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El Misterio Del Capital – Hernando De Soto

Desde hace muchos años mantengo un compromiso con el apoyo al desarrollo sustentable en todo el mundo. En su definición más sencilla, se trata de la idea de que el progreso debe satisfacer las necesidades de quienes viven hoy sin perjudicar a las generaciones que vendrán mañana. Pienso que para alcanzar dicho objetivo se precisan reglas, un marco normativo en el cual se aliente la gradual convergencia del interés individual con los intereses colectivos que la sociedad persigue a largo plazo. Hernando de Soto sostiene que la mayoría de las personas, no importa cuán pobres o marginadas, en verdad vive de acuerdo con reglas. Tales reglas no siempre se ajustan a las leyes oficiales, pero sí cuentan con el apoyo de su comunidad: es lo que desde hace cientos de años los filósofos llaman un “contrato social”. De Soto y yo coincidimos en que, en su forma más simple, el desarrollo trata acerca de este tipo de contrato social entre las personas, el cual —cuando llega a ser captado por la ley— permite a todos los integrantes de la sociedad cooperar y dividirse el trabajo de manera que el crecimiento se vuelva sustentable. Dicho de otro modo, lo que da a las personas oportunidad de escapar de la pobreza y crear riqueza es la integración de su contrato social a las leyes de su país. Hasta donde estoy informado, nadie está presentando sugerencias prácticas sobre cómo avanzar en este tipo de transformación, salvo De Soto. En este libro explica cómo se puede hacer y por qué se debe hacer. Conozco a Hernando más de una década y llevo aún más años dedicado a observar cómo evoluciona su trabajo. En ese proceso nos hemos vuelto buenos amigos. De modo que creo saber de dónde procede su impulso intelectual y moral. También soy consciente de qué paradigmas compartimos. Él y yo creemos que, como explicó alguna vez Carl Jung, “la psique humana no es un fenómeno individual completo y autocontenido, sino además uno colectivo… sin el cual todas las organizaciones de masas, el Estado y el orden social resultarían imposibles”. Lo que dice De Soto en este libro es que la riqueza de las naciones dependerá, en términos generales, de la capacidad de sus líderes para crear órdenes legales que reflejen y articulen adecuadamente el contrato social de sus pueblos. El desafío, pues, consiste en alcanzar un contrato social que regule la propiedad de modo satisfactorio para todos, o, al menos, para casi todos. Pienso que este es uno de los logros clave en el libro de De Soto: busca ayudarnos a comprender cómo se llevan entre sí diversas comunidades y qué debemos hacer para animarlas a crear un sistema legal común que permita a los ciudadanos de un país cooperar para crear capital. El misterio del capital cubre muchos temas: cómo la mente comprende la propiedad y la usa para descubrir y establecer valor, el éxito de los países de Occidente en la generación de capital y por qué hoy los países en vías de desarrollo y los que salen del comunismo —donde residen cinco sextas partes de la humanidad— no han logrado generarlo. Otro de los aportes centrales del libro es que responde a algunas persistentes preguntas: ¿por qué en el mundo en vías de desarrollo las personas respetan contratos y honran compromisos en torno a la propiedad acordados por ellos y sus vecinos, y a la vez no respetan aquellos que intentan imponerles sus gobiernos? ¿Por qué las personas aceptan asumir responsabilidades individuales dentro de esos contratos sociales extralegales a la vez que toman distancia de —o se resisten a aceptar— las leyes que sus gobiernos desean imponer? El libro de De Soto es resultado de años de trabajo de campo en las barriadas y los bolsones de estancamiento social de Asia, el Medio Oriente, América Latina y el Caribe. Allí él ha explorado estos contratos sociales informales e intentado ayudar a que cada gobierno desentrañe las verdaderas reglas que rigen los procesos socioeconómicos en su país. Al mismo tiempo, él y su equipo de investigadores y abogados han trabajado duro para descubrir qué dinamismo social podría reunir a las personas bajo un solo contrato social unificado y una sola ley. Lo que los países en vías de desarrollo y los que salen del comunismo aprenderán con este libro es que el capital no es un asunto de poseer activos; ni siquiera es un asunto de dinero. Para De Soto lo importante no son los activos per se, sino cómo ellos se interrelacionan. Nos muestra que es el sistema de propiedad legal el que posibilita una efectiva red de activos y luego demuestra cómo esos nexos crean capital. Otro aspecto verdaderamente nuevo e importante en el trabajo de De Soto es que nos permite entender cómo así activos tan simples como una casa o un pequeño taller pueden convertirse en capital gracias al ingenio de la mente humana.


