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En las Redes del Placer – Shayla Black

Una fantasía secreta… Hunter Edgington tenía todo lo que deseaba hasta que una bala le hizo replantearse su trayectoria como SEAL. Inquieto e inseguro sobre su futuro, acepta una intrigante proposición: realizar con su amigo Ben y la novia de éste, Katalina Muñoz, la más secreta fantasía de la joven: un trío. Lo que iba a ser una aventura sexual sin importancia cambia de cariz al conocerla. Audaz y sexy, Kata es, además, vulnerable y distante. Decidido a que sea suya para siempre, sabe que para conseguirlo necesitará mucho más que una noche y que el tiempo corre en su contra. Una obsesión incontrolable… Kata jamás deseó renunciar a la cómoda relación que mantenía con Ben y comenzar algo peligroso y prohibido con un desconocido. Sin embargo, a pesar de resistirse a él con todas sus fuerzas, se rinde finalmente al abrumador placer y a Hunter, el hombre capaz de satisfacer todas sus fantasías. Pero mientras se abandonan al poderoso deseo, comienzan a acechar las sombras del pasado. Ahora, para mantenerla a salvo, Hunter le hace una atrevida proposición. Aceptarla le destruirá el corazón, rechazarla podría acabar con su vida.


 

Viernes Hunter se frotó las húmedas palmas de las manos en los vaqueros y respiró hondo ante la puerta del cuarto de baño donde Kata acababa de encerrarse. No le sirvió de nada; seguía teniendo los músculos tensos. Ojalá hubiera otra manera… Pero no la había y él lo sabía. No existía otra opción. Se le aceleró el corazón mientras forzaba la puerta. El aire húmedo y fragante le envolvió. Todo olía a ella, a lirios frescos y vainilla; todo dulzura. Era demasiado excitante. Como siempre, se puso duro al instante. Dios, ¡cómo amaba a esa mujer! Al verle, Kata contuvo la respiración y estiró el brazo para coger la toalla. Él llegó antes, encantado de que ella sólo llevara puesto un tanga de encaje azul claro. Suave piel dorada y exuberantes pechos con enhiestos pezones rosados que le tentaban como nada en el mundo. Los empapados mechones oscuros le caían por la espalda, enmarcando la cara recién lavada. Apenas podía esperar para volver a estar dentro de ella, para abrazarla. El día anterior ella no había estado preparada y él no la había presionado, no había disfrutado de la íntima y sedosa intimidad de su sexo.


Pero esta noche, las espadas estaban en alto. Al darse cuenta de que él no iba a darle la toalla y de que se interponía en el camino hacia su ropa, Kata le miró orgullosa, con la barbilla alzada. —¿Qué quieres ahora? Ya te he dicho cómo me siento y lo que necesito. Si lo que pretendes es impedir que me vaya, no lo conseguirás. Ah, esa terca vena de Kata que tanto le gustaba. En condiciones normales discutiría con ella hasta que ambos se cansaran, o hasta que decidiera seducirla y la hiciera gritar de placer. Pero esta situación estaba muy lejos de ser normal. Hasta el amanecer, lo más importante era protegerla. Era lo único indispensable. Hunter sólo conocía una manera de conseguirlo… Concederle lo que tanto deseaba. Algo que le destrozaría el corazón. No se hacía ilusiones, jamás volvería a ser el mismo. Iba a sentirse tan jodido, miserable y solo como se había sentido su padre durante los últimos quince años, igual que se sentía Logan ahora. Hunter siempre había jurado que haría lo que fuera cuando encontrara a una mujer que lo significara todo para él. Y, maldita sea, en unas horas no le quedaría más remedio que dejarla marchar. Cruzó los brazos sobre el pecho para contener el deseo de abrazarla, de perderse en su tentadora piel… y no detenerse jamás. —Para empezar, si te vas a casa no sólo te expondrás tú misma al peligro, sino también a tu familia. Puede que tú no sepas quien es el gilipollas que te amenaza, pero él te conoce muy bien. ¿No crees que podría atentar también contra todos a los que amas? Kata alzó la barbilla con terquedad, pero asintió con la cabeza, aunque no quisiera reconocerlo, sabía que él tenía razón. A pesar de ello, Hunter tenía que poner las cartas sobre la mesa y sabía de sobra que la suy a era la mano perdedora. —Quiero proponerte un trato, cielo. Hoy haré todo lo que sea necesario para neutralizar la amenaza que pesa sobre ti. Mañana serás libre en todos los aspectos. —Apretó los puños—. Incluso firmaré los putos papeles del divorcio.

