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Azul. Un despertar a la realidad 3 – Mercedes Franco

—Hola abuelita —dice a través de la video llamada, hace días que no conversa con Violeta, pero ya le parece que es una eternidad. —Hija, cielos, me ha costado mucho activar esta cosa. —Pero Siena está contigo, me imagino, sino jajajaja, no habrías podido llamarme. —No soy tan incompetente con la tecnología como piensas, pero sí, aquí está —y enseguida ve el rostro de su amiga, se ve linda con el cabello así, más… corto, un bob, cielos. —¿Quéeeee?, ¿te has cortado el cabello?, estás loca —le dice Azul impresionada. —Jajajajaja, Azul, solamente tú te vas a otro país sin avisarnos nada, a hacer quién sabe qué y ¿me reclamas a mí por cortarme el pelo?, estás loca. ¿Qué te pasa?, ¿por qué no nos dijiste nada?, ¿qué clase de amiga eres? —Te ves linda… —le dice con melancolía, no tiene ánimos de pelear, extraña a la abuela y ahora a sus amigas. —Los extraño… la verdad es que ¡los extraño mucho! —Sigo sin entender nada. —¿Así que la abuela no te ha explicado? La cara de la abuela se asoma en la pantalla y le sonríe, todavía no sabe si Azul le ha perdonado por mentirle. Pero una cosa es segura, ahora en su rostro tiene otra expresión muy distinta a la que ella le conoce. —¿No le has dicho nada? —No sé si querías. —Bien, Siena, no sé ni cómo decirte esto, seguro te parecerá una locura, y francamente lo es, pero… —¿Que si es una locura? Jajajaja, por supuesto, mira que precisamente pasa el accidente y ahora tú estás ahí, en ese preciso lugar, a ver, ¿qué es lo que no me has dicho?, nunca me hablaste de Azzure, ni que tuvieses familia en ese lugar. —No lo sabía. —Entonces sí tienes familia en ese lugar, qué cosa tan extraña. —Sí, digamos que sí, algo así. —A ver, háblame claro. —Una familia lejana —le dice Azul no muy animada. —¿Te tratan bien en ese lugar hija? —Le dice la abuela arrugando el entrecejo, conoce muy bien a su nieta y sabe que no las tiene todas consigo. —Sí, tengo aquí muchas cosas, les mostraré y rueda la cámara para que vean el precioso vestido del baile. —Me ca… ¿qué rayos es eso? —grita Siena. —Cielos, niña, dice Violeta, ¿qué maneras son esas de hablar?, por mi madre que una señorita no debería expresarse así. —Lo siento abuela —le dice Siena, quien también se ha acostumbrado a tratarla como si fuese de su familia. —Pero es que eso es una divinidad, me encanta, dice palmoteando, pero… ¿es tuyo? ¿Qué está pasando?, dime la verdad, ¿para qué es ese vestido?, no creo que sea tuyo, ese no es tu estilo. —No lo hice yo, pero es mío, lo usaré en… un baile. —Hija —dice la abuela entrelazando las manos, solamente ella puede entender lo que le está pasando Azul entre todas esas personas extrañas y, aunque sabe que su nieta es fuerte, a la vez conoce lo incómoda que ella pueda llegar a sentirse en un ambiente como el del palacio Hilam.


