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Amor en la Red. Caminos Cruzados 1 – Mercedes Franco

Sentía como si estuviese haciendo algo ilegal, era increíble que me atreviese a acudir a esa invitación, mi mente me repetía que era una completa locura, pero mi corazón no entendía de razones. Esa noche no pude dormir, di muchas vueltas en la cama tratando de conciliar el sueño; al otro día me levanté arrastrando los pies, con la cara terriblemente demacrada. —¡Genial! Me dije al mirarme al espejo, parezco un maldito zombi. Cepillé mis dientes y luego bajé a desayunar, preparé unos deliciosos huevos revueltos para mi hermano, mi madre y yo; éramos como los tres mosqueteros, a pesar de todos los problemas que estábamos pasando, tratábamos de mantenernos unidos. Hice café y pan tostado, el olor que despedían los huevos, en combinación con el poco de tocino que encontré en el refrigerador, era delicioso. Salí y tomé el periódico que un chico dejaba todos los días afuera de la puerta, con este en la mano me senté en el desayunador, ellos todavía dormían, mientras leía las noticias. A mis diecinueve años, parecía mucho mayor, siempre preocupado por los demás; informado de la realidad que acontecía y todo el tiempo ansioso por lo que pasaría en el futuro. Muchos me consideraban un viejo prematuro y otros como “un buen muchacho”; se puede decir, que no era el galán de la universidad, ni el chico más codiciado, nada que ver, tampoco era el nerd ni el más estudioso. En realidad, no era nada. Pero no me importaba eso, bueno, hasta el día que ese acontecimiento hizo cambiar todo, y ahora me iba a encontrar con mi destino, era como echar la suerte con una moneda, sólo tienes 50% de probabilidades para ganar. Nunca había aceptado una invitación como esa, pero qué podía perder, algo me decía que ese día sería inolvidable. No le dije nada a ninguna persona, quería reservarme esto para mí, porque era demasiado especial, nunca viajé de una ciudad a otra, lo único que había recorrido a solas eran 20 kilómetros entre mi casa y la hacienda de mi abuela. Me sentí el chico más valiente por hacer eso, ¡qué ingenuo! Eso era lo más atrevido que hice hasta ese momento. Cuando llegué a esa otra ciudad, estaba con la boca abierta, era mucho más grande y sofisticada, la mía era casi un pueblito, sentí un poco de temor. Entonces la llamé como acordamos, me quedé ansioso esperando para ver si era realmente como me había dicho. Me sentía muy emocionado, lleno de miedo, ansiedad, pero al mismo tiempo muriendo de la emoción. Estuve por un largo rato esperándola y ya casi estaba pensando en irme, cuando al mirar hacia una esquina, vi una despampanante chica mirándome fijamente ¿sería ella? Me sonrió y saludó agitando su mano desde el otro lado de la calle, no podía creer mi suerte, su larga melena oscura y piel de profundo color canela me provocó un fuerte retorcijón de estómago, yo también la saludé y me sonrió. Ella cruzó la calle, y a medida que se acercaba a mí, sentí mi corazón latir cada vez con mayor fuerza, usaba unos minishort de jeans y una camiseta blanca, no pude dejar de contemplar sus espectaculares piernas, torneadas y de un exquisito color, parecían tener un delicado brillo iridiscente, sentí una sensación eléctrica avanzando por todo mi cuerpo. Sentí euforia, esa sensación que se desata cuando haces algo nuevo, sentí que esto era especial, pero en ese momento ni remotamente me imaginé todo lo que significaría para mi vida. Era un poco más baja que yo, así que pensé era un portento de mujer, la morena más hermosa que había visto en toda mi vida. Capté su aroma, una mezcla de flores y frutos cítricos, era una esencia embriagadora, su cabello se movía suavemente, una cascada de rizos que le caían hasta la cintura, abundante, hermoso y suave, tanto que quise enterrar mi cabeza y aspirar toda su esencia. Pero lo que más me impresionó fueron sus ojos, de un color cambiante, desde lejos parecían pardos, pero a medida que se fue acercando, me di cuenta que con el sol parecían de un intenso color miel y luego al acercarse más, algunos matices verdosos se asomaron dejándome estupefacto, no tenía palabras para describirlo, así que simplemente decidí llamarlos color sol, eran tan hermosos que para mí brillaban como dos gemas únicas. La tuve cara a cara, tenía una sonrisa de oreja a oreja y un gesto amable, pero al mismo tiempo me di cuenta que era muy segura de sí misma, y muy sexy también. —Hola ¿Eres Samuel? —Sí, pude contestar a duras penas. —Yo soy Daniela.