En cuanto escupió esas palabras, quiso poder borrarlas. Para él, ella lo era todo… Lo había sido desde el momento en que la vio por primera vez. Deseó poder conseguir que lo entendiera pero, a menos que también le amara, que aceptara sus necesidades y las de ella, estaban condenados. La sorpresa fue evidente en la expresión de Kata, junto con algo de… ¿pena, tal vez? ¿O quizá sólo estaba viendo reflejados sus propios deseos? Ella suavizó el gesto. —G-gracias por ser, finalmente, un poco razonable. ¿Razonable? Dentro de cinco segundos no pensaría así. —Pero sólo lo haré si pasas esta noche conmigo. Capítulo 1 Sábado, seis días antes. Lo primero que Hunter Edgington pensó cuando entró en aquella abarrotada suite de un hotel de Las Vegas y vio a la sonriente morena que llevaba una copa de champán en la mano fue que quería tirársela. Lo siguiente, que era una putada que esa curvilínea mujer perteneciera a Ben, su antiguo compañero de servicio militar. —¿Ella lo sabe? —preguntó Hunter. Ben se tomó el último trago de cerveza de la botella, apoyado contra la pared. —No —gritó por encima de la ensordecedora melodía que inundaba la estancia—. Será una sorpresa. Fui y o quien planeó venir a Las Vegas para celebrar su cumpleaños y cumplir su fantasía. Después de todo lo que ha tenido que pasar últimamente, cuando me lo contó… —soltó un eructo con olor a cerveza y se apartó el pelo oscuro de los ojos vidriosos—, lo organicé todo. Quizá fuera así, pero Hunter sospechaba que Ben se reservaba algo. Hacía seis años que era SEAL y todavía seguía vivo porque hacía caso a lo que le decía su instinto. —¿A ti te parece bien? —Sí. —Ben ya no pronunciaba con claridad—. Maldita sea, es muy vehemente en la cama. Muy apasionada. Es por esa ardiente sangre latina. —Se inclinó y sonrió ampliamente—. Le gusta gemir y arañar.

Las palabras crearon una imagen que hizo que Hunter se pusiera duro como una piedra. Ella estaba en la cama con él, desnuda y sudorosa; aquella voluptuosa boca gemía su nombre mientras le clavaba las uñas rojas en los hombros al tiempo que él le acariciaba los exuberantes pechos con la nariz sin dejar de taladrar implacablemente el henchido sexo de la joven con su miembro. Eso era lo que deseaba y haría todo lo necesario para que ocurriera. La morena estaba enfrascada en una conversación con una mujer hispana un poco mayor que ella y otras dos jóvenes delgaduchas de su edad que llevaban unos tacones de infarto, el pelo teñido de rubio y pechos de silicona. Éstas le hacían bostezar, pero ella… Como si sintiera su mirada, la hermosa joven levantó la vista. Sus ojos se encontraron. ¡Oh, sí! Exudaba sexo por cada uno de sus poros. La atracción le hizo sentir una punzada en el vientre y le aceleró la sangre en las venas. Maldición, era preciosa. Enredar los dedos en ese pelo oscuro y sedoso mientras reclamaba su cuerpo y su boca —con ella esposada impotente a la cama— haría que valiera la pena cualquier cosa que hubiera tenido que hacer para conseguirlo. Incluso a más de diez metros, generaban tanta química sexual que él tenía los testículos a punto de reventar. Pero era mucho más que pura química. Hunter tenía y a treinta y dos años y conocía la diferencia. No sólo la deseaba, quería conocerla, descifrarla, poseerla. ¿Por qué? Ella miró brevemente a sus acompañantes y luego a él. Sus pupilas eran color avellana, matizadas con un tono verde musgo y rodeadas por un halo negro. Poseía un cutis perfecto y dorado. Otro estremecimiento lo atravesó. La amplia sonrisa de la joven se desvaneció un poco. Ella le sostuvo la mirada y respiró hondo. Le latía el pulso en el cuello. Se humedeció los exuberantes labios con la punta rosada de la lengua. La jadeante expresión de la joven le decía que ella percibía tan bien como él la atracción que había surgido entre ellos. « ¡Fantástico!» . Porque la lujuria era tan intensa que se preguntaba si podría llegar a saciar en algún momento aquel repentino deseo por ella; desde luego, no en una noche.

