Rand, acosado por inquietantes sueños sobre una espada de cristal, decide abandonar a sus compañeros tras un ataque de Engendros de la Sombra y se encamina hacia Tear para descubrir quién es realmente.
Mat y Thom Merrilin se reencuentran en Tar Valon y sus correrías los llevan a Caemlyn, desde donde parten hacia Tear.
Perrin, acompañado por Moraine, Lan y Olial, va en busca de Rand mientras lo acosan sueños de lobos y se enfrenta a la posibilidad de perder su condición humana. A su grupo se une Faile, una joven cazadora del Cuerno.
Todos se encuentran en Tear. Allí, en el Corazón de la Ciudadela, aguarda la espada Callandor a que se cumpla la Profecía. Para empuñarla, el Dragón Renacido ha de conquistar la que ha sido una fortaleza inexpugnable durante casi tres mil años.
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Y sus vías serán muchas, y muchos los hombres que conocerán su nombre, porque estará entre nosotros muchas veces, con múltiples apariencias, como ha sido y será siempre, en el infinito discurrir del tiempo. Su advenimiento será como el filo del arado, que, trazando surcos, dará un vuelco a nuestras vidas y nos arrancará de los lugares donde permanecemos postrados en nuestro silencio. El quebrantador de vínculos; el forjador de cadenas. El hacedor de futuros; el desfigurador del destino.
Extraído de Comentarios sobre las profecías del Dragón, de Jurith Dorine, Mano Derecha de la reina de Almoren, 742 DD, Tercera Era.
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Pedron Niall dejó vagar su mirada de anciano por su sala privada de audiencia, pero los oscuros ojos velados por el ensimismamiento no vieron nada. Las desteñidas colgaduras que antaño habían sido los estandartes de guerra de los enemigos de su juventud se confundían con la oscura madera que recubría las paredes de piedra, imponentemente gruesas incluso allí en el corazón de la Fortaleza de la Luz. La única silla existente en la habitación, pesada y de alto respaldo, semejante a un trono, le resultaba tan invisible como las pocas mesas dispersas que completaban el mobiliario. Incluso el hombre de blanca capa que permanecía arrodillado con mal disimulada ansiedad sobre el gran sol incrustado en las anchas planchas del suelo se había ausentado de su mente, aun cuando eran pocos los que habrían tomado su presencia tan a la ligera.
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