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Consultorio de mama Walsh – Marian Keyes

Aquellos de vosotros que hayáis leído libros donde aparece la familia Walsh ya conocéis a mamá Walsh. Espero que al resto también os guste. Os presento a mamá Walsh, madre, esposa, ama de casa y mediadora. No se anda con rodeos, no intenta quitar hierro. Mamá Walsh llama a las cosas por su nombre. Hola a todo el mundo, soy mamá Walsh. Envíame tus problemas y haré lo posible por ayudarte. Pero antes has de saber que no he recibido ningún tipo de formación oficial. He aprendido en la «universidad de la vida». En otras palabras, tengo cinco hijas que, en diferentes momentos, han sido un quebradero de cabeza. La mayor, Claire, siempre fue un poco alocada, pero se casó y se quedó embarazada y pensé que todo se había normalizado, hasta que el cerdo de su marido huyó el día que ella dio a luz. Al final todo se solucionó, pero en aquel momento no tuvo ninguna gracia, te lo aseguro.* Luego la mediana, Rachel, decidió que tenía un problema con las drogas y que debía ingresar en ese centro de desintoxicación que cuesta una fortuna.* Por el mismo dinero el señor Walsh y yo podríamos haber viajado en el Orient Express a Venecia y habernos pasado ahí un mes. Luego, y hete aquí el golpe más fuerte, Margaret, la única hija buena, abandona a su —lo reconozco, soso, sosísimo— marido y se larga a Los Ángeles, donde vive su amiga Emily.* Anna, la cuarta, siempre estuvo algo mal de la cabeza. Para seros totalmente sincera, siempre pensé que le faltaba más de un tornillo. Pero me equivocaba, pues después de pasarse años dando tumbos, ha conseguido un estupendo empleo en Nueva York con una casa de cosméticos. Seguramente habréis oído hablar de ella; es una marca que está muy de moda y se llama Candy Grrrl. Mis hijas y yo conseguimos un montón de productos gratis, a veces incluso antes de que lleguen a las tiendas. Estamos muy orgullosas de ella, aunque todavía nos cueste creerlo. Y Helen, la pequeña, más inútil aún que su hermana, también ha encontrado un trabajo estupendo. Es detective privada, o DP, como la llamamos a veces. Cuando tiene mucho trabajo, me suplica que la ayude en sus operaciones de vigilancia, y si no coincide con mi día del bridge, acepto, porque no me gusta fallarle. En dos ocasiones la he ayudado a entrar en pisos ajenos y buscar documentos y otras cosas, y os diré algo: no imagináis la de suciedad que se acumula en las casas cuando la gente no espera visita.


De todas mis hijas, Helen probablemente sea la que tiene el mejor trabajo, con excepción de la noche que alguien arrojó un ladrillo a la ventana de nuestra sala de estar mientras daban EastEnders para «asustarla». PREGUNTA. Querida mamá Walsh, le escribo porque no tengo a nadie más a quien acudir. Creo que mi esposa tiene un amante. Solo llevamos casados diecisiete meses, pero en cinco ocasiones durante los últimos meses he visto marcas de neumático en la entrada de nuestra casa que no pertenecen a mi coche. Podrían ser de un Saab. (Yo conduzco un Ford Mondeo.) Luego encontré un trozo de envoltorio debajo de mi almohada que podría ser de un condón, pero no de la marca que yo uso. Además, últimamente mi vecino me mira con mucha compasión, como si se me hubiera muerto alguien, y antes nunca había sido tan amable conmigo; a mi esposa y a mí no nos invitaba a sus reuniones de amigos. Amo profundamente a mi mujer y esta sospecha me está desquiciando. Le he preguntado directamente si hay alguien y ella me ha dicho que no. ¿Qué debo hacer? DAVID, Dublín. RESPUESTA. Querido David de Dublín, has tenido suerte porque, efectivamente, puedo ayudarte. Mi hija menor, Helen, es detective privada y está especializada en esa clase de casos. Creo que sus honorarios son muy elevados, pero eso es porque carece de moral y no teme incumplir la ley. No obstante, puedo pedirle, como un favor, que te haga un descuento. Obtiene resultados muy buenos. Instala cámaras en dormitorios y pilla a la gente haciendo toda clase de travesuras. También se esconde en setos y fotografía a la gente saliendo y entrando de casas. Ojalá no lo hiciera, porque siempre anda pillando infecciones de garganta y es a mí a quien le toca escuchar sus lamentos. Es, además, una chica muy atractiva y los hombres siempre se enamoran de ella. Existe la posibilidad de que tú también te enamores, en cuyo caso la situación con tu esposa ya no importaría. Debo advertirte, con todo, que Helen te cobrará igual. P.