—¿Baile? —Siena arruga el entrecejo, exige una respuesta, su amiga le ha estado ocultando demasiadas cosas y eso le molesta poderosamente. —Sí, asistiré a un baile, en el castillo de Hilam. —¿Castillo? —esto se pone cada vez más raro, dice Siena, ¿por qué rayos vas a ir a un baile en un castillo?, no entiendo. —Porque… —Díselo hija —le aconseja a la abuela. —Porque soy una invitada de la reina, en realidad el baile lo organizan para mí, esa es la verdad —le dice temerosa y baja los ojos hacia el piso. —¿Qué?, no entiendo, ¿por qué la… reina?… jajajaja, eso es un buen chiste, no ya suéltalo, dime la verdad, te ganaste una beca, ¿te metiste a modelo?, jajajaja, cuéntame la verdad. ¿Cómo es eso que la reina organiza un baile para ti?, jajajaja, qué ocurrente. —Esa es la verdad y no sabe que más decirle a su amiga. —¡Rayos! —Siena… —la reconviene nuevamente la abuela. —No entiendo. —Es complicado, pero la verdad, si te soy sincera, ni yo misma sé cómo terminé metida en este lío. —Es mi culpa —dice la abuela—, por eso ha pasado toda esta situación. —Abuela no entiendo —le dice Siena—, ustedes dos me volverán loca. —Azul es una princesa, esa es la verdad, ella es… es una princesa de Azzure —le dice sin atreverse a afirmar todavía que sea la heredera del trono, pues no sabe qué decisiones ha tomado su nieta en los dos meses que llevan sin verse. —Ahhh… —Así es —le dice Azul a su amiga del otro lado de la pantalla. —¡Cielosss!, mi amiga… una princesa —se queda consternada por unos segundos, todo es silencio y de pronto ella rompe a reír escandalosamente—, jajajajajajajajajajaja. —¿De qué te ríes? —le dice ella impresionada. —De todo eso, es como un karma del universo, pobres. —¿Qué? —Esa gente, jajajaja, mira que ser tú una princesa, esas pobres personas no saben lo que les espera. —Muy graciosa —le dice por la ocurrencia de su amiga—, mira, me he portado bien y he seguido sus reglas. —Jajajajaja, te deben haber hipnotizado seguramente. —Muy graciosa. —No, en serio, no me lo puedo creer amiga, esto es surrealista completamente, no me imagino lo que dirá Lola cuando se entere. —Seguro se reirá mucho al igual que tú, pero la cuestión es que esto no da risa, es serio, muy serio. —Hija, ¿qué te ha dicho la reina? —dice la abuela preocupada.

—Prácticamente nada, esa mujer se la pasa todo el tiempo ocupada, creo que no le caigo muy bien.—Mejor así. —¿Por qué? —No confío en esa mujer y te noto extraña hija, no dejes que esas personas te amilanen. —Abuela, no me presiones por favor, ya tengo suficiente con todo lo que tengo que hacer aquí, he tenido un montón de reuniones y de adiestramientos, es realmente agotador. —¡Qué emoción! —dice Siena. —¿Emoción? —Sí, es como en los cuentos, ¿vas a ser una princesa? No me lo creo, mi amiga una princesa, esto es ¡genial! —¿Genial?, vaya… usaría cualquier palabra menos esa para describir esto. La verdad, estoy cansada, aquí ya es tarde y debo dormir, mañana es el baile. —Hija, cuídate por favor. —Está bien abuela, las quiero mucho. —Nosotros también te queremos Candelita —le dice Siena sonriendo de oreja a oreja. Cierra la conversación, pero ahora siente la melancolía de no estar cerca de las personas que ama. Mira el precioso vestido, pero no siente la misma emoción que Siena, ella sabe la verdad acerca de esta vida, y está muy lejos de ser un cuento de hadas. No obstante, existe algo, Casper, su sonrisa, esos hoyuelos tan lindos que se le hacen en las mejillas y la manera de hablar tan descomplicada, todo en él es sencillez, aventura y le gusta mucho. —Casper… —dice el nombre y siente que ese chico le atrae mucho. Qué locura, apenas le conoce, solamente han compartido un par de veces, pero han bastado para que ella sienta que tienen mucho en común es su manera de ver la vida, no sabe cómo sea su hermano Valentine, pero por lo menos él es demasiado simpático. ¿Cómo puede ser posible que sean tan malos como la reina o Adele los describe?, no cree que sea así, seguro son exageraciones de estas mujeres. —Señorita —dice Lucían tocando la puerta. —Pasa Lucían. —¿Está todo bien? —Sí, ¿por qué? —Quería saber si necesitaba algo. —No, solamente quería saber, ¿recuerdas lo que me dijiste de ese chico…Valentine?, ¿es cierto que es tan odioso como dices? —Mucho señorita —dice poniendo los ojos en blanco. —Pero… su hermano es bastante agradable. —¿Así que ha tratado con él? —Sí, es un chico muy mono, no sé, simpatiquísimo, diría yo. —Sí, él siempre tiene ese efecto en las mujeres —dice ella sonriendo. —Pareces conocerlo mucho. —Jajajaja, no, jajajaja, pero lo he visto varias veces y el efecto que tiene en los demás, es como… no sé cómo describirlo, es como un aura.

