debeleer.com >>> chapter1.us
La dirección de nuestro sitio web ha cambiado. A pesar de los problemas que estamos viviendo, estamos aquí para ti. Puedes ser un socio en nuestra lucha apoyándonos.
Donar Ahora | Paypal


Como Puedo Descargar Libros Gratis Pdf?


El Guardián – Sherrilyn Kenyon

A Lydia se le ha encomendado la más sagrada y peligrosa de las misiones: descender al averno y localizar a un dios del sueño antes de que este revele secretos que podrían aniquilar a toda su raza. Con lo que la protagonista no contaba era con terminar siendo cautiva del más feroz de los guardianes del Inframundo. A Seth se le está agotando el tiempo. Si no consigue hacerse con la llave del Olimpo y con el corazón de Zeus perderá no solo la vida sino también el alma. A pesar de las muchas torturas a las que ha sometido al dios del sueño que tiene bajo su custodia, no ha logrado arrancarle la información que necesita. Cuando aparece la bella Lydia para rescatarlo, Seth decide cambiar de táctica. Sin embargo, Lydia es la heredera de uno de los poderes más oscuros jamás conocidos. Si falla en su misión, un mal ancestral se desatará sobre la Tierra.


 

—¿Te ha sentado bien la estancia en el infierno? Seth levantó la vista, aunque los mechones ensangrentados de su melena cobriza le ocultaban los ojos, y gruñó al escuchar una voz que llevaba siglos sin oír. Noir. Un dios primigenio. Señor de todas las criaturas malévolas y letales. Un cabrón de cuidado. Debería responder su absurda pregunta, pero tenía la boca atravesada por un perno, como parte de las torturas que los demonios le habían infligido durante los últimos… En fin, hacía mucho que había perdido la cuenta del tiempo transcurrido. ¿Para qué calcularlo cuando cada segundo que pasaba sufría un dolor tan atroz que ya ni siquiera recordaba lo que era una vida sin él? En realidad, a lo largo de los siglos el dolor se había convertido en una fuente de placer. « Estoy más grillado que Noir» . Con el perno en la boca, había sido incapaz de hablar desde que lo arrojaron a ese agujero. Aunque tampoco habría hablado si no lo hubieran silenciado de esa forma. Jamás les daría la satisfacción de oírlo suplicar o gritar de dolor. Solo había una persona que lo había logrado y, pese al milenio que había transcurrido desde entonces, las burlas y el desprecio de su padre adoptivo aún resonaban en sus oídos. Que les dieran a todos. Ya no era un niño, y prefería la muerte antes que humillarse de nuevo suplicando algo que sabía que jamás le concederían. Sin embargo, sí que habría insultado a Noir de haber podido hacerlo. Dadas las circunstancias, solo podía mirar al ser ancestral echando chispas por los ojos mientras deseaba contar con la totalidad de sus poderes para hacerlos sufrir a todos. Noir, que medía más de dos metros diez de altura, lograba que el resto de los demonios se echara a temblar con su simple presencia.


El impecable traje negro que llevaba, además de la camisa blanca, parecía totalmente fuera de lugar en la oscura y gélida estancia. Una estancia cuyas paredes estaban manchadas con la sangre de Seth. Noir alargó un brazo y le dio unas palmaditas en una mejilla, como si fuera un cachorrito obediente. —Mmm, debo decir que el infierno no parece sentarte bien. Das pena y creo haberte visto en mejor estado. —¡Qué te den! —exclamó Seth, pero sus palabra apenas se entendieron. El perno le impedía mover la lengua y los labios. Si lo intentaba, el dolor lo atravesaba de arriba abajo. Justo lo que más falta le hacía. Noir arqueó una de sus cejas negras. —¿Acabas de darme las gracias? No entiendo cómo es posible que me agradezcas semejante existencia. Eres un cabrón retorcido, ¿verdad? Seth apretó los dientes. El brillo juguetón que iluminaba los ojos negros de Noir le dijo que el muy cerdo solo quería cabrearlo. Y lo había conseguido. Claro que tampoco tenía que esforzarse mucho para hacerlo. El simple hecho de que ese… No acababa de encontrar un insulto lo bastante fuerte. El simple hecho de que Noir viviera lo sacaba de quicio. Noir miró a los demás. —Dejadnos a solas. ¿No podía hablar con un tono de voz menos autoritario? Un momento… Se trataba de Noir… Así que eso era un imposible. El antiguo dios ni siquiera necesitó pedirlo dos veces. Los demonios desaparecieron al instante, aterrados por la posibilidad de que la ira de Noir les impartiera la misma hospitalidad que había recibido Seth. Al fin y al cabo, este había sido la mascota más querida del dios; una mascota a la que cubría de regalos entre un abuso y otro. El dios oscuro jamás había soportado a los demonios que lo servían. « Joder, yo también saldría pitando si pudiera» , pensó Seth.

