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A Pesar De Todo… Sigo Siendo Audaz – Rosirys Rondon

—¿Tienes todo lo que necesitas? —preguntó Alejandra desde la puerta de su oficina. —Sí, tengo todo —suspiró— creo que no se me olvida nada —dijo mientras revisaba uno a uno los documentos de la carpeta que contenía los diseños, la planificación y el presupuesto que dejó Elena antes de marcharse— ¿Cuándo es que regresa Elena de su Luna de miel? —preguntó algo ofuscada, sabía la importancia que tenía para la empresa conseguir este nuevo contrato, aunque era su especialidad, ya que se trataba de un macro evento, era su amiga la experta en las negociaciones. Alejandra rió, lo nervios estaban impacientando a su socia, que aunque trataba de dar la impresión de tener todo bajo control, fracasaba estrepitosamente en el intento. —Tranquilízate todo saldrá bien —declaró sosegadamente, como lo haría una madre a una hija. —Recuérdame entonces por qué es que no pospusimos esta fulana reunión para cuando ella regresara —respondió impaciente ante la responsabilidad que tenía por delante. Camila nunca se había considerado una persona temerosa ante los retos que debía enfrentarse, todo lo contrario, era regularmente ella la que animaba a sus amigas cuando, al inicio de su incursión por el mundo empresarial, encontraban trabas que les impedía avanzar al ritmo y en la dirección que habían planificado, desanimándolas hasta el punto de querer tirar la toalla. Siempre veía el lado positivo de las cosas, buscando algo que aprender o que enseñar, pero esta vez, no podía controlar sus nervios, desde que se había levantado esa mañana nada le había salido bien, primero tuvo que terminar de ducharse con agua helada, porque a mitad del baño, algo se dañó con su calentador, tendría que llamar al plomero, recordó, luego se vio obligada a cambiar la ropa que había planificado utilizar ese día, porque se percató que tenía unos problemas con la costura, ¡cómo envidiaba a los hombres! Mientras que las mujeres, pensaban y se combinaban desde los zapatos hasta el peinado que usarían, a ellos solo les hacía falta una simple ducha, un traje, una corbata y listo ya parecían estrellas de cine. —Porque el cliente lo exigió —se burló Alejandra sacándola de sus cavilaciones— además hay que aprovechar de presentarle al dueño antes que tenga que viajar nuevamente. —Claro, hay que complacer al cliente —respondió antes de agregar—. ¿Cómo es que se llama? —Matthew Johnson —respondió. —Me voy —dijo, mientras repetía varias veces en su mente el nombre de la persona con la que iba a reunirse— quiero llegar temprano para comerme algo en el centro comercial antes de la reunión. —¿Vas en taxi o en tu carro? —quiso saber su amiga, cuando ya Camila alcanzaba la puerta de su oficina. —En el carro —respondió, en un principio había pensado que era mejor trasladarse en un taxi, de esa manera no tendría que preocuparse por estacionar, sino que se dirigiría directamente a la oficina donde la esperaban, pero luego se decidió ir con un par de horas de antelación así podría familiarizarse con el ambiente y estar más tranquila al momento de entrar en la sala de conferencia —. ¿Estoy bien? —preguntó a tiempo que se daba vuelta para quedar frente a Alejandra que la escaneó con una ligera sonrisa. Camila vestía un pantalón marrón y una blusa blanca, el cabello lo tenía suelto y completaba su atuendo con un vistoso collar de piedras que hacían juego con el color de su pantalón y cartera. —Voy a dejar la chaqueta —señaló, antes de que su amiga emitiera algún juicio. —Mejor llévala —le recomendó— así tienes la opción de colocártela o no cuando llegues al lugar, total vas en tu coche. —Tú siempre piensas en todo —respondió Camila que ya estaba cerca del lugar donde había colgado su chaqueta. —Conociéndote, si la dejas al llegar lamentaras no haberla llevado. Durante el camino, colocó música a un volumen elevado en su carro, cantaba las canciones mientras manejaba, esa era su manera de controlar los nervios, a medida que se acercaba al lugar, comenzó a repasar todo la información que su amiga le había suministrado y que habían discutido durante horas. Al bajarse del vehículo comprobó que faltaban dos horas para la cita, el tiempo necesario para que pudiera comerse algo, tomó la chaqueta, pero al darse cuenta que el calor estaba un poco más elevado que lo que le hubiese gustado desistió de usarla y la dejó. Recorrió los establecimientos de comida y se decidió por una ensalada, quería algo liviano que no le causara pesadez o sueño, sabía que era un error dirigirse a una reunión con el estómago vacío, el hambre podía contribuir a tomar decisiones fatales, pero el exceso tampoco era una opción, nada peor que la somnolencia para hacer creer a sus interlocutores lo poco que los tomaba en serio. Tomó asiento y disfrutó de su almuerzo lentamente, al comprobar que sólo faltaban treinta minutos para su reunión, se colocó de pie y comenzó a andar cuando reparó en los helados que ofrecían uno de los establecimientos, el tiempo no era algo por lo que debería preocuparse, por lo que no pudo resistir de aplacar su inquietud con una deliciosa golosina. —¿Qué desea? —preguntó el encargado cuando se acercó al mostrador. —Quiero uno de dos sabores por favor —contestó alegremente, ya en su mente saboreaba el frío y la textura del helado derritiéndose en el interior de su boca.


