sexo compartidos con la chica el sábado anterior. —La tuya no era Marta, era María.—le corrigió Oliver. —¡No jodas! Soy un desastre para los nombres, tío. —No es que seas un desastre, es que cambias de chica como de camisa y por eso no te acuerdas de sus nombres. —le dijo Oliver riendo. —Habló San Oliver.

Como si tú fueras célibe.—le recriminó Martín a su amigo. —Yo no estoy cada semana con una distinta y, además, intento recordar el nombre de todas. Es lo menos que se merecen después de tratarlas como si fueran klinex. —Bueno, vale. La mía se llamaba María, entonces. ¿Qué hacemos? ¿Las llamamos y salimos a cenar con ellas? —No. Estoy cansado de estos rollos de fin de semana que no van a ninguna parte. No te rías por lo que te voy a decir pero, he decidido estar una temporada sin “mojar”. Martín soltó una sonora carcajada al oír a Oliver, pero al ver que su amigo le fulminaba con la mirada, dejó de reír y le preguntó: —¿Lo dices en serio? No me lo puedo creer, de verdad. Eres el tío con más suerte del mundo, las chicas caen rendidas a tus pies ¿y tú quieres dejar de ligar? —Las chicas caen como moscas a mí alrededor porque soy quien soy. Si fuera Pablito Sánchez ni me mirarían.— le respondió Oliver un poco enojado. —Pues no les digas quién eres. —Martín, nuestras familias son dos de las más conocidas de todo Madrid. ¿Crees que es sencillo ocultar nuestra identidad? —Alguien habrá que no te conozca. Pero si lo que quieres es un período de abstinencia, allá tú. Yo voy a seguir como siempre. Bueno, ahora mejor— dijo sonriendo—porque las tendré a todas para mí. Y otra vez soltó una carcajada mientras Oliver ponía los ojos en blanco. Martín era incorregible, nunca cambiaría. Le gustaban más las mujeres que cualquier otra cosa en el mundo. A sus 33 años, ambos chicos eran los solteros de oro de la alta sociedad madrileña y todas las féminas de su entorno se morían por cazarles. El sábado amaneció con un sol radiante pero con frío. La temperatura había descendido bastante en los últimos días, así que Noa se puso su mono de cuero negro y rojo, cogió el casco y le dijo a Andrea que iba a dar una vuelta en su moto antes de comer.

Cuando salió del garaje del edificio donde vivían, en un barrio de la periferia de Madrid, las hojas caídas de los árboles en los días anteriores se arremolinaron en torno a la moto. Se quedó mirando alrededor, contemplando la variedad de colores otoñales de los árboles. Le encantaba su barrio. Andrea y ella se habían comprado el piso cuando Noa comenzó a trabajar en Seguros Sanz hacía tres años. Era un piso pequeño, de dos habitaciones, pero para las dos hermanas, suficiente. Nada más abrir la puerta de la casa, ya estabas en el salón, comunicado con la cocina mediante una barra con dos taburetes donde las hermanas desayunaban todos los días. Por un corto pasillo accedías al baño y las habitaciones. Todo daba a la calle, por lo que tenía mucha luminosidad. Noa esperó a que terminase de cerrar la puerta del garaje para dirigirse a la M-40 y comenzar a “volar” con su Honda CBR 1000, negra como el azabache. Le gustaba la velocidad, sentir la fuerza del viento en su cuerpo, la adrenalina correr por sus venas y sortear los coches, mientras algunos la pitaban y la llamaban “temeraria” y cosas peores. Se dirigió hacia la carretera de Burgos hasta llegar a la localidad de Alcobendas y una vez allí inició el retorno a casa. Al ver que la moto se estaba quedando sin combustible, paró en una gasolinera para repostar. Oliver se despertó esa mañana en su lujoso ático del barrio de Salamanca. Olió el café recién hecho que le había dejado Matilde, su ama de llaves, y de un salto se levantó de la inmensa cama que dominaba su habitación. Subió la persiana y vio con satisfacción que el día era soleado. Mientras se tomaba el café en la barra que separaba la cocina del comedor, sentado en un taburete, sonó su móvil. —Buenos días mamá. – respondió con una sonrisa en los labios. —Hola hijo. Espero no haberte despertado.—se disculpó su madre. —No, tranquila, mamá. Estaba desayunando. —De acuerdo, cariño. Te llamo para recordarte que hemos quedado a comer a las dos y media en el Club de Golf de La Moraleja con Agustín Mayor y su familia.

