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Como la primera vez – Julieta Bono

Él fue mi primer hombre. Había dejado nuestro pequeño pueblo atrás. Y ahora, diez años más tarde, estaba en el porche de su mansión, buscando la llave para entrar en una maceta que estaba al costado de la puerta principal. ¿Cómo diablos llegué aquí? Bueno, es complicado. ¿Respuesta simple? Era mi reunión del instituto. ¿Respuesta complicada? Había perdido el trabajo que amaba, y Hope’s Hollow, mi pueblo natal, era la mejor oportunidad que tenía para recuperar todo aquello que había perdido. —Vamos —murmuré y moví la tierra a un lado. Después de revolverlo todo, mis dedos se hicieron paso por la tierra y se cerraron alrededor de un objeto puntiagudo y brillante. —¡Ajá! —Saqué la llave y la levanté en la oscuridad, sintiéndome toda una triunfadora. Ante los ojos de un extraño, parecería que estaba a punto de cometer una venganza en contra de mi ex. Excepto que él no era mi ex, y ya ni siquiera vivía en la mansión Hamilton. Esta era la casa de su abuela. La abuela había contratado a mi mamá como enfermera hacía ya algunos años y desde entonces nos había dejado usar una pequeña casa en la esquina de la propiedad. Pero las cañerías estaban completamente arruinadas, y yo necesitaba una ducha. Cinco horas de conducir en carretera le causaban eso a cualquier persona. Quité los restos de tierra de la llave, la inserté en la cerradura y la giré. Chasqueó un poco, y la puerta se movió hacia dentro, las bisagras crujían con el movimiento. —Esto parece una mierda sacada de Harry Potter —Atravesé la puerta de entrada. Las luces de la casa estaban apagadas, por supuesto. Aparte de la limpieza ocasional que hacía una criada y del jardinero que usaba la cocina de abajo, el lugar estaba intacto. Al parecer, a él, Lionel, el ladrón de virginidades, no le importaba lo suficiente su mansión ancestral como para revisarla él mismo. Y ahora, yo me había reducido a ser la Barbie amargada, aparentemente. De pronto, eran los recuerdos de este lugar los que me comenzaron a afectar. Luego de cerrar la puerta principal permanecí ahí en silencio por un instante. El olor era el mismo.


Un ligero toque de lavanda. La emoción se me hinchó en el pecho cuando me di cuenta de cuánto extrañaba a la abuela Hamilton. Echaba de menos su sonrisa y lo cálida que había sido conmigo y con mamá. —Ducha —dije. No estaba aquí para perderme en recuerdos. Me apresuré a subir las escaleras, la luz de la luna que se colaba a través de las ventanas del vestíbulo guiaba mis pasos. Me fui adentrando, dejé correr mi mano a lo largo de la barandilla de madera pulida, y caminé por el pasillo hasta el baño. Encendí la luz y mis ojos parpadearon algunas veces ante el repentino brillo. —Ouch —Me froté los ojos y fruncí el ceño ligeramente cuando me di cuenta de que algo andaba mal. El vestíbulo era el mismo que cuando me había ido hace ocho o nueve años, alfombrado, una gran lámpara colgando desde el techo, y la vista a la entrada era abierta. —¿Qué es eso? Escuché un ruido que venía desde del baño. —¿Agua cayendo? Demonios, ¿hubo un problema de plomería aquí también? Abrí la puerta del baño y entré. Las luces ya estaban encendidas. El espejo del baño estaba empañado y el vapor del agua se elevaba por la parte superior de las puertas de la ducha. El agua se había deslizado por algunos segmentos del cristal, despejando a la vista lo que había en su interior. Un hombre. Era de gran estatura y tenía una mandíbula bien definida. El agua goteaba sobre su cuerpo y se escurría por sus abdominales bien definidos, hacia la forma de V que conducía más abajo. Siguiendo el recorrido de las gotas, mi mirada se inclinó hacia abajo, y tuve que apretar mis labios para contenerme y no jadear. El vello púbico oscuro rodeaba su pene, y este era, francamente, el más grueso que había visto. Sin embargo, no estaba duro. ¿Qué estoy haciendo? ¿En qué me he metido? El calor me envolvió, y honestamente no tuvo nada que ver con la humedad que la ducha provocaba en la habitación, la condensación del agua era tal que goteaba de los azulejos. Alejé mi mirada del pene del tipo y la dirigí finalmente hacia su cara. Me miró fijamente a través del cristal. Mi corazón se saltó dos latidos, mi mandíbula cayó un poco, y dejé escapar un chillido de entre mis labios.