—¿Cómo se llama? —Tenía que saberlo. Necesitaba saberlo. —Kata. —Ben arrastró las sílabas—. En realidad se llama Katalina, pero lo odia. La llamo así cuando estoy cabreado con ella, pero entonces ella me llama Benjamín y claro… —Lo he captado. —Hunter no quería conocer los pormenores de la relación entre Ben y Kata. Ya le tenía demasiada envidia—. ¿Hay algo que no quieras que haga? —No, hombre. Haz lo que ella quiera. Hunter se preguntó para sus adentros si Ben se daría cuenta de que, al no poner límites, él iba a ser absolutamente letal. De baja tras haber recibido un disparo, Hunter no tenía nada mejor que hacer que recuperarse de su herida en el hombro y seducir a Kata. Pero estaba claro que Ben y él llevaban demasiados años sin hablar sinceramente y su amigo se había olvidado de su lado más cruel. Sin embargo, ¿por qué no advertir a la competencia? Hunter sospechaba que su amistad podría llegar a romperse a causa de esa chica. Robar la novia a un colega no era su estilo, pero por ella se saltaría cualquier regla. Clavó los ojos en Kata, que le observaba a través de las largas pestañas negras. Notó que se le erizaban los pezones mientras lo miraba. Él se estremeció. « Para que luego Ben no dijera que no le había advertido…» . —Eres un novio muy generoso. ¿Estás seguro de que quieres compartirla? Ben se incorporó tambaleándose por la sorpresa. —Kata no es mi novia, tío, es sólo una amiga con derecho a roce. Sabe que follo con otras. Una intensa sensación de regocijo atravesó a Hunter. « ¿Sólo eran amigos?» .

Hunter se prometió a sí mismo que Ben no volvería a acostarse con Kata. A partir de ahora, él sería el único que se ocuparía de saciar el deseo de la chica. —¿Se acuesta con otros tipos? Ben se acercó a trompicones al packde cervezas más cercano, cogió otra lata y la abrió. —No últimamente. Está demasiado ocupada. Aquello se ponía cada vez mejor. —¿A qué se dedica? —Es agente de libertad condicional en Lafayette. Trabaja por horas controlando a los deshechos de la sociedad. Últimamente ha recibido amenazas de muerte y sospecha que provienen de uno de los seguidores de los Gansters Disciples. Un tipo en libertad condicional, acusado de tráfico de drogas, al que denunció por no presentarse a fichar. Hunter notó una opresión en las entrañas. Saber que alguien la estaba amenazando le ponía hecho una furia. Había que ser muy cobarde para amenazar a una mujer. Y en ese caso en concreto además, cada una de sus células entrenadas para el combate pidió sangre. —¿Han arrestado ya a ese gilipollas? Ben negó con la cabeza. —Sólo han dictado una orden de arresto. —Esbozó una sonrisa de borracho—. Kata está para comérsela con ese vestido y peinada de esa manera tan remilgada… Hmm… Oh, Hunter se imaginaba perfectamente cómo sería arrancarle la falda que le ceñía las caderas y aquella blusa de seda tan fina como el papel. Le introduciría los dedos entre los cabellos, de manera que cayeran espesos y ondulados sobre su espalda, y luego se desharía de toda su ropa interior hasta que sólo tuviera puestas las medias, los zapatos de tacón alto y una sonrisa de lujuria. Pero antes de seguir adelante, tenía que preguntar sobre el motivo que le había llevado hasta Las Vegas. —¿Por qué me has pedido que me una a vosotros? Ben pareció realmente sorprendido. —Porque eres frío como el hielo, inalterable. Cuando echas un polvo, follas y te largas. Eres perfecto para un trío. Sí, ése había sido su modus operandi hasta entonces.

