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Dioses Enjaulados – G. Bruno

Aquella mañana supo que la presentación sería el próximo miércoles. El dato apareció en su mente pero quiso acceder a la nota formal que lo detallaba. 1 de 127 mensajes preasimilados, enviados a través de un criptobox. Estimada Señorita Mirella Roumiankof, es para mí un placer invitarle a la presentación del proyecto Nova Viro. Miércoles, 7 de febrero de 2244. 20’00 horas. Sala Estrada del Lab. Torre Xiphos. 3920045721 Lux. Esperamos disfrutar con su grata presencia si es vuestro deseo acompañarnos, de forma alternativa podrá enlazarse en el canal fkd64. Le saluda atentamente, Serus Rich, Coordinador del proyecto. Cables de fuego Cuando los lazarillos terminaron de vestirlo con el mono blanco, Xel no pudo evitar revisarlo y ajustarlo a su manera, era una de sus manías, corregir lo que estaba perfecto. Llevaba allí abajo casi una hora y aún no había podido detenerse un instante para contemplarlo, así que dejó todo lo que estaba haciendo y se giró. En el centro de la amplia estancia estaba el cuerpo suspendido del techo, con los pies a más de un metro del suelo, sujeto por unos arneses y numerosas conexiones de diferentes tipos y grosores. Permanecía inerte y en posición vertical, con los brazos extendidos a ambos lados, la cabeza caía hacia la izquierda con la mandíbula apoyada sobre el pecho, ocultando parcialmente el rostro de contornos acerados. Tenía formas femeninas y un diseño corporal que acentuaba las líneas maestras de la figura. No se apreciaban juntas en las articulaciones ni rastros del ensamblaje, la envoltura era uniforme. Su acabado de color claro irradiaba una tenue luminiscencia, era una bella y formidable obra de ingeniería. A su alrededor, unas luces parpadeaban a un ritmo constante, parecían marcar el ritmo a las piezas de música clásica que había elegido Serus para camuflar el molesto zumbido de la maquinaria. Xel advirtió cierta tensión en los compañeros que lo rodeaban. La criatura que van a activar no era una recreación execrable de las repudiadas IAs pero tampoco un engendro mecánico más. Hoy esperaban volcar los conocimientos y vivencias de una mujer almacenados en Solum, un antiguo prototipo equipado con circuitos de neurogel, hacia la mente del ingenio que los miraba con ojos vacuos. Estaba tan enfrascado con los preparativos que cuando quiso darse cuenta, la sala anexa de la que estaban separados por unas mamparas, estaba casi llena con los invitados al evento. Arriba, junto a las escaleras que conducían a los asientos, se tropezó con la sonrisa postiza de Serus, que hoy llevaba la cabellera rubia recogida. En cuanto cruzaron las miradas, Xel intuyó que el muchacho le dirigiría algún comentario y bajó rápidamente la cabeza, charlar era lo último que le apetecía en este momento.


