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Curiosidades de la historia con El Ministerio del Tiempo – AA. VV.

¿Sabías que cuando llegaron los romanos a la Península se volvieron locos con una salsa española? ¿Que los nazis buscaron en España el Santo Grial como si de una película de Indiana Jones se tratara? ¿Que Felipe II, Bloody Mary o Isabel I estuvieron relacionados con la alquimia y la astrología? ¿Es cierta la fama de ninfómana de Isabel II? En este libro encontrarás anécdotas que explican la historia de España de forma amena y divertida. De la mano de El Ministerio del Tiempo, la exitosa serie de La 1 de TVE, descubrirás nuestro fascinante pasado desde una perspectiva diferente.


 

ELENIGMA DE LOS VEINTIOCHO CADÁVERES Imaginémonos un idílico vergel prehistórico, un lugar en donde corre un río con abundante agua, lleno de cantos de piedra con los que hacer herramientas. Un lugar con numerosos animales como ciervos, uros o los peligrosos osos cavernarios —mucho más grandes que los osos actuales— que caían en las simas o agujeros naturales, ahorrándoles a nuestros antepasados tener que salir a cazar. Este lugar es la conocida Sierra de Atapuerca, en donde el equipo de arqueólogos ha encontrado numerosos restos y yacimientos. Al excavar una de las simas en las que se esperaba hallar herramientas de hace 427.000 años y restos de animales se encontraron más de seis mil restos óseos pertenecientes a unos veintiocho individuos de la especie Homo heidelberguensis. Para hacernos una idea de cómo eran físicamente, debemos imaginar humanos con rasgos de simios: eran hombres y mujeres más bien bajitos y robustos, sus rostros carecían de barbilla y tenían unos arcos sobre los ojos muy marcados, muy parecidos a sus descendientes, los conocidos neandertales. Otro de los enigmas que encierra la sima fue el sorprendente hallazgo de una única herramienta de piedra bautizada como Excálibur. Esta herramienta es de un inusual color rojizo y nunca fue utilizada. ¿Qué hacía junto a los cuerpos? ¿Se le cayó a alguno mientras arrojaba los cuerpos o lo tiraron allí a propósito? Si tomamos esta última como la acertada, implicaría que nuestros antepasados, aparte de ser grandes artesanos de la piedra, también tendrían algún tipo de conciencia grupal. Es decir, hoy en día lamentamos la muerte de nuestros seres queridos, pues ellos podrían haber sentido algo así. O bien es una ofrenda a algo o a estos fallecidos. Eso nunca lo sabremos con certeza. Mucho antes de esta especie hubo otra, una nueva descubierta y bautizada en Atapuerca como Homo antecesor. Si los veintiocho muertos de la Sima de los Huesos tenían rasgos simiescos o de mono, estos los tenían aún más acentuados. Lo que llama la atención son las marcas que presentan los huesos. No son de animales, no son de rotura por una caída, son marcas de canibalismo, marcas de herramientas que hicieron otros de su misma especie. No es la primera vez que se descubren muestras de canibalismo en la historia de la evolución, pero cada vez que se encuentra es impactante. En la mayoría de los casos estas prácticas ocurrían como parte de un ritual; sin embargo, en este caso podría tratarse de un canibalismo territorial; es decir, otro grupo de la misma especie los atacó para quedarse con el territorio y aprovecharon para comerse a los miembros del otro grupo. ¿UN TECHO LLENO DE BUEYES? Y es que quien descubrió las pinturas rupestres de la famosa cueva de Altamira no fue otra que la pequeña María, hija del erudito Marcelino Sanz de Sautuola. Una mañana de 1879, mientras el padre interesado en buscar objetos prehistóricos que había visto en la Exposición Universal de París miraba por el suelo, la hija se dedicó a observar las paredes y el techo de la cueva. En ese momento se cuenta que le dijo a su padre: —¡Mira, papá, hay buey es en el techo! El hombre alzó la vista y observó numerosos bisontes de un rojo sangre, con los detalles y el perfil en negro. Unos saltaban, otros dormían y otros mostraban la lengua fuera como si hubieran huido de algún enemigo. Los científicos franceses al principio creyeron que era una falsificación, hasta que se descubrieron otras cuevas en Francia también con pinturas rupestres, y no les quedó más remedio que retractarse, aunque ocurrió cuando Marcelino y a había muerto devastado entre calumnias y tachado de mentiroso.