—¿Barquilla o en copa? —En copa —respondió, aunque le encantaba la barquilla, no podía arriesgarse a ensuciarte minutos antes de su reunión. —Que sabores desea. —Fresa y chocolate —esa era su combinación favorita, aunque si hubiese dispuesto de más tiempo el envase hubiese sido el doble del tamaño que ahora le entregaban. Decidió acercarse al área de los ascensores mientras degustaba de su postre, el helado fue una excelente idea, pensó cuando reparó en que había logrado aplacar la ansiedad que sentía incluso desde la noche anterior. Escuchó la melodía de su móvil, seguro era Alejandra para asegurarse que no se entretenía en alguna tienda, sonrió, sus movimientos eran descoordinados y algo torpes mientras trataba de alcanzar el aparato que de alguna manera había alcanzado las profundidades de su bolso, la carpeta se encontraba presionada entre su brazo y su dorso mientras que su otra mano se ocupaban de la cucharilla y el envase del helado, fue una pequeña victoria cuando logró tomarlo y sacarlo de su cartera mientras doblaba una esquina. Como su atención estaba en el teléfono y en el helado, no vio al hombre que la tropezó, haciéndole caer todas sus carpetas al piso y que estampó el helado contra su pecho. —¡Mier…! —expresó el extraño al sentir el golpe, cuando vio lo sucedido se retractó lo más rápido que pudo— oh señorita, lo lamento —trató de ocultar sin ningún resultado la risa que le daba lo ocurrido. Camila reparó el estado en el que se encontraba, el helado manchó toda su blusa, los documentos que hace tan solo segundos se encontraban resguardados en la carpeta bajo su brazo ahora se encontraban esparcidos a su alrededor y el causante de todo aquello estaba impoluto, como si una barrera protectora lo hubiese protegido del desastre y además estaba riéndose, enardeció en cólera, de alguna manera aquel hombre con acento extraño, tenía que pagar por lo que le había hecho, alzó la vista de sus papeles y sonrió. —No te preocupes cariño —respondió con un nivel de sarcasmo tan alto que era capaz de envenenar hasta causar la muerte a quien lo escuchara— por casualidad ¿podrías decirme el mes en el que cumples años? La escena era irreal, frente a él se encontraba una hermosa mujer, bañada completamente de helado y con una expresión de pocos amigos que trataba, sin un buen resultado, de ocultar tras una sonrisa, preguntándole no su nombre sino el mes de su cumpleaños. —Marzo —respondió dubitativo, aun sin saber la razón por la que contestaba aquella interrogante—. ¿Por qué? —no pudo reprimir la curiosidad. —Porque acabas de ganarte un premio —dijo Camila triunfante y antes de que pudiera reaccionar se acercó y lo abrazó apretujándolo manchando también la camisa del hombre. Sonrió, ahora su expresión de triunfo iluminó su rostro— ahora está mejor. —¡Estás loca! —exclamó indignado— me manchaste toda la ropa —gritó mientras contemplaba furioso la obra de aquella malcriada mujer. —Igual como lo hiciste conmigo, ahora si me disculpas tengo mejores cosas que hacer — recogió el contenido de su cartera y todos los documentos, al comprobar que no olvidaba nada agregó irónicamente— que