debeleer.com >>> chapter1.us
La dirección de nuestro sitio web ha cambiado. A pesar de los problemas que estamos viviendo, estamos aquí para ti. Puedes ser un socio en nuestra lucha apoyándonos.
Donar Ahora | Paypal


Como Puedo Descargar Libros Gratis Pdf?


Cuando dejas de buscar – Patricia Bonet

Un sonido estridente y molesto me retumba en los oídos. Cesa, y al cabo de cinco segundos comienza a escucharse de nuevo. Intento abrir los ojos, la cabeza me duele horrores, así que opto por seguir el sonido a ciegas, palpando por la cama y por la mesita de noche, pero no hay éxito. Al final, consigo abrir un ojo y doy gracias por estar en mi habitación. A la que, por cierto, no tengo ni idea de cómo llegué. Sin embargo, eso es algo en lo que pensaré más tarde. Ahora necesito encontrar ese maldito ruido y hacer que pare. Consigo incorporarme y sacar un pie de la cama. Me llevo la mano a la frente y la aprieto con fuerza. Odio a Jason, odio a Rhys y odio a todo aquel que me animó anoche a seguir bebiendo. El sonido de marras vuelve a escucharse y caigo en la cuenta de que es el teléfono móvil y de que me están llamando. ¿Dónde narices lo dejé anoche? Abro los ojos del todo, pero no veo nada. La habitación está completamente a oscuras y no entra ni un rayito de sol por la ventana. Probablemente porque es noche cerrada. Consigo poner los dos pies en el suelo mientras palpo todo lo que me encuentro por el camino hasta dar con el pantalón vaquero, que está tirado en el suelo del pasillo. Miro la hora y veo que son las cuatro de la mañana. ¿Quién cojones llama a esta hora? Busco al responsable y mis alarmas saltan en cuanto veo que tengo cinco llamadas, y las cinco provienen de Claire, mi hermana. Estoy a punto de devolverle la llamada cuando el teléfono comienza a sonar de nuevo y la cara de mi hermana pequeña, sonriente, con la Campana de la Libertad de aquí, de Filadelfia, de fondo, me saluda. Descuelgo ipso facto con el corazón en la garganta y despierto del todo. —¿Claire? ¿Qué pasa? ¿Estás bien? —No soy Claire, Landon. Soy yo. No escucho la voz dulce y cantarina de Claire, sino una más ruda y mucho más varonil. Está claro que no es Claire quien habla, sino Carter, mi mejor amigo, que él esté con ella a estas horas solo puede significar algo, y ese algo solo puede ser malo. Escucho a mi amigo coger aire y expulsarlo con lentitud mientras habla. —Tienes que venir a casa, Landon.


Tienes que venir a Boston. Y tienes que hacerlo ya. No hace falta que me lo diga dos veces. —Estoy saliendo por la puerta. Capítulo 1 ~Amy~ Ahora mismo odio mi vida. Me encantaría ser lo suficientemente valiente como para poder salir a la calle y gritarlo a los cuatro vientos. Parar a todo aquel que me cruzase por el camino y decirle: «Oye, ¿sabes una cosa? Mi vida es una auténtica mierda». Creo que conseguiría relajarme, porque es eso o liarme a tortazos con todo el mundo y, con la poca fuerza que tengo y lo débil que me siento, seguro que terminan devolviéndome alguno y dejándome más tonta de lo que ya me siento. El sonido de un trueno me hace reaccionar. Miro por la ventana con pesadumbre y es que ni el tiempo se pone hoy de mi parte. Está bien que estamos en invierno y que el frío es nuestro mejor amigo, pero no sé, podría simplemente hacer frío y ya está, ¿no? ¿Por qué tiene también que llover como si el mundo fuera a acabarse de un momento a otro? —¿Piensa salir con este tiempo, señorita Williams? Giro la cabeza buscando a Joe, el recepcionista, ese hombre gordinflón y bonachón que hacía que las mañanas fueran más dulces gracias a la cantidad de pasteles y galletas que traía prácticamente todos los días para alegrar nuestros ánimos y hacer que el trabajo fuese más llevadero. —No se preocupe, Joe, son solos un par de gotas. —Eleva una ceja, escéptico, mientras mira por la ventana y después a mí. —¿Por qué no se espera a que amaine un poco? Todavía me quedan un par de galletas por aquí y me encantaría compartirlas con la chica más guapa de toda la ciudad. Mis labios están a punto de estirarse en una sonrisa, pero los recuerdos de lo que ha pasado hace tan solo un rato vuelven a cruzarse por mi cabeza y debo hacer acopio de todas mis fuerzas para no echarme a llorar. Me he prometido no hacerlo mientras estuviera pisando este edificio y voy a cumplir mi promesa. —La verdad es que tengo que irme ya, Joe, pero muchas gracias. —¿A la próxima? —pregunta con una sonrisa. El nudo que tengo en la garganta se hace más grande. Tanto que por un momento hasta me pregunto si voy a ser capaz de conseguir que desaparezca. Asiento, pues no tengo ni fuerzas para volver a hablar, y finjo una sonrisa. Respiro hondo un par de veces y, una vez me aseguro de estar lo suficientemente abrigada como para no pillar una pulmonía —con el gorro puesto tapándome las orejas, los guantes y el abrigo con la cremallera subida hasta arriba—, cojo la caja que había dejado hace unos segundos en el suelo y la abrazo con fuerza contra mi pecho, como si fuera mi salvavidas. —Señorita Williams —me llama de nuevo Joe. Cuando me giro a mirarlo, me doy cuenta de que ha abandonado su puesto de trabajo y de que lo tengo prácticamente encima. Me quita la caja de las manos ante mi atónita mirada y la deja de nuevo en el suelo.