Este envidiaba la libertad de aquellos seres mientras que su cuerpo desnudo colgaba del techo, al que estaba sujeto por los grilletes que le rodeaban las muñecas. Llevaba tanto tiempo con los brazos levantados por encima de la cabeza que los huesos le sobresalían por las muñecas, a través de los cortes que el hierro de aquellos seres le había provocado. Estaba seguro de que debía de dolerle, pero el dolor de esas heridas se mezclaba de forma tan armoniosa con los otros suplicios que era incapaz de diferenciarlos. ¿Quién iba a pensar que la tortura tenía sus beneficios? En cuanto se quedaron a solas, Noir se colocó de nuevo frente a él y le dijo con una voz ronca que resultó tan inquietante como fría: —Tengo una proposición que hacerte. ¿Te interesa? Ni de coña. Estaba harto de hacer tratos. Nadie cumplía su parte. Noir podía irse a asarse las pelotas a la pira infernal que más le apeteciera. Bien sabían los dioses que, dado el lugar en el que se encontraban, no tendría que ir muy lejos. Seth apartó la vista. Noir chasqueó la lengua. —Esclavo, sabes muy bien que no tienes más remedio que obedecerme. Me perteneces. Esa realidad lo carcomía con más saña que los bichos que los demonios le habían arrojado a las heridas abiertas para que se alimentaran de su carne. ¡A la mierda con todos! Su familia lo había vendido a Noir cuando solo era un niño. Y jamás le permitirían olvidarse de ese hecho. Como si pudiera hacerlo… Noir enterró una mano en el cabello de Seth y le dio un tirón para levantarle la cabeza. El movimiento hizo que el perno se le clavara más profundamente en la garganta y en la lengua. El repentino dolor le llenó los ojos de lágrimas, ya que las antiguas heridas se reabrieron y la sangre brotó de nuevo. Ojalá en esa ocasión se ahogara por la imposibilidad de tragársela, pensó Seth. Sin embargo, era consciente de la triste realidad: era un ser inmortal. La muerte jamás lo salvaría de esa mísera existencia, de igual manera que no lo había salvado del resto de su violento pasado. Su única salida era la inexistente clemencia de Noir. El dios le tiró con más fuerza del pelo. —Necesito tus servicios porque son especiales.

« Y y o necesito aplastar tu corazón con un puño» , replicó en silencio. El cabrón de Noir sonrió como si le hubiera leído el pensamiento. —Si me fallas de nuevo, te aseguro que tu siguiente período aquí hará que recuerdes esto como si fuera el paraíso. ¿Me has entendido? Seth se negó a responder. Noir le arrancó un mechón de cabello al soltarlo. El dolor le atravesó el cráneo al tiempo que los bichos reptaban sobre su cuerpo, atraídos por el olor de la sangre fresca. Seth comenzó a respirar de forma entrecortada y apretó los dientes en un intento por no gemir a causa de la agónica tortura. Cerró los ojos con fuerza y luchó para no sumirse en la inconsciencia que amenazaba con devorarlo. Cada vez que se desmay aba, sus torturadores se ensañaban más y más. « No lo permitas, gilipollas. Concéntrate… ¡Joder! Mantente despierto» . Se aferró con fuerza a las cadenas al percatarse de que comenzaba a perder la visión. Noir le regaló una sonrisa cáustica que Seth no llegó a ver. —Harás que me enorgullezca de ti si consigues lo que deseo o… No completó la amenaza. Ni falta que le hacía. Ambos sabían que Seth haría cualquier cosa con tal de librarse de esa penosa existencia. Pese a sus bravuconadas, era muy consciente de la amarga verdad. La crueldad que le habían infligido lo había derrotado. Y jamás volvería a ser el mismo. Ya no quedaba nada en su interior, salvo un odio tan profundo e inmenso que casi podía saborearlo. Lo saboreaba junto con el sabor metálico del perno y de la sangre. Era el único alimento que había probado en siglos. La sonrisa de Noir se tornó genuina. —Sabía que al final acabarías entrando en razón. —Chasqueó los dedos.

