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Amor en la Red. Caminos Cruzados 2 – Mercedes Franco

El líquido del licor era de un color ambarino, yo le daba vueltas, lo observaba y aspiraba el delicioso aroma del wiskhy 18 años. A mi alrededor, se escuchaba el agradable sonido de una sonata de Bach, era uno de mis compositores favoritos y me ayudaba a relajarme cuando estaba estresado, lo cual era muy frecuente, ya que últimamente tenía una gran carga de trabajo. Me daba risa pensar en las tonterías que pasaban por mi cabeza años atrás, cuando pensaba que escribir y tener fama sería muy divertido. Definitivamente, a veces lo seres humanos somos muy estúpidos. Ahora estaba tratando de concentrarme porque andaba en medio de un bache creativo y necesitaba urgentemente hacer algo que valiera la pena. No podía seguir viviendo de mi último éxito; claro, económicamente sí, pero como escritor, tenía que reinventarme, crear algo nuevo. Recordaba la pasión que sentí cuando Ciudad Sol llegó a ser un éxito de ventas, era una especie de euforia, pero ahora todo eso se había apagado. La sensación era muy similar a cuando las personas consumen drogas, se emocionan al primer contacto, pero nunca más vuelve a ser el mismo, después buscan esa sensación, pero jamás lo encuentran. Para mí, la droga era Sol, mi sol, a la cual nunca más había vuelto a ver; ese fue el peor error de mi vida y no pasaba un día que no me arrepintiera de ello, claro, en retrospectiva, las cosas se ven muy fáciles, pero aprendí que una sola decisión puede cambiar tu vida para siempre. Ahora me confrontaba con el papel en blanco, la sensación del horror vacuo comenzaba a invadirme. —Hola Marisol, ¿cómo estás? —Hola cariño ¿qué pasa? —Necesito más tiempo. —¿Por qué?, ¿qué pasa? —No lo sé, no puedo concentrarme. —Mmm teníamos un acuerdo. —Lo sé pero… —¿Estás en un bache? Dime —Sí, no sé, no sé qué rayos me pasa. —Eso nunca te había sucedido, pero supongo que en algún momento ustedes se encuentran con eso.—Pues no lo sé, ¡maldita sea! No sé lo que pasa. —Bien, te digo lo que vamos a hacer, extenderemos el periodo, pero necesito que me des un adelanto ¿ok? No creo que se te haga tan difícil, ¡vamos, eres un escritor de renombre! —Está bien. Manejé por horas hasta que me sentí agotado, detuve mi auto en una gasolinera para descansar y reponer el combustible, era una de mis maneras para huir de los conflictos, dar paseos erráticos en mi vehículo. Luego, fui a una cafetería, pedí una buena taza de expreso fuerte, porque necesitaba despabilarme y sacarme toda la porquería que tenía por dentro. —Hola cariño, ¿quieres algo más? —me dijo la chica con exacerbada coquetería. —No gracias, le contesté secamente. —Mmm ¿seguro? —Me insistió con una deliciosa sonrisa. —Oh bien, ¿qué me puedes ofrecer? —Tengo un pay de ruibarbo ¡es delicioso! —Bien, dame una rebanada de eso —le dije para sacármela de encima. —¿A la mode? —Bien y tráeme otra taza de ese café. —Excelente decisión, el café lo cura todo.