—Pero… —¿Sabe qué? —me corta—, nadie merece que por su culpa cojamos una pulmonía. Eso de andar bajo la lluvia es muy bonito y romántico en las películas. En la vida real solo puede producirle una torcedura de tobillo, y más con esos botines. Por no hablar del catarro. Agacho la cabeza para verme los pies y casi me entra la risa. Hoy iba a ser un día importante y, por eso, había decidido ponerme los botines de la suerte. Está claro que tengo que tirarlos a la basura nada más llegar a casa. Voy a abrir la boca para protestar, para explicarle que de verdad necesito irme de aquí lo más rápido posible. Incluso soy capaz de asumir el riesgo de abrirme la cabeza por el camino, sin embargo, su sonrisa sincera y la súplica que veo en sus ojos me lo impide. —Usted gana. —Buena chica. —Pero no se crea, que en cuanto pueda… —Sale corriendo. Lo pillo. Mientras tanto, siéntese allí. —Señala la fila de asientos que hay al fondo de la recepción con el brazo—. Yo voy a por un café para usted. Da media vuelta y desaparece por la puerta del fondo, esa que da a las escaleras y que conduce a la cafetería del edificio. Hago lo que me ha dicho. Voy arrastrándome hasta los asientos, con mi caja en los brazos, y me dejo caer en el que está más pegado a la pared. Me sudan las manos, así que me quito los guantes y los guardo en el bolso. Después, sin nada mejor que hacer, opto por echar un vistazo a lo que hay dentro de esta caja de cartón. No tardo ni diez segundos en arrepentirme; un mísero marco de fotos con una fotografía de Summer, Brooke y una servidora un día que salimos a bebernos la ciudad las tres juntas. Un paquete de chicles que debe de estar caducado, servilletas de papel, un puñado de lápices de colores y una libreta. Eso es todo lo que me llevo de este edificio que me ha robado los últimos años de mi vida. Ah, sí, y la hoja de despido arriba del todo para que no se me olvide.

Me pregunto por qué llevo esta caja conmigo si abulta y molesta más que ayuda. Me habría cabido todo en el bolso sin problemas, pero, cuando Luke se ha acercado con esa cara de perro pachón a mi mesa —exmesa, me recuerdo— y me ha dicho que Recursos Humanos le había pedido que me la trajera para poder guardar ahí todas mis pertenencias, me ha dado pena decirle que no. Pena, encima. Así de ridícula puedo llegar a ser. —Amy… Esa voz. Esa maldita voz. Me tenso tanto que tengo miedo de mover un solo músculo y romperme. Una parte de mí, la sensata, me recomienda que ignore el carraspeo que sigue a mi nombre y haga como que no lo he oído. Sin embargo, hago caso a la otra, a la patética; levanto la cabeza y no tardo ni medio segundo en enfadarme conmigo misma por haberlo hecho, y es que el causante de todos mis males está de pie enfrente de mí. Se trata de un metro ochenta, más o menos, envuelto en un traje chaqueta azul oscuro que le queda como un guante. Corbata a juego. Tengo que alzar un poco la cabeza para mirarlo a la cara de lo alto que es, y nada más hacerlo me arrepiento: ¿cómo puede alguien estar tan bueno? ¿Y por qué es esa la primera pregunta que me viene a la cabeza cuando lo miro? Ese ha sido el problema, que no he pensado antes de actuar. O, por lo menos, que no he pensado con lo que debería haberlo hecho, que es con la cabeza. Pensar con el corazón no trae más que problemas. Cierro los ojos, respiro hondo, tal y como Summer y yo hemos aprendido a hacer en clase de yoga, y me mentalizo de que soy una persona madura, fuerte, segura y valiente y de que puedo enfrentarme a él sin problemas. Los abro y lo miro sin parpadear, como si de un pulso se tratara, a la espera de que abra esa bocaza que tiene. Él está de pie y yo sentada, con mi caja entre las manos, y me siento patética, además de chiquitita, pero no voy a dejar que él lo note. Pasan los segundos y nada. No abre la boca. Se limita a mirarme. No sé si es que está esperando a que le lea la mente, sin embargo, estoy demasiado cansada como para pararme a averiguar qué es lo quiere

.

Declaración Obligatoria: Como sabe, hacemos todo lo posible para compartir un archivo de decenas de miles de libros con usted de forma gratuita. Sin embargo, debido a los recientes aumentos de precios, tenemos dificultades para pagar a nuestros proveedores de servicios y editores. Creemos sinceramente que el mundo será más habitable gracias a quienes leen libros y queremos que este servicio gratuito continúe. Si piensas como nosotros, haz una pequeña donación a la familia "BOOKPDF.ORG". Gracias por adelantado.
Qries

Descargar PDF

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

bookpdf.org | Cuál es mi IP Pública | Free Books PDF | PDF Kitap İndir | Telecharger Livre Gratuit PDF | PDF Kostenlose eBooks | Baixar Livros Grátis em PDF |