Pero ¿ahora? Sospechaba que las cosas habían cambiado bastante en… los últimos cinco minutos. Su instinto le decía que quería mucho más que acostarse con Kata. Aunque, por supuesto, ése era su objetivo más inmediato. Asegurarse de que ella querría mucho más que una sola noche, era el segundo. —Así que su fantasía es participar en un trío, ¿eh? —Sonrió—. Pues, ¡a jugar! Al menos hasta que él cambiara las reglas. —¿Quién es ése? —preguntó Marisol, arqueando una ceja oscura mientras clavaba los ojos en el cuerpo alto y musculoso del extraño que hablaba con Ben. El desconocido las miraba fijamente. Katalina Muñoz quería la respuesta a la pregunta de su hermana desde que él entró por la puerta después de que terminara la cena, hacía unos minutos. Hizo girar el anillo de plata en el dedo con nerviosismo y se obligó a mirar a su hermana. —¿No sabes quién es? ¿No le has invitado tú? Marisol negó con la cabeza. —A la única persona que invité fue a mamá. Y las dos sabían que su padrastro, Gordon, jamás permitiría que su madre saliera de casa para divertirse. ¿Por qué no se divorciaba de aquel dominante hijo de perra? —Por la manera en que te mira ese rubio, diría que lo que quiere es conocerte en profundidad —musitó su amiga Chloe—. Dios, ¡qué bueno está! ¡Vay a macizo! Parece tan fuerte que incluso podría patearle el culo a un luchador profesional. Totalmente de acuerdo con ella, Kata volvió a mirarle. Los hombres como él —guapos, fuertes y con un aura de peligro que la hacía estremecer— rara vez se fijaban en las chicas como ella: tirando a altas y que usaban una talla grande. Pero él apenas había mirado a ningún otro lado desde que entró en la estancia. —¿No se enfadará Ben? —preguntó su hermana en tono de preocupación. ¿Cómo podía explicarle a su hermana may or, casada y muy conservadora, que Ben y ella sólo eran amigos con derecho a roce? Bueno, se lo diría sin rodeos. —No somos novios, sólo amigos, Mari. —¡Cómo me gustaría conocer a ese tipo! —suspiró Chloe—. Sin embargo es evidente que eres la única mujer en la que está interesado esta noche. ¡Feliz cumpleaños, chica! « Amén» . Tenía casi veinticinco años, estaba soltera y era feliz; ¿por qué no iba a divertirse durante unas horas con un hombre como ése? Bueno, Ben estaba allí, pero si tenía en cuenta a todas las chicas que se trajinaba, seguro que lo entendería.

Y tampoco él tendría problemas para encontrar compañía para esa noche. Amenos que Ben hubiera invitado a ese desconocido a su fiesta para… « ¡Oh, Dios!» . Incluso la mera posibilidad hizo que se le acelerase el corazón y que su cuerpo pidiera marcha de cintura para abajo. —¿Así que nadie sabe quién es? Ésa es mi especialidad, lo averiguaré en un santiamén —prometió Hallie, su otra amiga, con una sonrisa ladina—. Vuelvo enseguida. Kata se terminó el champán y buscó de nuevo la mirada azul del desconocido mientras contenía un escalofrío. Sabía que sólo había una razón para que estuviera allí rezumando pecado por cada poro de su piel. Como había prometido, Hallie regresó unos minutos después, a punto de explotar de excitación. —¡Oh, Dios mío! No os lo vais a creer. Kata notó mariposas en el estómago. ¿Estaría casado? ¿Sería un boy? —¿Qué? —Aún no sé por qué está aquí, pero estoy en ello. Al parecer conoce a Ben desde hace siglos, hicieron juntos el servicio militar. Pero el bombón se quedó en la Marina y ahora pertenece a los SEAL. Se llama Hunter, es de Texas y está de baja porque le hirieron hace poco. Por lo que he podido ver, es un auténtico cabronazo. No le costaba nada creerlo. Parecía gritar a los cuatro vientos « ni se te ocurra joderme» . La mirada penetrante y la mandíbula dura parecían todavía más inclementes por la sombra de la barba. Llevaba el pelo rubio cortado al estilo militar; tenía el cuello ancho, y las manos y los antebrazos nervudos. Todo él destilaba poder letal. Llenaba la camiseta gris con músculos y unos hombros anchos que no poseería un hombre de negocios. Los pectorales y los abdominales eran patentes bajo el algodón, y la tentaban a arrancarle la prenda y deslizar los dedos y la lengua por ese asombroso cuerpo. Las caderas estrechas y los muslos largos estaban cubiertos por unos vaqueros. Y allí entre las piernas… Tragó saliva. Incluso desde el otro lado de la habitación era evidente que estaba duro.