—Eso espero. La observé y no estaba nada mal. Era delgada y con una graciosa coleta que le caía en suaves ondas de color castaño, tenía mil pecas en sus mejillas y una graciosa sonrisa de medio lado muy pícara. No apartó sus ojos de mí, mientras cortaba la rebanada del pastel, la analicé con más detenimiento y vi que tenía potencial, además podría ser un buen argumento para una novela, un hombre extraño que llega a un restaurant de camino y tiene una aventura amorosa con la hermosa camarera. Cuando ella se acercó y pude sentir su perfume, era una mezcla de diferentes aromas, tal vez champú con crema corporal, no sabía definirlo, lo cierto es que no era un olor puro ni refinado. Me sirvió el pastel y rozó mi brazo al colocar el plato en la mesa, la miré y ella me volvió a sonreír. —¿Puedo preguntarte algo? —me dijo. —Claro, dime. —¿Qué vas a hacer luego de que termines ese pastel? —¿Por qué? —Curiosidad. —Pienso tomar mi auto y conducir errantemente, tal cual como llegué hasta aquí. —Mala idea. —¿Tú crees? —Por supuesto, ¿tu madre no te dijo que era peligroso conducir por carreteras como estas de forma errática? —Mi madre no me dijo muchas cosas cariño —dije encendiendo un cigarrillo. —Mmm, pero tengo una mejor idea para ti. —A ver, cuéntame. —En una hora acabo mi turno. —Y… —Si me esperas, te llevo a mi casa y entonces te podrás relajar. —¿Tu madre no te ha dicho que no debes llevar extraños a tu casa? —Sí me lo dijo, pero nunca hago caso a ningún consejo que nadie me dé. —Malo, malo. —Jum, ¿entonces? —Entonces ¿qué? —¿Te atreves? —Está bien. Una hora después, la chica se movía rítmicamente sobre mí, era una deliciosa sensación, definitivamente ella sabía lo que hacía, me apretaba fuertemente y casi no podía moverme, la sensación era increíble, pero solo eso, un encuentro meramente carnal. Ella parecía disfrutarlo mucho, gemía y entrecerraba sus ojos diciendo un montón de incoherencias. Gritaba y luego del orgasmo se desplomó a mi lado, el desahogo me ayudó a coordinar mejor mis ideas. Cielos, estaba loco, acostarme con una mujer a la que apenas conocía, estar en ese lugar extraño sin ninguna idea de quién era esa persona. —Y ¿qué tal? ¿te gustó? —Me dijo mientras acariciaba mi espalda. —Estuvo genial.

—Para mí fue increíble. —Me alegro, eso está muy bien. —Mmm conozco esa mirada. —¿Cuál mirada? —Esa, sí, justo esa —dijo señalándome. —No sé de qué estás hablado. —Eres uno de esos. —Rayos mujer, habla claro —le dije un poco impaciente. —Estás pensando en otra mujer, en “esa mujer” —No sé de qué hablas. —Ya fuiste marcado. —¿Fui marcado? —Sí, eres de esos hombres que son marcados por una mujer, ¡oh te compadezco!, y si estás aquí conmigo es porque no tienes nada con ella o no te quiere, triste. —¡Oh cielos! Eres toda una psicóloga —le dije con sarcasmo. —No, no soy psicóloga, pero sé de hombres y esa mirada es… la he visto muchas veces cariño. —Como digas —le dije levantándome y poniéndome el pantalón. —¿Te vas? ¿Por qué no esperas que sea de mañana? Esta carretera es peligrosa. —Tranquila, no me va a pasar nada que ya no me haya sucedido. Ella no paraba de hablar, mientras yo buscaba el resto de mi ropa, la cual estaba regada por toda la habitación, me miraba con curiosidad, como analizándome. —Por cierto, me llamo Sol. Al oír ese nombre, sentí un vuelco en mi estómago, había pisado otra vez una trampa del recuerdo, y pensé en la primera noche que Sol y yo estuvimos juntos, la increíble sensación que ya no se comparaba con nada, y corroboré que ella era mi droga, la sensación del placer originario, algo inimitable, este burdo encuentro no era más que un chiste, un muy mal chiste. La Sol de mi historia era mi Dani, mi hermosa Daniela, esto no era casualidad. —Bien Sol, mucho gusto —le dije con sarcasmo. —¿Y tú tienes nombre? —Me llamó Sam. —¿Sam? Simpático nombre, nunca había estado con un Sam. Sabes, ese es el nombre de uno de mis escritores favoritos. —¿Sí? Qué bien. —Sam Dunn, ¡oh cielos!, él es el autor de mi novela favorita.

