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Calle Londres – Samantha Young

Contemplé la obra de arte y me pregunté qué diablos estaba mirando. Para mí era sólo un montón de líneas y cuadrados en diferentes colores con un poco de sombra aquí y allá… Parecía familiar. De hecho, pensé que tenía un cuadro que Cole había dibujado para mí cuando él tenía tres años escondido en alguna parte que tenía un notable parecido a esto. Aunque dudaba que pudiera esperar que alguien pagara trescientas setenta y cinco libras por el dibujo de Cole. También dudaba de la cordura de cualquier persona que pagara trescientas setenta y cinco libras por la pieza de lienzo que parecía que había estado colocada al lado de las vías férreas en el momento exacto en el que un tren lleno de pintura se salió de los rieles y se estrelló. Sin embargo, echando un vistazo a mí alrededor, noté que a la mayoría de las personas en la galería les gustaba la obra de arte. Tal vez yo no era lo suficientemente inteligente para entenderla. En un esfuerzo por parecer más sofisticada por el bien de mi novio, adopté una expresión pensativa y me trasladé al siguiente lienzo. —Um, bien, no lo entiendo —anunció una voz baja y ronca a mi lado. Habría reconocido esa voz en cualquier lugar. Sus palabras con acento estadounidense eran perturbadas aquí y al á por una cadencia, o por las consonantes más nítidas de un acento irlandés, todo consecuencia de su propietaria habiendo vivido en Escocia desde hace casi seis años. El alivio me inundó cuando bajé la cabeza para encontrar la mirada de mi mejor amiga, Joss. Por primera vez en la noche, sonreí alegremente. Jocelyn Butler era una chica americana de armas tomar y sin pelos en la lengua, que atendía el bar conmigo en un lugar bastante ostentoso llamado Club 39. Era un bar subterráneo de una de las calles más famosas del centro de la ciudad. —George Street y habíamos estado trabajando juntas durante cinco años para ahora. Equipada con un vestido negro de diseñador y unos Louboutin, mi amiga verticalmente desfavorecida se veía sexy. Igual que su novio, Braden Carmichael. De pie detrás de Joss, con su mano descansando posesivamente sobre la parte baja de su espalda, él exudaba confianza. Digno de babear, él era el tipo de novio que yo había estado buscando, desde hace años, y si yo no quisiera tanto a Joss y Braden no la adorara más al á de todo razonamiento, habría pisoteado sobre ella para llegar a él. Braden tenía casi dos metros de estatura, lo que era ideal para alguien de mi altura. Yo tenía un sorprendente metro setenta y ocho de estatura, lo que me hacía medir más de un metro ochenta y tres centímetros con los tacones correctos. El novio de Joss también resultaba ser sexy, rico y divertido. Y le encantaba a Joss para distraerse. Habían estado juntos durante casi dieciocho meses.


Podía sentir una propuesta de matrimonio avecinándose. —Te ves increíble —le dije, mirando sus curvas. A diferencia de mí, Joss tenía pechos grandes, junto con unas caderas y un trasero estupendo—. Muchas gracias por venir. Ambos. —Bueno, me lo debes —murmuró Joss, arqueando una ceja mientras miraba alrededor a todas las demás pinturas—. En serio voy a tener que mentir un poco si la artista me pregunta lo que pienso. Braden le dio a su cintura un apretón y le sonrió. —Bueno, si la artista es tan pretenciosa como su arte, ¿por qué mentir cuando puedes ser brutalmente honesta? Joss le devolvió la sonrisa. —Eso es cierto. —No —interrumpí, sabiendo que si la dejaba ella haría exactamente eso—. Becca es la ex-novia de Malcolm y todavía son amigos. Te pones al estilo Robert Hughes con su trasero y es mi trasero el que consigue una patada a la calle. Joss frunció el ceño. —¿Robert Hughes? Suspiré. —Él era un famoso crítico de arte. —Me gusta eso. —Joss sonrió maliciosamente—. Sabes que dicen que la honestidad lo es todo. —Creo que es la limpieza, nena. —Por supuesto que es la limpieza, pero, ¿sin duda la honestidad es lo segundo? El obstinado brillo en los ojos de Joss hizo que mi garganta casi se cerrara. Joss era una fuerza a tener en cuenta, y si tenía una opinión o quería decir algo, era poco lo que podías hacer para detenerla. Cuando la conocí era una persona muy reservada, prefiriendo no involucrarse en los asuntos personales de sus amigos. Desde que conoció a Braden había cambiado mucho. Nuestra amistad ha crecido, y Joss ahora era la única que sabía toda la verdad sobre mi vida.