—Yo soy Samuel. —Jajajaja, sí ya me lo dijiste. A duras penas podía contestarle y me sentí como un tonto, ella por su parte se mostraba muy desenvuelta, se notaba que tenía experiencia en relaciones con chicos, y cómo no, si era la mujer más atractiva que había conocido en toda mi vida. Con un gesto de su mano cambió su hermoso cabello de un lado al otro, entonces me dio un beso en la mejilla. Sentí un ligero cosquilleo recorriendo mi cuerpo. Ella era toda gestos, coqueta y destilaba un aire de sensualidad que me atraía como la miel a las abejas. En ese momento, empecé a pormenorizar cada detalle, todos esos aspectos individuales que la hacían tan única. Ese fue el comienzo de lo que se podría catalogar, como uno de los mejores días de mi vida. No sabía si ella tenía en mente conquistarme o si realmente era por naturaleza seductora, pero igual lo estaba haciendo y sin esforzarse demasiado. —No pensé que vendrías Sam ¿puedo llamarte así? —Sí, eh, te dije que vendría, siempre cumplo mis promesas. —Mmm —me dijo recorriéndome con la mirada, soy una desconocida ¿no te da miedo? —No, ¿por qué? —Porque existe la posibilidad que te secuestre. —También existe la posibilidad que yo lo haga —le dije siguiendo su juego. Ella sonrió deliciosamente mostrando su perfecta dentadura blanca como nácar, caminamos varios minutos por un camino rural, alrededor pude observar algunos complejos industriales y, del otro lado, un maizal abandonado que le otorgaban al paisaje un aspecto lúgubre y decadente. Nos fuimos acercando a una casa que poseía un estafalario color verde, que la hacían muy distinta a las demás del vecindario. —Ya llegamos —me dijo efusiva—, vamos ¿te vas a quedar allí parado? —Eh no —le dije un tanto descolocado por todas las emociones nuevas que estaba experimentando. Entramos y era la casa con la decoración más extraña del mundo, una mezcla de los años setenta con visos de la cultura zen. Adentro, estaba su madre, una mujer de unos cincuenta años muy bien llevados, delgada y atractiva, que vestía un tanto sensual, ahí supe de dónde había salido tanta belleza. —Hola, soy Jazmín Deveraux —me saludó efusiva—, ¿así que tú eres Samuel? Yo me sorprendí que supiese quién era yo, no estaba acostumbrado a contarle mis cosas a nadie y era muy reservado, así que me pareció extraño que su madre supiese de mí. —¿Cómo está? Sí, soy Samuel. —Bien —dijo como aprobándome y mirando a su hija con un gesto pícaro—, eres muy guapo. —Gracias, usted también. —Gracias, me lo voy a creer jajajaja. Enseguida me invitó a comer, mientras nos dirigíamos a la mesa, vi que bajó un hombre blanco de unos sesenta años, alto y en buena forma, de cabello rubio y profundos ojos azules. Entonces, me sonrió y le dio un beso en los labios a Jazmín, muy a mi pesar, me pareció muy extraño que un hombre blanco estuviese allí con ella, sé que sonaré como un integrante del Ku Klux Klan, pero así me criaron, sintiendo que los negros eran una cosa y los blancos otra, sí, aún en pleno siglo XXI. Traté de disimular mi turbación, nos sentamos a la mesa y Jazmín, con ayuda del hombre, sirvieron la comida, ambos parecían muy compenetrados y se notaba a leguas que tenían una excelente química, reían y se tocaban constantemente, Daniela parecía impasible ante los arrumacos y gestos que hacia su mamá con el hombre.

