La espera en la esquina con esa sensación en el estómago que le dispara los latidos y le llena de una respiración jadeante. No sabe cómo gestionar sus sentimientos por ella sin sentirse a punto de saltar al vacío. Steff y Kristie son su familia, sin ellas su vida se llenaría de oscuridad y le jode un huevo estar enamorado de Kris desde que era un crío porque no quiere arriesgarse a perderlas. Como cada tarde ha salido antes del instituto para llegar a tiempo de verla. Necesita esos instantes diarios para compartir una conversación mientras le roza el cuerpo con disimulo y escucha su risa. La lleva en la piel, en el corazón, en cada rincón de su cuerpo. Cuando la mira se estremece y solo piensa en besarla, tocarla, acariciarla, hacerla suya…. Eso sería brutal. Si pasara nunca volvería a sentirse libre para besar a otra tía. Porque ella es su único para siempre. No tarda en verla aparecer junto a Steff y se le desboca el corazón. Sus ojos repasan las largas piernas esbeltas, apenas tapadas con un short vaquero, suben hasta los pechos que la camiseta de tirantes azul muestra arrapándose sin pudor y se detienen en la boca curvada en una de sus preciosas sonrisas mientras escucha a su hermana. Gime cuando sus ojos se agrandan al descubrirle andando hacia ellas. Son como dos putas antorchas brillando en la oscuridad. Prenden en su interior calentándolo con un fuego imposible de apagar sin poseerla. Traga saliva en un intento desesperado de detener su respiración acelerada. Se enamoró de ella el día que la vio en el orfanato por primera vez, cuando la salvó de unas abusonas. Fue algo extraño porque al mirarla su cuerpo reaccionó llenándose de ansiedad y anhelo, y desde ese instante ha protegido a las hermanas Edwards, se ha convertido en su hermano mayor, en su amigo, en su confesor, en su sombra. Quiere mucho más con Kris. No se conforma con ser parte de su vida. Ansía pertenecerle, ser parte de su alma. Pero le da miedo enfrentarse a un rechazo, a un final, a perderla para siempre. Nunca ha podido resistirse a lo que siente y, a pesar de luchar contra ello, la ama con desesperación, pero si le abriera su corazón y las cosas acabaran mal se quedaría sin nada. Steff terminaría por seguir al lado de su hermana, alejándose de él. Y Kris… No se imagina cómo sería capaz de vivir sin tenerla a su lado, sin ver su sonrisa cada día, sin hablar con ella, sin poder tocarla con disimulo.
Ellas lo son todo para él, el principio y el fin de su universo. Sin ellas no lograría mantenerse cuerdo ni superar el pasado ni tirar adelante sin sentir el peso de su falta, por eso no quiere profundizar en sus sentimientos ni arriesgarse a traspasar la barrera de la amistad con Kris. Prefiere mantenerla para siempre a su lado. Kristie siente cómo su corazón se acelera al descubrirle en la esquina, llenándola de latidos en cada rincón de su cuerpo. Reprime un jadeo. Su respiración se vuelve loca porque cada paso la acerca más a él. Lleva una semana buscando el valor para lanzarse a sus brazos. Ya le ha mandado todas las indirectas posibles, ahora le toca dar un paso más claro. Porque no va a dejar pasar ni un día más sin declararle su amor, sin hacerlo suyo. Está guapísimo con la cazadora de cuero, el vaquero negro ceñido, la camiseta oscura ajustándose a su torso para marcar los músculos trabajados… Se muerde el labio y camina con rapidez hacia él sin atender a las palabras de Steff. Lleva enamorada de Dennis demasiados años como para esperarle más. Él la quiere, está convencida, y no le permitirá seguir liándose con otras para negarse sus sentimientos. Necesita avanzar hasta la última base a toda potencia. La necesidad de besarle es como una apisonadora que revienta cualquier obstáculo con su fuerza arrolladora. Y no va a detenerse hasta conseguirlo. Recuerda un segundo la primera vez que le vio. Solo tenía ocho años, era una cría que acababa de perder a su madre y había aterrizado en un orfanato con una hermana un año menor a su cargo. Apenas sabía nada de la vida y cuando Dennis se erigió su salvador le reconoció como su hombre. Han pasado cinco años desde ese primer encuentro. Steff, Dennis y ella han entrado y salido de mil casas de acogida y han pasado temporadas en el orfanato. Y, a pesar de todos los malos momentos, juntos han construido una familia y no han dejado nunca de quererse. Son como los tres mosqueteros, un puto equipo de remo. Ahora toca aceptar cuanto se aman e ir a por todas. —¡Nena! —Él la abraza al llegar a ella y le planta un beso en la mejilla casi temblando de anhelo—. ¿Preparada para flipar? En el taller de Jorge hay un Dodge Charger del sesenta y nueve modelo superior R/T XS.
¡Es El Coche nena! ¡En mayúsculas! ¡Joder! ¡Me flipa ese puto cacharro! —¡Tiene un motor V8! —Steff salta de emoción—. Admisión y carburador de cuatro bocas Mopar Perfomance, transmisión TorqueFlite automática de tres marchas, llantas de aleación de aluminio medida 14″ con neumáticos radiales, butacas delanteras con apoyabrazos central y en este modelo son de piel. ¡Mola Den! ¡Es el coche que deseas desde siempre! —Cuando tenga pasta me lo compraré. —¿Me llevarás en él? —Kris se acerca a su mejilla para darle un beso —. Podríamos salir juntos a pasar el día en el coche y estrenarlo. Tenerla tan cerca le dispara un tic en el ojo. Quiere rodearla con sus brazos para saborearla, besarla hasta que los labios le quemen, tenerla en su cama. Pero se separa para no ceder a la tentación y observa cómo su cara se crispa en una mueca frustrada. —¡Eh Edwards! —Jennifer Frye, una de sus compañeras de clase más populares, se acerca a Kris con una sonrisa ladina—. ¿No me vas a presentar a tu amigo? —Lárgate Jenny —le espeta con rabia—. Dennis no tiene nada que hablar contigo. Él capta el tono ansioso de Kristie, cómo su cuerpo se sacude ante la aparición de Jennifer, y en vez de ceder a los impulsos de gritarle cuánto la quiere, se acerca a la chica para insinuarse con una de sus sonrisas más seductoras. —Jenny, no le hagas caso. —La rodea por la cintura y ella suspira emocionada—. Está gilipollas de la hostia. —Se gira hacia Kris—. Nena, no seas maleducada y preséntame al bombón de tu amiga. —¡No es mi amiga! —Aprieta los labios aguantándole la mirada con desafío. —Vamos a la misma clase. —Jenny se muerde el labio con una sonrisa embobada—. Pero tiene razón, no somos amigas. —¡Joder nena! Tener estas colegas en clase y no hacerles caso es de imbéciles. —Se acerca al oído de Jenny para susurrarle bajito—. ¿Te vienes a dar una vuelta? Podemos pasar una tarde de puta madre.
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