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El Último Frente – AA. VV

La resistencia armada al franquismo —conocida con frecuencia en el imaginario popular como guerrilla, maquis o rojos— fue un fenómeno histórico que representó durante la década de 1940 el último frente de una guerra dada formalmente por concluida el 1 de abril de 1939. En él convergen tradiciones y conflictos sociales antiguos con coyunturas de oportunidad política; se caracteriza por surgir en la clandestinidad, su trayectoria es discontinua, su liderazgo a veces opaco y su cohesión difícil. Por eso no siempre ha estado libre de dudas y de interpretaciones sesgadas y a menudo se le ha excluido de la épica de la guerra civil, e incluso denostado. No es menos cierto que su estudio ha adolecido con frecuencia de voluntarismos reivindicativos y de panegíricos ideológicos. Este libro desgrana el complejo fenómeno del movimiento guerrillero. Los textos se articulan en torno a los orígenes ideológicos y sociales y al contexto histórico en el que se produce; en torno a sus protagonistas y a los territorios en los que surge y se desenvuelve y en torno a las fuentes documentales, base de toda labor historiográfica, para desvelarnos sus claves. Julio Aróstegui es Catedrático de Historia Contemporánea en la UCM y director de la Cátedra Extraordinaria «Memoria Histórica del siglo XX». Sus libros más recientes son Por qué el 18 de julio y después, La República de los trabajadores y España en la memoria de tres generaciones. Jorge Marco es investigador de la UCM y ha publicado varios artículos sobre la resistencia armada y la violencia política en la posguerra española. En este libro participan los siguientes autores: José María Azuaga, Julián Chaves Palacios, Benito Díaz Díaz, Ramón García Piñeiro, Hartmut Heine, Odette Martínez, Francisco Moreno, Josep Sánchez Cervelló, Ferrán Sánchez Agustí, Secundino Serrano, José Antonio Vidal, Mercedes Yusta.


 

La resistencia armada que se alzó contra el régimen de Franco en los primeros años de su existencia, conocida con frecuencia en el imaginario popular como guerrilla, maquis, o rojos, fue un fenómeno histórico estrechamente ligado en sus orígenes a la guerra civil de 1936-1939. Concluida aquella guerra, con el conocido resultado de la derrota y eliminación de la Segunda República a manos de los sublevados, y establecido el régimen del general Franco, la guerrilla o resistencia armada fue, en cierta manera, su continuación. El despliegue represivo de la dictadura —generando los primeros huidos en la sierra—, la voluntad de los vencidos por continuar su lucha contra el franquismo y el contexto internacional —con el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial— nos permiten sostener que la resistencia armada en los años cuarenta representó el último frente de una guerra dada formalmente por concluida el 1 de abril de 1939. Sin embargo, desde el punto de vista de la historia de esa lucha, de la interpretación de su sentido, tanto en el campo de la escritura historiográfica como en el de su recreación memorial y cultural, incluy endo las incursiones llevadas a cabo por la literatura y el cine, la guerrilla antifranquista y la guerra civil suelen aparecer como dos universos históricos disociados. La historia de la guerra civil ha sido una y la de la guerrilla otra. Generalmente, no suele repararse, y en muchos casos tampoco admitirse, que aquel fenómeno de levantamiento guerrillero constituyó el último episodio de un proceso histórico único que era anterior. E, incluso, como defiende algún autor, un último episodio de un proceso que era anterior a la guerra civil misma. La guerra civil y la guerrilla antifranquista son dos hechos, en todo caso, tan estrechamente ligados que el segundo no se entiende sin el primero. Lo ocurrido es que sus destinos sociales y culturales posteriores, no sin cierta paradoja, han seguido caminos diversos. Lo cierto es que la resistencia guerrillera antifranquista es algo que no puede disociarse del gran conflicto histórico-social que recorre la España de los años treinta del siglo XX y que, de alguna manera, lo prolonga hasta prácticamente mediados de siglo. Y muchas de las dimensiones del fenómeno, desde luego, están enraizadas en una historia más vieja aún. Así ocurre con la misma palabra guerrilla, que nace casi siglo y medio antes con la resistencia popular y que, como en el caso que nos ocupa, observó una lucha desigual entre las partidas guerrilleras y los ejércitos napoleónicos. La guerrilla, como una forma de resistencia armada frente al poder establecido, recorre la historia de los conflictos políticos y sociales violentos de nuestra edad contemporánea, poniéndose de manifiesto en las revueltas liberales, en las republicanas y también en las carlistas, en el momento de la gran transformación liberal en el siglo XIX. Su relación en todos estos casos con guerras civiles es del mismo modo evidente. La resistencia armada, de matriz popular por lo común, es, pues, una tipología bien definible de los conflictos sociales y políticos que tienen carácter « vertical» , es decir, que enfrentan a gobernantes y gobernados, a los de arriba y los de abajo.