Los grilletes que rodeaban las manos de Seth se abrieron y este cay ó al suelo. Tras siglos de abusos e inmovilidad, le fallaron las piernas. Estaba tan débil que ni siquiera pudo mover la cabeza mientras se acurrucaba donde había caído. Su cuerpo no respondía. Llevaba demasiado tiempo sin usar los músculos. Noir le asestó una patada en el vientre con tal fuerza que lo dejó tendido de espaldas. Hizo una mueca de repulsión mientras miraba a Seth con desprecio. —Das asco y pena, perro. Aséate un poco. —Y con esas palabras se desvaneció en la oscuridad. Seth siguió en el suelo, con la boca atravesada por el perno. Parpadeó varias veces mientras observaba las paredes que lo rodeaban. Las manchas de su sangre parecían bailar con el juego de luces y sombras. Y así fue como vio la silueta de su cuerpo, desnudo y destrozado. Y todo por haber hecho un trato con la única persona que creía su amigo. « Jamás cometeré semejante estupidez de nuevo» . Porque nadie lo había ayudado. Ni una sola vez en todo ese tiempo. Ni un solo ser había acudido para ofrecerle compasión o consuelo… o una disculpa. Ni siquiera le habían ofrecido un sorbo de agua. Otra lección que no olvidaría amas. Fuera lo que fuese lo que le pidiera Noir, lo haría. Sin titubear. Sin demostrar clemencia. Cualquier cosa con tal de no regresar a ese sitio y con tal de que no le hicieran más daño.

Solo quería un minuto de paz. ¿Era pedir demasiado? Una vez decidido, se preparó para la nueva oleada de dolor y se incorporó despacio hasta ponerse en pie, aunque le temblaban las piernas. Sintió que recuperaba por fin sus poderes divinos. Su fuerza aumentaba a cada latido del corazón. Sin embargo, jamás los recobraría del todo. Nunca jamás. Noir no lo permitiría. Cada vez que estuvieran en un punto alto, o Noir o Azura los mermarían. Sin embargo, contaba con poderes suficientes para vestirse y mantenerse en pie, aunque se tambaleara. Cuando los demonios volvieran, se vengaría tal como merecían. Le suplicarían clemencia. Pero ya no conocía ese concepto. Lo había olvidado después de haber sido sometido al ultraje más absoluto, hasta tal punto que no recordaba una sola parte de su cuerpo que no hubiera sido mancillada por las torturas. Le habían robado, minuto a minuto y a lo largo de incontables siglos, cualquier vestigio de humanidad que le quedara. Nada lo pondría de nuevo en semejante situación y jamás confiaría en otra persona. Fuera quien fuese. Que los dioses se apiadaran de aquellos a quienes Noir quería que buscase. Porque no les demostraría compasión. 1 La palabra « infierno» tenía muchas connotaciones, y cada una de ellas tan singular como el individuo que la definiera. Para una persona, la idea de estar atrapada eternamente con la única compañía de un vídeo de Michael Bolton era el epítome del horror. Para otra, lo peor que podía pasarle era quedarse encerrada en un ascensor con alguien que no parara de hablar a gritos por teléfono y no poder sacarle las tripas para que se callara. Para Ly dia Tsakali, el infierno era la oscuridad que la rodeaba, en la cual resonaban los alaridos de los condenados que estaban siendo torturados. Y lo peor no era escuchar los gritos pidiendo clemencia a aquellos que ni siquiera los escuchaban, sino los recuerdos que dichos alaridos evocaban. El terror latente de algo en lo que no quería pensar de nuevo. Recuerdos de una noche de su vida que llevaban mucho tiempo enterrados y de las descarnadas emociones que los acompañaban.