Esta es la llamada Capilla Sixtina del Paleolítico, o de la prehistoria. Una o varias personas entraron en esta cueva hace más de 15.000 años y pintaron figuras de animales como los famosos bisontes y la cierva, y numerosas formas abstractas cuyo significado aún desconocemos. Los hombres y las mujeres de la prehistoria decoraban las paredes con figuras de animales que representaban la fauna que habitaba durante la Edad de Hielo, un periodo donde los glaciares cubrieron el norte de Europa y zonas montañosas como los Pirineos. Estas pinturas debían de tener alguna intencionalidad, posiblemente simbólica, ya que a las figuras de animales les acompañan manos, puntos, líneas y símbolos sexuales femeninos. Según los estudios antropológicos, estos símbolos están relacionados con visiones que se tienen tras la ingesta de alucinógenos, posiblemente por los guías espirituales que realizarían estas pinturas y a los que se les conoce como chamanes o brujos. Aunque también se cree que algunos de estos dibujos — como las manos estampadas en la pared— serían mensajes entre diferentes grupos. La cueva de El Castillo, muy cercana a Santander, fue habitada por neandertales y por los Homo sapiens, es decir, por nuestra especie, y aquí encontramos numerosos símbolos como el famoso techo que contiene unas treinta y dos manos de diferentes individuos. En medio de un camino hay una estalagmita, una columna de calcita que se forma desde el suelo, que fue retocada en tiempos prehistóricos y cuando se ilumina por detrás aparece la sombra del llamado hombre-bisonte, un híbrido cuyo significado aún se desconoce. ¿Qué significaban las pinturas para la gente de la prehistoria? ¿Por qué eligieron lugares concretos dentro de las cuevas? Estas y otras muchas preguntas no tienen de momento respuestas. UNAMODELO PREHISTÓRICA Durante la prehistoria aparecen por toda Europa unas figurillas de mujeres, la may oría sin rostro, en hueso y en piedra. Son de pequeño tamaño, por lo que los grupos las portarían de un lugar a otro; algunas incluso tienen marcas de haber sido atadas con una cuerda, por lo que posiblemente se usaran a modo de colgantes. No sabemos su significado pero todas siguen un mismo patrón: caderas anchas, vientre marcado y senos grandes. Este patrón se corresponde con una simbología de abundancia y fertilidad. Tenemos que tener en cuenta que estas comunidades debían sobrevivir al clima adverso de la Edad de Hielo, tenían que arriesgar sus vidas luchando contra los leones cavernarios o los lobos, tenían que cazar animales que triplicaban su tamaño como los megaceros —una especie de ciervo— o los bisontes. Estos habitantes debían de rendir culto a un tipo o idea de divinidad femenina, a un concepto de fertilidad y abundancia, necesario para poder sobrevivir. No solo tenemos muestras en pequeñas esculturas, también se han encontrado grabadas en las cuevas junto a otros símbolos femeninos como las vulvas. CALENDARIOS SOLARES Con la llegada de la agricultura y la ganadería, nuestros antepasados tuvieron la necesidad de controlar el tiempo, los días y las estaciones. Querían saber cuándo debían plantar, cuándo cosechar y cuándo se iniciaba el frío invierno, y para ello se fijaron en el cielo. La élite religiosa aprendió no solo que la luna iba cambiando su forma según avanzaba el mes, sino que comenzó a fijarse en la duración de los días, detectando los solsticios de verano e invierno y los equinoccios de primavera y otoño. Aunque parezca paradójico, la llegada de la agricultura significó muchas veces hambre y miseria, y a que aun controlando los días, no podían predecir el tiempo, ni medir la calidad del suelo para cultivar y no podían dominar las plagas de insectos. Tener o no una cosecha no solo dependía de los días. Por este motivo es muy posible que crearan una religión y un sistema de distracción de la población en torno a los ciclos solares. Mientras había hambrunas o no era tiempo de cosechas, la élite ordenaba construir o levantar grandes monumentos con bloques de piedra denominados megalitos. A veces estos se usaban de tumbas colectivas —sobre todo en tiempos tempranos—, pero después las construcciones pasaron a funcionar como un calendario, así que se colocaban de tal manera que una o varias de las piedras se iluminaban o señalaban un punto concreto con su sombra durante algunos días al año al amanecer o al atardecer coincidiendo con los solsticios o equinoccios.