—Profesor, ¿cómo va eso? —le preguntó, con una mirada un tanto descarada. Xel se limitó a levantar la vista y mirarlo por un instante a los ojos. «Me iría mejor si estuviese solo». Serus permanecía en pie, junto a los visitantes que iban tomando asiento. Como continuaba hablando sin parar, entendió que ni siquiera esperaba una respuesta. —Bienvenidos al Lab —Serus se desplazó al centro de la gran sala, a la vez que realizaba el saludo tradicional. Un día, un ciudadano no quiso besar, ni tocar, ni inclinarse ante otro y realizó un gesto que se ha repetido desde entonces, cruzando los brazos sobre el propio pecho, encogiendo los hombros y abrazándose a sí mismo. En Lux nadie deseaba besar, tocar o inclinarse ante desconocidos por lo que rápidamente se extendió su uso—. Hoy vamos a presenciar un evento asombroso. El profesor Zayin consiguió exprimir la mente de su ayudante, la profesora Eova Varel y almacenarla íntegramente en Solum, el gigantesco prototipo que está en la planta superior, la mayoría de las conexiones que véis provienen de allí. Han pasado ya treinta y tres años desde entonces, pero continúa siendo un logro único que no ha podido ser repetido con éxito. Xel asintió con la cabeza sin prestarle mucha atención mientras Serus continuaba hablando. —Aquel proyecto quedó abandonado hasta que el profesor Xel Denuar nos convenció de que podíamos hacer algo por esa mente excepcional que se hallaba enterrada en una máquina, que era posible trasladarla a un cuerpo artificial y tenerla de nuevo entre nosotros —el muchacho entrecerró los ojos —. No puedo añadir mucho sobre la eminente profesora Eova Varel que no sea ya de sobra conocido por todos. Bajó unos peldaños hasta ponerse a la altura de Xel. —Ahora, ante nuestros distinguidos invitados, tienes que traerla de vuelta en ese cuerpo tan hermoso que has fabricado, de una nueva clase que hemos llamado Nova Viro. Al lado de Serus, alguien bostezó, provocando que su lazarillo le ofreciera una bebida estimulante, que rechazó apartando la cabeza. El resto de los asistentes lo miró desapasionadamente y algunos dejaron escapar unas risitas, quizás les parecía gracioso lo agitado que se encontraba. Xel se sentía bastante incómodo, las simulaciones indicaron que no habría problemas pero hubiese preferido concluir el proyecto en privado y no expuesto como una vulgar atracción. Serus le advirtió hace unas semanas que algunos invitados iban a asistir personalmente a la inicialización, ciudadanos que habían estado involucrados de alguna forma en partes del proyecto y desde entonces estaba inquieto. «¿Personas involucradas? Querrá decir interesadas. ¡Nulidad! Es un proyecto científico, no un vulgar espectáculo y necesitaba más tiempo. Hemos tenido que correr las últimas semanas para llegar de mala manera. Las formas de meter presión de Edén, a través de Serus, no paran de sorprenderme». Aunque trataba de concentrarse no pudo dejar de observar lo que ocurría a su alrededor.

Algunos invitados aún seguían entrando, separados entre sí a más de dos metros, como era costumbre, seguidos por sus lazarillos, las pequeñas máquinas con forma de semiesfera que pueden desplegarse como sillas para que se acomoden encima si no desean utilizar los asientos asignados. Xel refunfuñó. Los lazarillos se habían hecho indispensables para muchos ciudadanos y algunos mostraban demasiado apego por el suyo, facilitando sus tareas, cediéndoles el paso, acariciándolos, colocándoles ridículos ropajes y adornos que combinaban con sus propios atuendos e incluso disfrutaban encargándose ellos mismos de aspectos de su diseño o añadiéndoles funcionalidades peculiares. Cuando Xel tuvo ocasión, dirigió una mirada más atenta a los invitados y se sorprendió por los grandes contrastes que observó. Una mezcla discordante de voluptuosidad y puritanismo. Sus llamativas vestimentas eran un contrapunto a la sobriedad de las instalaciones. «Han venido cincuenta y cuatro. Un puñado de jovenzuelos, ¿nadie espera que funcione este condenado proyecto?». Casi todos tenían largas cabelleras y algunos llevaban tatuajes luminosos en forma de arabescos hechos con nanocristales e insertados bajo la piel que se realzaban cuando comenzaron a atenuarse las luces en la estancia. Una chica llevaba una palabra en la frente que se iluminaba a intervalos, “loop”. En inglés antiguo era algo así como bucle, a no ser que tuviese algún otro significado para ella. Otros se desplazaban bajo la piel, cambiando sus formas y colores. «Realmente bonito», pensó de forma irónica Xel, «¿no sería más práctico dedicar nuestro talento a investigar cuál será la próxima moda?». Unas luces se encendieron y apartó la vista. Serus había dispuesto una representación teatral, un espectáculo para sus invitados, cuidando la iluminación y la puesta en escena, con la figura del modelo NV señalada por un potente foco, dominando la ceremonia que pretendía culminar el proyecto iniciado por el profesor Zayin. Xel recordó cuánto tiempo llevaba encerrado en aquellas paredes y tuvo la sensación de que cargaba un gran peso en la espalda que había ignorado y de repente se había percatado de él, paralizándolo. Tomó aire varias veces, ¿tan disperso estaba que se había olvidado hasta de respirar adecuadamente? Le secaron unas gotas de sudor con exquisito cuidado. Como los demás, él también tenía un lazarillo personal, aunque había limitado algunas de sus funciones, especialmente las sociales. Actuaba como su asistente de comunicaciones porque detestaba utilizar los implantes cerebrales vinculados al chip CIC que permitían enviar o recibir mensajes telemáticos, los consideraba una intrusión constante al fluir de sus pensamientos y los usaba únicamente en casos excepcionales. Después de todo, tuvo que admitir que el más peculiar de todos los presentes era él mismo. —Inicializando secciones siete y ocho de NV12 —dijo Xel en voz muy alta para salir de sus propias cavilaciones y volver a concentrarse en la tarea. Apretó los labios, mentalmente iba asimilando los parámetros que le eran proporcionados y que se mostraban duplicados en grandes pantallas. —Dichoso Serus —musitó dirigiéndose en voz baja a los dos técnicos que lo acompañaban—, no para de empujarme, así conseguirá que estalle. —Vamos Xel, cálmate y olvídalo, ya sabes cómo es —dijo Jon, el más joven, que estaba sentado a su derecha. —Cada día lo soporto menos, continuamente me da largas cuando necesito algo para mí y a cambio nunca deja de insistir con sus propias peticiones.