Estaba agradecida por nuestra amistad, pero en momentos como estos a veces desearía que fuese la antigua Joss, la que mantenía sus pensamientos y emociones encerradas a cal y canto. Había estado saliendo con Malcolm Hendry por casi tres meses. Él era perfecto para mí. Amable, tranquilo, alto… y rico. Malcolm era el mayor de todos mis “viejos verdes”, como Joss burlonamente los llamaba. Aunque a los treinta y nueve años, difícilmente era viejo. Sin embargo, era quince años mayor que yo. No me importaba. Convencida de que él podría ser el indicado, no quería que Joss pusiera en peligro el progreso de nuestra relación por insultar a su buena amiga. —Jocelyn. —Braden agarró su cintura de nuevo, observándome a mí y a mi creciente pánico—. Creo que es mejor si practicas el arte del engaño esta noche después de todo. Finalmente leyendo mi expresión, Joss puso una mano tranquilizadora en mi brazo. —Estoy bromeando, Jo. Tendré mi mejor comportamiento. Lo prometo. Asentí. —Es sólo que las cosas van bien, ya sabes. —Malcolm parece un tipo decente — concordó Braden. Joss hizo un ruido con la parte posterior de la garganta, pero los dos la ignoramos. Mi amiga había dejado clara su opinión sobre mi elección de novios. Estaba convencida de que yo estaba usando a Malcolm y él me estaba usando a mí. Era cierto que él era generoso y yo necesitaba esa generosidad. Sin embargo, la verdad más importante era que yo realmente me preocupaba por él. Desde mi “primer amor”, John, cuando tenía dieciséis años, me había enamorado de encantadores proveedores y de la idea de seguridad para mí y Cole.

Pero John se había hartado de estar a la sombra de mi familia, y después de seis meses me había abandonado. Eso me había enseñado una valiosa lección. También me había dado un nuevo requisito para un novio: debía tener un buen trabajo, ser determinado, trabajador, y tener un buen ingreso. Sin importar lo duro que trabajara, con mis certificados inexistentes y la falta de cualquier talento real, nunca iba a ganar suficiente dinero para asegurar un futuro estable para mi familia. Sin embargo, era lo suficientemente bonita como para asegurar un hombre con buenos certificados y talento. Unos pocos años después de volver a juntar las piezas de mí misma tras la pena de mi fallido romance con John, Callum entró en mi vida. Treinta años, un abogado acomodado, guapísimo, culto, sofisticado. Decidida a hacer que durara, me convertí en lo que me imaginaba era la novia perfecta para él. Era un hábito, convertirme en otra persona, especialmente dado que parecía funcionar. Callum pensó que era perfecta por un rato. Estuvimos juntos por dos años hasta que mi secretismo sobre mi familia y mi incapacidad para “dejarlo entrar” abrió una brecha demasiado profunda entre nosotros y él me dejó. Me tomó meses recomponerme a duras penas después de Callum y cuando lo hice, fue para correr a los brazos de Tim. Terrible decisión. Tim trabajaba para una compañía de inversiones. Era tan paralizantemente ensimismado que en realidad yo lo dejé a él. Luego estuvo Steven. Él era un director de ventas para una de estas molestas empresas de ventas puerta a puerta. Le dedicaba largas horas, lo que creí que podría funcionar a nuestro favor, pero no lo hizo. Joss pensaba que Steven me había abandonado debido a mi incapacidad de ser flexible en cualquier cosa debido a mis obligaciones familiares. La verdad es que yo dejé a Steven. Él me hacía sentir inútil. Sus comentarios acerca de mi inutilidad traían muchos recuerdos, y aunque incluso yo pensaba que había poco para recomendarme salvo mi apariencia, cuando tu novio te dice lo mismo y finalmente te hace sentir como una acompañante pagada, ya era hora de darlo por terminado. Soportaba un montón de mierda de la gente, pero tenía mis límites, y cuánto más madura me volvía, más estrechos se hicieron esos límites. Sin embargo, Malcolm fue diferente. Él nunca me hacía sentir terrible respecto a mí misma, y hasta ahora nuestra relación estaba avanzando muy bien.

