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El Beso del Vampiro – Sara Toledano

-¿Irás sola? -Sí. -¿Estás segura? Mateo puede ir contigo. -No. Sería un estorbo. -Pero qué dices. Ir sola será demasiado riesgo para ti. -Soy policía. Sé lo que estoy haciendo. -Francamente no lo creo. El jefe de Alissa estaba allí, postrado en ese cubículo con la única finalidad de convencerla para que cambiara de opinión. No quería arriesgar a uno de los elementos más importantes de su unidad. Suspiró largamente y alzó la mirada para verla. -Venga, Alissa. Sé que eres una de las mejores. Si te digo que no vayas sola, es por tu bien. Ese barrio está repleto de antros peligrosos y lo sabes. De hecho, así era. Desde hacía tres meses, la policía intervino una serie de teléfonos públicos por sospechas de operaciones con drogas y prostitución. Alissa dio con la pista de lo que sucedía en la zona cuasi exclusiva de la ciudad. El departamento realizó arrestos a diestra y siniestra pero todavía existía una pieza importante que desmontar. El cabecilla conocido ampliamente como Kilian. Por alguna razón, apenas escuchó el nombre, Alissa estaba lista para dar el próximo paso. Descubrir el entramado de Kilian. Ella esperó ansiosamente por ese día. Así que lo daría todo por el todo.


Se compró un vestido rojo, de escote en la espalda y ceñido al cuerpo. Prenda que le marcaba las hermosas curvas de su cuerpo, las mismas que solía esconder con ropa grande y masculina. Se recortó un poco el cabello y se maquilló los ojos lo suficiente para destacar el hermoso tamaño de estos. -Me llevo uno de los micrófonos. Dejé constancia en uno de los informes de evidencia. -¿Estás segura? -He dicho que sí, joder. Decir palabrotas no era lo suyo salvo que estuviera a punto de ebullición. -Toma. -¿Un bíper? ¿No crees que sea un poco antiguo? -A veces estos métodos nunca fallan. Créeme… A ver, esta es el código que usarás para que la línea directa caiga aquí, a la oficina. ¿Vale? -Vale. ¿Me veo convincente? Él se echó para atrás. No pudo esconder la admiración que le produjo esa imagen. -Perfecta. Ni se nota que tienes un arma. Ella rió. Necesitó drenar un poco el estrés. -Bien. Tengo que irme. Dio un último vistazo a la oficina. Por un instante, pensó que lo mejor que podía hacer era tomar impulso de sus entrañas y salir. La decisión estaba tomada. II La noche era fría a pesar de que le pronóstico del tiempo anunció que las temperaturas estarían un poco más cálidas. Pero eso era un detalle menor para Kilian, el rey del crimen y del mundo de los vampiros. La piel pálida resplandecía bajo la luz de la luna.

Los ojos azules, casi grises, miraban ausentes hacia la calle a través del ventanal de la oficina. Buscó un pitillo en el escritorio y lo encendió con aire cansino. Aspiró lentamente y expulsó el humo por la nariz aguileña. -Jefe, ya todo está listo. -Vale. Apenas logró decir. Permaneció allí un rato más, le gustaba ese instante en donde podía estar tranquilo y en silencio, sin que nadie le molestara. Al levantarse, miró su reflejo en ese mismo ventanal. 1. 90 cts., de altura se dice fácil pero lo cierto es que resulte más que intimidante a primera vista. Limpió un poco el traje azul oscuro de rayas blancas finas y quedó conforme. Apenas salió, pudo escuchar el sonido de la música que se hizo más notable a medida que caminaba. La discoteca era el negocio principal por lo que era necesario mantenerlo como la joya de la corona. La vista de Kilian se encontró con la pista central. Las luces rojas le daban un aire místico al lugar. Algunas chicas bailaban en especies de jaulas y el resto de la gente estaba sumida en el alcohol y el éxtasis de la drogas. Caminó entre ellos. Los miraba con desdén. -Los mortales y sus conductas predecibles. –Dijo para sus adentros. Sin embargo, observó que todo estaba en orden. El bar estaba repleto de botellas de todos los brebajes posibles. Había copas y vasos lustrados y sobre la superficie brillante del bar, había pequeños recipientes de vidrio con “dulces”. Estos no eran más que paquetitos de MDMA escondidos debajo de montoncitos de maní y nueces.

Kilian le agradaba la idea de burlarse de la policía en sus narices. Como una ironía del destino, Alissa acaba de entrar al local. Primero le echó un vistazo tratando de memorizar cada espacio. Asimismo, trató de disimular el instinto policial, tragó fuerte y se adentró en el mar de gente que bailaba sin parar. Enseguida notó a unos cuantos que la miraba con deseo. -Imbéciles. –Se dijo a sí misma. Pero no había tiempo para detenerse en esas nimiedades. ¿La razón? Ella debía encontrar al verdadero rostro detrás de una de las organizaciones criminales más letales de la ciudad. Memorizó cada detalle de su rostro y de sus facciones. Las fotografías que sacó, sirvieron para alimentar la imaginación de cómo sería el primer encuentro en el que lo pondría tras las rejas. Esa era su verdadera fantasía. Siguió caminando hasta que pensó que tendría mejor perspectiva si se sentaba en la barra. Ubicó un puesto que le pareció interesante y ordenó un Martini seco con dos aceitunas. El chico del bar la miró por un rato más como esperando a que dijese algo más. Ella infirió que muy cerca de allí debían hacerse, al menos, pequeñas transacciones para la obtención de drogas. De nuevo, tuvo que aguantar el brío de la justicia, así que se quedó tranquila y bebió para distraerse. En ese momento, hubo algo que le hizo sentir una especie de frío en el estómago. Era él. Era Kilian. Estaba en una esquina de la discoteca hablando con alguien. -¿Pero qué me pasa? La impresión la aplastó en la silla. Se sintió mínima. Los días y las noches que sirvieron para estudiar su cara y su cuerpo no la prepararon lo suficiente para el momento. Sí, era él, pero no como lo imaginaba.

Sintió el pecho acelerarse hasta que se llevó una de sus manos hasta la muñeca. Allí percibió el micrófono y se recordó la razón por la que estaba en ese sitio. Tomó lo último que quedaba en la copa y se preparó para avanzar hacia él. En ese instante, sintió una mano pesada sobre su hombro. -Hey, ¿quieres bailar? -No. Hizo el gesto de alejarse pero sintió una presión dolorosa. -Venga, una canción y ya. No te hagas del rogar. -Déjame en paz, imbécil. No terminó de decir la frase cuando sintió un fuerte olor a alcohol que le nubló la vista. No supo más de ella misma

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  1. Excelente Historia❤️para mas

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