Con verlo ya siento la presión que emite a su alrededor, ¿acaso no tiene otros asuntos de qué ocuparse? Cada vez que me siento a descansar, aparece su cara y revivo su última cháchara, igual que cada vez que me siento a comer o cada vez que voy a mear. —Al menos te desligaste del vínculo CIC —observó Jon, haciendo un gesto afirmativo con la cabeza. —¡Utilizaba el implante cerebral para estar machacándome a distancia! Así que lo bloqueé y el muy nulo estuvo varias semanas explicándome las bondades del sistema, como si yo no las conociera de sobra, tratando de convencerme hasta que pasó a importunarme con cualquier otro asunto. —Qué nos vas a contar —le dijo Jon—, entendemos lo que dices porque lo utiliza a menudo con nosotros, nos despierta en mitad de la noche porque se encuentra dándole vueltas a algún tema. A veces sospecho que es capaz de conectar con mis sueños, observarlos y manipularlos como si tuviera una bola mágica de cristal. —No se pone límites, si pudiera, sustituiría nuestros pensamientos y emociones por los suyos. Desde que dejé de compartir con él nunca me he arrepentido —explicó Xel. Siono se acercó, había terminado de realizar unas comprobaciones. Tenía el pelo ondulado, ojos inquietos que parecían perseguir algo, el mentón siempre erguido y un porte impoluto e impecable que contrastaba con el aspecto algo desaliñado de Jon. Se apoyó en una mesa y se unió a la conversación tras mirar de refilón a Serus, que seguía recibiendo a los visitantes con media sonrisa que le colgaba como si fuese una prótesis. —Con el tiempo he desarrollado un truco mental que a veces surte efecto, me imagino su rubia y hermosa cabeza hinchándose enrojecida, mientras sus ojos parecen dos huevos cociéndose hasta que estallan. Así consigo quitármelo de la cabeza, o al menos hasta que me lo vuelvo a tropezar. Los tres lanzaron una mirada involuntaria a Serus que en ese momento les daba la espalda, luego, al unísono, miraron hacia arriba, contemplando al ser que se exhibía ominoso como un insecto enredado en una gran tela de araña. A su alrededor, unos pequeños y delicados brazos mecánicos, terminaban de completar los últimos ajustes con la máxima precisión. A través del portón de la izquierda, tras las mamparas, continuaban entrando nuevos asistentes, a los que no se distinguía bien pues se movían por una zona apenas iluminada. El CIC le suministró información de cada uno de ellos, pero la cascada de datos apenas era de interés para Xel. No los conocía personalmente, pero ya sabía que los invitados pertenecían a algunas de las familias fundadoras de Lux, la ciudad-imperio y que llevaban décadas siguiendo el proyecto original de Zayin. Ahora se interesaban por el nuevo, que pretendía lograr que esa mente humana atrapada en circuitos se uniese a un ente mecánico, habitándolo y logrando un ser plenamente integrado y funcional. «Han venido más de los que deseaba, la mayoría parecen aburridos. ¿Acaso esperan que me pondré a dar volteretas y realizar piruetas para divertirles?». Dos chicas llegaron por el pasillo junto a la mampara, se detuvieron y lo miraron fijamente, dedicándole una sonrisa que él no correspondió. Llevaban vestidos casi idénticos, aunque los colores eran diferentes, una vestía de color amarillo y la otra de color violeta. Los tenían muy ceñidos al cuerpo, excepto las faldas, que eran muy largas y les llegaban a los tobillos, cubiertos con finas tobilleras de plata. El profesor volvió de nuevo a sus tareas y realizó unos ajustes en la consola. Levantó la mirada pues las chicas no se movían de allí, intentó componerles una sonrisa lo mejor que pudo para que continuaran su camino.