tengas un fantástico día —y se marchó sin mirar atrás. Cuando estuvo a una distancia que consideró prudente se detuvo a observar nuevamente el estado en el que se encontraba, ¿cómo iba a entrar a la reunión así vestida? Mejor dicho así mugrienta, como si fuera una niña de tres años que no sabía comer barquilla y terminada completamente manchada, temblaba en una combinación de rabia y nervios, trató de pensar rápidamente como revertir la situación en la que se encontraba, podría comprarse algo y cambiarse pero las tiendas por las que pasaba estaban cerradas, no abrían hasta pasada las 3 de la tarde y a esa hora ya debería estar en esa fulana reunión. —Esto es una locura —dijo a Alejandra luego de telefonearle— ese idiota hizo que el helado me cayera encima, y apenas faltan diez minutos para la reunión. —Cómprate cualquier cosa, no podemos quedar mal —la ansiedad que se evidenciaba en la voz de su socia era imposible de ocultar, balbuceaba cosas sin sentido. —Crees que ya no lo intenté —respondió indignada cuando logró entender lo que su amiga decía— pero lo único que está abierto a parte de los locales de comida es la farmacia, quiero gritar, necesito calmarme —los nervios y la aprehensión desaparecieron para dar cabida a una terrible irritación. —Camila ¿se ensució mucho la chaqueta? —preguntó Alejandra recuperando un poco la calma mientras trataba de encontrar alguna solución— ¿no puedes cerrarla y así disimular la mancha? —¡Eres una sabionda! —gritó mientras daba unos saltitos de alegría, aunque no era la mejor solución podía solventar un poco la situación— la tengo en el carro, voy por ella y de allí subo a la reunión —dijo— te mantengo informada. Corrió hasta su vehículo, lo más rápido que le permitieron sus sandalias, agarró la chaqueta y se dirigió al baño más cercano, rogando que todo saliera bien, tomó algunas toallas de papel y se secó como pudo, para luego colocarse la chaqueta cerrado todos los botones, la mayor parte de la mancha quedaba debajo de la prenda, pero con la parte superior no había nada que hacer, trató sin mucho éxito que el collar que estaba usando se encargara de eso y armándose de valor se dirigió a su cita, llegaba 10 minutos con retraso. Apenas alcanzó la puerta de las oficinas a las que se dirigía se detuvo cinco segundos para tratar de recuperar un poco el aire que le faltaban a sus pulmones fruto de la carrera que hizo desde el área de los sanitarios. Luego de saludar a la recepcionista y de anunciarse la hicieron pasar. —Disculpe la tardanza —dijo apenas al entrar, mientras observaba un escritorio vacío, recorrió la oficina buscando al señor Johnson que se encontraba observando a través de una de las ventanas laterales de espalda a ella. El lugar donde se encontraba era realmente amplio, muy bien iluminado, las paredes pintadas en su totalidad de color blanco resplandecían con la luz natural y artificial que hacían un perfecta armonía a juego con los pequeños cuadros todos enmarcados en color negro igual que los muebles y el sofá que se encontraba sobre una alfombra de color gris, un ambiente totalmente masculino y minimalista.