D. El señor Walsh dice que los Saab son coches muy buenos, mucho mejores que el Ford Mondeo. En realidad dijo que los Saab son «sexys», lo cual encuentro sumamente irritante. Todo tiene que ser «sexy» estos días. ¿Cómo puede un coche ser «sexy»? Los culos son «sexys» (o pueden serlo). Los ojos son «sexys». Pero no los sillones blancos ni el arroz y aún menos los coches… Lo siento, me he ido por las ramas. ¿Por dónde iba? Ah, sí. El señor Walsh dice —y mis disculpas si te resulta un poco fuerte, pero me limito a comunicarte lo que él me ha dicho— que si fuera mujer se acostaría con el hombre del Saab. P. Querida Mamá Walsh, me pregunto si podría aconsejarme en lo siguiente. Tengo un novio al que quiero mucho. Llevamos dos años y hace poco nos fuimos a vivir juntos. Ayer por la noche me dijo que sus padres, que viven en Nottingham, vendrán a pasar el fin de semana con nosotros. El problema no es eso, el problema es que mi novio dice que su madre espera que el domingo le prepare un redondo de ternera, y soy vegetariana. La carne me da asco y la sola idea de tocarla me pone la piel de gallina. Sin embargo, mi novio insiste en que debo hacerlo. Dice que, de lo contrario, su madre no me aceptará. ¿Qué debo hacer? ¿Me empeño en que sea él quien cocine la carne, y fingimos que la he hecho yo? ANGIE, Londres R. ¿Estás loca? ¿Quieres que tu casa se incendie? Los hombres son un desastre en la cocina, todo el mundo lo sabe. No, tienes que afrontar la situación y abandonar esa tontería vegetariana. Mi hija Rachel también fue vegetariana durante un tiempo, pero solo porque quería llamar la atención. Luego se aficionó a las drogas e intentó suicidarse, y entonces fue capaz de dejar el vegetarianismo porque recibió toda la atención que necesitaba. El caso, Angie, es que la carne es deliciosa, no tiene sentido comer sin ella y la necesitas para que te aporte hierro y otros nutrientes básicos. Si no comes carne, sufrirás infecciones de oído e hidropesía.

¿Y quién acabará subiendo y bajando las escaleras para cuidarte? Exacto, tu mamá. Empieza por el pollo —Marks and Spencer hace menús completos muy sabrosos— y cuando menos te lo esperes, ¡te estarás comiendo un filete! ¡Suerte! PREGUNTA. Querida mamá Walsh, le escribo por un problema bastante delicado. Se trata de mi novio. Cuando hace «pipí», lo mancha todo. El cuarto de baño está salpicado de gotas y huele fatal. Le he pedido que sea más cuidadoso, pero no hace caso. ¿Qué debo hacer? FIONA, Edimburgo RESPUESTA. Al principio de nuestro matrimonio, el señor Walsh era culpable del mismo comportamiento. Mi consejo es que se lo restriegues por las narices. P. Querida mamá Walsh, tengo una hija que dice que es lesbiana y se pasea por nuestra calle de la mano de su «pareja» a plena luz del día. Estoy muerta de vergüenza. ¿Qué debo hacer? ANON, sin dirección. R. Querida Marguerite (he reconocido tu letra), no me haré la sorprendida porque yo misma las he visto con mis propios ojos y todos los vecinos se dedican a espiarlas por detrás de las cortinas. A ellas les trae sin cuidado que las vean y en una ocasión hasta se detuvieron al lado de mi ciprés para «morrearse». Ángela es una chica encantadora y solo busca llamar la atención. Todas las hijas lo hacen, y muchas veces me he preguntado si sería más fácil con un hijo. Si las hijas no son lesbianas, se empeñan en ser vegetarianas o drogadictas, o se esconden detrás de setos húmedos con un objetivo de largo alcance, pillan anginas y se pasan una semana en la cama pidiendo Lemsip y Kit-Kats Chunky. Es la cruz que nosotras, las madres, tenemos que cargar. Resígnate. Piensa en nuestro Señor en la cruz, con clavos de quince centímetros en las manos y en los pies, muriendo por nuestros pecados, y hay gente que ni se lo agradece.

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