—Qué bien. —Espera aquí un momento. Ella salió disparada como un rayo y a los minutos volvió con un tomo de Sun City. —Aquí esta… tú, ¡oh rayos!, no puedo creerlo, jajajajaja. ¡Rayos, rayos! Tú, tú eres Samuel Dunn, ¡por todos los cielos! —Eso ya lo sabías, me imagino. —No, en serio, no lo sabía, no te habría seducido tan tranquilamente si hubiese sabido esto, creo que me habría congelado. —Mmm si tú lo dices, a ver ¿qué quieres?, un autógrafo, una foto, ¿qué quieres? —¡Oh vaya! No te maginé así, creí que eras más… —¿Más qué? —Sensible. —Jajajajajaja, soy un autor, mi trabajo es escribir historias, así es como funciona. —No, no te creo esto —me dijo agitando un ejemplar versión económica de mi novela. Es real, lo sé, es real. —Si eso te hace feliz. —No, lo veo en tus ojos, esto es verdad, esto te pasó a ti, por eso me gusta tanto, quiero un romance así como este. —Suerte con eso. —Es que yo…me sentía tan ilusionada de conocerte… —¿Y por eso fingiste que no sabías quién era? Por eso dices que te llamas Sol, vamos deja ya de fingir, tuvimos buen sexo, sí, lo disfrutamos, ahora cada quien sigue con su vida. —No soy ninguna loca, ni psicópata, solo quería vivir una aventura contigo. —Bueno ya la viviste, ahora volvamos a nuestras vidas normales. —Jajajajajaja, no tienes sentido del humor cariño. Anda, quédate y te haré algo que te gustará —me dijo haciendo un gesto con su mano muy sugerente. —No gracias, pero te agradezco la buena intención —dije dirigiéndome hacia la puerta. —Por cierto, me llamo Carla. —Mucho gusto Carla, me llamo Sam. —Sabes, esto será genial, esta es la mejor historia, ahora podré decir que estuve con Sam Dunn, el problema es que nadie me va a creer jajajajajaja. —Eso creo cariño, ¡qué mala suerte! Al mismo tiempo que ella lo dijo, todo cuadró en mi mente, era una idea genial para una historia, un escritor reconocido llega a un lugar situado cerca de una carretera, se acuesta con una extraña que juega a ser el personaje de su novela, ¡eres genial! Me dije. Gracias al destino por esta loca mujer, pensé y, además de todo eso, era una gran amante. —Bien cariño, ¿no me darás un beso? —Lo siento, entonces le di un beso en la mejilla.

—¿Podría tomarte una foto para que mis amigas me crean? —No creo que sea buena idea. —Ahhhhh, bien, entonces ¿puedes autografiarlo? —Me preguntó pasándome su libro. —Está bien. Di gracias a Dios al salir de ese sitio, casi llegué a pensar que esa mujer era una psicópata obsesiva. Seguí manejando en dirección contraria, repasé en mi mente todo lo que acababa de vivir, era una excelente idea, tal vez podría sacarle partido a esta aventura de camino. Sin embargo, no podía dejar de pensar que la sensación era muy distinta a la ilusión pura de mi primera novela. La carretera estaba muy oscura y sentía que se me cerraban los ojos por el cansancio; cuando llegué a mi casa, me tiré en la cama y prácticamente caí en estado de coma. A la mañana siguiente me despertó el sonido del teléfono, miré la pantalla y era Penélope, se me había olvidado que teníamos una cita para desayunar. Esta mujer se ponía de muy mal humor cuando la dejaba esperando. —Bien Samuel ¿dónde estás? —Lo siento cariño, me quedé dormido. —Esa no es excusa, tengo 20 minutos esperándote. —Está bien, me baño y salgo para allá. —Te quiero aquí en 20 minutos. —Sabes que eso es imposible. —Hazlo posible, tú eres experto en eso ¿no? —Está bien. Me di una ducha rápida, observé mi rostro en el espejo y estaba desencajado, tenía unas terribles ojeras y mi cara estaba un poco pálida, ya me hacía falta un buen bronceado. Me puse un suéter gris y unos jeans gastados, me peiné y observé el crecimiento de las canas en mi cabello y barba; otra cosa que percibí fue una ligera arruga en mi frente, ¡estaba envejeciendo! —¡Oh vaya!, me alegra verte, qué honor. —No estoy de humor para sarcasmos. —Cariño, tú estás de humor para lo que yo quiera. —Bien, dime. —Tenemos que planificar la gira del libro. —Te recuerdo que todavía no hay un libro. —Pero lo habrá ¿no? —Sí, lo habrá. —Bien, entonces no veo por qué no podemos comenzar a realizar nuestra planificación. —Sabes, añoro esos tiempos en los cuales un escritor hacía una novela y ella se convertía en el centro de todo, día a día iba escribiendo en su máquina, las letras saltaban y todo iba tomando forma.