Y nacen de la resistencia de los sometidos. La guerrilla es una forma de violencia política que linda con la guerra misma y que no llega a ser una guerra formalizada aunque puede propiciarla o continuarla. En la guerrilla se amalgama la voluntad civil con el instrumento militar, pero cualquier sublevación guerrillera sabe que no puede mantener una guerra formal. Ésta es su fuerza y su debilidad al mismo tiempo. Más allá de estas similitudes formales que permiten ver las analogías históricas de todos los movimientos de lucha guerrillera, es incuestionable también que las coyunturas históricas no se repiten nunca y que, en consecuencia, los movimientos guerrilleros en la edad contemporánea son perfectamente distinguibles entre sí por obedecer a rasgos históricos propios de su época, por las estructuras políticas y sociales que los engendran, por sus posibilidades de expansión, por sus más profundas raíces antropológicas y por su misma naturaleza geopolítica. De ahí que, desde los estudios precursores y prometeicos que hiciese Eric Hobsbawm en el siglo pasado sobre lo que él entendía como « revueltas primitivas» , el estudio histórico de los movimientos insurreccionales en forma de guerrilla han visto ampliadas las perspectivas de su análisis y las dimensiones a considerar como explicación de su realidad. Y esta enorme apertura del campo ha servido para mejorar, profundizar y, también, discutir, las propias propuestas fecundas que Hobsbawm pusiese en primer plano. El enorme volumen de literatura histórica sobre la guerrilla, la ampliación del campo de estudio sobre los fenómenos guerrilleros a lo largo de todo el mundo, el mejor conocimiento de su desarrollo interno o de las fuentes de nuestros conocimientos, son hechos que en el día de hoy debemos poner de relieve. La colaboración de otras disciplinas dentro de las ciencias sociales, desde la historiografía convencional a la antropología, la politología, la sociología o la geografía política, han hecho entender que los movimientos guerrilleros son bastante más que movimientos políticos, para llegar al convencimiento de que no es posible analizarlos en profundidad si no se contemplan sus raíces antropológicas, su estrecha fijación en determinados modelos de sociedad, su génesis como producto de estructuras inestables y conflictivas, generalmente, pero no sólo, en el mundo campesino, en las que los objetivos políticos no viene a ser, muchas veces, sino consecuencias esperables del género de protesta que las origina. En definitiva, los movimientos guerrilleros contemporáneos son vistos hoy como fenómenos complejos en los que convergen, y de ahí su complejidad, tradiciones y conflictos sociales antiguos con coy unturas de oportunidad política —la violencia siempre requiere un « estudio de costes» — que pueden ser mucho más recientes y, seguramente, más volátiles. De esta complejidad, naturalmente, participan los movimientos guerrilleros antifranquistas españoles que en su ciclo completo, recorren los años que van de 1936 a los primeros cincuenta. Durante un decenio, la historia de la resistencia armada al franquismo, nacida en el seno de los grupos derrotados en la guerra civil, atravesó fases bien distintas. Los movimientos más precoces tienen un contenido histórico preciso y los que se desarrollan en su segunda época, desde 1944, aproximadamente, introducen rasgos nuevos. La moderna historiografía sobre el fenómeno, sin haber abandonado en muchos casos su devoción por las explicaciones fundamentalmente políticas, es decir, como producto de la resistencia del mundo obrero derrotado ante lo que se entiende como la instauración de un régimen fascista, han entrado cada vez más en el análisis de las dimensiones sociales, en el largo plazo, incluso, de las vertientes antropológicas de la protesta, en detrimento del análisis exclusivamente ideológico. Y es justamente, esta compleja raíz social lo que distingue al fenómeno guerrillero de, pongamos por caso, el miliciano, tan característico de la guerra civil española. Las milicias políticas fueron un amplio movimiento de gran visibilidad, una explosión multitudinaria y pública, de transparencia ideológica incuestionable, cuya movilización tuvo vertientes y cauces perfectamente señalizados. La guerrilla fue un movimiento distinto aunque sus raíces más profundas fuesen en todos los casos idénticas. Surgía en la clandestinidad, no siempre políticamente bien definida, de forma que la diferenciación entre la protesta social y el horizonte político no siempre estaba nítidamente