—¡Oh Samuel! ¡Qué mal educada soy! Mira, te presento a Thomas, mi pareja. —Hola chico, ¿cómo estás? —Hola ¿cómo está? —¿Tú debes ser el novio de Daniela? —Nooo —dijo y luego me di cuenta que había metido la pata. —Jajajajaja, tranquilo Sam, yo no muerdo. —Eh, lo que quise decir es que… —Tranquilo jajaja era una broma —me dijo el hombre con un acento estadounidense. La comida estaba excelente, ese fue el mejor pollo parmesano que probé en toda mi vida y por casualidad era uno de mis platos preferidos. Las siguientes horas pasaron volando, entre risas y conversaciones acerca de películas, música, libros, ella era más profunda de lo que noté a primera vista, con una seguridad y empuje que había visto en pocas chicas de su edad, era una mujer fuerte, al igual que su madre. Con ella hasta los temas más trillados sonaban interesantes, era increíblemente madura para su edad. Al terminar, ayudé a su mamá a lavar los platos como retribución por la deliciosa cena. —¡Oh! —Le diré a Daniela que te traiga seguido, eres el único chico que ha venido y me ha ayudado a lavar los platos. —¿El único chico? —Le dije dándome cuenta que era uno más entre tantos. —Sí, el único que me ha ayudado —dijo ella sin captar mi reacción. Yo creía que al caer la tarde volvería a mi casa, pero me di cuenta que Daniela había desaparecido y cuando le pregunté a su madre —me dijo que se estaba arreglando. Efectivamente, unos cuarenta minutos después bajó las escaleras y casi me deja sin aliento. Ella bajó lentamente, tenía puesto un minivestido rojo con unas sexy botas caladas que dejaban ver sus uñas pintadas en rojo intenso, su cabello caía como una cascada, arreglado de medio lado, era lo más sexy que había visto en mi vida. —¿Supongo que vas a salir conmigo a la disco? —dijo haciendo un gesto coqueto, de lo contrario te quedarás aquí, durmiendo a solas como un bebé jajajaja —dijo con sarcasmo. —¿A la disco? —Le dije un tanto nervioso. —Sí, ¿no me digas que nunca has ido a una? —La verdad, mmm, no, nunca. —Jajajajaja. ¡Oh pobre!, pero eso lo solucionaremos hoy mismo. —No tengo ropa para la ocasión. —Tranquilo, de eso me encargo yo, soy muy buena con la ropa y Thomas tiene mucha, no creo que se oponga a prestarte algo, creo que deben ser de la misma talla. —Ok —le dije un tanto dubitativo. —Será tu primera vez entonces —me dijo con una voz muy sensual que me hizo temblar de pies a cabeza. No quise ni imaginar lo que pensaría mi madre de todo eso, de solo pensarlo me llenaba de miedo, era increíble que fuese tan valiente para atreverme a desafiar sus creencias y todo lo que me inculcaron de pequeño. —A ver ¿por qué estás tan nervioso? ¿No me digas que tu mamá no te deja salir a discos? —Algo así —mentí.