Explica con extraordinaria claridad cómo nuestro conocimiento descriptivo de la propiedad y de las transacciones crea condiciones que la mente puede procesar sin problema. Pero, a la vez, De Soto no es el tipo de pensador que anda sempiternamente atado a su biblioteca. En este libro nos revela cuánto podemos aprender sobre el desarrollo cuando salimos a las calles donde vive y trabaja la gente de carne y hueso, para encontrar aquellas leyes que ellos están dispuestos a obedecer sin que medie coerción. Esa exploración es —nos hace ver De Soto— la única manera de darle a la mayoría de las personas del mundo la oportunidad de salir de la pobreza y empezar a generar riqueza. En otras palabras, el desarrollo sustentable tiene todo que ver con las oportunidades. El misterio del capital nos ayuda a comprender que las leyes, que son creadoras de capital, no se diferencian mucho del papel-moneda: la gente tiene que creer en ellas antes de acatar su uso. Los sistemas de propiedad sustentables, al igual que el dinero, son creación humana; dependen totalmente del consenso. Como dice De Soto: “No es su propia mente la que le confiere a usted derechos exclusivos sobre un determinado activo, sino otras mentes pensando acerca de sus activos en el mismo sentido en que lo hace usted. Por eso, la propiedad en cualquiera de sus formas es un concepto construido a partir del consenso de muchas mentes sobre cómo y por quién son poseídas las cosas; por eso, la propiedad es una urdimbre de relaciones que propicia la creación de capital”. Con De Soto compartimos una fe en que empleando las mismas fórmulas que hicieron la grandeza de Europa, de los Estados Unidos y del Japón, el resto de los países del mundo también podrá aprender a cooperar, y así a prosperar —ojalá que de una manera sustentable— a lo largo del tiempo. El problema es que esas fórmulas han quedado confinadas en nuestro inconsciente. De Soto las ha devuelto a la superficie y, para mí, esa es la relevancia de este libro. Stephan Schmidheiny CAPÍTULO 1 LOS CINCO MISTERIOS DEL CAPITAL El problema clave es descubrir por qué ese sector de la sociedad del pasado que no dudaría en llamar capitalista habría vivido como en una campana de vidrio, aislado del resto; ¿qué le impidió expandirse y conquistar a toda la sociedad?… [¿Por qué]solo fue posible unporcentaje significativo de formación de capital en ciertos sectores y no en toda la economíade mercadode laépoca? FERNAND BRAUDEL, Los engranajesdel comercio Para las cinco sextas partes de la humanidad, esta no es la hora del mayor triunfo del capitalismo,sino la de su crisis. La caída del muro de Berlín cerró un siglo largo de competencia política entre capitalismo y comunismo. El capitalismo queda como la única forma viable de organizar racionalmente una economía moderna. En este momento de la historia, ninguna nación responsable cuenta con otra opción. De allí que hoy los países del Tercer Mundo y los que acaban de salir del comunismo —no todos con el mismo entusiasmo— equilibren sus presupuestos, corten subsidios, acojan al inversionista extranjero y reduzcan aranceles. El premio a su esfuerzo viene siendo un amargo desencanto. Desde Rusia hasta Venezuela, el lustro pasado ha sido un tiempo de sufrimiento económico, de ingresos menguantes, de angustia y de resentimiento; de “hambruna, disturbios y saqueos”, en las mordaces palabras del premier malayo Mahathir Mohamad. The New York Times editorializa: “Para buena parte del mundo, el mercado que Occidente ensalzó luego de ganar la Guerra Fría ha sido suplantado por la crueldad de los mercados, la desconfianza respecto del capitalismo y los peligros de la inestabilidad”. Un triunfo del capitalismo circunscrito a Occidente podría resultar la receta para un desastre económico y político. Los estadounidenses bendecidos por la paz y la prosperidad no han tenido problemas para desentenderse de las conmociones de otras partes del globo. ¿Cómo puede haber problemas con el capitalismo cuando el promedio Dow Jones de la bolsa de Wall Street está trepando más alto que Sir Edmund Hillary a la conquista del monte Everest? Gran parte de los estadounidenses no se percata de esta crisis; mira a otros países y advierte progreso, no importa si este es lento y desigual. ¿Acaso no se puede comer una Big Mac en Moscú, alquilar un video Blockbuster en Shanghái y acceder a Internet en Caracas? Pero algo de resquemor flota en el ambiente, incluso en los Estados Unidos. Los estadounidenses se preocupan por una Colombia al filo de la guerra civil entre guerrillas narcotraficantes y paramilitares represivos; perciben una persistente insurgencia en el sur de México; observan a una parte importante del crecimiento económico a presión de Asia diluirse en corrupción y caos.