—No se preocupe —contestó Matthew interrumpiéndola con la mirada aun perdida en lo que estuviera mirando a través de la ventana— pase adelante. —La verdad es que me siento muy apenada —dijo tratando nuevamente de disculparse— lo que pasa es que nunca falta un idiota que no está pendiente por dónde camina y me… —se calló al reconocer al hombre que se dio vuelta desde el lugar donde se encontraba, vestía un saco cerrado que trataba de disimular la mancha que sabía estaba detrás y que ella había ocasionado— ¡rayos! —susurró— estoy jodida. … CAPÍTULO II Todo ese día estaba en su contra, era lo que pensaba Camila mientras conducía de regreso a la oficina, aún no había llamado a Alejandra para comentarle lo sucedido, golpeó el volante, se encontraba molesta con ella misma, con el destino y con el tráfico que en esos momentos se encontraba paralizado, trató de liberar esa presión a través de un grito de frustración, que solo logró atraer la atención del conductor que se encontraba paralelo a su vehículo ganándose de esa manera una mirada con cara de pocos amigos mientras trataba de alejarse lo más posible de ella. Una lágrima rodó a través de su mejilla, tenía tanto tiempo sin sentirse tan humillada, de todas las personas del mundo, ella tenía que tropezarse justo con él y lo peor de todo es que se comportó como una chiquilla malcriada, si hubiese tenido un poco de paciencia las cartas ahora estarían a su favor, de haber sido amable, pensó, las disculpas tendría que recibirlas ella, y no andar como un estúpida pensando como revertir aquello. Más lágrimas se unieron a la primera y ahora era casi imposible de contener aquel torrente que emanaba de sus ojos, no entendía la razón por la que se sentía tan afectada, ella siempre se caracterizaba por ver el lado positivo de las cosas, la imperturbable, ahora lloraba sin control, su visión se hizo nublosa mientras que recordaba la impresión que tuvo al reconocer a Matthew, allí estaba ella, dispuesta a dar lo mejor de sí, había tomado la decisión que no permitiría que su vestimenta influyera en la reunión, por lo que su plan consistía primeramente en disculparse y explicar el motivo de su demora y de su estado, para luego olvidarse de lo ocurrido y centrarse en mostrarse profesional y segura de las propuestas que llevaba, pero no pudo ni siquiera completar la frase cuando se dio cuenta que aquel hombre era el que había ocasionado su demora, vio en la profundidad de aquellos ojos castaños un triunfo que la puso inmediatamente en knock out, ni siquiera vio el golpe que la derrotó enviándola a la lona, su mente aunque trataba de formular una vía de escape, no encontraba ninguna, su orgullo era lo único a lo que podía aferrarse, pero ¿cómo hacerlo sin perjudicar a sus amigas? Elena había trabajado mucho para plantear los diseños de los eventos que querían llevar a cabo, y ella solo era el mensajero, la persona a la que le confiaron un papel fundamental. —No se preocupen —recordó que les dijo mientras despreciaba la importancia de la reunión con un gesto de la mano— tu vete de luna de miel que yo me encargo de dar la cara por la empresa. Hizo un sonido de gutural que denotaba su decepción. Recordó la sonrisa ladeada que Matthew le dedicó, no hizo falta palabras para que ella entendiera todo lo que cruzó por la mente de aquel hombre. —Como ya le dije, no hay ningún problema por su demora —había contestado mientras se acercaba a ella con la misma precisión y sigilo que lo hace un felino al cazar, una pantera quizás — yo también tuve un problema antes de llegar con una… esquizofrénica —la retó, pero justo cuando iba a responder aquel insulto, escuchó que decía— Matthew Johnson —mientras le extendía su mano— Señor Johnson para usted. —Camila Uzcátegui —respondió mientras estrechaba su mano, ya había cometido muchos errores ese día, y dejarlo con la mano estirada no haría sino empeorar la situación, se propuso hacer uso de la reserva de paciencia que tenía guardado en alguna parte de su cerebro, pero su decisión quedó olvidada cuando al encontrarse con la mirada de Matthew, vio una expresión que ella tradujo como “así es humíllate, al final yo gano”, eso no pudo tolerarlo— señorita Uzcátegui… para usted —terminó de responder con una sonrisa desafiante. —Señorita —repitió lentamente y con un gesto de estar delante de algo muy obvio agregó— no me extraña. —Mire Señor Johnson —respondió visiblemente molesta— porque no… —Tome asiento por favor —la interrumpió mientras le indicaba el sofá que momentos antes había admirado. —¿Desea tomar algo? ¿un helado quizás? Aquel gesto la tomó desprevenida y algo en la expresión de su rostro debió delatarla, porque Matthew sonría triunfante ante el evidente esfuerzo que realizaba