—¡Oh vaya! Pobrecito —me dijo haciendo un hermoso puchero, ¿me meteré en problemas con ella?—Es bastante probable —le dije jugando, pero era totalmente cierto, solo que no por las razones que ella creía. —Lo valdrá entonces —me dijo guiñando un ojo y riendo con picardía. El lugar estaba atestado, muchos tenían un aspecto open mine, algunos estaban fumando y otros perdidos con la mirada en el aire, por todos lados había licor y un ruido ensordecedor, nada de eso tenía mucho sentido para mí. Ella me prestó una franela negra de marca y unos jeans oscuros con una chaqueta de cuero negro, su padrastro tenía mucho estilo que yo, además de mucha suerte por vivir con esa mujer tan encantadora. La ropa no encajaba conmigo, yo era un chico más bien sencillo, mi idea de estar a la moda era una camiseta, jeans gastados y zapatos deportivos, con esto me veía completamente diferente. Allí me presentó dos de sus mejores amigos Luis y Cindy, él era alto y muy risueño, todo lo que decía sonaba hilarante, como si estuviese en un show de comedia. Ella, por su parte, era muy atractiva, de profundos ojos negros y cabellera rubia que contrastaba con su piel oscura y hermosa, era unos tres años mayor que nosotros, pero físicamente no se notaba para nada la diferencia. Hablamos de distintos temas, ellos eran más profundos que todas las personas que había conocido, mientras mis amigos siempre reían por tonterías, y su idea de divertirse era tomar licor en una esquina, en cambio los amigos de Daniela conversaban acerca de los problemas ambientales, la ecología, los viajes que pensaban hacer por Europa y otras partes del mundo, sus proyectos de vida y sueños; Cindy nos relató su experiencia trabajando en un restaurant en la Toscana y cómo pensaba abrir el suyo. Me sentí como un tonto que no tenía ningún rumbo en la vida, fue como un sacudón en mi mente, me di cuenta que necesitaba madurar, porque era un completo idiota. Tomamos tantos tragos que a medianoche me sentía como en una especie de trance, Daniela me sacó a bailar y yo parecía un experto, o al menos el licor me hacía pensarlo, sus sensuales movimientos me estaban enloqueciendo, todo a mi alrededor perdía sentido porque mis ojos solo estaban enfocados en ella. Sentía una inexplicable atracción hacia ella, era como una fuerza magnética que me atrapaba y de la cual no deseaba escapar. Ella movía sus caderas de una manera muy erótica, quería pegarme a su cuerpo, tomarla entre mis brazos y hacerle un montón de cosas, me sentía desinhibido por la sensación de energía producida por el licor y el semianonimato en el que me encontraba. Esos ojos me tenían trastornado, era como una pantera, esa mirada felina me tenía enloquecido, estaba muy cerca de mí, se acercó y casi pega sus labios a los míos, cuando de pronto sentí un golpe por la espalda, y antes de reaccionar, ya estaba en el suelo con un fuerte dolor en mi parte posterior. Eran unos vendedores de drogas que peleaban por su territorio, uno de ellos sacó una pistola y las personas comenzaron a gritar y correr hacia la salida, todo se volvió un caos y confusión, yo me quedé petrificado, nunca había visto una pistola tan cerca en toda mi vida, una gota de sudor frío corrió por mi frente. Veía hacia todos lados tratando de buscar a Daniela, pero no estaba, me puse muy nervioso pensando qué le había pasado, la busqué por todos lados, pero no la conseguí. Estaba desesperado, creí que le había sucedido algo malo. De pronto entró la policía y comenzaron a poner orden en el lugar, apresaron a los dos chicos que drogados hablaban un montón de incoherencias, fueron los minutos más largos de mi vida, un grupo de personas nos colocamos alejados de la pista tratando de protegernos de una balacera, pero poco a poco los policías lograron restablecer el orden, entonces pude salir y allí fuera estaba Daniela con sus amigos, preocupados, buscándome entre la multitud. Ella corrió hacia mí muy preocupada, entonces me abrazó y se me quedó mirando fijamente. —Samuel, dónde estabas, ¿estás bien? —Me preguntó evidentemente conmocionada. —No sé qué ocurrió, todo fue tan rápido y cuando estábamos… eh… y bueno sentí un golpe y luego ya no estabas, yacía en el piso, me golpeó muy fuerte aquí en la espalda —le dije señalando el lugar. —Pero ¿estás bien? —Me dijo, mientras me revisaba. —Sí, tranquila, estoy bien, te busqué adentro y pensé que te había sucedido al malo, me asusté mucho. —Yo igual, casi muero del susto con esto, fue terrible, me siento mal por traerte arrastrado hasta este lugar, de solo pensar que te pudo pasar algo malo yo… —y se le salieron unas lágrimas. —No, no te pongas así, tranquila, todo está bien, cómo podrías saberlo, esas cosas pueden pasar. —Dios, qué terrible esto.