A ver si es posible que esta vez no llegues tarde. Y ponte algo decente, no esos vaqueros gastados que llevas siempre con esas horribles camisetas. Al oír aquello, Oliver comenzó a reír a carcajadas. A su madre no le gustaba nada que fuese vestido de manera informal, pero él insistía en que para un empresario de ocio nocturno y joven como él, no era necesario ir continuamente con traje de tres piezas. Prefería vestir como cualquier otro chico de su edad. —Veré lo que puedo hacer, mamá. —Por favor, hijo, no nos dejes en evidencia. Esta comida es muy importante para tu padre y, además—su madre hizo una pausa—su hija Ángela les acompañará. Acaba de volver de Estados Unidos y en estos años que ha pasado fuera, se ha convertido en una preciosidad. —¿Pero sigue siendo tan sosa como siempre?— preguntó Oliver intentando aguantar la risa. —Es una chica encantadora y con una educación excelente. Apropiada para ti, cariño. —Mamá—bufó Oliver—No empieces otra vez. Te he dicho miles de veces que no me busques novia. Yo solito me valgo. —Hijo, es que ya vas teniendo una edad…. —Sí, sí, ya lo sé, mamá,—la cortó él—pero es que cuanto más te empeñas tú en emparejarme, menos ganas tengo de hacerlo. Déjame respirar un poco, por favor. Y sobre todo, no te agobies. Seguro que cualquier día de estos encuentro a la mujer de mi vida y me caso con ella. —Está bien hijo. Prometo no inmiscuirme más en tu vida privada. —Bueno mamá, a las dos y media nos vemos. Adiós.— dijo Oliver dando por zanjada la conversación.

Quería muchísimo a su madre, pero a veces, le desesperaba. Desde su último cumpleaños estaba cada vez más obsesionada con el hecho de que Oliver sentara la cabeza y siempre le decía que su amistad con Martín le estaba perjudicando en ese sentido, pues era bien conocida la fama de mujeriego de su gran amigo. Terminó el desayuno y, después de ducharse y afeitarse para la ocasión, decidió ponerse un traje azul marino de Armani, con una camisa blanca y una corbata de un azul tan intenso como sus ojos. Se calzó unos zapatos de Prada y se engominó un poco su oscuro cabello, que ya comenzaba a llegarle al cuello de la camisa. Se miró en el espejo y suspiró. Su madre estaría contenta por verle así vestido. Bajó al garaje y salió de él conduciendo su Mercedes negro. Cuando estaba dirigiéndose hacia la carretera de Burgos para ir hasta La Moraleja, donde residían sus padres, se percató de que el coche estaba en reserva, por lo que paró en una gasolinera para llenar el depósito. Estaba observando a la gente de su alrededor, cuando vio llegar una moto negra preciosa. Paró en el surtidor que quedaba enfrente del suyo y Oliver comprobó que era una mujer quien conducía, al observar como el mono negro y rojo de cuero que llevaba puesto se ceñía a su cuerpo marcando todas y cada una de sus curvas. La motorista apagó el motor y bajó de la moto. Al quitarse el casco, una cascada de rizos pelirrojos cayó por la espalda de la chica y cuando ella hundió los dedos de las manos en su cabello para ahuecárselo, Oliver sintió que algo en su interior se revolvió inquieto. La joven se dirigió a la tienda de la gasolinera y Oliver aprovechó para acercarse a la moto y poder admirarla. —¿Te gusta?—le sorprendió una alegre voz femenina a su espalda. Al darse la vuelta se encontró con la dueña de la moto. Era una preciosidad de chica. Además de un pelo maravilloso y un cuerpo espectacular, tenía unos chispeantes ojos verdes y unos carnosos labios que a Oliver le dieron ganas de saborear en aquel mismo instante. —Es muy bonita.—respondió obligándose a salir del ensueño en el que se había metido. —Sí, es una pasada y además coge las curvas…. La chica sonrió y Oliver supo en ese momento que mataría por ver esa sonrisa cada día de los que le quedaban de su vida. —Perdona pero tengo que echar gasolina, así que si no te importa, necesito que te apartes para poder hacerlo.— continuó ella sin dejar de sonreír. —Oh, sí, disculpa.—dijo Oliver separándose de la moto y regresando hacia su Mercedes.