—¿Dónde está el Hombre de la Lotería? Lancé una mirada por encima del hombro y lo busqué, ignorando el sarcasmo de Joss. —No sé —murmuré. Con Malcolm literalmente me saqué la lotería, ya que era un abogado que se convirtió en ganador de la lotería. Había ganado el Euro Millones hace tres años y renunció a su trabajo, a su carrera, de hecho, para comenzar a disfrutar una nueva vida como millonario. Acostumbrado a estar ocupado, había decidido probar suerte en bienes raíces y ahora tenía una cartera de inmuebles de su propiedad como terrateniente. Estábamos parados en un antiguo edificio de ladrillo rojo con sus sucias ventanas formadas por hileras de pequeños rectángulos que sería más probable ver en un almacén que en el edificio de una galería de arte. El interior era un asunto completamente diferente. Equipado con suelos de madera, una increíble iluminación y mamparas para el arte, era el lugar ideal para una galería. Malcolm se había divorciado un año antes de ganar la lotería, pero por supuesto, un hombre guapo y rico atraía a mujeres jóvenes como yo. Pronto encontró a Becca, una inteligente artista irlandés de veintiséis años de edad. Habían salido durante unos meses y seguían siendo buenos amigos incluso después de haber terminado. Malcolm había invertido dinero en su arte, alquilando una galería a pocas cuadras de mi antiguo piso en Leith. Tenía que admitir que la galería y la exposición de arte eran impresionantes. Incluso si no terminaba de entender lo que el arte me estaba diciendo. Malcolm había logrado reunir a un grupo de compradores privados para asistir a esta especial apertura de la nueva colección de Becca y por suerte el arte estaba hablándoles a ellos. Tan pronto como habíamos llegado, había perdido a mi compañero de esta noche. Becca había venido corriendo hacia Malcolm y yo en mal as metálicas y un suéter de gran tamaño, con los pies descalzos golpeando contra el gélido suelo de madera. Me había dado una sonrisa nerviosa, había agarrado a Malcolm, y había exigido que viniera y la presentara a las personas que habían asistido. Entonces procedí a caminar por la galería preguntándome si era que yo no tenía gusto por el arte o si este arte era simplemente atroz. —Había pensado en comprar algo para el apartamento, pero. —Braden dio un silbido al ver la etiqueta de precio del lienzo frente al que estábamos parados—. Convertí en regla el no pagar de más cuando estoy comprando porquería. Joss resopló y asintió en absoluto acuerdo. Decidiendo que era mejor cambiar de tema antes de que uno de ellos alentara al otro a ser abiertamente grosero, pregunté: —¿Dónde están Ellie y Adam? Ellie era un amor y podía poner un giro positivo en cualquier cosa. También se las arreglaba para atemperar las contundentes lenguas de su mejor amiga y su hermano, que era razón por la cual la había invitado específicamente a ella.

—Ella y Adam se quedaron en casa esta noche —respondió Joss con una tranquila seriedad que me preocupó—. Hoy recibió los resultados de la resonancia magnética. Todo está despejado, por supuesto, pero le trajo muchos recuerdos. Había pasado poco más de un año desde que Ellie se había sometido a una cirugía cerebral para extirpar los tumores benignos que le habían estado provocando síntomas físicos y convulsiones. Yo realmente no conocía a Ellie en ese momento, pero Joss se había quedado a dormir en mi antigua casa una vez durante la recuperación de Ellie, y sabía de lo que ella me había dicho que había sido un momento muy difícil para todos ellos. —Voy a tratar de pasar a verla pronto —murmuré, preguntándome si podía sacar un momento para hacerlo. Entre mis dos trabajos, ocuparme de mi madre y de Cole, y acompañar a Malcolm cada vez que me quería en algún lugar, mi vida era muy agitada. Joss asintió, con una arruga de preocupación entre sus cejas. Se preocupaba por Ellie mucho más que cualquiera. Bueno, tal vez no mucho más que cualquiera, pensé, lanzando una mirada a Braden, cuyas propias cejas estaban anudadas en una expresión de preocupación. Braden posiblemente era el hermano más sobreprotector que había conocido en mi vida, pero dado que yo sabía todo acerca de ser sobreprotector con un hermano menor, no tenía moral para burlarme. En un intento por sacarlos de sus oscuros pensamientos, bromeé sobre el día totalmente de mierda que había tenido en el trabajo. Los martes, jueves y viernes por la noche, trabajaba en el Club 39. Los lunes, martes y miércoles durante el día trabajaba como asistente personal de Thomas Meikle, un contador en la firma contable Meikle & Young’s. El Sr. Meikle era un hijo de puta malhumorado y puesto que “asistente personal” en realidad era sólo una palabra elegante para “mandadero”, yo sufría los constantes latigazos de su colorido temperamento. Algunos días eran buenos y nos llevábamos bastante bien; otros días, como hoy: “Yo no podía distinguir mi trasero de mi codo” —cita textual— y era completamente inútil. Al parecer, mi inutilidad había alcanzado un nuevo récord hoy: no había habido suficiente azúcar en su café, la chica de la panadería había ignorado mis instrucciones para sacar los tomates de su sándwich, y yo no había enviado una carta que el Sr. Meikle había olvidado darme. Por suerte, mañana era mi día libre de Meikle y su mordaz lengua. Braden, una vez más trató de convencerme para que abandonara a Meikle y fuera a trabajar a tiempo parcial en su agencia de bienes raíces, pero me negué a aceptar su ayuda, tal como había rechazado muchas ofertas de ayuda de parte de Joss en el pasado. Aunque estaba agradecida por la amabilidad tan generosa, estaba decidida a siempre hacer que mi vida funcionara por mi cuenta. Cuando confiabas en la gente que te importaba, cuando ponías tu confianza en ellos con algo tan grande como eso, inevitablemente te decepcionaban. Y yo realmente no quería ser decepcionada por Joss y Braden. Obviamente sintiéndose más persistente esta noche, Braden estaba divulgando los beneficios de trabajar para él.