Miré sus ojos de chocolate oscuro. Su cabello estaba húmedo, y era de color negro intenso y su piel bronceada. La barba se extendía a lo largo de su mandíbula Enseguida noté un lunar en su mejilla izquierda, y los mismos labios que ya había besado antes. Demonios, no puede ser. Era él. Mi no-ex. —Hola —dijo Lionel y enseguida cerró el agua. El grifo crujió, y el goteo de la grifería rompió el silencio. —Deberías haber grabado un video. Así te duraría más tiempo. Ya sabes, para esas largas y solitarias noches. Y ahí estaba él. Sr. Dick, en muchos sentidos. —Veo que aún no has perdido tu encanto. —Ah, sí. Eso —Contestó mientras abría la puerta de la ducha y salía de ella, sin vergüenza, desnudo y sonriéndome. Me negué a mirarlo, pero un rubor invadió mi rostro y encendió mis mejillas. —Veo que has adquirido un nuevo hábito. ¿Allanamiento de morada? —Tengo una llave —dije. —Quiero decir, sabía dónde estaba la llave, ¡y oye! Mi madre vive en esta propiedad. No estoy entrando sin autorización — Me tragué mis palabras enseguida y odié hacer eso. Odiaba ponerme tan fácilmente a la defensiva. De niños éramos amigos, los mejores amigos, solíamos jugar juntos en el jardín bajo la vigilancia de su abuela, y ahora éramos…. Lionel agarró una toalla que colgaba de la barandilla, se la envolvió alrededor de la cintura y luego caminó hacia mí.

El agua que goteaba parecía ser una bendición en su piel . Puso una mano en mi mejilla, y la acarició suavemente. —Es bueno verte de nuevo, Maddy. Era su apodo especial para mí. Extrañaba oírlo. —¿Qué estás haciendo aquí? —Le pregunté. —¿Dónde está Raquel? Raquel era otra de nuestras mejores amigas. Ella había terminado comprometida con él años después de nuestra cita. Yo había enterrado la herida por eso hacía ya mucho tiempo. Una vez más, había cosas más importantes de las que preocuparse en este momento. —No lo sabes —dijo. —¿De qué hablas? —Respondí. —Raquel y yo rompimos, Maddy. Pensé que ella te lo había dicho. —¿Rompieron? —Sí —contestó Lionel, separando con los dedos su oscura cabellera. La humedad de la habitación todavía era visible sobre los azulejos. Era tan malditamente guapo. ¿Por qué no le había crecido una verruga en la nariz o algo así durante el tiempo que estuvimos separados? Diez años. Diez años, recuérdalo. Lo que pasó ya no tiene poder sobre ti. —Lo siento —dije, pero en realidad no era cierto. El hecho de que ya no fuera mi enemigo número uno no significaba que tenía por qué gustarme ni interesarme lo que había hecho o no. Lionel se encogió de hombros pero el resto de su cuerpo no se movió. Su mirada de color marrón intenso estaba fijada en la mía. —Te ves bien.

¿Estás bien? —¿Por qué no habría de estarlo? —Sólo mira dónde estás. Estás en Hope’s Hollow. La felicidad nunca ha estado garantizada cuando estás aquí. —¿Lo dices por mí, o…? —La gente en general —Volvió a sonreír, y al hacerlo mi corazón brincó como si fuera un estúpido delfín de espectáculo. Impresionante, pero un poco enfermizo también. ¿Podría mi corazón estar en cautiverio? —Puede que no te hayas enterado todavía, ya sabes, por eso de que estás ocupado con tus amigos en el círculo social de Bill Gates, pero hay una reunión este fin de semana que viene. Es sobre nuestro instituto. —Ah, coincidencia. Yo también estoy aquí por la reunión. —Tú. Para la reunión —le dije. —¿Por qué es tan increíble? Lo único increíble eran esos abdominales y la línea de su mandíbula. Todavía me hacía retorcerme por dentro como si estuviéramos en la escuela, echando miradas furtivas el uno al otro sobre nuestros cuadernos. —Porque eres tú —le dije. —Nunca te importó la escuela o el pueblo, o esta casa, si al caso vamos. —Eso no es cierto. He mantenido el contrato con tu madre, ¿no? Y también lo he hecho con el resto del personal. Odiaba que mi madre aún fuera su empleada. —Como sea. Perdón por interrumpir tu ducha. Me voy a ir ahora —Me di la vuelta, lamentando mentalmente que no podría asearme hasta el día siguiente, y que muchos de mis pensamientos estaban innecesariamente sucios, a pesar de que se suponía que odiaba a este tipo. —Quédate. Me enfurecí. —¿Perdón? Tal vez me confundiste con otra persona para hablarme de esa manera. ¿Acaso acabas de ordenarme que me quede? —No fue una orden —Sus labios temblaron un poco, al borde de otra de esas hermosas sonrisas.