En América Latina, la simpatía por el libre mercado empieza a disminuir. En mayo del 2000, el apoyo a la privatización cayó diez puntos, a 36 por ciento. El signo más ominoso: en los países que acaban de salir del comunismo, el capitalismo no está a la altura de las circunstancias y hay personajes de anteriores gobiernos que aguardan con calma el retorno de su poder. Algunos estadounidenses se explican el boom que disfrutan desde hace una década pensando que, cuanto más precario el resto del mundo, más atractivos los bonos y las acciones de los Estados Unidos como santuario para el dinero internacional. Los empresarios occidentales viven cada vez más preocupados de que un posible fracaso en la implementación del capitalismo en gran parte del mundo a la postre empuje a las economías ricas a la recesión. Como han aprendido con dolor millones de inversionistas que vieron evaporarse sus fondos en los mercados emergentes, la globalización es una avenida de doble vía: si el Tercer Mundo y los países que dejaron atrás el comunismo no pueden escapar de la influencia de Occidente, tampoco Occidente puede desembarazarse de ellos. Las reacciones adversas al capitalismo también han aumentado en los propios países ricos. Las protestas de Seattle frente a la sede de una reunión de la Organización Mundial de Comercio en diciembre de 1999 y las que vinieron unos meses más tarde en la reunión conjunta FMI-Banco Mundial en Washington, pusieron de relieve, más allá de la diversidad de los reclamos, la furia que hoy inspira el capitalismo en expansión. Muchos han empezado a recordar las advertencias del historiador económico Karl Polanyi sobre cómo los mercados libres pueden conducir al fascismo, a medida que las mayorías desplazadas lleven a que Estados acorralados cedan a la tentación de someterlas represivamente. El Japón sufre su más prolongado declive desde la Gran Depresión. Los europeos occidentales votan por políticos que les prometen una “tercera vía” de rechazo a lo que un best seller francés llama L’horreur économique —el horror económico que sufren los marginados por el proceso del mercado libre—.

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6 comentarios

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  1. Excelente libro

  2. gracias amigo
    por la contribución que haces al compartir el libro

  3. muy bueno para la universidad

  4. El Ministerio del capital
    Recomendado.

  5. es el mejor libro que estuve buscando desde los 6 años de edad. Me gusta las finanzas, estadísticas, informática. y sobre todo que hace que las persona se saquen el chip de que son pobres porque nacieron pobres y eso no es así.

  6. Muchísimas gracias por compartir el libro

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