De repente sentí los vellos de la nuca erizarse. Mis músculos se tensaron y volteé un poco la cabeza, las palabras de Braden quedaron amortiguadas mientras comprobaba quién o qué había llamado mi atención. Mis ojos parpadearon a través de la sala y luego se me atoró el aliento cuando mi mirada se detuvo en un sujeto que estaba mirándome. Nuestros ojos se encontraron, y por alguna razón absolutamente extraña la conexión se sintió física, como si reconocer la presencia del otro en realidad me hubiese congelado en el lugar. Sentí que mi ritmo cardíaco se elevaba, con la sangre corriendo en mis oídos. Había una buena distancia entre nosotros, así que no podía distinguir el color de sus ojos, pero eran meditabundos e inquisitivos, su frente se arrugaba como si estuviera tan confundido por la estática entre nosotros como yo. ¿Por qué había llamado mi atención? Él no era el tipo de hombre al que normalmente respondía. Sí, era muy bien parecido. Desordenado cabello rubio oscuro y barba sexy. Alto, pero no tan alto como Malcolm. Este tipo probablemente tenía un metro ochenta y tres de estatura y no más. Yo sería unos centímetros más alta que él con los zapatos de tacón que llevaba esta noche. Podía ver los músculos de sus bíceps y las gruesas venas en sus brazos, porque el idiota llevaba una camiseta al final del invierno, pero no estaba formado como los hombres con los que salía. No era robusto y corpulento. Era esbelto y fornido. Mmm, “fornido” era una buena palabra para él. Y, ¿mencioné los tatuajes? No podía decir lo que eran, pero podía distinguir la colorida tinta en el brazo. No me van los tatuajes. Cuando sus ojos bajaron por debajo de sus pestañas, inhalé ante la sensación de conmoción que me sacudió cuando su mirada viajó por mi cuerpo de arriba abajo. Me sentí estremecer, abrumada bajo su flagrante escrutinio, aunque por lo general, si un hombre me miraba de esa manera, sólo le habría sonreído coquetamente en respuesta. En el momento en que sus ojos regresaron a mi rostro, me ofreció una última mirada abrasadora —una mirada que sentí como una callosa caricia por mi cuerpo — y luego arrastró su mirada a otra parte. Sintiéndome aturdida y decididamente excitada, lo vi caminar a zancadas detrás de una de las mamparas de arte que dividían la galería en secciones. —¿Quién era ese? —La voz de Joss irrumpió mi niebla. Parpadeé y me volteé hacia ella con lo que me imaginaba era una mirada estupefacta en mi rostro. —No tengo ni idea.

Joss sonrió. —Él era sexy. Un carraspeo provino detrás de ella. —¿Qué fue eso? Sus ojos brillaron con picardía, pero cuando se volteó hacia su compañero con el ceño fruncido, ella había dominado su expresión en una de inocencia. —Quiero decir, desde un punto de vista puramente estético, por supuesto. Braden lanzó un gruñido pero la haló con más fuerza a su lado. Joss me sonrió y no pude evitar sonreír. Braden Carmichael era este sensato empresario intimidante, sin pelos en la lengua, y sin embargo Jocelyn Butler de alguna manera se las había arreglado para envolverlo alrededor de su dedo meñique. Creo que nos quedamos allí durante aproximadamente una hora, bebiendo del champán gratis y hablando de todo lo habido y por haber. A veces me sentía intimidada cuando los dos estaban juntos porque eran tan inteligentes y bien informados. Rara vez sentía que tenía algo profundo o interesante para añadir a la conversación, por lo que sólo me reía y disfrutaba de ellos burlándose el uno del otro. Cuando estaba sola con Joss era diferente. Conocía a Joss mejor de lo que conocía a Braden, así que estaba segura de que ella nunca querría que me sintiera como si tuviera que ser alguien que no era yo. Era un buen cambio de ritmo del resto de mi vida. Charlamos con otros invitados, tratando de no parecer confundidos por su entusiasmo por el arte, pero después de una hora Joss se dirigió a mí en tono de disculpa. —Tenemos que irnos, Jo. Lo siento, pero Braden tiene una reunión muy temprano mañana. — Debo haber mostrado mi decepción porque ella negó con la cabeza—. ¿Sabes qué? No, me quedaré. Braden puede irse. Yo me quedaré. No. Por supuesto que no. Me había visto a mí misma atravesar situaciones como esta antes. —Joss, vuelve a casa con Braden.