—Fue algo más como una invitación. Me encantaría creer que viniste a observarme mientras me duchaba, pero ambos sabemos que eso no es verdad. Querías ducharte. Así que me apartaré de tu camino. —¿Escuché bien? Porque parece ser cortesía, ¿viniendo de ti? —Oh, vamos, Maddy. Siempre he sido cortés. Él había sido muchas cosas. Muchas cosas en las que no quería pensar en este instante. —Está bien, de acuerdo. Gracias. —No hay problema. Hay una toalla allí, está limpia, estaré al final del pasillo en mi antigua habitación, si me necesitas. ¿Si lo necesito? ¿Qué se supone que significa eso? Mi corazón se endureció. —Gracias. El momento se puso incómodo por la manera en la que me miraba fijamente. Rastreó mi cuerpo con sus ojos. Era la misma mirada que me había empujado a sus brazos en primer lugar. Eso y el control, la sensualidad, y la insinuación de que había más por descubrir. Y ciertamente lo hubo, pero mucho de eso no fue más que dolor emocional. Lionel se inclinó hacia adelante y luego me sujetó brevemente con sus brazos y besó mi mejilla. Era cálido, suave y ligeramente húmedo, y mis piernas se volvieron gelatinosas en el acto. —Es bueno verte de nuevo, Maddy. Espero que nos encontremos en la reunión. O incluso antes de eso. Me salí de su agarre, forzándome a concentrarme en mí misma en vez de en él o en el pasado.

—Buenas noches —dije. Apenas podía tragar las palabras que se sentían como vidrios en la parte de atrás de mi lengua: esta era su casa, y él estaba a cargo. Y el pasado era el pasado. Lionel salió del baño y cerró la puerta una vez que estuvo afuera. Me apoyé en la encimera y me desentendí del tema. Lo había visto todo. Cada delicioso y bronceado centímetro de su piel. Mi cuerpo estaba inquieto y tuve que tratar de convencerme de que el cambio de temperatura que había sentido había sido culpa del vapor en la habitación. Qué gran mentira. El hombre había sido mi mejor amigo mucho tiempo atrás, al igual que Raquel. Pero los tres nos habíamos distanciado mucho el uno del otro ahora. —Contrólate —susurré. Me acerqué a la puerta del baño y me aseguré de pasar bien la llave. No necesitaba que él entrara aquí mientras yo estaba desnuda. Me quité la ropa, me metí en la ducha y dejé el agua correr. Las gotas calientes caían sobre mi piel, y yo comencé a enjabonarme luchando para no imaginarme a Lionel en mi lugar. Madeleine, se acabó. No estás en Hope’s Hollow por nadie más que no sea por ti misma. Se suponía que este iba a ser un momento para ordenar mis cosas. Para lograr recuperar mi hotel de la compañía que me lo había arrebatado. Pero, ¿realmente fue “arrebatado” cuando Edgar obviamente se lo había entregado en bandeja de plata? Saqué todos los pensamientos negativos y me concentré en tener una buena ducha. Después, me iría de esta mansión y nunca volvería. Juro que me ducharía en la piscina local si fuera necesario. Lionel Hamilton estaba oficialmente fuera de los límites, y eso era todo. O al menos eso pensaba.