Ambas cosas aún poseían la habilidad de postrarla de rodillas. « No pienses en eso» . ¿Cómo evitarlo? Aquella noche fue la última que tuvo una familia que la amaba. En aquel entonces, tal como le sucedía en ese momento, solo veía una oscuridad impenetrable que le provocaba un dolor atroz en los ojos; una oscuridad tan opresiva que le hizo temer quedarse ciega además de muda. Cuando por fin la luz desterró las tinieblas, lo que descubrió fue sangre y terror… « Ya no eres una cría» . Cierto. Era un chacal adulto. Era una guerrera entrenada con miles de años de combate a sus espaldas. No había ni un solo ser en Azmodea que pudiera hacerle daño. « Se te olvida Noir» . Pues sí. Se le había olvidado. « ¿Y qué me dices de Azura?» . Bueno, sí. Había dos. Pero carecía de importancia. Ya había jugado antes en desventaja y en peores condiciones. Claro que en esos casos el enemigo no contaba con los poderes de un dios primigenio. « ¿Te importaría dejar de pensar en esas cosas o estás tratando de que me acobarde?» , preguntó Lydia a su propia conciencia. « Solo trato de hacerte entrar en razón antes de que sea demasiado tarde. No has llegado hasta aquí cometiendo estupideces. No con la gente que sabes que puede matarte. ¿Y para qué? ¿Para ay udar a Solin? Te descuartizará cuando se entere de que estás aquí. ¿Acaso eres idiota?» . Al parecer era idiota, y su idiotez no tenía límites.

Si hubiera sido otro el que estuviera atrapado en ese lugar en vez de Solin, ella jamás habría puesto un pie en ese sitio. Sin embargo, lo quería demasiado para dejarlo morir en ese lugar. Solin la había ay udado cuando nadie más estaba dispuesto a hacerlo. La había entrenado y la había apoyado. Le había enseñado a sobrevivir y a luchar. Sin él, estaría muerta. « Hasta él te diría que estás cometiendo una estupidez» . Pues sí. « La amabilidad es una fruta podrida que envenena a cualquiera que la come. Así que arrójasela al enemigo a la cara y deja que lo envenene a él, no a ti» . ¿Cuántas veces se lo había dicho Solin? Sin embargo y pese al odio que albergaba en su corazón y que tantas veces había expresado; la había criado como si fuera una hija. Jamás la había privado de su amor, de su paciencia o de su amabilidad. Solo era así con ella. Con los demás… en fin. Los demás veían una faceta de su personalidad que Lydia apenas conocía. Gracias a los dioses. « La personalidad se define por sus fallos, no por sus virtudes —era otra de las enseñanzas preferidas de Solin—. Es lo que nos hace únicos y lo que nos convierte en lo que somos» . El recuerdo de su voz le daba fuerzas para sonreír pese al peligro. « Tengo que encontrarlo» . Porque él habría ido en su busca si lo hubiera necesitado. « Sí, claro…» . En el fondo Lydia sabía perfectamente que las advertencias de su mente no tenían en cuenta lo que sabía su corazón. Solin siempre estaría de su parte. Para ella, era un héroe.

Algo se movió a su izquierda. Lydia se detuvo al instante, en cuanto su desarrollado oído captó el leve sonido. El subidón de adrenalina aguzó el resto de sus sentidos. Distinguió un nuevo olor. Masculino. Un demonio. Muy cerca. « No respires… No respires…» . No porque temiera que la criatura la localizase, sino porque el hedor, que y a sería repugnante si fuera humana, resultaba insoportable debido a su parte de katagaria. Se tapó la nariz con los dedos para bloquearlo. Sin embargo, no pudo evitarlo del todo. « Contén las arcadas» . ¿Los demonios se bañaban en mierda o qué? No le gustaba ese tipo de pensamiento tan soez, pero… ¿por qué tenían que ser tan repulsivos? De buenas a primeras, el demonio apareció frente a ella. Sus gruesos labios esbozaron una sonrisa. —¡Vay a, vay a! ¿Qué tenemos aquí? No me acordaba de que había hecho un pedido a domicilio. Qué amable de tu parte… « … que hay as venido a matarme» , concluy ó Ly dia mentalmente mientras lo aferraba por el pescuezo y lo silenciaba. Sin embargo, cuando estaba a punto de apuñalarlo, el demonio se evaporó convertido en una apestosa neblina púrpura. ¡Mierda! Lydia trazó un círculo completo, sumida en la oscuridad, intentando ubicarse para localizarlo antes de que el demonio anunciara su presencia. Ya no lo olía ni lo oía. Y eso no le gustaba ni un pelo. Por su bien. De repente, se oy ó un alarido que resonó por encima del resto. Lydia se llevó las manos a las orejas. « Lo que faltaba. Que me sangren los tímpanos…» .