presente para la población en la que surgía. La guerrilla fue discontinua, de liderazgo a veces opaco, de cohesión difícil salvo cuando una organización política potente como el Partido Comunista adoptó tácticamente con todas su consecuencias esta forma de lucha, hasta el momento en que decidió clausurarla. Por este tipo de razones, muy someramente expuestas aquí, creemos que el fenómeno guerrillero ha sido siempre visto de forma bastante distinta del miliciano. Por ello no siempre ha estado libre de dudas, de interpretaciones sesgadas y, por ello también, normalmente se le ha tenido al margen de la épica de la guerra civil, mientras que su estudio ha adolecido muchas veces de voluntarismos reivindicativos y panegíricos ideológicos, cuando no de denostaciones absolutas —como las producidas en la literatura del régimen de Franco— que en nada han contribuido a su mejor conocimiento, sino todo lo contrario. Ha llegado el momento de que estos equívocos sean definitivamente abandonados. El presente libro es el resultado de un propósito inicial al que guiaron las consideraciones que se han expuesto. La lucha guerrillera contra Franco, sobre la que existe una producción bibliográfica bastante notable, tenía, no obstante, que adquirir en su estudio un nivel que no tiene por qué desmerecer en nada de lo mucho que en ese sentido podría decirse sobre la guerra civil y el progreso innegable de su estudio. Con sus propias peculiaridades, sin duda, el movimiento guerrillero antifranquista debe alcanzar y a el nivel de un estudio profesionalizado, con las mejores técnicas documentales a nuestro alcance, inserto de lleno en las maneras de hacer que distinguen al estudio universitario.

El Congreso Internacional « La resistencia armada antifranquista (1939-1952 )» surgió como una iniciativa de la Cátedra Extraordinaria « Memoria Histórica del siglo XX» de la Universidad Complutense y se llevó a cabo a fines de 2006. La convocatoria a los especialistas se propuso recorrer el espectro de todos los estudiosos del fenómeno español de dentro o de fuera del país. La propia estructura de aquella reunión pretendía enfocar temas, debates y perspectivas lo más amplias posibles y, en algún caso, las menos transitadas. Los más conocidos y prolíficos tratadistas de la historia guerrillera, fuese cual fuese su estilo y sus planteamientos básicos, fueron convocados y nos hicieron el honor de concurrir. Sus contribuciones generosas han permitido articular un texto colectivo como éste en el que las naturales orientaciones particulares, en temas y en estilos, de cada autor, se han encajado en su correcta ubicación científica en torno a tres grandes grupos de asuntos. Primero, los referentes a sus orígenes ideológicos y sociales y al contexto histórico en el que se produjeron. Segundo, seguramente más novedoso, los que versan sobre los territorios y los protagonistas. Tercero, el aspecto más instrumental en la pretensión de hacer historiografía seria, y que, por lo tanto, ésta no puede desatender: los condicionantes documentales que todo estudio tiene como base. Como y a hemos señalado. El último frente no es un título retórico y falto contenido; la guerrilla antifranquista en España sólo se puede entender en el contexto de la guerra civil y de su inmediata respuesta por parte de la dictadura con un intenso despliegue represivo tanto desde el punto de vista teórico como práctico. En este sentido, Josep Sánchez Cervelló (autor de Maquis: el puño que golpeó al franquismo) nos presenta en su trabajo el amplio marco legislativo represivo desarrollado por la dictadura en los primeros años de la posguerra, que incidió de forma directa en la creación y en la génesis de la resistencia armada antifranquista. Pero, del mismo modo, es necesario conocer el marco internacional y su evolución, con cada una de sus coyunturas, primero, entre 1939 y 1945 y, más adelante, entre 1945 y 1952. Los vaivenes de la Segunda Guerra Mundial, el triunfo de los aliados, la constitución de dos bloques antagónicos, las guerras civiles en Grecia y Yugoslavia, por poner algunos ejemplos, afectaron de manera capital a la acción guerrillera y a los proyectos de resistencia diseñados tanto en el interior como en el exterior. Pero si a un partido político marcó particularmente este contexto fue precisamente al Partido Comunista de España, sometido a constante cambios tácticos y estratégicos durante la década de los cuarenta. Su importancia, dado el protagonismo que adquiere en la organización de las agrupaciones guerrilleras a partir