—Bonito coche.—le indicó ella justo cuando abría la puerta para meterse en él. —Gracias.—le sonrió a la chica y arrancando el coche se marchó. “¡Qué tío más bueno!” pensó Noa mientras veía como se alejaba el Mercedes. “Pero seguro que es un niño pijo, tiene toda la pinta.” Cuando terminó de llenar el depósito de la Honda, se dirigió a su casa donde la esperaba su hermana Andrea para comer. El almuerzo con la familia de Agustín Mayor no pudo ser más aburrido. Oliver comprobó que Ángela Mayor seguía siendo la misma chica insulsa de hace años. A pesar de que intentó en repetidas ocasiones mantener una conversación con ella, no conseguía sacarle más de dos o tres palabras seguidas. Al llegar al postre se dio por vencido y comenzó a recordar a la chica de la moto negra. Sus rizos pelirrojos y sus ojos verdes hicieron que su corazón latiera con fuerza. Debería haberle preguntado su nombre y haberle dado conversación porque estaba seguro de que esa chica era divertida, pero se quedó tan fascinado admirando su belleza, que no le salieron las palabras y lo más probable era que ella pensase que era un estirado. De todas formas, no la volvería a ver más. Cuando Noa salió de su cuarto con el vestido verde hierba que se había comprado en la tienda de Marga y las botas negras hasta la rodilla, Andrea silbó para hacerle saber que estaba espléndida. —Bueno, bueno, esta noche nos vamos a pegar por los tíos. —Anda ya, Andrea. Seguro que hay de sobra para las dos.—le contestó Noa riendo. —Sí, pero con ese escotazo que llevas, me lo vas a poner muy difícil, so guarra. —Hagamos un trato. Los rubios para ti y los morenos para mí. —Hecho. Ya sabes que los rubiales son mi debilidad. —le contestó Andrea.

Cogieron sus abrigos y se dirigieron en el Focus de Andrea hasta la discoteca “Bondage”. Cuando llegaron a la puerta vieron la inmensa cola de gente que, sin invitación, rezaba por poder entrar. Desde la calle se oía la música de Pitbull. La actuación del DJ ya había empezado, por lo que las dos hermanas se dieron prisa en sacar sus pases VIP y enseñándoselos al gorila de la puerta, se adentraron en la discoteca con la emoción del momento martilleando sus venas. La sala estaba a rebosar de gente y en lo alto de una pasarela Pitbull incitaba a la muchedumbre a bailar hasta caer agotados. Como era la primera vez que Andrea y Noa entraban en “Bondage” se quedaron admirando la grandiosidad de la discoteca y, sobre todo, los guapos camareros que había tras las diversas barras. Dejaron los abrigos en el guardarropa y se dirigieron al centro de la pista para bailar. Al poco rato, un par de chicos rubios se les acercaron, pero Noa no les hizo caso, los rubios eran para Andrea, por lo que ella siguió bailando mientras su hermana se reía con los dos. Oliver estaba de pie frente al gran ventanal de su oficina en la discoteca, mirando como bailaba la enloquecida gente que había acudido a la fiesta del 5º aniversario de su apertura. Los cristales tenían un tinte especial que le permitía observar todo lo que sucedía en la sala sin ser visto. Martín se encontraba sentado en el sofá de cuero que estaba en la otra punta del despacho bebiendo champán y brindando por el éxito de la actuación que esa noche tenía lugar allí. Se levantó y se acercó a su socio. —El aforo está completo.—le dijo Oliver al notar que Martín se acercaba a la pared de cristal. —¿Ha venido alguien interesante? —No, la misma gente de siempre. Futbolistas, modelos, algún que otro actor…—contestó Oliver, pero en ese instante creyó ver una melena rizada pelirroja atravesando la pista, seguida de una chica con el cabello castaño.—Espera, creo que…. —¿Qué ocurre Oliver?—preguntó Martín al ver a su amigo mirar con más atención hacia la pista de baile. Oliver siguió con la mirada el camino de la chica pelirroja hasta que ésta se paró en el medio y comenzó a bailar. Vio como hablaba con su amiga y cómo dos chicos rubios se les acercaban, pero tras las presentaciones, la pelirroja les ignoró y continuó bailando. Estaba seguro de que era ella. La chica de la moto negra. Había pasado todo el día pensando en ella y creyendo que no volvería a verla, pero allí estaba, en su discoteca. Con el vestido que llevaba estaba mucho más sexy y atractiva que con el mono de cuero y nada más admirar su esbelta figura otra vez, su entrepierna le hizo una llamada de atención. —¿Qué te pasa Oliver? Te has quedado embobado.