Después la editaba, y cuando la novela salía y los lectores la valoraban por su calidad, por el contenido. Ahora todo es marketing y publicidad, giras y redes, fotos y resulta que el escritor es más importante que lo que escribe. —Jajajajajaja, eso es lo más estúpido que he oído, siempre ha sido así, claro con otros recursos, en otro contexto, tú eres joven aún, pero yo conozco de este mundo, así que hazme caso. —Te he hecho caso desde que tenía 20 años. —Y mira lo bien que te ha ido. —Si lo ves así. —No me digas que ya no disfrutas de esto, la buena vida, tu carro último modelo, las chicas que prácticamente se lanzan sobre ti, poder comprar lo que quieras, incluyendo la casa de tu madre…y muchas cosas más. —No hables de mi madre. —Su tratamiento, tu mansión, el apartamento en New York, las vacaciones a Saint Moritz, las premiaciones, el guión adaptado al cine, un probable Oscar… —Bien, basta, ya entendí el mensaje. —Bien, entonces dejemos este tonto tema de lado y llamemos a Lucille para planificar la nueva gira del libro ¿te parece? ¿Me dejas hacer mi trabajo? —Bien, haz lo que quieras —le dije levantándome. —¿A dónde rayos se supone que vas? —Necesito respirar, necesito caminar un buen rato. —No sé qué te está pasando. Salí de ese lugar asfixiante y caminé sin rumbo por un par de horas, el sol era abrasador. Entré en un centro comercial y recorrí erráticamente por las tiendas y pasillos, miré las vidrieras sin enfocar mi atención a nada en particular. Llegué a una librería y me puse a curiosear en la vidriera, allí estaban algunos de mis libros y me dio risa el estúpido afiche donde estaba con una pose totalmente cliché promocionando “Sin destino”, una de mis nuevas novelas. Miré hacia el lado izquierdo de la tienda porque algo llamó mi atención, era una mujer morena, alta y hermosa, con una larga y lisa cabellera que le llegaba a la espalda en color castaño claro. La observé bien, estaba curioseando en los estantes, vestía una chaqueta estampada, camiseta, jeans negros de diseñador y unos sexy estiletos negros. El corazón empezó a acelerarse en mi pecho, entré en la librería, caminé detrás de ella, entonces la perdí y comencé a buscarla por los pasillos, no la encontraba, recorrí cada uno hasta que al final la vi, estaba detenida frente a la sección de novelas románticas, justo donde estaban mis libros. Parecía admirar mi afiche, no podía creerlo, avancé lentamente lleno de incredulidad, casi sentía que se me escapaba el aliento, me acerqué más hasta que sentí su olor característico a flores y frutos cítricos. —Hola —le dije. Ella volteó rápidamente y pude percibir esos ojos color sol, era increíble, estaba más hermosa que nunca, la edad la embellecía y le daba un toque de madurez que, en su tipo de mujer, lograba acentuar la sensualidad característica, como sucede con los buenos vinos. —Samuel, Samuel Dunn. —Daniela …

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