Existen numerosos casos en Europa —el más conocido es el de Stonehenge —, pero en España también hay ejemplos como son los dólmenes de Antequera. Estas comunidades debían arrastrar, mediante un sistema de cuerdas y troncos por el suelo, bloques de más de siete metros de altura y de hasta de ciento ochenta toneladas de peso, y colocarlas en vertical por medio de rampas y zanjas. Estos dólmenes también tienen orientaciones hacia los equinoccios y solsticios, como por ejemplo el dolmen de Viera (Antequera), que ilumina su interior durante el equinoccio de otoño. CUANDO LA SALVALÍAMÁS Q UE ELORO La sal era, durante la prehistoria y la Edad Antigua, un elemento indispensable para la conservación de los alimentos. Este preciado elemento no se extraía a través de las salinas que podemos ver en las zonas costeras, sino de minas. Llegó a ser tan valioso que durante la época de los primeros celtas era considerado mucho más valioso que el oro, por eso se conoce comúnmente como el oro blanco de la prehistoria. Daba poder y prestigio y era un artículo de lujo que no todo el mundo podía permitirse, y a que no solo servía para la conservación de los alimentos, sino que se hacían tintes —como el preciado púrpura— y permitía la unión del oro y de la plata en la orfebrería. También tiene propiedades antisépticas, por lo que sirvió, además, como medicamento. Este elemento ha sido de gran utilidad para conocer de primera mano a los celtas, pues si nos trasladamos a las minas de sal que hay en Austria podemos ver objetos orgánicos conservados, como piel con la que hacían los sacos para transportar la sal o zapatos. El número de minas aumentaría y se descubrirían otros medios para conseguir la sal: la evaporación del agua del mar o la ignición, como se ha observado en Fuente Camacho, Granada. 2 LOS Q UE VINIERON DELNORTE LA CULTURA CELTA Los celtas o keltoi estaban compuestos por distintas tribus o grupos que compartían una misma cultura, lengua y religión. Ejemplo de ello son los famosos galos y los britanos; en la Península están los insurrectos vetones o los arévacos entre otros muchos. Cada pueblo estaba dirigido por un líder elegido por el resto de la élite guerrera por sus cualidades de mando y sus aptitudes en la lucha. Conocemos sus costumbres, su religión y la lengua que hablaban, pero ¿cómo llegaron a la península ibérica? En origen, desde mucho antes de que llegaran los griegos y los romanos, la zona atlántica de la Península —es decir, lo que correspondería a Galicia, Asturias y Portugal— ya tenía contactos comerciales con el noroeste europeo —las islas Británicas y la Bretaña francesa—. Comerciaban con metales preciosos, oro, plata y con armamento inicialmente en bronce y luego en hierro. Aunque en principio se habló de la invasión de los pueblos celtas, en realidad estos llegaron desde el norte y entraron en la Península expandiéndose por todo el noreste y el centro. Parece ser que fueron llegadas progresivas y que la población autóctona adquirió sus costumbres y su modo de vida, ya que no hay pruebas de signos de violencia, ni guerras, ni incendios ni nada que demuestre que fuera una invasión. Los griegos y romanos los describían como altos y delgados, con la tez clara, cabellos rubios y ojos azules. Los varones se caracterizaban por llevar largos bigotes y barbas cortas —así nos vienen imágenes de los cómics de Astérix y Obélix—. Vestían túnica larga y pantalones, además portaban joyas en oro y plata muy bien trabajadas, como las famosas fíbulas para sostener la capa, o los torques, collares de oro y plata macizos en forma de herradura. Las mujeres también llevaban este tipo de joyas, la ropa era similar a la masculina, solo que la túnica era más larga. Son en las tumbas masculinas y no en las femeninas donde se encuentran pinzas de depilación y navajas para afeitar, lo cual choca con las sociedades actuales en donde la higiene femenina es más acusada que la masculina —heredado del mundo romano, totalmente opuesto al celta—. Cuando no estaban enfrentados a los propios romanos, eran fieros y excelentes guerreros que formaron parte de las filas del ejército romano como mercenarios. Se habla de mujeres mercenarias, mujeres entrenadas y preparadas para combatir. Un ejemplo de ello es la reina Boadicea, que dirigió a su pueblo en su lucha contra los romanos.