Tras ellas se revolvía Edén, un anciano recio como un látigo, con ojos hundidos, las venas que recorrían su sien parecían gruesas raíces sondeando en busca de humedad, iba vestido con ropas amplias que no lograban disimular su delgadez. Llevaba bien visible la insignia de consiliario de Lux, buscaba a alguien con la mirada hasta que lo localizó y con un gesto de la cabeza señaló a las dos chicas que acababan de llegar. Xel vio que Zelig respondía como impulsado por un muelle, saltando y avanzando hacia el consiliario. Bastante alto, entrado en años, con el pelo largo y completamente blanco que contrastaba con su tez morena, apretaba las espesas cejas que, junto a su mandíbula cuadrada y sus pómulos salientes, le otorgaban un aspecto rudo que llamaba la atención. —Consiliario, le aseguro que estas dos no estaban invitadas. Son las hijas de Moa —Zelig hizo aspavientos con las manos mientras trataba de justificarse. —Ya sé quienes son. Menos mal que la madre no ha venido. —Se han quedado de pie frente a la mampara, ¿qué hacen? —Qué más da. Acompáñalas a unos asientos. —Las pondré al fondo, consiliario. —Amablemente, no quiero ningún alboroto. —Sí, por supuesto. Zelig hizo un gesto dirigido a las muchachas señalando la rampa para subir. Con una amplia sonrisa, ambas se acomodaron en unos asientos libres de la primera fila. Miró perplejo al consiliario, esperando alguna reacción, pero éste desvió la mirada para atender a lo que sucedía en el laboratorio, aunque no pudo evitar que su rostro tomase un tono rojizo. Tras las mamparas, Xel continuaba atareado frente al rostro descompuesto de Edén que ahora no le quitaba ojo de encima. Lo ignoró por completo. La adrenalina le circulaba desbocada por las venas y gotas de sudor resbalaban por su frente, a pesar de que la temperatura era bastante baja en la sala. Estaba tan ensimismado que se sobresaltó cuando su lazarillo las eliminó con presteza. En el fondo y aunque le costaba admitirlo, sentía una punzada de orgullo por llegar tan lejos, hasta territorio virgen, aunque por su boca únicamente salían bufidos. Como científico sabía que habían avanzado hasta el límite desde el cual no se alcanzaba a divisar nada y apenas se podía intuir oscuridad y frío. Se disponían, una vez más, a coger impulso y saltar adelante, haciendo añicos las antiguas fronteras, sin saber realmente hacia dónde se dirigen, caerán arrastrando inevitablemente a todos con ellos. Los desafíos no los detuvieron antes ni tampoco lo harán hoy. Cada uno cumplía con su tarea y los monitores indicaban que todo transcurría según estaba previsto.

Se alegró de haber bloqueado los accesos a la zona de trabajo, así se aseguró de que no habría interrupciones. —Continuamos con el procedimiento, chequeo de secciones completado y correcto —dijo Xel, con voz áspera por la garganta reseca. No recordaba la hora en que paró a beber algo. Un tubito con líquido avanzó hacia su boca desde el lazarillo, pero Xel lo ignoró. Habían necesitado varios años de esfuerzo para conseguir llegar a este momento, desde que retomaron el proyecto de Zayin. El cansancio acumulado y las noches en vela actuaban sobre los hombros como un pesado lastre. Xel se masajeó el cuello y los antebrazos, el dolor en las articulaciones y los músculos reavivaron amargas experiencias en su memoria. Recuerdos de anteriores fracasos clavaron sus garras afiladas en su estómago, tirando de éste con fuerza. Su lazarillo se revolvió inquieto ante los extraños gestos del amo. «Ya no hay argumentos para más ensayos, es la hora del éxito o de admitir definitivamente mi ineptitud», pensó Xel, con la mirada fija, absorbiendo los datos que seguían fluyendo hacia su mente. Todos los sentidos de la máquina estaban siendo activados en cascada uno tras otro. Eran momentos cruciales, si fallase la inicialización el modelo quedaría inservible.

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