Sabes, lo he observado, él llega a un lugar y todo sencillamente parece moverse alrededor suyo —no sé cómo explicárselo. —Eh… sí, sé exactamente a lo que te refieres —dice Azul evocando la forma como había entrado en el Festival Farnesio, y todos inmediatamente voltearon a verle, la manera de sonreír mientras sostenía la copa de vino, las chicas lo comían con los ojos, todos querían oír lo que tenía para decir. —Verdad, él es… encantador diría yo, creo que ese sería el término que usaría para definirlo. —Jajajajaja, exacto —dice Azul mientras se mira al espejo. —Usted es muy linda señorita, tal vez pueda hacer el milagro. —¿Cuál milagro Lucían? —dice ella arrugando el entrecejo. —El de hacer que el príncipe se enamore de alguien. —Jajajajajaja, no creo, sabes, no estoy interesada en hacer que nadie se enamore de mí, vine aquí solamente por trabajo. —Oh… bien —dice ella haciendo una mueca—, es una lástima porque yo pienso que ustedes dos harían una pareja perfecta. —Jajajaja, eso no existe Lucían, lamento dañar tu cuento de hadas. —Pienso que sí. Sabes, no me refiero a personas perfectas, sino a una pareja perfecta, esa que hace voltear miradas, esa que los demás usan como referencia para decir: “quisiera ser como ellos”, ¿usted me entiende? —Creo que no, pienso que ni tú misma te entiendes. —Jajajajaja, usted señorita… —le dijo asomándose al espejo donde Azul se seguía mirando —, tiene la capacidad y la belleza para tener al chico que quiera, incluyendo a un príncipe, a cualquier príncipe —le dice recalcando esa frase. —Bien, gracias, ahora iré a dormir —le dice sin dejar de sentir una tensión nerviosa, las mejillas se le han calentado, se ha ruborizado, se siente como una tonta, ¿desde cuándo le pasan estas cosas? —Muy bien señorita —le dice, entonces se retira silenciosamente. Se queda mirándose un rato más, a ella no le interesa encantar a ningún príncipe, pero sí le gustaría encontrar a alguien con quien compartir todas esas cosas que le gustan. Tal vez… no, eso es una tontería, lo que le acaba de pasar por la cabeza no tiene ningún sentido. Recuerda el día del Festival Farnesio, mientras Adele la obligaba a hablar con la Condesa Rodríguez y la marquesa de Davinia, ella no podía quitarle los ojos de encima a Casper, parecía tener hechizados a los embajadores de España y de Portugal, ellos reían y estaban completamente concentrados en lo que él decía. ¿Cómo lo hace?, se preguntaba. Esas mujeres le estaban provocando un aletargamiento que pocas veces ha sentido, su larga explicación sobre el festival de las rosas amarillas, francamente tiene un efecto soporífero. Apenas puede reconocerse con esos guantes y el vestido color rosa, ¡por todos los cielos! Estaba dejando de ser ella misma, como si hubiese entrado en una especie de metamorfosis. Pero había firmado, eso era lo único que tiene en su cabeza, como si eso justifica que se esté convirtiendo en Penélope Green o alguien así. —¿Entonces podemos contar con usted? —me dice la mujer con insistencia. —Eh… sí —le digo casi sin pensar, en ese momento mis ojos se encuentran con los de Casper, este me sonríe como si supiera exactamente lo que estoy pensando, entonces en ese justo momento se dirige hacia donde estoy. —Señoras… es un placer verlas nuevamente. —Su Alteza… —dicen ellas e instantáneamente siento cómo cambia la atmósfera del lugar.