DOS Lionel No podía sacar a la mujer de mi mente. En su momento ella lo había sido todo para mí, pero yo la había cagado. Así que solo lo dejé pasar y le di la espalda al pasado. Ahora, ella estaba aquí. ¿De verdad esperaba que me mantuviera alejado? Caminé por el extenso césped frente a la mierda gigante de la mansión de mi abuela, ahora era mía, pero todavía la veía como de Nana, y me dirigí a la casa que había al final a la izquierda. Una vez, en los viejos y malos tiempos, esto había sido el sector de los sirvientes. Ahora, era la casa de la enfermera de mi abuela. Una madre soltera, Lora Griffin, se había mudado y se había convertido en la cuidadora de mi abuela. Había traído a Maddy con ella. El exterior de esa casa estaba encalado, liso, pero las mujeres Griffin apenas pudieron pusieron manos a la obra y armaron una cerca y luego llenaron el pequeño jardín interno con flores que no podía identificar. No era mi mierda de todas formas. Maddy estaba ahí dentro. Y no tenía idea de lo que le esperaba ahora que estaba en Hope’s Hollow. Mierda, lo último que esperaba era que ella viniera a la casa. El resto, incluyendo su estancia aquí, había sido planeado. La culpa se apoderó de mí, pero era la única forma de mantenerla a salvo. Por última vez, habías hecho una promesa. No dejes que tu pene se interponga en el camino. Finalmente, me acerqué a la puerta. Maddy estaba en el pequeño patio, justo debajo de la ventana. Llevaba un par de guantes puestos y se estaba inclinando con el culo en el aire, tirando frenéticamente de un pequeño árbol. —Hijo de puta —siseó ella. —Saca tus raíces de la tierra ahora mismo o… mierda, tú. Me reí un poco. Las curvas de su culo se marcaban en los pantalones de yoga que abrazaban sus nalgas ajustadas, y se sumergían hacia un triángulo perfecto y un hueco que distrajo mi atención.

Mi pene se revolcaba en mis vaqueros, palpitaba, insistente. Anoche, me la imaginé cogiéndomela unas mil veces por minuto. El tono perfecto que coloreaba su piel… me había hecho retroceder en el tiempo. ¿Cómo habría sido si la hubiera volteado contra el mostrador del baño y me la hubiera follado en ese mismo instante? Desastre. Así es como habría sido. Idiota, no estás aquí para esto. Maddy dio un último tirón y arrancó la planta de la tierra. El impulso la tiró hacia un lado pero se veía en su cara que se sentía triunfante. Se limpió la frente con su sucio guante rayado, empujando hacia atrás algunos mechones rubios. Era el mismo pelo en el que había enganchado los dedos, y luego tirado de él. Solía oler a coco en ese entonces. ¿Seguirá usando el mismo producto? ¿Qué mierda me pasa? —Deberías haber sabido que no debías meterte conmigo, hijo de puta — dijo ella y apuntó con su mano enguantada a la planta. —No creo que eso sea hierba —Le comenté, sorprendiéndola. Madeleine gritó de tal manera que habría despertado a los muertos, si fuera posible. Puso sus manos sobre su cabeza para cubrirla, y uno de los guantes voló por el aire girando en círculos y cayó sobre su cabeza. La suciedad del guante salpicó por todo su cabello y su frente. —Whoops —dije. Me miró con ira, sus ojos azules se veían más calientes que el mismo centro de una llama. —Whoops? —Se quitó el guante de la cabeza, luego se arrancó el otro y se sacudió el pelo, una ola de hebras doradas flotaba mientras lo hacía. Maddy se puso de pie y cruzó sus brazos. —¿Qué quieres, Lionel? —Vine a asustarte —respondí. —Te he estado acechando durante la última media hora. Puso los ojos en blanco, pero sus labios temblaron un poco queriendo sonreír. Esa definitivamente había sido una buena señal. Recuerda, no tienes que gustarle.

Mantente al margen de esto, Lionel. Pero no podía evitarlo. La echaba de menos. Echaba de menos conocerla, hablar con ella, salir con ella. Tocarla. —Quería hablar contigo. No esperaba verte anoche —dije y mostré mi encantadora sonrisa. —estoy seguro de que tú tampoco esperabas verme, tanto. A menos que… espera, ¿eres tú la que está acechando? —Hablo en serio, Lionel. ¿Qué es lo que quieres? —Ella no desplegó sus brazos, estaban presionados sólidos contra sus pechos, empujándolos hacia arriba contra la parte delantera de su camiseta. —Vine para hablar. —¿Sobre qué? No tenemos nada de qué hablar. —Valientes palabras de una mujer que irrumpe en una propiedad ajena. Podría hacer que te arrestaran —La ofensiva de mi encanto debía desgastar su actitud en algún momento. Maddy era dura por fuera, pero tenía un corazón dulce y suave, y definitivamente se estaba derritiendo para mí. Levantó una ceja y la mantuvo allí. —Quiero hablar de todo —le dije. —Éramos amigos, ¿recuerdas? —Éramos. Esa es la palabra clave —dijo, encogiéndose de hombros y mirando hacia la casa. —Estoy ocupada en este momento. Ya sabes, la jardinería. Mi madre no ha tenido descanso en el trabajo y necesita ayuda por aquí. Usé su comentario como transición. —¿Y qué hay de ti? —Le pregunté. —¿Estás emocionada por la reunión? —En realidad no.