— le preguntó su socio. —La chica de la moto, la que te he contado que vi esta mañana en la gasolinera, está allí. —¿Dónde?—dijo Martín curioso. —La pelirroja del vestido verde. Justo en el medio de la pista. A su lado hay una chica castaña hablando con dos rubios. —Ah, sí. ¡Joder está buena! Y baila de una manera muy sensual. La podíamos contratar de gogó. Oliver le dirigió una dura mirada a su amigo. Martín levantando las manos dijo: —Vale, tío. Lo he captado. Esa para ti. Yo me quedo con la castaña. En ese momento uno de los chicos comenzó a hablar con la pelirroja, pero al ver que ella no le hacía caso, la cogió del brazo para obligarla a dejar de bailar y mirarle. Oliver se puso tenso. No le gustó nada que ese hombre la tocara pero se relajó al ver como ella le miraba desafiante y tras decirle algo, el rubio la soltó. Se volvió hacia su amigo y haciéndole un gesto, ambos se alejaron de las dos chicas que continuaron bailando. —Bueno, es nuestra oportunidad—dijo Martín al ver que se quedaban solas— ¿Bajamos a conocerlas? —Paso. No tengo ganas de que se cuelgue de mi cuello en cuanto le diga quién soy. —Pues no se lo digas.—le contestó Martín dándole una palmada en el hombro. Oliver lo pensó unos minutos y después mirando a su mejor amigo, sonrió y dijo: —Recuerda, la pelirroja es mía. Noa seguía bailando en la pista con su hermana al lado, cuando vio entre la multitud al morenazo de la gasolinera que se acercaba a donde estaba ella. Cogió a Andrea del hombro para acercarse a su oído y le dijo: —Por ahí viene el tío bueno del Mercedes que te conté comiendo.

El moreno que va con vaqueros y camisa blanca. Le acompaña un rubio con camiseta roja.

.

Declaración Obligatoria: Como sabe, hacemos todo lo posible para compartir un archivo de decenas de miles de libros con usted de forma gratuita. Sin embargo, debido a los recientes aumentos de precios, tenemos dificultades para pagar a nuestros proveedores de servicios y editores. Creemos sinceramente que el mundo será más habitable gracias a quienes leen libros y queremos que este servicio gratuito continúe. Si piensas como nosotros, haz una pequeña donación a la familia "BOOKPDF.ORG". Gracias por adelantado.
Qries

Descargar PDF

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

bookpdf.org | Cuál es mi IP Pública | Free Books PDF | PDF Kitap İndir | Telecharger Livre Gratuit PDF | PDF Kostenlose eBooks | Baixar Livros Grátis em PDF |