de 1944, es destacada por el hispanista alemán Hartmut Heine (La oposición política al franquismo. La oposición al franquismo en Andalucía Oriental), cuy o estudio analiza desde los conflictos internos gracias al pacto germano-soviético hasta el denominado Cambio de Táctica, firmado en 1948, cuando el PCE promueve —al menos de forma teórica— la infiltración en las instituciones verticales de la dictadura. Del mismo modo, en el ámbito de la historiografía en los últimos años se ha abierto un intenso debate en torno a la comprensión y a la naturaleza del fenómeno guerrillero en España, destacando dos autores por sus posiciones radicalmente opuestas, y que en el presente libro exponen sus argumentos. El primero de ellos. Francisco Moreno Gómez (Córdoba en la posguerra, La resistencia armada contra Franco), defiende el carácter eminentemente obrero y republicano de la resistencia, con destacados militantes entre sus filas, en contraste con la propuesta de Mercedes Yusta (La guerra de los vencidos, Guerrilla y resistencia campesina), más proclive a destacar la importancia del campesinado y la vinculación del fenómeno a la conflictividad rural desde una perspectiva de largo recorrido. Ambas perspectivas coinciden en diversos elementos, pero discuten puntos sustanciales del contrario que todavía persisten en el debate social y académico. Como hemos mencionado, la resistencia armada en la posguerra es un fenómeno estrechamente relacionado con la guerra civil y con las intensas cotas de represión alcanzadas en los primeros años de la dictadura franquista, de ahí la radical diferencia del fenómeno en la geografía española y, por lo tanto, los estudios particulares presentados en la segunda parte de nuestro libro, Territorios guerrilleros. Algunas zonas como León y las provincias gallegas —a la que luego se sumaría Asturias— quedaron controlados desde el golpe militar del 18 de julio por el bando de los sublevados, aplicándose de inmediato el código de justicia militar y la detención masiva de políticos y representantes sindicales de la izquierda. En este sentido, Secundino Serrano, historiador y autor de varios libros de éxito (La guerrilla antifranquista en León, Maquis, La última gesta), muestra en su trabajo cómo el clima y el contexto de persecución provocó la primera oleada de fugados, fuxidos, emboscados, escapados o los del monte, con el único objeto de pasar a la zona republicana o escapar de las garras de la primera oleada de represión. Así muchos de ellos se integraron en el XIV Cuerpo del Ejército Guerrillero o actuaron de forma independiente hasta la conclusión de la guerra cuando, ante el nuevo envite de los consejos de guerra, se produce una nueva huida de hombres a la sierra. La zona centro de la península, comprendiendo las actuales comunidades de Castilla La Mancha y Extremadura, resulta —como señala el profesor Benito Díaz (La guerrilla antifranquista en Toledo, La guerrilla en Castilla La Mancha)— más compleja en su formación y desarrollo.

Así, mientras en Extremadura encontramos acciones guerrilleras durante la guerra civil, en el resto de territorio —bajo control rebelde—, los primeros huidos no aparecen hasta la conclusión de la guerra o, como ocurre en algunas provincias, la resistencia armada se implanta desde el exterior con las invasiones pirenaicas de 1944. Pero de nuevo se subraya la importancia de la represión en la génesis del fenómeno, ligada indiscutiblemente a la guerra. El caso de Andalucía oriental, aún si cabe, parece más complejo, atendiendo a la disparidad de situaciones entre 1936 y 1939. Dos provincias, Jaén y Almería, permanecieron los tres años en el campo republicano; Málaga consiguió detener la sublevación en 1936 pero las tropas franquistas la conquistaron en febrero de 1937; Granada, por su parte, quedó dividida durante todo el conflicto, después del éxito del golpe en la capital. Esta diversidad de situaciones condicionó la intensidad y evolución de la represión en cada uno de los territorios, y por lo tanto, el surgimiento de una resistencia armada. Pero si bien en las cuatro provincias la guerrilla desarrolló sus actividades, fue en Granada y en Málaga donde mayor auge e importancia consiguieron, formando el may or grupo guerrillero de la península junto a la Agrupación Guerrillera de Levante-Aragón. Para su estudio contamos con dos autores cuy os trabajos se concentran en dos periodos diferentes. En el primer caso, Jorge Marco (Hermanos Quero. La resistencia a ras de suelo), expone —a partir de un caso particular de