El Ranger del espacio es la primera de una serie de novelas, llenas de intriga y acción, que Isaac Asimov sitúa en los distintos planetas del sistema solar.
La Tierra está gobernada por un Consejo de científicos y depende de sus colonias en otros planetas para el suministro de alimentos.
Un joven miembro del consejo —David Starr, a quien llaman Lucky— ha de enfrentarse a ciertos sucesos misteriosos que ponen en peligro la subsistencia misma de la raza humana.
David Starr estaba observando el rostro del individuo, de modo que vio cómo ocurría: lo vio morir.
Mientras aguardaba con paciencia al doctor Henree, David estaba disfrutando de la atmósfera del nuevo restaurante de la ciudad, el Internacional. Esta sería su primera fiesta después de haber obtenido su título y la cualificación para integrarse como miembro del Consejo de Ciencias.
No le molestaba aguardar. El Café Supreme aún brillaba con la reciente capa de pintura cromosiliconada. En la pared, junto al extremo de la mesa de David, había un pequeño y refulgente cuerpo cúbico; contenía la diminuta réplica tridimensional de la banda cuya música se expandía por todo el ambiente.
La batuta del director era un destello de movimiento de un centímetro; la tabla de la tarima, por supuesto, era de «sanito», última palabra en materia de campos de fuerza y, exceptuada la deliberada fluctuación, casi invisible.
Los calmos ojos castaños de David se deslizaron por las otras mesas, semiocultas en sus reservados; y no lo hacía por tedio, sino porque la gente le interesaba más que cualquiera de los artilugios científicos que el Café Supreme ofreciera.
La televisión tridimensional y los campos de fuerza eran motivo de maravilla diez años atrás, pero ahora ya estaban aceptados por todos.
La gente, en cambio, no había variado; pero aún hoy, diez mil años después de la construcción de las pirámides y cinco mil después de la primera explosión atómica, constituía un misterio insoluble, un enigma sin desvelar.
Allí estaba aquella joven de hermoso vestido, riendo con suavidad junto al hombre que se sentaba frente a ella; un hombre maduro con sus incómodas ropas de fiesta,
escogiendo el menú en el teclado del camarero automático mientras su mujer y dos niños le observaban con aire atento; dos hombres de negocios hablando con animación acerca del postre…
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