Y seguía teniendo los ojos clavados en ella. —¿De veras? Yo también me siento hoy bastante cabrona. —Le sostuvo la mirada de manera insinuante. Chloe le dio una copa llena. —Bébete esto y ve a por él. Kata se lo bebió casi de golpe. « Allá voy » . —Gracias, eso haré. Según se acercaba a él, los ojos azules comenzaron a arder, clavados en ella como un ray o láser. Ben se volvió hacia ella con la vista nublada. ¿Estaba borracho? Maldición, nunca había sabido beber. Observó que el tal Hunter tenía las manos vacías y cogió una lata de cerveza de la nevera mientras caminaba lentamente sobre los tacones de aguja, acentuando el balanceo de sus caderas sin apartar la mirada de él. —Ésta es la cumpleañera —farfulló Ben. —Kata, ¿no? —preguntó el macizo. Incluso su voz la hacía estremecer. Era un poco ronca, un poco áspera, un poco dominante. De cerca parecía más mayor. Kata se obligó a detener todos aquellos pensamientos impuros al menos el tiempo suficiente para responder. —Sí. ¿Tú eres Hunter? Él curvó los labios en una sonrisa. —¿Has sentido la suficiente curiosidad por mí como para averiguar mi nombre? Por supuesto. Pero si lo que quería él era coquetear, ella estaba demasiado cansada. Si buscaba otra cosa… definitivamente estaría muy dispuesta. Sólo de pensar en todo lo que él podría hacerle, sentía ardientes escalofríos. —¿De qué hablabais? —preguntó Kata con una sonrisa.

Ben esbozó su típica sonrisa de muchacho americano. —De que vamos a follarte, Kata. Y de que también te haremos eso que tú quieres. Notó un intenso calor entre las piernas. No se había equivocado. Llevaba años recreándose en esa fantasía de participar en un trío. Pensar en que su amante y un desconocido que él hubiera elegido la acariciaban y le daban placer con sus pollas, la volvía loca de anhelo. Ben, un buen amigo suy o desde que se había mudado al mismo edificio de apartamentos dos años antes, le había prometido que la ay udaría a cumplir su fantasía. Como le había dicho: « ¿para qué sino están los amigos?» . Podría haberse sentido avergonzada ante la ebria brusquedad de Ben, pero al menos por esa noche sería mejor no andarse con rodeos. ¿Para qué mostrar recato? Aunque estaba muy interesada en la opinión de Hunter al respecto. Cuando lo miró de reojo pensó que parecía encantado y, cuando bajo la vista, constató que todavía tenía una erección de campeonato. No, no había ninguna razón para que ella no satisficiera su deseo esa noche. —Un regalo de cumpleaños estupendo. —Kata le guiñó el ojo y le ofreció a Hunter la cerveza—. He observado que no tomas nada. ¿Quieres esto? —Gracias, pero estoy bebiendo agua. —Miró la lata de Ben—. La tuy a está vacía, bébela tú, anda. —Gracias. —Ben abrió la lata y se ventiló de golpe la mitad antes de emitir un eructo—. Voy a mear. —Mientras lo haces —dijo Hunter conteniendo una sonrisa y lanzándole a ella una mirada ardiente y penetrante—, bailaré con la homenajeada. Así nos vamos conociendo un poco mejor. Santo Dios, cada vez que ese hombre abría la boca, notaba mariposas en el estómago.

Una estúpida reacción de adolescente que no se correspondía con la madurez de sus pensamientos. Pero Hunter la hacía sentir así. Antes de que ella pudiera decir una sola palabra, él la rodeó con el brazo y puso la mano en el hueco de su espalda. Aquel pequeño roce le provocó una sacudida y todo su cuerpo entró en combustión como una supernova. Se mordió los labios para contener un gemido mientras él la conducía a una esquina desde la que se podía contemplar una impresionante vista de Las Vegas a la puesta de sol. La gente que les rodeaba se contoneaba al ritmo de la música. Entonces, Hunter se acercó más y ella se vio inundada por su afrodisíaco aroma a almizcle, a madera, a lluvia de verano y a macho. Se apretó contra ella y Kata percibió lo mucho que la deseaba. Supo que él no tendría ningún problema para ofrecerle todo lo que ella había anhelado… y mucho más.

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