guerrilla urbana en Granada— su propuesta sobre los modelos de resistencia armada antifranquista: la guerrilla y el bandolerismo social, desvelando cada una de sus particularidades, y señalando los instrumentos históricos, sociológicos y antropológicos para su estudio. A continuación. José María Azuaga (La guerrilla antifranquista en Nerja. La oposición al franquismo en Andalucía oriental) analiza los orígenes y el desarrollo de la Agrupación Roberto, cuy a acción se desarrolló en las provincias de Granada y Málaga entre 1946 y 1952. La resistencia en Cataluña tuvo rasgos muy particulares en todos los sentidos, como señala Ferrán Sánchez Agustí (Maquis y Pirineos, El Maquis anarquista) en su trabajo. En primer lugar, por la hegemonía anarquista, encabezada por guerrilleros tan conocidos como Sabaté, Facerías, Caraquemada o Massana, pero también por su carácter predominantemente urbano —salvo en el caso de Massana—, su longevidad en el tiempo —Caraquemada murió en 1963—, y por la cercanía de la frontera francesa, que les permitía introducirse en España, realizar acciones, y regresar a un lugar seguro. Muy distinto es el caso asturiano, estudiado con mayor profundidad por Ramón García Piñeiro (Los mineros asturianos bajo el franquismo), donde desvela los conflictos internos dentro de la guerrilla y los distintos proy ectos de resistencia planteados por socialistas y comunistas. Purgas, insultos, asesinatos; la competencia ideológica y la lucha por la hegemonía en la sierra también tuvieron sus lados oscuros. El estudio de la guerrilla antifranquista realizado en los últimos treinta años ha contado con no pocas dificultades, y una de ellas, quizás la más relevante, es el acceso a los archivos controlados por ciertas instancias militares. Con el objeto de clarificar y poner orden en las fuentes documentales, sus problemas y sus retos, tres autores han conformado el tercer y último capítulo. En primer lugar, el profesor Julián Chaves Palacios (Huidos y Maquis, Guerrilla y franquismo) ha practicado una importante disección de los archivos habituales en el estudio de la guerrilla: nacionales, regionales, provinciales, locales, de instituciones, partidos políticos, etc., señalando no sólo su valor e interés, sino también las trabas que encuentran los historiadores para conocer quizás la fuente más rica de todas, los Consejos de Guerra depositados en los Tribunales Militares Territoriales. Pero si en un aspecto ha sido pionera la historia de la resistencia armada desde sus comienzos ha sido en el uso (e incluso el abuso) de las fuentes orales. De enorme relevancia, su utilización no sólo requiere de una metodología específica y refinada, sino que también nos permite conocer los senderos de la memoria, tal y como pone en evidencia José Antonio Vidal Castaño (La memoria reprimida). Durante muchos años las voces guerrilleras han transcurrido por caminos poco frecuentados, pero al mismo tiempo, el relato ha evolucionado y ha reconstruido la realidad. Los historiadores, por lo tanto, requerimos de instrumentos adecuados para afrontar las múltiples capas de la memoria. Y entre la memoria y el testimonio oral hay uno que particularmente ha quedado marginado: el de las mujeres.

Odette Martínez, miembro del equipo de investigación de la Bibliothèque de Documentation Internationale Contemporaine (BDIC), destaca el valor de ésta fuente oral que nos proporciona una nueva dimensión del universo de la resistencia, y de unas figuras hasta el momento desfiguradas: la madre, la hermana, la mujer, el enlace, es decir, las redes sociales que sustentan y protegen a los hombres de la sierra, sin cuya labor la supervivencia hubiera sido imposible. Este libro, pues, dados los temas que aborda, la competencia de los autores que en él intervienen, los nuevos conocimientos que hoy se tienen sobre ese pasaje de la historia española que fue la oposición al régimen de Franco, creemos que aporta nuevos materiales a un tema en el que queda mucho por aportar. Por supuesto, no pretendemos haber agotado el asunto, ni mucho menos, pero sí haber prestado un gran servicio a esta historia con el esfuerzo de un grupo de estudiosos y con la ayuda y el remate de la satisfacción por su publicación en una casa editorial con el compromiso, la iniciativa y la comprensión de Los Libros de la Catarata. Vaya para todos ellos nuestro agradecimiento y el deseo de que no sea la última empresa en la que estemos juntos. JULIO ARÓSTEGUI. JORGE MARCO. Madrid, abril de 2008

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