debeleer.com >>> chapter1.us
La dirección de nuestro sitio web ha cambiado. A pesar de los problemas que estamos viviendo, estamos aquí para ti. Puedes ser un socio en nuestra lucha apoyándonos.
Donar Ahora | Paypal


Como Puedo Descargar Libros Gratis Pdf?


El amor esta en la toalla de al lado – Christian Martins

Cerré los ojos, hundí los pies en la arena mojada y dejé que el agua salada me cubriera hasta los tobillos. Respiré hondo; olía a sal. A libertad. Cuando los abrí descubrí a las preciosas islas Medas frente a mí, imponentes y preciosas. Me sentí extraña. Como si estuviera irrumpiendo en un paraíso que no me pertenecía, que no estaba hecho para mí. El teléfono móvil comenzó a vibrar en mi mano. Noté el maldito nudo de mi estómago apretando con más fuerza y sentí deseos de echarme a llorar. Ese maldito nudo con el que convivía desde hacía más de un mes. Exactamente desde que Jorge me pidió el divorcio. Miré la pantalla. Era él. — ¿Hola? — respondí con la voz temblorosa. Eran las siete y media de la mañana, por lo que la playa de Estartit aún estaba vacía. Me sentía libre de poder hablar sin tener que moderar el volumen de mi voz, pero lo que no comprendía era porque él me estaba llamando a aquellas horas tan tempranas. En realidad, lo importante era que… él me estaba llamando. Era la primera vez que hablábamos en dos semanas. Le escuché suspirar al otro lado del auricular. — Hola, Beca. Tragué saliva y aguanté el llanto en mi interior. Su voz… Su maldita voz. ¿Cómo era posible que echase tanto de menos a alguien que me había causado tanto daño? ¿Cómo? Me había dejado… Lo que significaba que ya no me quería. Guardé silencio y no supe qué responder. Primero, porque temía que al hablar pudiera desmoronarme, y segundo, porque no sabía qué podía decirle. Había dejado atrás la patética etapa de suplicar, arrastrarme y no quererme a mí misma… Y ahora, simplemente, estaba intentando ser fuerte.


Mantenerme firme y no parecer débil y de porcelana. — ¿Cuándo pensabas contarme que te habías marchado de vacaciones con Leire? — preguntó con el tono de voz serio. Parecía enfadado. “Me has dejado, ¿qué más te da?”. Pero en lugar de eso me mordí la lengua. — No son… unas vacaciones — respondí con la voz entrecortada mientras una lágrima se deslizaba por mi mejilla. La ruptura aún continuaba demasiado reciente y era imposible no venirme abajo. — ¿Y qué se supone qué son, Beca? ¿A ti te parece normal cómo te estás comportando? — preguntó con un tono de reproche — . Nos hemos divorciado hace tres semanas y has dejado sola a mi hija para marcharte por ahí y salir de copas con tu amiguita. ¿Qué se supone que debo pensar? Aquello me sentó como una patada en el estómago. No pasé por alto ni el hecho de que hubiera hablado de un “divorcio” ni que se hubiera referido a “nuestra” hija como “su” hija. — No nos hemos divorciado… — musité. No. Él me había pedido un tiempo y yo se lo estaba concediendo. Pero de ahí al divorcio aún faltaba un paso muy grande. — Nos hemos separado — señaló con voz firme, sin titubear — . Y en algún momento tendrás que firmar los papeles del divorcio… Pero no me cambies de tema — suspiró — . ¿Te parece normal lo que has hecho? Blanca aún no entiende lo que está pasando entre nosotros y tú vas y te largas por ahí con esa guarra… Apreté los puños. Me estaba viniendo abajo, al igual que me había pasado en millones de ocasiones antes durante aquellas tristes semanas. — Blanca entiende perfectamente que su padre no quiere estar con su madre. Que me has dejado — escupí rabiosa. Jorge suspiró hondo. — Espero que no haya sido esa la patraña que le has contado… Que ya no podamos estar juntos no significa que no te quiera, Beca. Claro que te quiero, y te querré siempre… Hizo una pausa. Me imaginé su rostro de frustración y aquella manera que tenía de masajearse las sienes cuando algo le estresaba en exceso.

Necesitaba sentir su calor, su cuerpo abrazándome. Jorge siempre había sido mi maldito refugio. — Pero ya no soy feliz a tu lado — concluyó. Y ahí estaba. Ahí estaba el maldito puñal hundiéndose en mi pecho. — Tengo que colgar… — le advertí, aguantando la congoja — , ahora no puedo hablar. — ¿Cuándo piensas volver a casa? — El domingo. Solamente me quedaré este fin de semana… Te dejo… — Beca… Y sin decir nada más, pulsé la tecla de colgar. Dejé que el móvil cayera sobre la fina y blanquecina arena antes de que yo también me derrumbase sobre ella, de rodillas. Me eché a llorar. Tenía que sacar aquel maldito dolor que me estaba consumiendo antes de que me matase. Porque, por muy exagerado que os pueda parecer, sí, eso sentía. Que perder a Jorge me estaba matando. Jorge era todo lo que yo tenía en la vida. Le había conocido con veintitrés años, en un bar de copas, cuando Leire y yo salimos a bailar un sábado por la noche. Me enamoré de él de inmediato a pesar de que me sacaba diez años. Él tenía treinta y tres y la vida hecha; yo era una niña con la carrera a medias que aún vivía con sus padres. No tardé demasiado en dejar todo lo que conocía — excepto a Leire — y en mudarme a su casa. Dejé la carrera a medias y, con veintiséis años, me quedé embarazada. Dos años y medio después de conocerle. Tuvimos a nuestra preciosa Blanca, la niña de mis ojos, y un año y medio después nos casamos por lo civil. Todo el mundo me decía siempre que me había perdido muchas cosas de mi juventud, pero yo tenía la sensación de que no necesitaba nada más de la vida para ser feliz. Él y Blanca eran mi familia… la que yo había escogido. No sé en qué momento todo se empezó a torcer, pero cuando aquella maldita tarde Jorge me pidió que me sentase en el sofá y me dijo que teníamos que hablar, yo me esperaba cualquier cosa menos que pudiera dejarme. Aquella opción no entraba en mi cabeza porque lo nuestro era perfecto.

Él y yo. Él, Blanca y yo. Estaba equivocada. Leire no paraba de repetirme aquello de que tenía que quererme y respetarme a mí misma y dejar de arrastrarme por él, pero yo aún debía intentar hacerle entrar en razón. No podía rendirme. Por Blanca y por mí, tenía que luchar por lo que teníamos antes de que fuera demasiado tarde. Me desahogué. Lloré todo lo que podía llorar y después paseé lentamente hasta el apartamento de Leire mientras intentaba que mi aspecto mejorase. No quería que ella me viera de esa manera.

.

Declaración Obligatoria: Como sabe, hacemos todo lo posible para compartir un archivo de decenas de miles de libros con usted de forma gratuita. Sin embargo, debido a los recientes aumentos de precios, tenemos dificultades para pagar a nuestros proveedores de servicios y editores. Creemos sinceramente que el mundo será más habitable gracias a quienes leen libros y queremos que este servicio gratuito continúe. Si piensas como nosotros, haz una pequeña donación a la familia "BOOKPDF.ORG". Gracias por adelantado.
Qries

Descargar PDF

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

bookpdf.org | Cuál es mi IP Pública | Free Books PDF | PDF Kitap İndir | Telecharger Livre Gratuit PDF | PDF Kostenlose eBooks | Baixar Livros Grátis em PDF |