—¿Supongo que están ultimando los detalles para el festival? —Así es. —Emocionante, ¿y quieren reclutar a la señorita Azul para todo eso? —Así es —dicen ellas emocionadas al unísono, Azul siente que es algo casi tenebroso la forma en cómo estas mujeres se expresaban, casi hiperventilando, tal parece que las flores amarillas eran muy importantes. —No creo que la señorita sea la indicada para esa empresa. —¿Por qué? —dice la Marquesa casi desilusionada. —Porque ella va a estar ocupada, le pedí que me ayudara con mi evento de la Cruz Roja. —Pero… —Lo lamento señoras, sé que es una verdadera lástima, pero estoy seguro que la princesa Oriana estará encantada, sé que sus sembradíos de rosas son los mejores de todo Azzure. —Eso es cierto —le dice la Condesa—, son preciosas, de hecho, sus fotos aparecieron en esta revista de arquitectura orgánica… ¿cómo se llama? —Ahí lo tiene. —Es una excelente alternativa —y le brillan los ojos—, gracias Su Alteza, entonces… —Discúlpennos, tenemos que ultimar detalles —dice y la toma por el brazo, llevándola lejos de las dos exasperantes mujeres. —Gracias… —De nada, jajajaja me debes ahora la vida. —¿La vida? —Casi un segundo más y esas mujeres te habrían enredado terriblemente, tienen la capacidad de hacerle la vida miserable a las personas, habrías muerto de aburrimiento si te dejo un momento más allí, jajajajaja. —Eres terrible. —Conozco a todas las personas de aquí. —A ver… —le digo retándolo y él empieza una especie de juego. —Señala a quien quieras. —Mmm, jajajaja, creo que eres peor de lo que imaginé. Casper la mira y tiene que admitir que ella de alguna manera le mueve el piso, no sabe si es por su actitud o son esos hermosos ojos que ahora se han tornado de un color amarillo intenso, casi verdes. No dejan de cambiar, eso le gusta, es como si siempre pudiera sorprenderse con ellos, son especiales, al igual que su dueña. —¿Qué? —Nada, nada, solo espero que señales a alguien del lugar. —Mmm, a ver… —pero ella también está observándole detenidamente, esos ojos azules son preciosos, es como si allí se hubiese detenido la magia. Le gusta esa especie de magnetismo que él tiene, no puede dejar de mirarlo, por fuera de la línea del iris poseen un color gris, dentro comienzan a aclararse y se tornan intensamente azules de una forma irreal, pero alrededor de la pupila son casi violeta, los ojos más raros del mundo, sin duda. —Estoy esperando. —¡Él! —dice ella. —¡Hey!, no señales así, debes ser más discreta, jaja. —Ok, lo siento. —Él es el Marqués de Mirasol, el hombre más aburrido que te encontrarás en toda la tierra, por el amor de Dios, nunca le hables de ese pañuelo que lleva puesto o te contará de su fastidiosa historia de la seda y cómo sus antepasados comenzaron su fábrica gracias a la ayuda del propio Marco Polo en persona.