El alarido subió de volumen. Se acercaba. Algo duro la golpeó en la espalda, tirándola al suelo. Aunque la mera idea la asqueaba, se quitó las manos de las orejas y sacó un segundo puñal. « Ven aquí, demonio, bonito. Acércate…» . A su derecha oyó que algo se arrastraba por el suelo. Corrió hacia ese lugar, blandiendo el puñal para herir al enemigo que estuviera al acecho. No obstante, en vez de derramar la sangre del enemigo, acabó derramando la suy a propia cuando se golpeó con una puerta de hierro cerrada que parecía fundirse perfectamente con la oscuridad. « Hijos de p…» , pensó mientras siseaba por el dolor que se apoderó de su cráneo. Le sangraba la nariz. Le asestó una patada a la dichosa puerta. Para su sorpresa, se abrió con un chirrido de los goznes. La luz se derramó de repente en la reducida estancia, cegándola por un instante. Parpadeó hasta que sus ojos se acostumbraron a la claridad y después frunció el ceño al ver la especie de tubo fluorescente situado en el techo del que procedía la luz. Era muy raro. Aunque parecía un fluorescente, en su interior se distinguía un líquido viscoso que brillaba con un intenso y fantasmagórico azul. En ese momento comprobó que las paredes estaban húmedas por una sustancia que parecía sangre. Era como si las paredes respiraran. Hizo una mueca de asco. ¿Qué era todo aquello? « Seguro que es la fuente del hedor» . No, el olor debía proceder de los pies de los demonios. Y, hablando de demonios, el suy o parecía haberse esfumado. « ¿Dónde te has metido, cabrón?» , se preguntó. Dada su suerte, seguro que había ido a por unos cuantos amigos.

Aunque esa no era su principal preocupación. ¿Dónde estaba Solin? Había intentado utilizar la telepatía varias veces, pero quien fuera que lo retuviese había bloqueado ese poder. Ni siquiera podía ponerse en contacto con él en el plano onírico. Algo que, dados sus respectivos poderes, no debería ser problemático. Detestaba la impresión de sentirse completamente sola. Le recordaba a aquellas semanas de su niñez cuando perdió a su familia. La época que pasó vagando por el desierto abrasador en busca de agua… « Siempre estamos solos. Aunque estés en medio de una multitud, podrás sentir el azote de la soledad. Por experiencia propia te digo que dicho azote es peor cuando hay más gente cerca» . Otra de las enseñanzas de Solin. Era el eterno pesimista. Ly dia dobló una esquina y se quedó petrificada; el demonio apestoso había vuelto. Y, tal como temía, había ido en busca de sus amigos… De muchos amigos. Habría veinte o treinta de ellos. En cuando la vieron, sus ojos demoníacos relucieron, destellando con más fuerza que los tubos fluorescentes. Solo les faltaba babear… « ¡Corre!» , se ordenó. No era una cobarde, pero solo una idiota se enfrentaría sin ayuda a semejante grupo. Y ella no era idiota. Tras arrojarle el puñal derecho al más alto, se volvió y corrió en dirección contraria lo más rápido que pudo. Esperaba que el puñal hubiera dado en el blanco y tumbado al menos a uno de ellos. Sin embargo, no pensaba pararse a comprobarlo. Regla número uno en una persecución: no mirar atrás. De modo que agachó la cabeza y siguió hacia delante tan rápido como pudo. Habría adoptado su forma animal, pero mucho se temía que iba a necesitar los pulgares para abrir alguna puerta invisible. Dobló una esquina y se encontró en otro pasillo.

La luz no era tan brillante en esa zona, pero bastaba para que viera las paredes y las puertas. Por desgracia, no le permitía ver el suelo. Ni tampoco vio la cosa que la atrapó. En un momento dado se encontró volando por los aires y acabó dándose de bruces contra el suelo. El agua putrefacta la salpicó por todos lados al tiempo que el dolor se extendía por la rodilla, la cadera y la mejilla sobre las que había aterrizado. Se incorporó y se limpió el agua maloliente y la sangre. Acto seguido, se obligó a correr de nuevo, si bien lo hizo a duras penas. « Lárgate de aquí» . Podía abandonar ese plano existencial y volver más tarde para proseguir con la búsqueda. Al menos eso pensaba hasta que oy ó una voz conocida detrás de la puerta que tenía a su izquierda. —Vete a la mierda y llévate también al perro. Era Solin. Reconocería ese tono sarcástico y ese acento griego en cualquier parte. Sonrió pese al dolor y abrió la puerta, lista para presentar batalla. Sin embargo, no estaba preparada para el gigantesco… lo que fuera que intentaba merendarse a Solin. Era un demonio enorme, de piel verde con marcas rojas que se volvió al oírla entrar. Ese sí que salivó en cuanto sus ojos amarillos la miraron con un brillo libidinoso que le puso los pelos como escarpias. « ¡Ni de coña, colega!» . —¿Ly dia? —dijo Solin sin dar crédito. Le habían dado una paliza tan brutal que, de no ser por su voz, no lo habría reconocido—. Niña, ¿qué estás haciendo aquí? Lárgate mientras puedas. —No sin ti —replicó usando la telepatía, ya que carecía de voz. —Te he enseñado a no cometer errores. Regla de supervivencia número uno. « Preocúpate por tu propio pellejo antes que por el de los demás» .

