debeleer.com >>> chapter1.us
La dirección de nuestro sitio web ha cambiado. A pesar de los problemas que estamos viviendo, estamos aquí para ti. Puedes ser un socio en nuestra lucha apoyándonos.
Donar Ahora | Paypal


Como Puedo Descargar Libros Gratis Pdf?


El poder – Jennifer L. Armentrout

Josie Una suave caricia me recorrió el brazo y la cadera. Tardé un poco en despertarme de un profundo sueño. Noté una gran calidez contra mi espalda, enviando una serie de escalofríos por mi columna. Medio despierta, sonreí mientras parpadeaba para abrir los ojos. La habitación estaba poco iluminada, lo que significaba que era demasiado pronto para estar despierta. Unos labios rozaron una zona sensible de mi cuello, justo bajo mi pulso, y otra sucesión de escalofríos bailó sobre mi piel. Los músculos de mi estómago se tensaron. Otro beso más, esta vez sobre mi pulso, y se me encogieron los dedos de los pies. Era muy temprano, ¿pero quién se quejaría de despertarse así? Yo no. Si me pasara el resto de mi vida despertándome así, sería una chica feliz. Muy feliz. Al rodar sobre mi espalda, mi sonrisa somnolienta se congeló cuando mi mirada se encontró con unos intensos iris negros como la obsidiana. ¿Pero qué…? La confusión rápidamente dio paso a un terror glacial, que se introdujo en cada célula y se aferró a huesos y piel. Oh no. Mi corazón palpitó, latiendo tan rápido que pensé que se me saldría del pecho y saldría corriendo de la habitación. Un Titán se inclinó sobre mí, con sus crueles labios formando una sonrisa gélida y vengativa. —Te encontraré cuando menos te lo esperes —dijo, con una voz tan asfixiante como un denso humo—. Siempre estaré detrás de ti. No hay… Cogiendo impulso, lancé la mano, preparada para asestar lo que probablemente sería un puñetazo poco efectivo. Abrí la boca para gritar pero no salió ningún sonido y, de pronto, no había nada delante de mí. Nada. No había Titán. Estaba sentada, mirando el espacio vacío frente a mí con el corazón acelerado. Al inspeccionar el oscuro dormitorio no encontré ni rastro del peligroso y repugnante dios. Todo estaba como antes de que me quedara dormida el domingo por la noche.


La televisión que había frente a la cama se apagó. Las persianas que cubrían la pequeña ventana cerca del baño estaban ligeramente abiertas y podía ver la tenue luz azul del amanecer saliendo sobre las Black Hills, la parte protegida del bosque que hay en el interior de las Nothern Hills de Dakota del Sur. Mi nuevo hogar. Se parecía un poco a mi antiguo hogar, la Universidad de Radford. Salvo que esta universidad parecía sacada de Grecia, en los tiempos en los que la gente adoraba a los dioses. Y estaba rodeada de seres míticos en lugar de veinteañeros, cuyos poderes se basaban en la habilidad para realizar tareas con resaca y casi sin dormir. Corrijo. En realidad, yo era un ser mítico y los estudiantes de la Universidad Covenant no eran muy diferentes de los estudiantes mortales. A excepción de los seres descendientes de dioses y ese asunto de intentar matarse unos a otros que había ahora. Pero no había ningún Titan psicótico acechando entre las sombras de mi habitación, preparándose para alimentarse de mí hasta convertirme en una cáscara seca y luego hacer otras cosas despreciables y repulsivas que yo… No iba a pensar en eso. Expulsando el aire, cerré los ojos a la vez que me frotaba la frente con la palma. Solo era un sueño, un estúpido sueño. Los Titanes no podían entrar en la universidad. Los Guardias lo impedían. Las sombras podían, pero preferiría enfrentarme a cientos de almas que habían escapado del Tártaro que volver a ver a Hiperión o la cara de otro Titán. No tenía ni idea de quién era el hombre con el que había soñado, salvo que en el fondo de mi corazón sabía que era un Titán. —¿Josie? —se oyó una áspera y adormilada voz con acento—. ¿Qué haces? Se me volvió a acelerar el pulso, pero esta vez por una razón muy diferente, cuando me giré y contemplé al que posiblemente era el ser vivo más sexy. Seth Dio… —como quiera que se pronunciase su apellido— estaba tumbado de costado. El delgado edredón se había enredado en sus caderas, mostrando un lote completo de piel dorada, firme y musculosa. Seth tenía una verdadera tableta de seis. No de esas pintadas, ni de las que solo se veían cuando hacía flexiones o actividades intensas. Medio sospechaba que había nacido así, un bebé con una tableta de seis y pectorales como rocas haciendo bíceps con botellas de leche. Hablando de bíceps, también eran increíbles. Al igual que sus hombros anchos y su cintura estrecha.