—¿Marco Polo? —le dice confundida. —Así es, jajajajaja, y lo cuenta sin la versión resumida, para estar con él se necesita mucho alcohol, ¿ves? —le dice señalando a la mujer que está a su lado y que francamente tiene ganas de salir corriendo, se le nota en la cara. —Jajajajajaja, rayos… —dice en voz baja. —La rescataría, pero ella me cae francamente mal, así que la dejaré sufrir. —Jajajaja, eres malo. —Da gracias a Dios que te rescaté, sino todavía estarías ahí, así que no me molestes. —¿Y ella? —Esa es la esposa del embajador Thomas, una mujer agradable, pero bastante sosa, la pobre no tiene nada que hacer, y ves que al embajador se le van los ojos por la duquesa Maribel. —¡Oh cielos!, esto es todo un zoológico. —Así es. —No se cómo soportas esto. —¿Te digo un secreto? —Sí, claro. —Alcohol, jajajajaja, mucho. —No… —le dice ella asombrada. —No, jajaja, es mentira, esta es mi primera copa de la tarde. No, en realidad el secreto es seguirles la corriente mientras piensas en otra cosa, en algo más agradable, como… —Como ¿qué? —Como bañarse en el lago. —¿Bañarse en el lago? —O mejor en la playa… —¿Me estás proponiendo algo príncipe Casper? —Así parece, entonces… ¿te animas o no? —Pues… —Vamos, me pareces una chica valiente, o no, ¿será que me equivoqué contigo? ¿Será que eres una gallina? —¿Una gallina?, ¿qué clase de lenguaje es ese para un príncipe? —Sabes, te digo otro secreto, mi lenguaje deja mucho que desear, soy algo así como el príncipe mal portado, un completo desastre. —Vaya… eso me gusta. —Te reto, vienes o pensaré que eres una gallina. —Jajajajajaja. —A ver, espero tu respuesta. —Mmm, acepto —le dice Azul, a quien le gustan los retos, pero sobre todo las aventuras, y si es con un rubio guapo y encantador, mucho más. —Bien, eso me gusta, una chica atrevida, entonces planeemos nuestra huida. —¿Cómo se supone que haremos eso? —Espera y verás. —Ok —le dice ella expectante. Incrédula lo ve subirse al podio y tomar el micrófono, ¿qué le pasa a este hombre?, se ve tan seguro y… sexy.

Entonces comienza a hablar, no entiende lo que está diciendo, parece otra persona, se ve tan serio, todos le prestan atención, tiene una especie de don para manipular a los demás, sencillamente no puede dejar de mirarlo; como a propósito, un rayo de sol incide en su cabello y este parece destellar, es casi un ángel, cielos Azul, ¡qué estupidez!, se dice, piensa que está peor de lo que esperaba. —Bien, ahora, si son tan amables, podemos pasar a la excursión, los jardines de la princesa están a disposición de sus ojos y también de sus carteras —dice riendo y todos lo secundan. Baja rápidamente, se acerca a Azul y le sonríe, esta se siente hechizada por su magnetismo, ¿cómo lo hace?, se pregunta. —¡Es hora Azul, toma tus cosas y larguémonos de aquí!, le exclama. —Pero… —La princesa acaparará su atención, vámonos. —Eh… bien —dice tomando su cartera y él la lleva del brazo hacia su convertible descapotable. —Muy conveniente… exclama ella al ver el maravilloso auto. —Al fin somos libres —se sientan, él la mira de pronto—, ¿por qué no manejas tú? —le suelta. —No sé a dónde vamos. —Yo te indicaré, ¿o no te atreves? —¡Por supuesto que me atrevo! —Dice ella sonriendo de medio lado. —Bien —contesta satisfecho, eso es lo que le gusta, una chica atrevida, ¡bien! Se dice. Cambian de asiento, la mira, no titubea, ahí está esa tensión entre ellos que tanto le gusta, Casper piensa en lo linda que es. Como toda aventurera, Azul toma el volante, mientras él todavía está de pie. —¿Y bien? ¿Te quedarás ahí todo el día? —le dice con gesto decidido. —Genial —le contesta, siente un escalofrío en el cuerpo, el mismo que ya conoce, como cuando sus ojos destallaban con los fuegos artificiales en la azotea de la discoteca. —Entonces… —Bueno —se sienta y está emocionado, —Ok, ponte el cinturón amigo, ¡lo vas a necesitar! —Él no sabe qué pensar de eso. —¿Sabes conducir uno de estos? —¿Bromeas? —entonces enciende el auto, al mirar a Casper, se sonríe al ver su cara de asombro. —Dime ¿hacia dónde vamos? —Salgamos primero y… luego te lo diré. —¿Y esos? —dice ella mirando a dos hombres que vienen hacia ellos. —Son mis guardaespaldas, acelera. —Bien, jajajajaja. Ambos ríen, los hombres no los pueden alcanzar, Azul acelera más y salen rápidamente del lugar. —Vaya… eso estuvo cerca. —Sí, rayos, dime hacia dónde vamos. —Por aquí —le dice señalando a su izquierda.