Es algo que estoy haciendo únicamente porque estoy de vuelta en casa por un tiempo. —Vas a ver a los viejos amigos, ¿verdad? —Lógicamente, yo estaba incluido en eso. —¿De eso se trata todo esto? ¿Quieres que hable con Raquel por ti o algo? Porque no me siento cómoda con eso. No soy ninguna intermediaria entre tú y ella. No tengo ni idea de lo que pasó entre ustedes, así que. Cerré los puños, pero los solté enseguida. Respira, Lionel. No dejes que la ira se manifieste. —No tengo interés en hablar con Raquel. Estoy interesado en ti, Maddy. ¿Qué te parece si vamos a almorzar juntos hoy? Pongámonos al día. Podemos ir a ese viejo restaurante y ordenamos el especial como en los viejos tiempos. —No —Agitó la cabeza, pero también se mordió el labio inferior. Percibí el momento de duda. —Esa no sería una buena idea. Escucha, sabes por qué no quiero hablar contigo. Tú estuviste ahí. Sabes lo que pasó, así que, mejor olvidémonos de esto. —Fue hace diez años. —Entonces, qué, ¿debería dejarlo pasar porque el tiempo ha pasado? No lo entiendo —Era preciosa cuando era luchadora, pero también exasperante. —Es hora de que hablemos de ello, cara a cara. —No, realmente no tenemos que hacerlo —Ella suspiró y se limpió la frente, manchándola de nuevo con tierra. —No estaré en Hope’s Hollow por mucho tiempo. Estoy aquí para, uh, reunir mis fuerzas o lo que sea, y luego me iré de nuevo. Y supongo que como eres un gran hombre de negocios, si los chismes de la ciudad son ciertos, tú también te habrás ido en poco tiempo.

Sería inútil que pasáramos tiempo juntos. —Parece que te convences a ti misma antes que a mí. —No, no lo hago. ¿Pero quieres escuchar una razón aún mejor para que no salgamos? —preguntó Maddy, inclinando la cabeza hacia un lado. —No es que necesitemos una, pero aquí la tienes: Raquel lo odiaría completamente. Y aunque nos hayamos distanciado, ella sigue siendo mi amiga. Un músculo se movió apretando mi mandíbula. Si supiera lo que le pasó a Raquel. Si tan sólo… no hablaría de eso ahora. Mi propósito era concentrarme en Maddy y mantenerla a salvo. Eso era todo lo que importaba. Lo dejé pasar. No le interesaba ahora. —Está bien —dije. —En otro momento, tal vez. Madeleine se mojó los labios y abrió la boca, pero no dejó salir ninguna palabra. Sus mejillas estaban un poco ruborizadas. —Nos vemos, Maddy. —Deja de llamarme así. —¿Por qué? —Porque me recuerda a mí, me recuerda a mí. ¿OK? —mí también —Levanté una mano y luego me di la vuelta y volví a la parte delantera de la mansión de mi abuela, con las manos metidas en los bolsillos de mis jeans. Yo tampoco quería un recordatorio de lo que había pasado entre nosotros. No podía volver a enamorarme de Madeleine. Cuando me fui, la puerta principal de la casa de su madre hizo un sonido fuerte y seco cuando se cerró. Por un instante, me sentí como si tuviera otra vez diez años, cuando jugaba en el área acordonada con Maddy, y me reía a carcajadas de sus chistes de pedos.

Me reí, pero la alegría murió en mis labios. Ella me odiaba ahora. Y me despreciaría aún más después de que se diera cuenta de lo que había hecho. Sé que nunca entendería que lo había hecho por ella.

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