Se saben muchas cosas de este pueblo a través de los escritores griegos y romanos —el propio Cicerón tenía a un amigo druida con el que se carteaba—. Hay que tener especial cuidado al leerlos porque los escritores se encargaban de engrandecerles o denigrarlos en función de los intereses políticos que el propio escritor tuviera. Tenemos historiadores que engrandecen a Viriato aunque luego los romanos le vencen. Cuentan que un celta antes de entregarse a la esclavitud romana acababa con su propia familia y luego se suicidaba. El honor y el orgullo de ser quienes eran debían prevalecer sobre la vida. FIESTAS PAGANAS Q UE AÚN CELEBRAMOS Al llegar el cristianismo a tierra celta, tuvo que adaptarse a las fuertes costumbres que tenían estas gentes y que ni siquiera los romanos al conquistarlos habían logrado eliminar. Estos pueblos paganos no solo celebraban banquetes y libaciones en honor a sus dioses; sino que sus dioses eran la propia tierra, la propia naturaleza y su adoración estaba ligada a ellos y a sí mismos. Celebraban el inicio de las cosechas y su fin, celebraban los solsticios, los cambios de estación, la vida y la muerte. Muchas de estas festividades se debilitaron hasta el punto de desaparecer, pero muchas otras se readaptaron a las religiones monoteístas que estaban apareciendo. Así pues, el cristianismo adoptó las festividades importantes de esos pueblos y, por ejemplo, el solsticio de verano, Litha en el mundo celta, se convirtió en lo que hoy conocemos como San Juan. La actual fiesta de Halloween —llevada a Estados Unidos por los millones de inmigrantes irlandeses durante el siglo XIX y principios del XX— es una reinterpretación de la antiquísima fiesta de Samhain celta —el equinoccio de otoño—. La conmemoración de los fieles difuntos o día de todos los santos fue instituida por el papa Bonifacio IV en el siglo VII para suplantar este festival pagano. Originalmente, la fiesta del Samhain era la celebración del año nuevo celta. Se cree que lo festejaban durante tres días y que era su fiesta más importante. Solían encender miles de velas para conmemorar la muerte del « dios» cornudo que volvería a renacer en la fiesta de Imbolc, queera la fiesta de las luces y de la purificación, donde resurgía el dios y los días se alargaban. El cristianismo nuevamente actuó y le cambió de nombre: la Candelaria, época en la que se sucede la purificación de la Virgen María —1 y 2 de febrero—. Otra de las grandes fiestas paganas fue Beltane, que indicaba la mitad del año. Se celebraba aproximadamente el 1 de mayo y estaba dedicada a la diosa madre. Curiosamente, en este mes también se celebran multitud de fiestas relacionadas con la Virgen. En Irlanda se sigue festejando el inicio de la época calurosa, como el « portal» del verano. Uno de los pueblos paganos de esa época fue el propio Imperio romano, donde también se celebraba el solsticio de invierno con un significado muy similar al de los vikingos o germanos —« cuando el sol vence a las tinieblas y los días empiezan a alargarse» —. Sin embargo, en el año 313 el emperador Constantino I decretó la libertad de culto y el cristianismo dejó de perseguirse gracias al edicto de Milán. En el 380 el emperador Teodosio I promulgó otro edicto —el de Tesalónica—, por el que el catolicismo se convertiría en la religión única y oficial del Imperio. Como era de esperar, el pueblo romano no se cristianizó de golpe y siguió celebrando sus festividades ancestrales, por lo que a la Iglesia no le quedó otro remedio que llevar a cabo una estrategia de absorción de las costumbres paganas dándoles un nuevo sentido cristiano. Si lo que celebraban los romanos era que el sol vencía a las tinieblas, la Iglesia le dio un nuevo significado; el nacimiento de Jesucristo era « ese» sol vencedor a las tinieblas.