—Bien. —Conduces bien. —Soy una experta. —¿Por qué? —le pregunta él con curiosidad. —Mi abuela es una loca al volante, con ella aprendí. —Pensé que me dirías que tenías un novio mecánico. —También, jajajaja, bueno, mecánico no, coleccionista de autos más bien. —Oh… vaya, un coleccionista. —Así es, de esos que le gustan envenenar autos, pasaba mucho tiempo ayudándolo. —Te gusta la mecánica entonces. —No mucho, pero sí aprendí muchas cosas con él. —Bien por ti —dice Casper, no sabe qué pensar, esta mujer siempre logra sorprenderlo. Un novio que colecciona autos… por todos los cielos. —¿Qué pasó? —Nada, es que eres una caja de sorpresas. —Ah… ya sé por qué lo dices. —¿Por qué? —Te aburre mi conversación. —No, para nada —le dice él asombrado—, creo que eres la persona menos aburrida que he conocido en toda mi vida. —Ah ¿sí? —Así es, tu ex novio te enseñó a manejar muy bien. —Gracias, pero no has visto nada —dice moviendo las cejas hacia arriba, varias veces. ¿Cuántos novios ha tenido esta chica?, piensa Casper, ¿todos habrán sido como el idiota de la discoteca?, pero no puede preguntárselo, ella no tiene idea. No le dirá nada, no puede, tremendo lío en el que está metido, se siente entre la espalda y la pared. Trata de recordarla con aquel disfraz y siente que esa corriente recorre su cuerpo, ¿cómo se verá en traje de baño?, se pregunta. —Me imagino que el agua debe ser muy fría. —No tanto en esta época. —Entonces ¿puedo bañarme? —Sí, esa es la idea, pero al sitio donde vamos, debes nadar bien.

—Soy buena nadadora. —No sé por qué no me extraña, parece que eres muy buena para muchas cosas. —Tengo mis habilidades, ahora, ¿te gusta la velocidad? —Bastante. —Veamos los que puede hacer este bebé. —¡Vamos! Ella acelera el auto y en segundos corre a más de 200, él apenas puede creerlo, Azul parece emocionada, le deslumbra y el viento azota con fuerza su cabellera, no puede dejar de mirarla, la luz incide en su pelo, lleva gafas negras… es tan… hermosa, cielos, su pelo es como fuego, ella es como fuego, se corrige. —¿Qué? —le dice riendo. —Nada, es que… olvídalo, no es nada. —Vamos, dilo. —Nada, que corres como una loca, es todo. —Jajajaja, vaya, no me digas que le tienes miedo a la velocidad, tú pareces un hombre aventurero. —Lo soy. —Entonces, te reto —le dice mirándolo directamente a sus delirantes ojos azules, siente un escalofrío al decirlo, como si estuviera a punto de meterse en algo que ella misma no sabe. —Tú lo quisiste, bien —le dice él y la mira decidido, tanto que se genera una especie de electricidad estática entre ambos. —A ver… —Te lo mostraré cuando lleguemos, me tendrás que demostrar que eres una mujer aventurera. —Ok, dice y no tiene la menor idea de lo que él está pensando. —Necesitarás un traje de baño. —Eso es cierto. —Te compraré uno. —No te he pedido que lo hagas, yo misma puedo comprarlo. —Ah… ¿sí?, si lo haces con tu tarjeta entonces nos encontrarán. —Oh… vaya, ni que fuese el presidente de la república. —Eres algo peor que eso —le dice él recordándole que prácticamente está a punto de heredar una corona, cosa que suele olvidar convenientemente. —¿Qué propones entonces? —Yo me encargaré —dice con voz enigmática. —¿Qué harás? —Tranquila, deja todo en mis manos. Toma el celular y entonces espera un rato, alguien contesta del otro lado.