Estoy bien. Aburrida. Pero bien. —¿Estás segura? —Segura. Ella le dio a mi brazo un apretón cariñoso y tomó la mano de Braden. Él me dio un asentimiento, y se lo devolví con una sonrisa y un: “Buenas noches”, y luego observé mientras caminaban a través de la galería al perchero donde los abrigos de todos los invitados estaban colgados. Como un verdadero cabal ero, Braden sostuvo el abrigo de Joss para ella y la ayudó a ponérselo. La besó en el cabello antes de voltearse para sacar su propio abrigo. Con el brazo alrededor de sus hombros, la dirigió afuera a la fría noche de febrero, dejándome en el interior de la galería con un extraño dolor en el pecho. Miré el reloj Omega de oro que Malcolm me había comprado para navidad, y como siempre cuando veía la hora, lamenté el hecho de que todavía no podía venderlo. Posiblemente era el regalo más costoso que jamás había recibido, y haría maravillas para nuestros ahorros. Siempre existía la esperanza, sin embargo, de que mi relación con Malcolm se convirtiera en algo más significativo y vender el reloj ya no sería un problema. Pero nunca me permitía que mis ilusiones se elevaran demasiado. Eran las nueve y cuarto. Mi pulso se elevó un poco y hurgué mi pequeña cartera de mano Gucci falsa en busca de mi teléfono. Sin mensajes. Maldita sea, Cole. Acababa de presionar ENVIAR en un mensaje de texto recordándole a Cole que me llamara tan pronto como llegara a casa, cuando un brazo se deslizó alrededor de mi cintura y el rústico, correoso olor de la loción para después de afeitar de Malcolm llenó mis fosas nasales. Sin necesidad de inclinar la cabeza hacia atrás para mirarlo a los ojos ya que llevaba mis tacones de trece centímetros, me volteé y sonreí, encubriendo mi preocupación por Cole cuando nuestros ojos se encontraron. Había optado por lo sofisticado con el vestido tipo tubo Dolce & Gabbana color rojo que Malcolm había comprado para mí en nuestro último viaje de compras. El vestido mostraba mi esbelta figura a la perfección. Me encantaba. Sería triste añadirlo a mi montón de eBay. —Ahí estás. —Malcolm me sonrió, con sus ojos marrones brillando cuando se arrugaron atractivamente en las esquinas.

Tenía la cabeza llena de un exuberante cabello oscuro, con una pizca de atractivo color gris a los lados. Vestía trajes todo el tiempo y esta noche no era la excepción, la exquisita sastrería de Savile Row—. Pensaba que tus amigos vendrían esta noche o no te habría dejado sola. Sonreí ante eso y puse mi mano sobre su pecho. —No te preocupes. Estoy bien. Estaban aquí, pero tuvieron que irse temprano. —Miré el teléfono que seguía enroscado en mi mano. ¿Dónde estaba Cole? Pequeños monstruos se despertaron en mi estómago para mordisquear ansiosamente mi interior. —Voy a comprar una de las pinturas de Becca. Ven y finge conmigo en que es brillante. Me reí entre dientes e inmediatamente me sentí mal, mordiéndome el labio para detener el sonido. —Estoy tan contenta de saber que no soy la única que no lo entiende. Sus ojos recorrieron la habitación, sus labios se curvaron con diversión. —Bueno, gracias a Dios estas personas saben más sobre arte de lo que nosotros lo hacemos, así por lo menos voy a conseguir un retorno de mi inversión. Él mantuvo su brazo alrededor de mí y me guió a través de la galería y tras un par de paredes, donde Becca estaba bajo una enorme monstruosidad de pintura salpicada. Casi me tropecé con mis propios pies cuando vi con quien parecía estar discutiendo ella.

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