La conocía perfectamente. Sin embargo, una persona que se guiara por esa regla no le diría a su liberador que se pirara antes de que lo soltase. Típico de Solin. Ly dia levantó el puñal y se abalanzó hacia el demonio. Sin embargo, la criatura se movió más rápido de lo que debería moverse un bicho de su tamaño. Tras una impresionante torsión, esquivó su ataque y la atrapó por detrás. Ly dia intentó zafarse del demonio. Era como caer en una piscina llena de gelatina, de gelatina podrida y apestosa. El demonio se rio al ver sus vanos intentos por liberarse. Por si aquello no bastara, le lamió una mejilla. —Eres un bocadito delicioso. Ly dia se estremeció. ¡Por todos los dioses! ¿Por qué no usaban pastillas de menta que les refrescaran el aliento? Se echó hacia atrás y le asestó un cabezazo en la nariz. En esa ocasión, al menos, fue recompensada con un gruñido. —Te arrepentirás de haberlo hecho. —El demonio la levantó y la arrojó al suelo. Ella pasó por alto el dolor que le indicaba que se le había roto algún hueso y se puso de nuevo en pie. —No lo hagas, Di. No lo hagas. Desoyó el consejo de Solin mientras comenzaba a moverse trazando un círculo, al mismo tiempo que lo hacía el demonio. Justo cuando estaba a punto de atacarlo, la criatura se esfumó de la misma manera que lo había hecho el otro demonio. Solo quedó su hedor. Algo de lo que podía haber prescindido, la verdad. Se volvió para buscarlo, pero, antes de que pudiera pestañear siguiera, apareció tras ella y le asestó una patada que la estampó contra la pared. La embargó tal dolor que estuvo a punto de perder la visión.

El demonio la agarró. —Se acabó, gatita —dijo al tiempo que aumentaba la fuerza de sus manos, de manera que la dejó sin aire en los pulmones. Ly dia oy ó un pitido en los oídos. Cuando estaba segura de que iba a matarla, un grito reverberó por las paredes. —¡Suéltala, demonio! Ahora mismo. Definitivamente no era Solin. Esa voz ronca y tan viril era única, y estaba cargada de una ira inconmensurable que parecía surgir de las profundidades de su alma. Jamás había oído un tono de voz igual. Pronunciaba las palabras con una preciosa cadencia que no le restaba ni pizca de autoridad. El demonio la soltó y retrocedió, acobardado. Semejante reacción hizo que Ly dia se dejara llevar por el pánico. Si una criatura tan aterradora como ese demonio se acobardaba del recién llegado, ¿qué posibilidades tenía ella de sobrevivir? Claro que no era una cobarde. Si tenía que morir, lo haría luchando hasta el último aliento. Y le infligiría al enemigo todo el daño posible hasta que eso sucediera. Tosió mientras se volvía, quedando de espalda a la pared a fin de mirar a la nueva criatura. Tras limpiarse el sudor de los ojos, clavo la vista en la puerta donde aguardaba el desconocido. La descomunal figura que quedaba bañada por la fantasmagórica luz azul la dejó boquiabierta. ¡Madre del amor hermoso! « Estoy muerta» .

.

Declaración Obligatoria: Como sabe, hacemos todo lo posible para compartir un archivo de decenas de miles de libros con usted de forma gratuita. Sin embargo, debido a los recientes aumentos de precios, tenemos dificultades para pagar a nuestros proveedores de servicios y editores. Creemos sinceramente que el mundo será más habitable gracias a quienes leen libros y queremos que este servicio gratuito continúe. Si piensas como nosotros, haz una pequeña donación a la familia "BOOKPDF.ORG". Gracias por adelantado.
Qries

Descargar PDF

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

bookpdf.org | Cuál es mi IP Pública | Free Books PDF | PDF Kitap İndir | Telecharger Livre Gratuit PDF | PDF Kostenlose eBooks | Baixar Livros Grátis em PDF |