¿Pero por qué el 25 de diciembre exactamente? Algunos autores creen que es mera coincidencia y que ese día no tiene nada que ver con el paganismo; sin embargo, esta hipótesis carece de sentido cuando somos conscientes de que ninguna otra teoría histórica avala el nacimiento de Jesús como real en esa fecha. No hay evidencias que así lo confirmen. Otros autores creen que se escogió el 25 de diciembre para hacerlo coincidir con el solsticio de invierno de los romanos paganos. Estos tenían una festividad llamada Saturnalia, en honor a Saturno, que comenzaba el 17 de diciembre y duraba siete días. Al final de Saturnalia —el 25 de diciembre— se celebraba el Natalis Invictis Solis o Deus Sol Invictus, el nacimiento del sol invencible dedicado al dios Apolo. Ese mismo 25 de diciembre se festejaba también la fiesta de Brumalia, que coincidía con el solsticio y que estaba dedicada al dios Baco. Durante esos días los romanos descansaban, no guerreaban, intercambiaban regalos e incluso los esclavos recibían prebendas como raciones extras de comida o, incluso, la liberación. LA ATLÁNTIDA Y SU ÚLTIMO REY Tartessos fue una cultura de la Edad del Bronce —finales del siglo IX a. C.— que surge gracias a los contactos de la cultura autóctona con los fenicios y griegos que llegaban por mar. Se localiza en el bajo Guadalquivir y su crecimiento se debió en parte a las riquezas mineras de esta zona. Muchos investigadores lo asociaban con una ciudad concreta —cuando realmente se sitúa en una amplia zona del sur peninsular—, aunque otros la han identificado como la ciudad perdida de la Atlántida, lo cual es un error porque la Atlántida es un mito. Ambas culturas se confunden porque las dos se encontraban en la orilla occidental del Mediterráneo. Este equívoco se debe a Platón, quien en sus diálogos dice que la Atlántida era una isla situada frente al estrecho y conocida como las Columnas de Hércules, que desapareció en un solo día en las profundidades del mar. Y esta es la única referencia histórica que tenemos de la mítica ciudad. Argantonio, el último rey de Tartessos, es conocido por su enfrentamiento con los fenicios. Tartessos era rica en plata y los fenicios decidieron dejar de comprar plata allí para obligarles a bajar el precio. Argantonio enfureció, pues la supervivencia de mucha de su gente dependía de ese comercio fenicio, así que decidió darles un escarmiento y atacó dos factorías fenicias. Los fenicios respondieron al ataque asaltando su ciudad en el momento en el que estaba más desprotegida. La ciudad quedó totalmente destruida y los habitantes masacrados. Argantonio, en un intento por salvar su ciudad, cayó también frente a los fenicios. Tan solo un hombre sobrevivió, y escondiéndose entre los cadáveres, robó las insignias reales de Argantonio y salió corriendo en busca de Terión, el hijo y heredero del rey, a quien se las entregó. Terión, no queriendo que los fenicios se hicieran con las joy as, las metió en una vasija y las enterró al lado del río. Terión murió luchando y nadie fue en busca de las joyas tras la batalla. El tesoro fue olvidado hasta que en 1958, realizando unas obras en el cerro del Carambolo, fue encontrado por unos trabajadores.

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