¿Y su cara? Dios. Er a hermoso. Casi demasiado. Como si hubieran encajado sus rasgos con minuciosidad, un conjunto de perfección. Unos pómulos angulosos y marcados y unos labios carnosos y sensuales en los que podrías perderte mirándolos. Soñando con ellos. Bueno, fantaseando. Una nariz recta y perfecta, y sus ojos… Eran de un asombroso color ocre, rodeados por unas pestañas oscuras y espesas. Sus cejas arqueadas eran un poco más oscuras que su cabello rubio (el cual se había cortado hace poco). Todavía me estaba acostumbrando a esos bucles cortos. Los suaves mechones eran cortos a los lados y más largos en la parte de arriba, a veces rectos y otras veces un revoltijo de bucles. Me gustaba pasar las manos por los lados y notar los cabellos cortos cosquilleándome las palmas. Simplemente, me gustaba tocar a Seth. A veces no tenía ni idea de cómo había acabado en mi cama. Es decir, por supuesto, acababa allí porque lo invitaba y porque lo quería allí, pero no pensaba que fuera el tipo de chica a la que nadie se imaginaba con alguien como él. No tiraba piedras sobre mi propio tejado, solo estaba siendo realista. La mayor parte del tiempo era un metro setenta y cinco de puro desastre. Mis caderas habrían sido populares en el mil quinientos o algo así, cuando las «caderas para parir» hacían furor, y estoy bastante segura de que mis muslos nunca estuvieron de moda ni lo estarían. Al parecer, ningún tipo de entrenamiento —Kickboxing, grappling, carrera, entrenamiento defensivo ni ofensivo — iba a endurecer mi abdomen ni reducir mi cintura. No era delgada y esbelta, ni elegante y recatada. Era vulgar, podía ser bastante desagradable, y divagaba. Pero a Seth le gustaba. Había dicho que yo era su salvación. Y él me gustaba. Mucho.

Yo también era una semidiosa, la hija de Apolo, así que eso era algo. Y Seth era el Apollyon, el producto de un mestizo y un puro, creado por el recién fallecido Ares, y yo ya era todo lo poderosa que podía ser, una vez que le cogiera el truco a mis nuevas habilidades. Sus ojos de color ámbar, que brillaban como piedras preciosas, se estrecharon. —¿Estás despierta? ¿O es algún tipo de raro sonambulismo? Mis labios dibujaron una pequeña sonrisa. —Estoy despierta. —Entonces… —rodó sobre la espalda, pasando un brazo por detrás de su cabeza, y yo me quedé un poco embobada mirando cómo se flexionaban y redondeaban sus bíceps—. ¿Solo me estabas observando sentada mientras duermo? Puse los ojos en blanco. —No. —Pues eso es lo que parece. —En realidad, estaba sentada observando la pared hasta que me has interrumpido. Bajó la otra mano y la dejó sobre su abdomen plano. Desde mi posición casi parecía desnudo bajo la manta, pero por desgracia no lo estaba. —Eso no es raro ni nada. —Qué más da —dije, recolocando el tirante de mi camiseta—, tú eres raro. Puso una media sonrisa. —Tú eres sexy. Puse los ojos en blanco otra vez, pero me sentía muy halagada. Inclinó la cabeza hacia un lado. —¿Un sueño? La cálida y confusa sensación de halago desapareció y asentí. —¿Estás bien? —Sí, estoy bien —me aclaré la garganta mientras me apartaba el pelo sobre el hombro—. Solo un sueño extraño. Su mirada era intensa mientras me estudiaba con calma. Esa no era la primera pesadilla que había tenido después del enfrentamiento con el Titán. Y no cualquier Titán. Hiperión.