—Logan, ¿dónde estás? —¿Logan? —Bien eh…, —y le hace señas para que no hable—. Ok, necesito que me ayudes con algo, sí, sí, ya lo sé, pero… no, déjame respirar, sabes que necesito recargar baterías, no puedo permanecer mucho tiempo allí. Vamos, anda, sí, exacto, eso es lo que necesito, habla con esa amiga tuya, la que tiene la tienda en Stefanos, exacto sí. No, no es nada de eso, esto es totalmente diferente, bien, ¿me vas a ayudar o no? Ok, gracias, está bien… Él cuelga el teléfono y Azul está a la expectativa de lo que le dirá. —¿Y bien? —le dice al fin. —Vamos a Stefanos. —¿Stefanos?, jajajaja. —Sí ¿sabes qué es? —He leído sí, aunque no lo conozco en persona. —Ya lo harás, cruza aquí, a la derecha —le dice. —Bien. Es una ciudad muy linda, tiene un encantador estilo de construcciones enteramente pintadas de blanco que a ella le recuerdan mucho las fotos de los pueblos griegos, entre esas escarpadas colinas. —Esto es maravilloso. —Sabía que te gustaría. —No lo sé, todas estas casas, prácticamente destellan, este mar es tan increíblemente azul, es casi neón. —Así es. —Quien haya hecho estas casas en esas laderas, definitivamente era muy temerario. —Las personas de Azzure solemos serlo. —Ya veo. Caminaron unos minutos y entonces allí estaba la tienda, eso había oído ella de la conversación que Casper sostenía con el tal Logan. —Entremos. —Vaya, muy lindo, con mucha clase —dice ella sonriendo. —Así es. —Su Alteza… dice una mujer joven y muy guapa. —¿Cómo estás Francine? —Tenía mucho tiempo que no venía por aquí. —Así es, traigo a esta linda señorita, necesita algo de ropa playera, creo que Logan ya lo ha arreglado todo.

—Así es señor, puede escoger todo lo que quiera. —Gracias, eres muy amable. —¿Así nada más? —le digo bajando la voz. —Así nada más. —Vaya… —Bien, tienes toda la tienda para escoger lo que desees —Ok, bien, te aseguro que tengo buen ojo para la ropa. —Lo sé. —¿Qué? —Nada, se nota que tienes buen gusto, aunque esta ropa no lo manifieste. —Jajajaja, sí, pero me obligan a usarla. —Bien, espera aquí. —No quiero que se nos haga de noche, bueno… —¿En qué estás pensando? —le dice ella arrugando el entrecejo. —En nada, jajajaja, no me mires así —le dice mientras adopta una pose recostándose en el sofá y colocando los brazos cruzados detrás del cuello. —Ten cuidado Su Alteza —le contesta ella señalándolo con el dedo índice. —Jajajajajaja. Oh… vamos, ¿te traigo de compras y así me pagas? —Bien, veré qué consigo. Él se queda sentado allí mientras Francine parece muy solícita sirviéndole, enseguida le trae champán y él lo acepta por cortesía. —Su Alteza, puede servirlo en algo más. —No gracias Francine, estoy bastante cómodo aquí en tu sofá. Azul ve cómo él se comporta, no está coqueteando con la mujer, pero ella parece derretirse, es una rubia encantadora, lleva el cabello recogido en un moño alto, labios rojos y un elegante conjunto de pantalón, sandalias altas de tiras, que dejan entrever sus dedos perfectamente manicurados en color rojo. Además, tiene una actitud muy sensual, pero él parece que ni siquiera se ha percatado, o sí, pero está tan acostumbrado a eso que ni siquiera le presta atención. Le parece increíble la manera como ejerce una especie de flujo magnético en las mujeres, no importa la edad, todas parecen caer, es una especie de don o algo así, se dice. Seguramente ella también ha caído, o no, quizá lo único que la salva es el recuerdo de André, su chico misterioso, ¿qué habrá sido de él?, se pregunta. Casper es muy distinto, por más descomplicado que sea, es un príncipe y eso siempre es un problema, incluso para salir solos deben escaparse de los guardaespaldas, seguro que ella también se meterá en un lío cuando vuelva a palacio, pero qué más da, ya está ahí y piensa disfrutarlo al máximo.

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