por mantener la cordura, esa era su venganza. Ella solita se puso en esa situación, y ahora él era el ganador. El timbre de su móvil la trajo al presente, no sabía cuánto tiempo había pasado, pero se encontraba prácticamente en el mismo sitio, vio la pantalla, era la quinta o sexta llamada de Ale, no podía seguir con aquello, por lo que decidió atenderle. —Ale, no me encuentro de buen humor en estos momentos, estoy atascada en este miserable tráfico que parece más lento que nunca, estoy toda melosa por culpa del helado y la reunión no fue nada bien —le dijo apenas al contestar— quiero llegar a la casa, tomarme un baño y olvidarme de este estúpido día donde todo me ha salido fatal. —Ya me doy cuenta —respondió su amiga mientras reía— llamaron hace rato de Johnson y Asociados solicitando para mañana una reunión a primera hora de la mañana. —¿Qué has dicho? —Exactamente lo que has oído —le dijo cariñosamente Alejandra— ahora ¿quieres contarme lo sucedido? Parece como si te hubiese atropellado un tren. —Creo que eso hubiese sido mejor —expresó —pero no quiero hablar de eso ahorita, la verdad es que me encuentro afectada, mañana podrás interrogarme y prometo darte todos los detalles —respiró profundamente antes de proseguir— ¿te importaría si mañana voy a la oficina después de almuerzo? —¿Tú escuchaste lo que te dije? Mañana temprano es la reunión con el señor Johnson. —Si te oí la primera vez, pero estoy segura que tú podrás manejarlo. —Ha pedido tu presencia y ha sido explícito en ello. Más tarde, en la privacidad de su hogar recordaría todas las excusas de las que trató de valerse para faltar al trabajo al siguiente día, ninguna pudo librarla, así que tendría que enfrentarse a Matthew nuevamente. La taza de chocolate caliente humeaba entre sus manos, el albornoz cubría su cuerpo y aun después de tomar una larga ducha que relajó todos sus músculos, no lograba librarse de la profundidad de aquellos ojos marrones que parecía perseguirla, ¿cómo no se había dado cuenta de la masculinidad y fuerza que proyectaba aquel hombre cuando le había derramado el helado encima? Sólo una persona en su sano juicio podía apreciar el error de llevarle la contraria o de convertirse en su adversario… y al parecer ella había hecho precisamente ambas cosas. Su corazón comenzó a impacientarse mientras recordaba que lo volvería a ver la mañana siguiente, sí, definitivamente estaba loca, pensó mientras sonreía, creyó que luego de salir de la oficina después de un no muy elocuente discurso las posibilidades de verlo nuevamente eran prácticamente nulas, lo había retado, su orgullo siempre hacía que se metiera en problemas, o que no saliera de ellos. —Le apuesto lo que quiera Señor Johnson —había dicho sorprendiéndose de la fortaleza de su timbre de voz— que su orgullo no le permitirá apreciar la maravillosa propuesta que nuestra compañía le ofrece para la gala benéfica, pero eso usted se lo pierde… y por segunda vez en menos de una hora, que tenga un fantástico día —y sin darle tiempo a réplica, sin siquiera haberle enseñado la propuesta se retiró y cerró la puerta con mucho cuidado, cuando lo que deseaba era lanzarla y hacer que todo el edificio se estremeciera.

Tenía que idear un plan de acción, Matthew definitivamente era de las personas que siempre tenía la última palabra, y ella no había permitido ni siquiera que se despidiera, a través de los pocos minutos que estuvo en su presencia pudo darse cuenta de ello, era un hombre muy atractivo y definitivamente con poder acostumbrado a hacer lo que le viniera en gana, pero con ella no sería igual. —Idiota —dijo en voz alta mientras contemplaba la oscuridad a través de la ventana. Ella no se convertiría en una de las marionetas a las que estaba acostumbrado a tratar, lo había desafiado y seguro esa era la razón por la que solicitó reunirse con ellas, quizás deseaba ponerla en evidencia delante de sus socias, explicarle detalladamente quizás haciéndose la víctima, que ella era la razón por la que no las contrataría, para no tener que relacionarse con una loca. Respiró profundamente, pensó en varias opciones por la que el Johnson solicitó la reunión, y lo más probable es que quisiera dejarla en ridículo frente a su socia, tenía la certeza de que su amiga se pondría de su parte pero ella no permitiría que Ale la defendiera, no se dejaría intimidar, y si tenía que decirle un par de cosas a ese hombre, que quizás nunca llegaría a ser su cliente, se las diría de la forma más cruel. Con esa decisión se fue a la cama, pero un par de ojos marrones la persiguieron durante toda la noche.

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  1. muy buena pagina. debeleer.com

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