El ser divino que mi padre había sepultado hacía cientos de años y que ahora estaba libre, decidido a vengarse. De alguna manera, me había librado de él cuando mis habilidades de semidiosa fueron desbloqueadas, pero volvería. Lo sabía. Él y los demás Titanes que habían escapado seguirían volviendo hasta que localizáramos a los otros cinco semidioses, desbloqueáramos sus habilidades y consiguiéramos unirlas para volver a sepultar a los Titanes en el Tártaro. Por supuesto, no teníamos ni idea de dónde estaban los otros semidioses o cómo encontrarlos. Ni cómo íbamos a sepultarlos otra vez. Apolo aún no nos había dado esa información. Aunque quería que esa fuera la última pesadilla, por desgracia, sabía que no lo sería. Esas horas con el Titán habían parecido una eternidad e intenté no obsesionarme con ello, lo intenté de verdad. Tal vez podría hacer alguna terapia. Espera. ¿Podían los semidioses ir a terapia? Es decir, ¿había algún especialista en salud mental de seres místicos por allí? Los dedos de Seth me rozaron el brazo, captando mi atención. Nuestros ojos se encontraron. Su mano envolvió mi muñeca y tiró de mí, de forma que quedé medio encima de él. Oh, me gustaba el rumbo que estaba tomando esto. Noté su pecho cálido bajo mis brazos y su mano estaba firme cuando la alzó para coger unos mechones de mi cabello. Los colocó detrás de mi oreja y su mano se detuvo sobre mi mejilla. Bajé mis labios hacia los suyos y le besé con suavidad. Cuando levanté la cabeza le brillaban los ojos. —Eso me ha gustado —murmuró. —A mí también. Entonces recordé algo muy importante. En realidad no lo había olvidado, solo se me había pasado al despertar de la pesadilla. Una gran y estúpida sonrisa estiró mis labios. —Creo que hoy recibirás algo más.

Deslizó la mano por mi nuca. —Creo que debería recibir más todos los días. —Claro que sí, pero hoy es diferente. La comprensión cruzó su rostro, sus ojos y su nariz se ensancharon un poco. Fue un momento de sorpresa y eso causó que el pánico aleteara en mi pecho, porque él no esperaba que yo lo recordara. Seth esperaba muy poco a veces. Apartando la tristeza que esa certeza siempre traía consigo, le volví a besar. Y luego otra vez, porque quería demostrárselo, necesitaba que supiera que tenía todo el derecho a esperar el mundo. —Feliz cumpleaños. —Josie… La forma en que susurró mi nombre, tan tierna y contundente, me dejó sin aliento. —¿Qué se siente al tener veintidós? Enredó sus dedos en mi pelo y no contestó de inmediato. —Como los veintiuno. —Eso no es emocionante. Sonrió otra vez. —Eso es porque tú aún tienes veinte y te queda… ¿cuánto?, unos seis meses hasta cumplir los veintiuno. —Eres un asaltacunas. Seth soltó una risita, luego levantó la cabeza y me besó en la comisura de los labios. —Creo que es la primera vez que me llaman eso. —Dios. Deslicé la mano por su pecho, disfrutando la forma en que tomó una profunda inspiración. Me encantaba que mi tacto le afectara así. —Quería regalarte algo, pero Amazon no hace entregas aquí, así que… Realmente quería regalarle algo, pero ya que no era muy seguro para mí salir, la única opción era la tienda del campus, pero dudaba que Seth quisiera una taza o una sudadera de la Universidad Covenant. Ni siquiera podía hacerle la cena, ya que no tenía acceso a una cocina, era una novia lamentable. Novia. Temblé.

.

Declaración Obligatoria: Como sabe, hacemos todo lo posible para compartir un archivo de decenas de miles de libros con usted de forma gratuita. Sin embargo, debido a los recientes aumentos de precios, tenemos dificultades para pagar a nuestros proveedores de servicios y editores. Creemos sinceramente que el mundo será más habitable gracias a quienes leen libros y queremos que este servicio gratuito continúe. Si piensas como nosotros, haz una pequeña donación a la familia "BOOKPDF.ORG". Gracias por adelantado.
Qries

Descargar PDF

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

bookpdf.org | Cuál es mi IP Pública | Free Books PDF | PDF Kitap İndir | Telecharger Livre Gratuit PDF | PDF Kostenlose eBooks | Baixar Livros Grátis em PDF |