—Calma, tranquila, es mejor que nos vayamos. —Está bien, tienes razón —dijo apoyándose en mí. Con el terrible susto todo efecto etílico desapareció mágicamente de mi cuerpo, al pasar el rato nos reímos de lo sucedido, mi cara de susto y la de ella, todo fue un completo absurdo; sin embargo, no quería admitir por escrúpulos de hombría que realmente me había asustado y que me sentía traumado desde que el hombre sacó esa pistola tan cerca de mí. Esperamos un taxi, mientras Luis y Cindy ya se habían ido a sus apartamentos respectivos. Entramos en la habitación con cuidado para no hacer ruido, yo tenía una idea dándome vueltas en la cabeza, pero no me atrevía a decirla por temor a sonar como un estúpido. —¿Te puedo preguntar algo? —Dime. —¿Dónde voy a dormir? —Aquí conmigo obvio —me dijo con naturalidad. —¿Aquí? —Sí, ¿tienes algún problema con eso? —No, te pregunto porque tal vez tu mamá… —¿Mi mamá? Jajajaja. Mi mamá es una mujer de mente abierta, ¡Oh por Dios Sam! ¿Qué edad tenemos? ¿10 años? Tú tienes diecinueve y yo 20, somos dos personas adultas, no hay problema. —Es que… —Al menos que quieras dormir allá abajo con mi gatita “Lola” jajajajaja. —No —dije y sentí que se me subió la sangre al rostro. —Tranquilo, no voy a abusar de ti mientas duermes jajajaja, ¿aunque no sería mala idea?, podemos dormir ambos aquí o como quieras, puedo prepararte una colchoneta aquí en el piso, igual vas a estar cómodo. —Está bien —le dije un poco serio por la terrible sensación de pena. —Me imagino que te estrás preguntando por el libro. —Eh, la verdad lo había olvidado, pero ya que lo mencionas. —Lo tengo todavía en mi viejo departamento, pero cuando lo traiga te lo mostraré. —Perfecto —le dije aliviado de cambiar el tema. Ella preparó mi improvisada cama y entonces me acosté, miré a mi alrededor y me sentí extraño por estar en ese lugar desconocido. Daniela fue al baño y se cambió, traía una pijama corta de color rosa que deja ver sus bellísimas piernas. ¿En qué tortura me había metido?, ¿cómo estaría toda la noche durmiendo al lado de esa mujer? —Te puedes cambiar en el baño —me dijo sonriente. —Está bien, eh ¿me puedo dar una ducha? —Claro tonto, en el baño hay toallas, si quieres te puedo conseguir un pijama de Thomas para que estés más cómodo. —No tranquila, me pondré mi ropa, hace frío, está bien. —Ok, como quieras. Entonces fui al baño y me di cuenta que estaba excitado, tuve que darme un ducha fría con todo y la desagradable temperatura, no quedaba de otra. Cuando volví, me sentía un poco más calmado, Daniela yacía en la cama en una pose totalmente sensual, no entendía cómo podía ser sexy hasta en pijamas para dormir.

—Sam, quería pedirte disculpas. —¿Por qué? —Le dije extrañado. —Por todo lo que pasó. —¡Oh no, tranquila! Eso fue un incidente, nadie tiene la culpa. —Sí, pero te insistí que fueses, no quiero ni imaginarme… —Olvidemos eso, la verdad quiero olvidar todo eso. —Está bien, como quieras. —¡Vaya debut!

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